Coraje Ábalos: es miembro de una familia histórica del folclore, lo descubrió Cris Morena y fue galán en 90-60-90 modelos
Empezó a trabajar en televisión casi de prepo y se negó a ser galán. La relación con su hijo y por qué está solo
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Empezó en Jugate conmigo casi de prepo cuando acompañó a su abuelo Roberto Ábalos, integrante del reconocido grupo folclórico Los Hermanos Ábalos, a un programa de Telefe y Cris Morena se fijó en él. Pero le costó entender la vocación del actor hasta que se sintió identificado con las comedias. Hace tiempo que Coraje Ábalos no hace televisión ni teatro y ahora vuelve con un novedoso formato: Bon vivant, la primera microficción vertical de The Eleven Hub, la nueva unidad creativa de SDO PR & Entertainment. En diálogo con LA NACION, el actor cuenta qué hizo en estos años, habla de su relación con su hijo Camilo de 13 y reflexiona sobre lo mucho que le costó domar su timidez.
-¿Por qué dejaste de actuar?
-Es verdad que trabajo poco, pero hice algunas cosas que no salieron todavía, y algunas no sé si saldrán. El año pasado estuve en el Sur haciendo La bastarda, para Disney, con la China Suárez, Carlos Belloso, Eleonora Wexler, Diego Cremonesi y un muy buen elenco. Hice algunas otras ficciones de pocos capítulos, algunas para Disney y algunas para otras plataformas. Pero sí, hace mucho que no trabajo. Bueno, dejé cuando se terminaron las tiras de Polka, de Telefe, de Underground. Es cierto que aparecieron las plataformas, pero yo me fui abriendo de a poco sin una intención clara. Sobre todo a partir del nacimiento de mi hijo Camilo, que ahora tiene 13 años. No es la primera vez que me pasa. Antes había estado viviendo cuatro años en Nueva York.
-A principios de 2000, pero te reinsertaste...
-Sí, me reinserté, hice ficciones como Mosca y Smith, Soy tu fan, Son amores, Herencia de amor. Lo último fuerte fue Solamente vos, con Natalia Oreiro y la China Suárez también. Algo de teatro. Y volví a apartarme un poco.
-¿Por elección?
-Sí. A mediados de los 90 estuve en La hermana mayor, el único programa que hice de punta a punta durante 12 meses. Era una comedia y me gustaba mucho, nos divertíamos, había improvisación, un elenco hermoso. Después fui galán en 90-60-90 Modelos y me costó entender cómo era el trabajo. Salvo cuando hago comedias, ahí sí me siento cómodo.
-No empezaste a trabajar en el medio convencido de lo que hacías. ¿Es verdad que Cris Morena hizo mucho para que entraras a Jugate conmigo y te quedaras?
-Es cierto. Había ido a Telefe con mi abuelo, uno de los cinco hermanos Ábalos, ya fallecidos todos. Me vio Cris Morena y me propuso sumarme al programa. Dije que no porque para mí era imposible hacer eso. Me parecía extremo. Yo soy muy tímido y vergonzoso y me cuesta manejarlo. Me quedaba tieso.
-O sea que te metieron de prepo, prácticamente.
-Sí (risas). Dije que no y pasó un tiempo y me volvieron a llamar y terminé aceptando. También me sorprendió que mis amigos vieran el programa y me dijeran: “agarrá, agarrá”. Y mis hermanas menores eran fanáticas. No tenía una vocación, en realidad. Creí que iba a ser tenista.
-¿Jugabas bien al tenis?
-Sí, jugaba bien pero no para ser profesional. No tenía una vocación muy clara y entré al medio, en el segundo año de Jugate..., en reemplazo de Hernán Caire. Y fue difícil para mí, me paralizaba bastante.
-Eras muy serio... y pata dura.
-Pata dura no lo voy a permitir (risas). Porque bailo bien. Me hacía el que bailaba mal porque no quería estar ahí. Me decían que tenía que sonreír, reírme, disfrutar. No puedo disfrutar porque la estoy pasando mal. Fuera de cámara la pasaba bien, pero cuando se prendía la cámara era muy complicado. Al año siguiente contrataron a Raúl Serrano para darnos clases de teatro tres veces por semana y ahí ya empezó a gustarme. Entré a Ritmo de la noche y nos pagaban por jugar al fútbol con Maradona, Caniggia, Burruchaga, Alonso. Encima ganábamos autos, viajes.
-Y entonces sí dijiste “esto es lo mío”.
-Claro. Seguí estudiando teatro con Serrano, me hice muy amigo de él. Y acá estamos. De a poco empezó a gustarme hasta que empezaron a llamarme para ser galán y no me salía. No lo entendía como un trabajo. Nunca lo entendí como un trabajo. Nos pagaban para ir a boliches, por tomar alguna bebida. Años después conocí a Tato Pavlovsky y me fasciné, porque yo soy obsesivo. Decía: “Bueno, esto es actuación”.
-Dijiste que cuando nació tu hijo también te alejaste un poco, ¿para compartir más tiempo en casa?
-Sí, pero los dos nos ocupábamos muchísimo de Camilo. Lo que pasa es que ella trabajaba más en ese momento (Camilo es fruto de la relación de Coraje con la actriz Mónica Antonópulos). Yo elegía trabajar menos porque no me gustaba lo que me ofrecían. Para mí ser padre es una responsabilidad inabarcable. Siempre estuve convencido de que no iba a ser padre, justamente por este tema de la responsabilidad. Me parece que hay que ser muy inconsciente. Fue convicción, no miedo. Pero Camilo llegó y le agradezco al universo. Igual seguí trabajando, aunque no me veían en la tele o el teatro. Hice muchas cosas, algo en radio, gestioné el contenido de un centro cultural, hasta pinté casas. Además, gané muy bien en los 90 y soy un tipo austero: no viajo mucho, no gasto mucho, no tengo auto ni tarjeta de crédito ni de débito; no tengo prepaga.
-¿Estás en pareja?
-No, estoy solo en este momento. No sé si alguna vez fui buena pareja, pero me gusta compartir con alguien. No sé si soy buen padre tampoco. Por suerte Camilo es divino. Ahora está entrando en la adolescencia y está bravo (risas). Pero es parte de la vida.
-Volviendo al trabajo, con Bon vivant te animaste a un nuevo formato...
-De alguna manera es una novela en formato vertical, con episodios que duran entre uno y tres minutos, con una vertiginosidad increíble. Confieso que cuando me convocaron no entendí mucho esto del formato vertical hasta que lo vi. Y está bueno apostar a lo que se viene. Yo soy un desastre con las redes, casi no uso, me cuesta en Instagram, no sé poner like, no sé subir una foto. Soy Enrique el antiguo (personaje de Guillermo Francella en Poné a Francella). Estoy muy, muy desaggiornado. Y tengo limitaciones también. Estoy tratándolo con Rubén, que es mi terapeuta nuevo, de 85 años. En fin, me gusta esta vuelta porque además esto sigue: tengo otro proyecto con SDO, en el mismo formato, pero con más humor. Tengo ganas de actuar y durante mucho tiempo no me he dado cuenta. Ahora entiendo que es un trabajo y lo veo desde otra perspectiva.
-¿Y cantás como tu abuelo?
-Canto, canto. Pero no canto bien. Entono. Afino y tengo muy buen gusto. Estuve en Santiago del Estero hace poco, en los festejos de la ciudad y fue hermoso. Y tengo muchos amigos folcloristas y un primo, que es otro nieto de Los hermanos Ábalos, que tocó con Los Piojos y con Ciro y los Persas [Juan Manuel Gigena Ábalos]. Él tiene un grupo que se llama Los Gauchos. Lo llevé a Santiago medio obligado y volvió fascinado.
-¿Volvés seguido a tu Santiago natal?
-Bastante. Me quedaron algunos parientes y amigos.
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