Rony Vargas, de Cadena 3: "Hay que ir superándose, no quedar en el recuerdo"
CORDOBA.- Cadena 3, la radio más importante del interior del país, con 34 repetidoras entre propias y asociadas y liderazgo absoluto de audiencia desde hace más de 30 años en la provincia, sufrió hace un mes el golpe de la muerte de Mario Pereyra, accionista, director y conductor de la mañana. Fue él, junto a su amigo Rony Vargas –también sanjuanino– quienes construyeron y protagonizaron el camino del éxito. La tarde fue, durante 35 años, el espacio en el que Vargas se movía como en su casa, pero además en el arranque del día era movilero, andaba por las calles tratando de transmitir el pulso de la realidad. La muerte de su socio y amigo lo encontró fuera del aire, pero Vargas pero se prepara para volver "con cosas nuevas" y, además, asumió el rol de director y asesor de la nueva conducción de la emisora.
"Hay que ir superándose, no quedarse en el tiempo. No quedar en el recuerdo –dice a LA NACION-. Hay gente joven que, al igual que nosotros hace muchos años, tiene ganas. Uno no debe convertirse en un estorbo". Remarca que para impactar en las decisiones, además de conseguir audiencia, hay que trabajar "con dedicación, veracidad y valentía".
Maestro rural a los 17 años, amante de la radio desde siempre, Vargas es uno de los grandes entrevistadores de la radio argentina. Algunos de sus diálogos se convirtieron, incluso, en libros. Su perfil es diferente al que tenía su amigo, más volcado al mundo artístico: es un promotor indiscutido de la Córdoba festivalera.
"Con Mario nos llevábamos muy bien; nunca hablábamos de política ni de fútbol", dice riéndose. Pereyra era fanático de Talleres –"tomó ese camino equivocado", ironiza Vargas– y él tiene el corazón "pirata", de Belgrano. En el imaginario de los oyentes los dos eran muy distintos. Pereyra era polémico, con carácter fuerte; Vargas, más conciliador y abierto al diálogo. "El Mario del aire y el de la casa eran dos cosas diferentes; fuimos muy amigos, familia. Cuando nos reuníamos para organizar la radio hablábamos pura y exclusivamente de radio; discutíamos mucho, pero siempre nos poníamos de acuerdo", repasa.
Con Mario nos llevábamos muy bien; nunca hablábamos de política ni de fútbol
Vargas nació hace 75 años en Caucete (San Juan), se recibió de maestro rural y a los 17 años ya trabajaba en una escuela de dos habitaciones y baño a cien metros ubicada en un pueblo a 80 kilómetros de la capital provincial. Esa decisión y la de hacer radio le causó "líos" con sus padres. Su papá lo quería junto a él en la bodega de la que era gerente.
"Trabajaba en la bodega del vino común más vendido del país, el Talacasto. Me fui un año a esa escuela que me apasionaba, aprendí mucho. Volví y me sumé con mi papá, pero siempre soñaba con la radio; me había presentado en un concurso de locutores de radio Sarmiento pero nunca me dieron el resultado. Un día me llamó el director de la otra emisora, de radio Colón, y me ofreció ser el locutor de los avisos del Mundial 1962. No sabía cómo decirle a mi papá", describe.
Fue en radio Colón donde conoció a Pereyra quien "andaba buscando trabajo. La vida nos llevó a trabajar juntos, a transformarnos en grandes amigos". Desde entonces nunca se separaron, fueron una dupla de éxito –siempre en horarios diferentes– en San Juan y, después en Córdoba. Primero llegaron para trabajar en LV2 y, años después, participaron de la licitación de LV3 Radio Córdoba, lo que ahora es Cadena 3.
–Entrevistó durante años a todas las grandes figuras, ¿se considera un buen entrevistador? ¿Cómo hace para que fluya el diálogo?
–Me interesan mucho las notas, tengo un archivo impresionante de entrevistas. Creo que la clave es escuchar a los protagonistas, me pongo en oyente, en pensar lo que quisiera saber mi mamá, mi esposa, la gente que escucha. No sé si soy buen entrevistador, pero me encanta lo que hago. Tengo que saber mucho sobre el entrevistado antes de entrar en la charla. Por ejemplo a Leonardo Favio lo entrevisté muchas veces, su mamá era hermana de Elcira Olivera Garcés (quien fue la ‘muchachita’ de Pereyra en muchas obras) e iban a hacer radioteatro en San Juan; a Favio lo conocí siendo un pibe. Un día en privado me contó que en México había cantado para un capo narco que lo llevó a una casa y que la madre se había emocionado mucho. El tipo le terminó dando las llaves de su mansión en agradecimiento. Eso mismo lo terminó contando al aire porque se creaba un ambiente, un clima íntimo.
–Habrá algunos que le costaron más…
–Por supuesto y ahí el que fracasa es uno, no el entrevistado. A veces te imponen entrevistados, en la actividad artística eso suele pasar y llega gente que no habla. Cuando termina uno piensa ‘qué hice para que esto no me saliera’. Una vez llegó un poeta muy importante uruguayo, el productor lo había paseado por todos lados antes y vino a mi programa a la siesta. El hombre se dormía, bostezaba, me preguntaba qué le decía…Entre bostezo y bostezo se fue dando la nota, al final había reaccionado y lo hice recitar. Ahí pensé ‘está cumplido todo’. El problema era que siempre me pasaba de horario y cuando le entregaba a Víctor Brizuela, un gran periodista deportivo, arrancaba eufórico como para cambiarle la cara y él respondía ‘hoy te pasaste’. La gente habrán creído que la frase era por una buena actuación pero me pasaba factura…
–¿Va a volver al aire? ¿Le costó dejar espacio después de 35 años?
-–En cualquier momento vuelvo, estoy preparando algunas cosas. Serán distintas a las de antes. Es difícil de explicar lo que se siente, fueron décadas de hacer el programa a mi manera, sin recibir indicación de nadie. Pero, a medida que pasan los años –como en aquel entonces frente a radio Colón había dos jóvenes que tenían necesidad de trabajar– hay otros jóvenes que buscan posicionarse definitivamente y uno pasa a ser un estorbo sino da lugar.
–Cadena 3 no sólo se posicionó en audiencia; es un factor de poder en el interior del país ¿Sin Pereyra y sin usted, cómo se mantiene ese rol?
–Es difícil. La gente que está trabajando debe lograrlo pero es imposible de alcanzar sin dedicación, sin veracidad y sin valentía. Esos valores son fundamentales, son los que nos guiaron. No se trata de imitar a Mario ni a nadie. Durante estos años muchos lo intentaron y no funcionó; nosotros en la radio intentamos que surjan. La Cadena ofrece todo, técnica, producción y despliegue para que ellos lo hagan. Tienen todo en la mano. La radio es abierta, no hay torniquetes, se deja hablar…
–¿Preparan nuevos movimientos, estrategias? Liderar siempre genera expectativa…
–La verdad está en ir superándose, en no quedar en el tiempo. No quedar en el recuerdo. La calidad de la producción ayuda mucho y ahí tenemos que insistir mucho, en que todo el equipo tenga el mismo espíritu. Yo tuve muchos productores, todos buenos, pero Daniela Reverte hacía cosas que no se encontraban en el común de los medios. Lo digo bien, pensaba y trabajaba semanas para que algo saliera. Con las nuevas posibilidades tecnológicas ese ingrediente sigue siendo fundamental.
–La meta es ganar audiencia en Buenos Aires, ¿cómo imaginan lograrlo?
–Cadena 3 logró posicionarse aunque no al nivel de las radios porteñas, pero es una alternativa más, es muy escuchada. Algo en lo que vengo insistiendo es en el aprovechamiento de internet; no es una competencia, debe ser solidario y complementario. Le pone imagen a la voz. Antes se decía que la televisión iba a matar a la radio, y no fue así. Tampoco morirá ahora. La convergencia de tecnologías abre más posibilidades, más chances. La verdad está en la renovación, en integrarse con todas las posibilidades tecnológicas. Recuerdo que en el Mundial de Francia, en 1998, fuimos a París a hacer la radio desde allí. La decisión fue transmitir desde lugares íconos para el mundo y lo hicimos; desde el restaurante Maxim’s, desde el teatro Olympia, desde la torre Eiffel. Había gente de radio que no lo podía creer…Eso mismo, esa innovación tenemos que seguir buscando.
–¿Qué es la radio para usted?
–Es indispensable y fundamental. Una vez estaba enfermo, internado. Viene un enfermero, me reconoce y se pone a llorar. Me cuenta que era del campo, que vivían alejados y que sólo tenían un transmisor a manivela. Ahí escuchaba las historias de amor que en un tiempo hacíamos en mi programa. Empecé a llorar yo; eso es la radio, la posibilidad de llegar a lugares increíbles, de ayudar a transformar la vida.
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