Los exitosos mannequins argentinos nos abren las puertas de su refugio en Rive Gauche, donde viven desde hace dos años
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Se conocieron en una fiesta en París en 2013. Hacía poco tiempo que Magdalena Laguinge (23) había empezado a caminar la exclusivísima pasarela de Chanel en los fashion weeks más exigentes y Maximiliano Patané (35) ya era un modelo experimentado, diez años de trabajo en su haber. El flechazo, según le confían ambos a ¡Hola! Argentina, fue instantáneo y sucedió en un ágape organizado por Carine Roitfeld, que “capitaneó” Vogue Paris durante una década. “Apenas lo vi, me pareció súper lindo, pero lo que más me gustó de él fue lo mucho que me hizo reír esa noche”, cuenta con cierta timidez la exitosa modelo cordobesa, quien saltó al estrellato fashion en 2012, cuando Marc Jacobs la eligió para abrir su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York. “Me acuerdo de mirarla y de pensar ‘Guau, esta chica me encanta. Va a ser mi novia algún día’”, asiente Maximiliano –quien hoy reparte su tiempo entre el modelaje y el desarrollo de su propia línea de joyas– desde el fabuloso pied-àterre que comparten en el Septième Arrondissement, en el margen izquierdo del Sena.
–Magda, ¿cuánto tardó Maxi en invitarte a salir?
–¡Bastante! Pero porque al día siguiente de conocernos se fue a trabajar afuera por dos meses y yo me volví a Nueva York, donde vivía en aquel entonces. Aunque nuestra primera cita no fue hasta mucho tiempo después de habernos conocido, me empezó a escribir al toque y estuvimos “hablándonos” así hasta que coincidimos de nuevo en París, donde él ya estaba instalado. Después de ese encuentro, me convenció de volver a encontrarnos en Ibiza, adonde me enamoré definitivamente de él y donde le dimos un carácter más serio a nuestra relación.
–¿Qué te enamoró de ella, Maxi?
–Su sinceridad, su tranquilidad y su pureza. Aunque nuestra diferencia de edad es significativa [se llevan catorce años], desde el minuto uno ella me dio mucha paz y tranquilidad. Magda no está contaminada y me hizo muy bien desde el principio. Por eso la quiero, la cuido y la respeto.
–Magda, después de tres años juntos, ¿qué hace que lo sigas eligiendo a él?
–Con Max todo siempre está bien. No se estresa y tiene la virtud de encontrar la solución a cualquier problema. Enfría situaciones conflictivas, le pone buena onda a la vida y genera buenos climas; eso es lo que me fascina de él.
–¿Fue Maxi quien te convenció de que cambiaras Nueva York por París?
–Aunque no me lo pidió directamente, me mudé un poco por él… Y otro poco por la ciudad en sí misma [se ríe]. En mis visitas, me di cuenta de lo mucho mejor que se vive acá en comparación con Nueva York, donde la vida pasa pura y exclusivamente por el trabajo. Los parisinos son como los argentinos, adoran juntarse con amigos, y ese estilo de vida, sumado a la apuesta por nuestra relación, hizo que no lo dudara.
–¿Y a vos qué te encantó de la Ciudad Luz, Maxi?
–Me encantan su iluminación y cómo está diagramada. Me gusta el Sena, sus canales y tener la chance de cruzarlos a pie todos los días. París me subyugó: es una ciudad compleja, pareja, bella.
–¿En cuántos departamentos vivieron antes de instalarse acá?
–Magda: Creo que fueron seis, pero lo viví como si hubieran sido miles [Se ríe].
Maximiliano: Tengo muchos amigos acá y, al principio, con tantos viajes de trabajo, rotamos entre distintos departamentos que nos prestaron. Cuando el sistema nómade nos dejó de funcionar, decidimos buscar algo fijo y acá estamos [sonríe].
–¿Qué les gustó de este departamento?
–Por lo general, apenas entro a un lugar sé si es “sí” o “no” al instante. Si bien me fijo en la antigüedad de la construcción, los pisos, los techos, las aberturas y la luz, el clic es más bien instantáneo y con este departamento fue exactamente así.
–¿Cuánto tardaron en decorarlo?
Magdalena: Max lo decoró en quince días. Visitó miles de mercados, se re puso las pilas y en dos semanas ya estaba todo listo.
–¿Cómo fue el proceso?
Maximiliano: Tenía un buen background porque durante un tiempo que viví en Buenos Aires hice varios trabajos de decoración. Cuando me pongo un objetivo, lo cumplo, y como sabía dónde conseguir cosas buenas, fue relativamente fácil. De todas maneras, no es que lo decoré y quedó así, para siempre. En Francia, todo es caro y como no soy de los que resuelven en Ikea, empezamos con pocas cosas, pero muy buenas.
–¿Cómo describirías el estilo de su casa?
–Acá no hay nada cero kilómetro, todo es vintage y viene de algún mercado de pulgas. Me gusta sentirme cómodo en los espacios en los que vivo, llegar a casa y que sea un paraíso donde me desconecto del lío cotidiano. Aunque me gustan mucho el art déco, el art nouveau y las décadas del 20, 30 y 40, no soy de los que apuestan cien por ciento por una década o un estilo.
–¿Qué fue lo primero que compraste?
–La mesa de comedor, que es de campo y tiene casi tres metros de largo, fue lo primero que conseguí, junto a un juego de sillas italianas.
–¿Fue tuya la idea de llenar el living de plantas?
–Sí, porque me encantan [suspira]. Evidentemente, tengo algo con ellas. Les hablo, me hablan y me da mucho placer cuidarlas. Las riego, las doy vuelta y las miro crecer.
Magdalena: ¡Las trata como si fueran hijas! Le encanta la naturaleza y, como en París hay muy poca vegetación en las calles, llenó el departamento de verde.
–¿Quién las cuida cuando no están?
Maximiliano: La señora que trabaja en el piso de abajo, que es una amorosa total.
–Maxi, ¿de dónde viene tu clara pasión por lo estético?
–De libros y de viajes. Soy adicto a la información, me gustan las cosas de calidad y haber conocido lugares increíbles como modelo me influyó muchísimo. Desde muy chico me sentí atraído por la iluminación, por las plantas y por el diseño contemporáneo. Igual, soy consciente de que no soy un hombre normal: en casa quien se ocupa de la limpieza, las plantas y la cocina soy yo.
–¿Y Magda qué hace?
–¡Descansa! [se ríe]. Hablando en serio: ella es mi motivación principal y mentiría si no dijera que colabora muchísimo.
–Magda, ¿estar de novia con un modelo facilita las cosas?
–Con tantos viajes y compromisos de último momento, si alguno de los dos no fuera modelo sería muy difícil sostener una relación. Compartir un mismo código es un plus y nos permite entender, de verdad, la vida del otro.
–¿Soñás con casarte con Maxi?
–¡Me ponés en un compromiso muy grande al preguntarme algo sí! [Se ríe]. A ver, no es algo que tenga presente ahora: en un futuro, quizás sí, pero no es algo que esté pensando hoy.
–¿Y vos, Maxi, soñás con casarte con Magda?
–Más que casarme, me encantaría tener hijos con Magda. A su vez, pienso que es muy joven y que todavía tiene toda la vida por delante.
- Texto: María Güiraldes
- Fotos: Diego Zuko para The Outsider Blog [www.theoutsider.us]
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