A Discovery of Witches: detrás de las brujas y los vampiros están siempre los amores prohibidos
A Discovery of Witches (Gran Bretaña, 2019). Dirección: Alice Troughton, Sarah Walker, Juan Carlos Medina. Guión: Kate Brooke, Sarah Dollard, Tom Farrelly (basado en la trilogía All Souls, de Deborah Harkness). Elenco: Matthew Goode, Teresa Palmer, Owen Teale, Alex Kingston, Valarie Pettiford, Malin Buska, Lindsay Duncan. Disponible: hoy, a las 21, en OnDirecTV. Nuestra opinión: muy buena.
"Una vez el mundo estuvo lleno de maravillas. Pero ahora pertenece a los humanos". La mágica entonación de Matthew Goode atraviesa el cielo que cubre Oxford durante el equinoccio de otoño, mientras a simple vista, en el tiempo gris de los humanos, se esconden las maravillas prometidas que antes reinaron sobre el mundo. Con esa extraña mezcla de leyenda y novelón gótico comienza A Discovery of Witches, la serie inglesa inspirada en las exitosas novelas de Deborah Harkness. La serie abraza ese origen literario sin ningún pudor, se entrega a escenas de erotismo larvado que hacen olvidar la pacatería de la saga Crepúsculo, y entreteje un romance prohibido, con castillos en Francia y caminatas a la luz de la luna, en el seno de una Londres de aura medieval.
Todo comienza cuando la doctora Diana Bishop (Teresa Palmer) llega a la biblioteca de Oxford para consultar un libro sobre alquimia. El despertar de ese manuscrito, vedado durante siglos, pone en alerta a la criaturas del mundo sobre el poder de Diana y la espectacularidad de su condición. Bruja inexperta e intuitiva, ella se construye como heroína a su pesar, asediada por protectores y villanos que siguen sus pasos como los indicios de una secreta revelación. Más allá de que lo que importa es su explosivo encuentro con el vampiro Matthew (Goode), seductor y refinado, vivo hace más de mil quinientos años. La serie delinea su universo en la ancestral puja entre el mito y la ciencia, entre las fábulas más increíbles y las verdades de la Historia.
Demonios, vampiros y brujas son acá más importantes que los personajes históricos que se invocan, apenas como una excusa. Matthew asegura haber conocido a Maquiavelo, haber reído con Isabel Tudor, haberse escrito con Charles Darwin. También dice ser un bioquímico que persigue el origen de su especie para asegurar su supervivencia. Pero ese derrotero cosmopolita y la experiencia de sus saberes nunca interesan tanto como la pasión repentina que lo une a Diana, más sexual que la de Romeo y Julieta pero con igual sino trágico.
Es ese aire extravagante que asumen los personajes, es la divertida pomposidad de los diálogos, la picardía del tono y esos decorados tan barrocos los que hacen olvidar cualquier eco de seriedad, sumergiéndonos en una fantasía con velos y pases de magia, condensada en miradas hambrientas y deseos imposibles. Como nos convenció Coppola desde su mítico Drácula, la mejor forma de concebir a los "monstruos" es como esos amantes perdidos en el tiempo, atrapados para siempre en la eterna caída de un mundo en ruinas.
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