En una extensa charla con LA NACION, el conductor de Urbana Play y protagonista de la obra teatral Frágil piensa en voz alta los dilemas e interrogantes de su serie para Netflix, Casi Feliz
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“Es algo con lo que juego, un chiste de la serie que, en realidad, ya no me parece tan importante”. Sebastián Wairaich apela a esa dualidad de fronteras difusas para definir la idiosincrasia del personaje que interpreta en Casi feliz, la exquisita e inspirada serie de su autoría que estrena hoy su segunda temporada en Netflix.
Dirigida por Hernán Guerschuny, Casi feliz es una producción original de la plataforma que cuenta con la producción de Alejandro De Grazia, Hernán Guerschuny, Sebastián Wainraich y Pablo Udenio. En la segunda temporada, el foco está puesto en profundizar en las limitaciones de Sebastián para establecer vínculos y alcanzar la estabilidad emocional. Algo sumamente profundo, pero abordado desde un relato no exento de humor y el guiño cómplice que emerge ante las situaciones de reconocible cotidianeidad.
-Aunque le restás importancia, no son pocos los rasgos del personaje que hablan muy directamente de vos.
-Se llama Sebastián, trabaja en radio, es hincha de Atlanta y tiene la neurosis de un judío porteño, pero no me veo identificado... Es un mundo que me gusta abordar, sobre el que me gusta escribir y pensar, pero eso no significa que sea mi vida de manera literal. Es autobiográfico, pero no desde ahí. Si yo escribiera una serie sobre tres mujeres odontólogas, también sería autobiográfica.
-Siempre aparece algún rasgo del autor en la obra que crea, sea cual sea el ámbito del arte en el que se desarrolle.
-Cuando uno escribe, siempre hay algo personal que se filtra. Incluso, si te involucrás con un mundo con el que no tenés nada que ver, lo personal aparece en la mirada que le das a ese tema y al mundo.
-De todos modos, los guiños narrativos acentúan el vínculo entre el Sebastián de ficción y Sebastián Wainraich.
-Y... muchas escenas están basadas en la vida real, pero distorsionadas. En el fondo, ya no me parece tan rico pensar en las similitudes con mi propia vida.
-Como suele suceder en los procesos creativos, y más allá de los nexos con tu propia vida, el material te habrá trascendido con vida propia.
-No es que yo sea un campeón con los vínculos, pero el de la serie tiene un lío bárbaro con las relaciones personales, laborales, afectivas.
-¿Y vos?
-Estoy un poco mejor... Por otra parte, esto no es una obra literaria, sino que se trata de un guion que recibió el director y que es quien elige la manera de contarlo, y está el trabajo de los actores que lo interpretan y, finalmente, la edición. Son muchos pasos, es un proceso.
Junto a Wainraich, en la serie se destacan, y mucho, Natalie Pérez, Santiago Korovsky y Peto Menahem en un elenco plagado de invitados especiales, que van de Carla Peterson a Benjamín Amadeo, Julieta Díaz, Roberto Moldavsky, Carlos Portaluppi, Rafael Ferro, Daniel Hendler, Diego Gentile, Gustavo Garzón, Adriana Aizemberg y María Abadi, entre otras figuras. En esta segunda temporada, el relato cuenta con un hilo conductor concreto que atraviesa a todos los episodios.
-Al escribir el guion e interpretarlo, ¿cómo conviven esos dos roles?
-A la hora de escribir, me divierto mucho. Tengo muy claro el personaje y el mundo que lo rodea. Incluso, suelo escribir pensando en los actores que van a interpretar eso que estoy creando.
-¿Por ejemplo?
-En esta nueva temporada trabaja Carlos Portaluppi, quien hará un personaje que escribí pensando en él. Es más, lo hice sin haberlo hablado, pero yo quería que fuera él.
-Volviendo a la dualidad autor-actor, ¿cómo establecés el vínculo con el director desde esos dos roles?
-Con Hernán (Guerschuny) somo muy unidos, los dos tenemos muy claro qué es lo que queremos y tenemos química, nos llevamos bien naturalmente, eso es genial a la hora de trabajar. Y respondiendo a tu pregunta inicial, una vez que entregué el guion, de cierta manera me desligo para abocarme a la actuación. Confío mucho en el director, es un gran talento.
-¿Hay recorte de libro en el proceso de rodaje?
-No hay nada demasiado problemático al respecto. Podemos hablar sobre algún tono o sobre una determinada frase. Luego, en la etapa de edición, Hernán me invita a ver los cortes.
-La edición es otra de las formas del relato.
-Un posguion.
Como todo escritor, en Wainraich hay un universo que se construye sostenido en mil y un lecturas. Disparadores de tensión e ideas. Acaba de terminar El futuro anterior de Mauro Libertella y está leyendo Monasterio, del guatemalteco Eduardo Halfon: “Lo tengo en mi mesita de luz”.
Ser o no ser… feliz
Sebastián, el personaje interpretado por Wainraich, cuenta con todas las posibilidades para establecer una vida plena. Sin embargo, autoboicot mediante, entorpece su felicidad y hasta encuentra placer en eso: “Hay un goce del que él no se da cuenta, es inconsciente. En realidad, existe una mirada exterior sobre la felicidad. Una mirada que incluye un buen trabajo y un buen pasar económico como condicionantes para ser feliz”.
-Se responde a una fórmula.
-Exacto ¿Cómo no vas a ser feliz si tenés plata, cuando la mayoría de la gente no tiene un buen pasar económico ni trabaja de lo que quiere?
-¿Entonces...?
-En el caso de la serie, la felicidad pasa por el amor, pero el personaje tiene cierta incapacidad emocional y vincular. No puede fluir en las relaciones.
-Se maneja con torpeza e inmadurez.
-Una torpeza para comunicarse, para abrazar al otro. La torpeza es hasta física. Por otro lado, su hermano es lo menos neurótico del mundo, su productor lo está ninguneando, su exmujer lo quiere pero como un amigo, lo cual es casi una burla.
-¿Qué será eso llamado felicidad?
-La felicidad es una utopía, me conformo con estar contento y pasarla bien.
Bajo los designios de Freud
-¿A que estrategias apelaste para componer a un émulo al que le sucede todo lo contrario que a vos?
-No lo sé, de eso se trata actuar, rescato cosas mías, como la radio o Atlanta y cierta neurosis porteña, y se las deposito a él, pero transformadas. Ahí está el desafío, supongo.
-Hablás de neurosis porteña. ¿Hacés terapia?
-Sí, por supuesto, para mí es fundamental, es como mi religión, aunque no tiene nada que ver con la religión.
-¿Por qué?
-La religión es creer y en la terapia se trata de analizar.
-Entra en juego la razón.
-Es razonar y pensar, permanentemente. Digo que es mi religión porque es un espacio que me gusta y me sirve.
-¿Donde te sirve la terapia?
-Para pensar lo que sucede. A veces, es como con el auto: vas al taller porque escuchás un ruidito en especial. Sin embargo, puede pasar que el auto no tenga nada, pero hablando aparezca algo. Si buscás, vas a encontrar, es como con los celulares, siempre un mensaje vas a encontrar.
-El verbalizar en terapia abre un mundo bien interesante que puede ser muy sorpresivo.
-Aunque no es lo mismo, también me puede suceder en una entrevista. La terapia es un espacio muy valioso que nos saca cosas inesperadas. Es increíble que les regalemos a los terapeutas toda esa información, eso es creer y confiar. Y más cuando sos una persona conocida, donde nombras a otros conocidos cuando estás en sesión.
-Ahí aparece la confianza en el terapeuta y su rigor profesional.
-Confío y, por otra parte, mi analista es lo menos cholulo, por lo menos eso manifiesta.
-Importantísimo.
-Muy importante. Uno va con sus problemas y con la complejidad de la propia vida, el trabajo. Aunque cada profesión tiene sus complejidades, en la mía aparece la exposición, la mirada externa, la crítica, los egos.
-Te has manejado muy bien con todo lo que implica llevar adelante una profesión pública, la exhibición y la fama.
-Es que lo que más me gusta es el trabajo y eso no es sacrificado, aunque suene a lugar común.
-Aunque suele traer aparejadas algunas otras consecuencias.
-Uno sabe hasta donde entrar. Es cierto que, a veces, te arrastran, pero a mí no me han arrastrado, hasta ahora. Me gusta escribir, hacer radio y actuar, entonces eso es lo que priorizo. Respeto al que le gusta el quilombo, pero a mí no me interesa.
-Este verano, Dalia Gutmann, tu mujer, y vos se vieron involucrados en alguna información que hablaba de una supuesta separación. En tal caso, si me quisieras dar un título para esta nota, no me voy a negar.
-No tengo un título…
-¿Qué sucedió?
-Estaba en un recital con mi hijo cuando mis amigos me empezaron a escribir con los posteos que salían publicados donde se decía que me había separado.
-¿Cómo reaccionaste?
-En ese momento, me causó gracia. Con el correr de los días, ya no me divirtió tanto porque se estaba involucrando a otra gente, más allá de Dalia, que sí entiende el juego o el medio, como quieras llamarlo. Más allá de nosotros, hay mucha gente que se preocupa y no está bueno. Con el tiempo, nos vimos en un lugar que no nos gusta. Tenemos años en este oficio, pero es raro que hablen sobre tu vida privada o que digan dónde iba a ir a vivir, cosas que no eran ciertas. Rarísimo. Tampoco hago un dramón y ni siquiera hablé con los periodistas que lo dijeron. Tampoco creo que fue con malicia, pero me pareció insólito. No nos prendimos demasiado en ese juego y listo.
-Tu tarea implica el reconocimiento público, seguramente hay una búsqueda de ese afecto al elegir la profesión. ¿Te llevás bien con la mirada externa?
-No me hago demasiado rollo. Ser conocido tiene un montón de beneficios, no nos hagamos los boludos.
-Muy honesto de tu parte.
-Recibimos canjes, entradas y el cariño de la gente, que no es poco. Por supuesto, si estoy con mis hijos comiendo, quizás es un poco molesto que te pidan una foto.
-Hay algo antinatural en la fama.
-Más de una vez me han saludado y me quedo pensando de dónde conozco a esa persona, hasta que caigo que soy conocido.
-¿No te parece que es sano que no estés pendiente de tu fama permanentemente?
-Creo que sí. Me ha pasado de ir a cumpleaños y extrañarme porque todos me conocen. A veces, me olvido de todo eso. Además, es a mí al que le interesa saber sobre la vida de los demás.
Heridas
-En tus redes sociales lamentaste la partida de Gerardo Rozín.
-No éramos íntimos amigos, pero nos llevábamos muy bien. Junto con Roberto Moldavsky nos juntábamos los tres y nos reíamos mucho. Cuando tuvo el diagnóstico fue horrible, me llamó y hablamos un rato muy largo. Fue muy dolorosa su partida, era una persona muy valiosa y, más allá de su rol como productor, era un muy buen lector de medios. Gerardo veía o escuchaba un programa e, inmediatamente, sabía qué le faltaba o qué cosas le harían bien. Cuando muere una persona es habitual que se destaque todo lo bueno, con Gerardo se dio una reacción espontánea y natural muy linda.
-Has atravesado la muerte temprana de tu hermano, ¿se sale del dolor?
-Sí…
Duda y piensa, acaso tratando de escudriñar en su interioridad más profunda aquellas huellas irreparables de la tragedia cercana de la ausencia: “Mi hermano murió cuando tenía él tenía 25 años y yo 19. El vacío queda para siempre y el dolor va tomando distintas formas. Al menos, esa es mi experiencia. Cuando falleció Gerardo, en la radio reflexionábamos sobre las actitudes que se tienen ante la muerte. A veces, se habla de muertes tontas, como si hubiese muertes serias. Que te aparezca algo en el cuerpo y te mueras también es absurdo”.
-Lo prematuro de algunas muertes las convierten, quizás, en más trágicas.
-Es más absurdo y más fuerte el golpe. Cada uno hace lo que puede ante la muerte de los seres queridos.
-En la segunda temporada de Casi feliz hay referencias a la religión. ¿Cómo te llevás con esas cuestiones?
-Me llevo intensamente con la religión. No soy religioso ni practicante, pero me defino judío. No soy creyente, pero tampoco soy escéptico, ese es el quilombo. Cuando murió Gerardo (Rozín) hablé con Reynaldo Sietecase en la radio y me dijo que era “dudante”. No estoy seguro que no existe Dios, pero me gusta ser judío, es algo sentimental, emocional y cero racional.
Multimedio
Desde aquellos tiempos en los que escribía y colaboraba con las piezas teatrales de Fernando Peña, Wainraich hizo del escenario y el vínculo en vivo con el público otra de sus formas expresivas. Desde hace varias temporadas, Frágil es la obra en la que, a través de diversos personajes, va contándose a sí mismo o, al menos, algunos aspectos de su ADN. Como en Casi feliz, pareciera ser que la ficción que decide interpretar transita las liminalidades de lo real y la invención fantástica.
“Cuando hago el monólogo ´de civil´ es lo más parecido a mí, pero cuando lo interrumpo para interpretar personajes que nada tienen que ver conmigo, es un momento que me gusta mucho. Disfruto sacarme a mí de encima y ser otro”.
-Más allá de la gran acogida de tus propuestas en teatro y en la ficción audiovisual, la radio es un medio muy orgánico tanto para vos como para los oyentes.
-La radio es para toda la vida.
Hace poco más de un año, junto con Andy Kusnetzoff y Matías Martin, Wainraich dejó Metro para instalarse y fundar Urbana Play, una apuesta arriesgada que salió bien. De lunes a viernes, de 17 a 20, lidera su programa Vuelta y media, en el que está acompañado por Julieta Pink y Pablo Fábregas. “Desde los 16 que trabajo en radio, empecé en FM Sol de La Paternal y no paré”.
-Sos comunicador, conductor y actor, y una de las pocas figuras del medio que reúne determinados tópicos que hacen a la esencia de un showman que puede estar al frente de un late night show televisivo. ¿Es una asignatura pendiente?
-Tal vez en algún momento, no lo sé, hoy no lo veo como una asignatura pendiente. Lo hizo Jey (Mammon) el año pasado de manera espectacular, me encantó, y me parece que lo tiene que hacer él que lo hace muy bien. Mi show lo tengo en la radio, todos los días.
-¿Qué pesa más: el comunicador o el actor?
-¿En qué sentido?
-En cuanto a lo que vos sentís que te representa más.
-Vivo como un autor, como un guionista. Cuando veo situaciones, no puedo evitar pensarlas como guion o verlas plasmadas en un diálogo o una escena, y todo es o lo llevo a una obra de teatro o a la radio, pero todo comienza en la escritura. Y me gusta mucho que sea así. Al menos, es una buena manera de resolver los problemas que uno tiene en la vida, al menos en mi caso.
-Una experiencia catártica.
-Sí, la escritura es un buen refugio, me gusta resolverlo así y me divierte. Soy una persona solitaria, a pesar de vivir con tres personas y un perrito…
-Y desarrollás un trabajo en el que siempre estás rodeado de gente.
-Sí, pero la escritura es solitaria. Es un mundo que me encanta y me emociona cuando luego ese guion lo toma un director y se transforma en otra cosa. En la radio, también pasa a la boca de otra gente. El teatro, aunque tengo una directora, es donde me subo y estoy yo solo.
-¿Hay mucho material escrito por Wainraich que no vio la luz?
-Hay una novela en la que estoy trabajando, hay ideas de otras series y películas, está todo ahí, en carpetitas.
Industria del entretenimiento
-La televisión argentina solo tiene una ficción de producción nacional, con lo cual las plataformas de entretenimientos suplen una carencia y establecen nuevas formas de consumo.
-Plataformas como Netflix vinieron a dar trabajo a una cantidad impresionante de gente, desde directores y actores hasta los técnicos, se puso en movimiento una rueda sostenida por el enorme talento que hay en nuestro país.
Casi feliz se suma a un año de intensa producción y estrenos en Netflix como Granizo, El reino y División Palermo, lo nuevo de Santiago Korovsky. “Cuando trabajás para las plataformas, rodás como si fuera cine. En televisión, en cambio, la dinámica es otra. Está buenísima la tele abierta, pero tiene otra exigencia y velocidad. Nosotros para grabar ocho o diez capítulos nos tomamos tres meses, eso en televisión abierta es impensado. He hablado con actores que me han confesado que graban en piloto automático y que no saben qué les está pasando a sus personajes”.
Las plataformas implican una factura fotográfica cuidada, texturas de imagen estudiadas y la posibilidad de componer: “No es memorizar y pasar letra”.
-¿Habrá tercera temporada de Casi feliz?
-No lo podemos decir…
-Al menos, existe el deseo.
-Vivimos una época con mucha ansiedad, estrenás una temporada y la gente ya quiere otra. Disfrutemos la segunda temporada.
-Es muy empático el relato de la serie, los Sebastián son mayoría.
-Me alegro que suceda eso. Creo que es un relato universal, con muy buenas actuaciones y, además, se ve muy linda, está muy cuidada.
-Es muy shakespeariano el mensaje sobre los vínculos y sus imposibilidades.
-Todo empezó ahí, con Shakespeare.
-¿Participarías en realities como MasterChef Celebrity o El hotel de los famosos?
-No sé cocinar y no podría estar encerrado en un hotel tantos días, soy padre.
-Más allá de eso, ¿te sumarías a una propuesta así?
-No. Pero esa es una respuesta que te doy hoy, porque tengo trabajo. Mañana, no lo sé.
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