Ya decía el proverbio que siete veces cae el justo y vuelve a levantarse. Algo de eso hay en la vida de la locutora y maestra de locutores María Ester Sánchez. Hay tropiezos. Dolores insondables de esos que dejan cicatrices profundas, pero también resurrecciones y mucha fe. La sostuvo la confianza en Dios... Y en ella misma. La certeza en la vida, a pesar de todo. "Siempre apuesto al amor, al positivismo, encontrando lo bueno de los otros y de las situaciones que nos rodean. Por eso me interesa buscar las buenas noticias de cada día, para rescatar lo que vale la pena. El mundo vive violento, pero yo busco la paz. Me interesaría hacer un programa de radio con ese foco".
–A propósito, ¿por qué no estás al aire con un ciclo propio o conformando algún equipo como tantas veces te sucedió?
–Porque no me contratan.
¿Para qué andar con vueltas? Blanco sobre negro. Así son sus respuestas. Inequívocas. María Ester Sánchez es una voz y un rostro fácilmente identificables. Es de esas figuras arraigadas luego de tantos años de trabajo; de trajinar estudios de radio y televisión; de estar aportando su talento codo a codo con celebridades de la talla de Juan Alberto Badía, quien la eligió una y otra vez para que lo acompañe en varias de sus producciones. Campechana, así es esta mujer de pueblo, de sonrisa fácil, melena rojiza y una voz que, con solo escucharla, hace imaginar al interlocutor que está ante una transmisión de radio. Basta con cerrar los ojos y oírla.
Hoy es la voz de decenas de anuncios de Radio del Plata, la emisora en la que trabaja part time "despuntando el vicio" y es una de las docentes del ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) y de la Universidad de La Matanza, instituciones donde dicta Práctica de Radio a los alumnos a punto de recibirse. La comunicación una y mil veces; en la radio, en la televisión y en los claustros donde enseña. Siempre la voz. "Trabajé en radio y en televisión y cumplí con distintos roles, pero hoy me tiene atrapada la docencia, me llena de placer transmitir mi impronta", dice a LA NACION en la mesa de un bar de Chacarita, a pocas cuadras de su casa, ese refugio de terraza infinita que se abre al cielo y le permite respirar aires diferentes a los que respiró en Barrio Norte, donde vivió décadas. Hoy, una calle escondida en los recónditos de la ciudad le permite emular el pausado ritmo de su Chacabuco natal. Allí, prepara sus clases y ensaya su espectáculo de canto, su otra pasión. Y sí, otra vez la voz en acción.
–¿Qué tipo de entrega te otorga la docencia?
–No es lo que yo doy, sino lo que mis alumnos me dan. Me da placer, felicidad, compromiso, actualización. El día que no doy clases, algo me falta. Además me obliga a estar muy informada porque las prácticas tienen que ver con todo lo inherente a la actualidad.
–Con honestidad brutal decías que no te contrataban...
–Hoy hay mucha gente con trayectoria y sin laburo; pero mirás la televisión y te encontrás con decenas de chicas sin talento.
-¿A quiénes te referís?
-A esa camada de gente que, en general, no es profesional. Los medios están plagados de chicas que tienen un lindo cuerpo y ocupan lugares. Cada año, se reciben muchas locutoras de excelencia que luego no trabajan y, si bien el mercado se abrió para la mujer, aún la locutora sigue siendo la partenaire de un conductor varón, que en muchos casos no es locutor sino la figurita de turno salida de un reality. Cuando salen avisos en medio de los programas, la locutora solo dice el remate porque la publicidad la hace el conductor que no es locutor recibido.
-¿Extrañás tener una continuidad en el medio?
-Mucho.
Detrás de la voz
María Ester Sánchez ha hecho un culto de la discreción, poco y nada se sabe de su vida privada. Su nombre está asociado a su trabajo. Lo demás, se lo guarda para sí. Aunque hace excepciones y, a veces, se entrega a la charla. Infancia y adolescencia a 196 kilómetros de Buenos Aires. Allí, en Chacabuco, esa ciudad que la marcó y cuyas enseñanzas quiso transmitir a sus dos hijos: María Alejandra (38) y Emanuel (25).
–Se sabe poco de tu vida, de tus hijos.
–He preferido hablar poco de mis hijos porque hay historias que son muy dolorosas y no me gusta contarlas.
–¿Con qué tienen que ver esos dolores?
–Los dos son Sánchez, hijos de papás diferentes, llevan mi apellido. Con eso te cuento, un poco, cómo es la situación.
–¿Los criaste vos sola?
–Sí, con lucha y sacrificio. Hubo mucho amor y placer, pero también un gran dolor. Al no estar la otra persona, y con mis papás muy grandes siendo yo hija única, tuve que remarla mucho.
–¿Cómo fue ese vínculo con tus padres?
–En un momento tuve que asistirlos en la enfermedad. Murieron con nueve meses de diferencia, hace unos veinte años. Así que estuve criando a mis hijos y atendiendo a mis padres al mismo tiempo.
–¿Por qué se dio esa circunstancia de criar a tus hijos sola?
–Cada 21 de septiembre se cumple un aniversario de cuando gesté a mi hija, porque amé a ese hombre.
-¿Recordás esa fecha?
-Sí, claro, tuve a mi hija contra viento y marea.
-Hoy diríamos que sos una mujer empoderada.
-Mis padres me dieron la espalda y el hombre que amé estuvo cinco meses conmigo y se fue. No quiso saber nada. Podría haber hecho un culebrón, pero no lo hice. Cuando Alberto Migré vivía, nos juntábamos a tomar café y le decía que mi vida era una novela. Pero jamás tiré mala onda hacia los padres de mis hijos. El padre de mi hija era productor de radio. Nos conocimos trabajando y por eso nos enamoramos.
Las personas tóxicas existen
-¿Con tu segundo hijo atravesaste una situación similar?
-En el medio conviví con otra persona. Al padre de mi hijo lo amaba, pero fue un amor que no prosperó.
-¿No quiso hacerse cargo de la paternidad?
-No.
-¿Tuvo alguna relación con su hijo?
-Un breve vínculo cuando mi hijo era muy pequeño y no prosperó. Fue muy doloroso para Emanuel que tuvo que estar tratado con psiquiatra de chico porque sufrió el abandono.
-¿Se trata de una persona del medio?
-Sí, pero no vive en Buenos Aires. Era conductor, pero no locutor.
-¿Tus hijos intentaron un acercamiento con sus padres?
-Cuando eran chicos sí, ahora ya no. El dolor de un hijo cuando sufre el abandono es muy difícil de sobrellevar y perdonar, a no ser que haya arrepentimiento de la otra parte. Pero cuando se dice: "Cuando quieras llamame", la cosa no va, menos en un preadolescente.
-El "cuando quieras llamame" resulta un formalismo un poco frío.
-Así es, las personas tóxicas existen. "Me enamoré sin darme cuenta" como dice la canción.
-¿La mayoría de tus amores emergieron del mundo de la radio?
-Tuve muchos afectos vinculados con el medio porque es el lugar donde yo me desenvuelvo.
-Era razonable que así sucediese.
-De todos modos, mis últimos dos novios no fueron del medio.
-¿Estás sola actualmente?
-Sí.
-Se te ve espléndida y muy plantada emocionalmente. Nuestros abuelos dirían que sos "un buen partido".
-Yo digo que los hombres no se acercan por temor. Me valgo por mí misma, soy conocida, admirada y querida; ante eso, entiendo que muchos no se atrevan. A mí último novio lo conocí en las redes sociales.
-¿Fue una buena experiencia?
-Hermosa. Me pidió amistad por Facebook y, al tiempo, nos dio ganas de conocernos. Fue una relación preciosa de pocos meses. Yo rescato siempre lo bueno. No ahondo en los dolores del fin. Perdono, pido que me perdonen y me aferro a lo positivo, a lo hermoso de enamorarse, del cosquilleo en la panza. Lo digo y me emociono y ahora que vuelve la primavera, ya estoy como floreciendo.
María Ester ríe y llora al mismo tiempo. Esta abuela de cuatro nietos habla de amor y de sus ojos brotan lágrimas. Rasgos de extrema sensibilidad que la atraviesan pensando en ese pasado de vínculos rotos y anhelando ese gran amor. Quizás el definitivo. "Veo tantos casos de relaciones paralelas, de infidelidades. Nadie puede ser feliz así, ni siquiera el tercero en cuestión. Pero hay que atreverse a romper con eso y a dar el primer paso. Por eso me considero valiente: si la cosa no funciona, se corta, a pesar del dolor".
-¿Estás con ganas de generar un vínculo que progrese o abandonaste el juego?
-Estoy en edad de merecer y no de prosperar; me refiero a lo físico, no a lo económico. Bueno, ojalá pueda prosperar económicamente también.
-En ese aspecto, ¿fue dura tu vida?
-Aún hoy lo es.
-Hay que tener valentía y apartarse de los pudores para reconocerlo públicamente.
-Cuando mi vida fue próspera tuve que sostener a mis hijos y a mis padres. No fue fácil estando sola, y pagándole a una persona para que cuide a los chicos así yo podía salir a trabajar. Además tenía que pagar un alquiler. Fue duro.
-Mujer Ave Fénix.
-Eso soy.
Cuando el cuerpo dice basta
-Hace unos años, el físico te encendió un alerta...
-En 2010 padecí cáncer de mama. Ese año tuve problemas con Crónica TV. Me echaron. Hacía el móvil desde el Servicio Meteorológico y el de la lotería con Carozo y Narizota, pero el arreglo que yo había hecho con el señor García se quebró. Lo perdono, seguramente fue por su decadencia que no se acordó de los acuerdos que habíamos hecho.
-¿Qué te sucedió puntualmente?
-En una oportunidad, voy a cobrar y me encuentro con que me habían sacado las horas extras que ya formaban parte de mi sueldo. Tuve que poner un abogado y hacer juicio a alguien por primera vez en mi vida. Lo gané. Fue feo porque me echaron mal. El último día voy a trabajar a la lotería y del canal me avisan que había otra locutora en mi lugar. Pero mi abogado me decía que tenía que ir porque no había llegado un telegrama de despido. Cinco minutos antes de salir al aire, me llaman de la oficina de personal y me notifican. Ahí mismo me quedé sin el trabajo.
-¿Cómo estás actualmente de salud?
-Muy bien, haciéndome los controles anuales que corresponden. Antes de cada estudio aparecen los fantasmas, pero estoy genial. Solo con un poquito de colesterol.
-¿Qué te enseñó el cáncer?
-Me enseñó a valorarme, a quererme. Uno cree que se cuida, pero cuando suena la señal de alerta, te das cuenta que es tiempo de cuidarse y quererse aún más. Eso fue lo que me pasó. Era sana, pero me sonó la campana.
-Cuidar el cuerpo y el alma.
-Cuidar el alma tiene que ver con saber perdonar. El cáncer de mama, como todos los cánceres, es emocional y también tiene que ver con los hijos. Justamente, en esa misma época, también mi hijo tuvo episodios complejos.
-Para entender los mensajes de las enfermedades hay que poseer cierta sabiduría y también fe.
-Siempre fui creyente, pero esa fe se fue haciendo cada vez más fuerte a partir del nacimiento de mis hijos, y luego del cáncer. Por otra parte, profundizo en mi espiritualidad estudiando PNL (Programación Neurolingüística), participando en la Escuela de la Intuición, y visitando a curas carismáticos y sanadores como el Padre Ignacio de Rosario o Fito Mario Pinto, al que no le gusta el mote de sanador, pero que me ha ayudado mucho. También he conversado con Mamerto Menapace, a quién presenté en el Luna Park cuando estuvo junto a Luis Landriscina. Tal es mi fe, que ahora guío misas y hasta di cursos para leer la Palabra en distintas parroquias.
Un ángel maestro
"Juan Alberto Badía fue un hermano y un ángel. Su trayectoria fue la mía. Compartimos los mismos valores", dice esta mujer de sonrisa y lágrima fácil. La locutora conoció a su gran maestro en la Fiesta del Maíz que se celebra cada año en Chacabuco. Corrían los ajetreados ´70. Fue el creador de Badía y Compañía el que la incentivó para estudiar locución en Buenos Aires. "Cuando di el examen de ingreso al ISER, mi calificación fue la más alta. A tal punto que el papá de Juan Alberto, que era otro gran locutor y docente, me dijo que no me hacía falta estudiar, pero que debía cursar todos los años para obtener el título". Con el diploma y el carnet en la mano, María Ester Sánchez comenzó a ser una voz requerida y reconocible, con mojones imprescindibles en su carrera como los programas Piedra Libre, en la FM de Radio Rivadavia, e Imagen de Radio, por la pantalla del antiguo Canal 13, ambos creados por Badía.
-¿Cómo fue tu último encuentro entre ustedes?
-En su internación final, sabiendo que ya estaba atravesando sus últimos momentos, me fui hasta el Hospital Austral rezando para poder llegar a tiempo para verlo. Siempre digo que Dios me abrió las puertas para llegar rápidamente a él. Llegué a tomarle la mano. Cuando se la agarré, sentí que me decía su habitual "hola, ma". A los pocos minutos, murió.
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