Dicen que las casualidades no existen y, tal vez por eso, Patricia Miccio eligió ponerle Takkai al local de ropa y accesorios que tiene en José Ignacio. ''Takkai'' es una palabra de origen japonés que significa ''persona que mira para adelante''. Ella sabe mejor que nadie lo que es caer y volver a levantarse sin prestarles atención a los embates de la vida y seguir con los ojos puestos en el futuro. Cuando le diagnosticaron cáncer de mamás por primera vez, hace diez años, enfrentó la situación con fortaleza y salió a contarlo con la firme convicción de que su historia de lucha y triunfo podía ayudar a muchas mujeres. El año pasado tuvo una recaída y no le quedó más remedio que volver a darle batalla a la enfermedad. Hoy, ya recuperada y desde uno de los cómodos sillones de Port Bleu, la casa que tiene en José Ignacio, Patricia habla en exclusiva para ¡Hola! Y cuando habla, tiene mucho para decir.
-¿Cómo pasaste el Año Nuevo?
-Muy bien, con toda mi familia reunida: mi marido, mis hermanas, mis sobrinas, mis dos hijos, Francis y Axel, y grandes amigos, en una casa ubicada en La Barra que da justo al mar, con una playita privada. Había música, bailoteamos un poco, nos divertimos mucho y, por sobre todas las cosas, festejamos con mucha alegría. Se fue un año y llega otro y deseo que sea mejor en todo sentido. Como siempre digo, hay que estar abiertos a recibir las mejores bendiciones, con lo que nos falte y nos toque vivir.
-¿Qué es lo que más te gusta de Punta del Este? ¿Qué fue lo que te enamoró de este lugar?
-Hace muchos años que vengo a Punta, desde mis 18 años. Después me mudé a José Ignacio, hace ya once años. Era todo un trámite en ese entonces, porque cuando mis hijos querían ir a bailar, había que ponerse de acuerdo con otras madres para ver cómo iban hasta La Barra; pero, desde esas pequeñas cosas hasta los embates más fuertes de la vida, todo se arregla, ¿no? Cuando uno es pragmático, las cosas se pueden acomodar sin que nada se te vuelva en contra. Yo siempre fui así. José Ignacio tiene eso de la no demanda. Cuando todo el mundo se vuelve después de disfrutar de la playa, podés andar en pareo, en ojotas, sin maquillaje. ¿Te confieso algo? Cuando hice el almuerzo de apertura de temporada en mi local, la semana pasada, me di cuenta de que me había olvidado el bolso de maquillaje en Buenos Aires. Debe ser porque no tengo ganas de hacer nada. Quiero tener vacaciones, dormir la siesta, ir a la playa, pero sin ningún tipo de horario. No tengo más obligaciones sociales a esta altura de mi vida, hago lo que quiero.
-¿Hubo algún hecho puntual que te hizo pensar así?
-La vida misma. Durante mucho tiempo hice lo que había que hacer, pero hay que aprender a dejar fluir y superar cada etapa. Cuando uno lucha por tener el mismo cuerpo a los 55 años que a los 20 o a los 30, es una energía perdida. El querer estar, el figurar, eso ya fue para mí. Por ejemplo, ya no tengo más ganas de hacer tele, es una decisión, no quiero más. Ni siquiera me tentarían con plata o con el mejor de los proyectos televisivos. Fui una mujer que mantuve mis actividades por muchísimos años: el modelaje, la conducción… Ahora estoy con mi local de ropa en José Ignacio. Cuando me preguntan cuándo voy a abrir uno en Buenos Aires, les digo ''el día del arquero''. [Ríe.] ¿Para qué? Si así estoy bien.
-Hace un rato comentaste que en marzo vas a cumplir 56 años. ¿Ya sabés cómo celebrarlo?
-¡Un montón de años, ¿no?! Tengo un buen camino recorrido, aunque disfruto de mi edad. No me enojo con el paso de los años, ni trato de encajar en un molde que no es el mío. No lo critico, ni lo juzgo, pero jamás me haría una cirugía. Aún no tengo muy en claro qué voy a hacer; quiero encontrar una buena forma de celebrarlo. Puede ser una gran fiesta, una reunión pequeña con amigos íntimos, o un viaje… Lo importante es festejar.
-Todo el tiempo mencionás a tus amigas y lo importante que son para vos.
-Con muchas de ellas nos conocemos desde los 21 años, cuando desfilábamos: Laura Ocampo, Teté Coustarot, Teresa Calandra, Ada Mazo. Y somos amigas, muy amigas. La importancia de la profunda amistad, para los buenos y los malos momentos…
-¿Ellas fueron tus pilares cuando supiste que padecías cáncer?
-Ellas, mi familia, mi espiritualidad y el saber aceptar lo que me toca. Mi abuela tuvo cáncer de mamas, mi mamá no y yo sí. Lo mejor que puede pasar con esta nota que estamos haciendo es que la gente me vea con el pelo crecido… Porque, cuando el año pasado se supo que volvía a tener cáncer después de diez años de aquella primera vez, eso asustó a muchas mujeres. Pero la vida continúa, existen tratamientos que hay que atravesar para seguir viviendo. Todos me ven bien porque yo estoy bien.
-Por lo general, frente a determinadas situaciones, nos preguntamos ''¿por qué a mí?''Para después llegar al momento del ''¿para qué?''. ¿Cómo fue tu propia experiencia?
-Seguramente, tenía alguna cosa en el tintero que debía cumplir y que la enfermedad me hizo dar cuenta. ¿Qué es lo que debemos dejar de lado? ¿Qué nos molesta? ¿Qué cosa, desde lo más profundo de uno, es necesario soltar? Eso es un aprendizaje constante.
-¿Nunca te enojaste con la vida?
-Siempre soy de ver cómo seguir adelante, por dónde está la salida. Mi gran lema en la vida es que ''siempre se puede''. Cuando murió mi oncólogo, hace un mes, leí una solicitada de otro paciente en el diario La Nación que me pareció maravillosa. Allí él contaba que hace muchos años había padecido cáncer de pulmón y después metástasis en las suprarrenales y que un día su médico le dijo: ''Estás sanado''. Hay que ser un trabajador de la vida. Yo soy una voluntariosa de la vida y estoy convencida de que sólo así se construye el mejor camino que nos toca transitar a cada uno.
Fotos: Ignacio Arnedo
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