Un estudio de la Universidad de Virginia revela cómo afectan las “experiencias extracorporales” en la empatía
El desapego del cuerpo propio genera una conexión más profunda con los demás; los mecanismos psicológicos y neurobiológicos subyacentes a esos efectos aún requieren investigaciones adicionales
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Un estudio reciente de la Universidad de Virginia indica que las personas que han vivido experiencias extracorpóreas (EFC), como las cercanas a la muerte, tienden a mostrar un comportamiento más prosocial. Esto se refleja en su capacidad para establecer relaciones más armoniosas con los demás, debido a un aumento en su tolerancia y empatía.
Bajo el título Explorando el potencial transformador de las experiencias extracorporales: un camino hacia una empatía mejorada, la investigación publicada en la revista Neuroscience & Biobehavioral, se centró en analizar cómo las EFC pueden actuar como catalizadores de empatía.
El estudio sugiere que estas experiencias tienen el potencial de transformar a las personas, fomentando un mayor desarrollo de la empatía en quienes las viven y promover conexiones más profundas entre los individuos.
“Nuestro objetivo es arrojar luz sobre el potencial de las EFC para fomentar la empatía y promover conexiones más profundas entre los individuos”, detallan los investigadores, que definen a las EFC como fenómenos subjetivos durante los cuales las personas se sienten incorpóreas o se perciben a sí mismas como fuera de sus cuerpos físicos.
Los investigadores consideran que el desapego del cuerpo físico, característico de las EFC, suele llevar a una sensación de conexión universal y a una mayor profundidad emocional en las relaciones con los demás. Esta interconexión es vista como la razón principal por la cual las EFC tienen el potencial de aumentar la empatía en quienes las experimentan.
“Sugerimos que las EFC pueden engendrar estos cambios a través de la disolución del ego, ya que ese fenómeno fomenta un sentido de unidad e interconexión con los demás”, explican.
Según los investigadores, quienes atraviesan estas experiencias a menudo encuentran difícil ponerlas en palabras. Utilizan términos como “transformadora”, “excepcional”, “indescriptible”, “asombrosa”, “benevolente” y “heroica” para intentar capturar su esencia.
El estudio revela que el 55 % de las personas que vivieron una EFC reportaron un cambio profundo en sus vidas debido a la experiencia, y el 71% la describió como un evento con beneficios duraderos.
Las EFC se presentan en alrededor del 15% de la población y pueden surgir de manera espontánea, en situaciones de riesgo vital, como experiencias cercanas a la muerte. También pueden ser provocadas mediante la privación o estimulación sensorial, la hipnosis o el uso de sustancias psicodélicas.
Debido a su fuerte impacto, las EFC se han clasificado dentro de las categorías más generales de experiencias humanas excepcionales, experiencias transformadoras y experiencias de trascendencia no ordinarias y son tan impactantes que suelen figurar entre los momentos más profundos de la vida, aseveran los estudiosos.
Además, en la mayor parte de los casos sus efectos pueden persistir más allá de la experiencia misma, al punto de generar un cambio de perspectiva.
Las personas que atraviesan una EFC suelen experimentar una profunda transformación en su propósito vital y en sus creencias sobre el mundo. Estos fenómenos pueden tener repercusiones duraderas en sus relaciones, promoviendo un comportamiento más prosocial, como un aumento en la empatía, según destacan los investigadores.
La corporeidad, propiedad del cuerpo, “autolocalización” y perspectiva en primera persona sirven como pilares fundamentales de la autoconciencia corporal, que se relacionan y desarrolla en una región específica del cerebro conocida como la unión temporoparietal, según señalan en la investigación.
Sin embargo, los científicos postulan que se necesitan más estudios para dilucidar los mecanismos psicológicos y neurobiológicos subyacentes para explicar por qué la pérdida de estos pilares, a través de una experiencia extracorpórea, posee como efecto el desarrollo de un mayor comportamiento prosocial.
LA NACION