Conmovió al mundo con su historia de vida y ganó un Oscar, pero aún vive en en la pobreza: “Nada cambió”
La niña que protagonizó el documental Smile Pinki, dirigido por Megan Mylan, sigue aferrada a la esperanza de mejorar su calidad de vida y ayudar a quienes la rodean
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Smile Pinki se convirtió en 2009 en un fenómeno mundial al ganar un premio Oscar al Mejor Documental Cortometraje. Dirigido por Megan Mylan, relata la conmovedora historia de Pinki Sonkar, una niña de India que nació con labio leporino o paladar hendido. Entonces, su historia conmovió al mundo y parecía que el éxito se avecinaba en su vida. Sin embargo, tras ese momento de auge, regresó a la pobreza en una casa sin puerta.
Con apenas seis años, pasó de sufrir burlas a asistir junto a su padre a la prestigiosa ceremonia de premiación en Los Ángeles, California. Esa no fue su única aparición importante: fue la encargada de lanzar la moneda en la final de Wimbledon 2013 en Inglaterra, donde el británico Andy Murray venció al serbio Novak Djokovic.
Cómo el documental cambió la vida de Pinki Sonkar
La vida de Pinki Sonkar dio un giro radical cuando fue descubierta por la ONG Smile Train India. Así fue que recibió una cirugía gratuita por parte de un cirujano plástico para tratar su labio leporino. Esa afección congénita, que afecta a la unión de los labios o el paladar, puede dificultar la alimentación y afecta a decenas de miles de niños en la India.
Según ella misma contó, esa operación la ayudó a “liberarse” del trauma que experimentó durante su infancia. Ese procedimiento quirúrgico fue justamente uno de los momentos destacados del premiado documental, que mostró no solo su transformación física, sino también emocional y psicológica.
La vida de Pinki Sonkar tras la ceremonia de los Oscar: “Nada ha cambiado”
Pinki Sonkar, la joven que cautivó al mundo con su valentía y determinación, ha recorrido un camino lleno de desafíos desde su encuentro con la fama. Ahora, con 21 años y en su último año de escuela secundaria en India, dedica la mayor parte de su tiempo al estudio y a ayudar a su familia en las tareas del hogar. “Nada ha cambiado”, lamenta en una entrevista con el reconocido medio británico Telegraph. En esa charla, describió su vida como una “historia llena de falsas promesas, pobreza, penurias y fama efímera”.
Su padre, que aún vende verduras en su carrito, trabaja todos los días para satisfacer las necesidades básicas de su esposa y de sus hijas. A pesar del breve destello de fama que tuvo tras protagonizar el documental, Pinki y su familia aún residen en el mismo pueblo del estado indio Uttar Pradesh, una región marcada por la pobreza.
La casa de la familia, compuesta por dos pequeñas habitaciones, no tiene agua corriente ni baño y tampoco puerta, lo que deja en evidencia las condiciones precarias en las que viven. Junto con sus tres hermanas y dos hermanos, realizan todo tipo de actividades para hacerle frente a los problemas financieros.
Sin embargo, la joven mantiene su actividad optimista y está comprometida con superar las adversidades que le presente la vida. Sin ir más lejos, comenzó a trabajar en el último tiempo para instalar en su casa una biblioteca con libros donados, para ayudar así con el progreso en la educación de su comunidad.
LA NACIONTemas
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