Abuso, violación y el principio de presunción de inocencia
No lo conozco a Juan Darthés y no la conozco a Thelma Fardin . Pueden decir la verdad o pueden mentir. No sé. No voy a defender a Darthés, pero voy a defender el principio de presunción de inocencia.
Estoy dispuesto a creerle a Thelma Fardin, pero más estoy dispuesto a creer en una serie de principios que defendí toda la vida: presunción de inocencia, derecho de defensa, juicio por jurados. 99 a 1 que Fardin puede tener razón, pero ese uno por ciento a favor de Darthés es sagrado.
Si las denuncias de Thelma Fardin son ciertas y no las atendemos, nuestra conciencia moral no se lo perdonaría jamás, y si la respuesta de Juan Darthés es cierta y resulta inocente, nuestra conciencia moral tampoco se lo perdonaría. Estos son los dilemas de fondo que solo la Justicia puede resolver.
Defiendo la presunción de inocencia y rechazo todo operativo de linchamiento. Dicho esto, agrego que le creo a Thelma Fardin y descalifico a quienes la acusan de fraguar una denuncia para ganar fama. Ninguna mujer se hace "rica y famosa" presentándose como violada .
La rebelión de las mujeres a favor de sus derechos seguramente provocará excesos, pero más allá de los desbordes, la causa es justa. Con el tiempo la balanza encontrará su punto de equilibrio, pero por ahora la aguja puede correrse más allá del medio porque durante siglos estuvo en el otro extremo.
Jurídicamente a Darthés le corresponde la presunción de inocencia y la Justicia deberá demostrar que es culpable. Socialmente, Darthés está condenado y ahora deberá probar que es inocente. ¿Contradictorio? Sí, claro. Y son esas contradicciones, a veces dramáticas, las que configuran la vida social.
Y todo esto ocurrió en Nicaragua, el país en el que su caudillo por la gracia de Dios, Daniel Ortega, fue denunciado por su hijastra, Zoilamérica Narváez, de haberla abusado y violado durante diez años, mientras su madre, Rosario Murillo, actual vicepresidenta del país, la descalificaba y la acusaba de mitómana.
Se habla de mujeres que "inventan" denuncias contra los hombres por resentimiento, venganza o mitomanía. Todo es posible. Pero si vamos a creer en las estadísticas, esas mujeres en la Argentina, y en el resto del mundo, son una ínfima minoría. Lo real es que las mujeres son violadas, abusadas y a veces asesinadas por los hombres en nombre del derecho sagrado del macho.
A las buenas causas hay que esforzarse por defenderlas bien cuidando, entre otras cosas, el lenguaje. Es lo que no parece tener presente Griselda Siciliani cuando le dice a Darthés: "Le decís mentirosa a la niña que violaste; la estás violando otra vez".
No es así. Thelma Fardin no es una niña, sino una mujer de 26 años que denuncia una violación sufrida hace diez años. No me gustan las sobreactuaciones y los abusos del lenguaje aunque se defienda una causa justa.
Se habla de mujeres que usan el sexo para ganar posiciones. Puede ser. La actitud será censurable, pero no es un delito. Una mujer puede prostituirse, pero nada de ello habilita la violación o la muerte. Prostituirse puede ser una falta moral, la violación es un horrendo delito.
Hombres: no nos hagamos los boludos. Violadores y abusadores hay y no son pocos. En nuestras reuniones masculinas los hemos conocido, los hemos oído jactarse de sus hazañas, alguna vez se presentaron como modelos de hombría.
Para ciertas manadas masculinas someter a una mujer se presenta como una hazaña no muy diferente a la del cazador exhibiendo orgulloso su presa. Defiendo la presunción de inocencia, pero no me chupo el dedo.
Comparto la solidaridad con Thelma Fardin, pero -digamos todo- que personajes como Marcelo Tinelli se sumen a esta causa de defensa de la dignidad de la mujer, me resulta algo tan estrafalario como que el conde Drácula decida lanzar una campaña contra los mosquitos porque chupan sangre.
Silencios
El silencio de las mujeres kirchneristas por las fechorías de Federico Luppi, Lito Cruz y Ottavis, entre otros, permiten suponer que de alguna manera son coherentes, porque así como habría violadores de los derechos humanos buenos y malos, también para ellas habría violadores sexuales buenos y malos. Y a propósito: ¿de la chica violada en la toma del Colegio Nacional... ni una palabra?
Este país va a cambiar cuando la corrupción política provoque la misma indignación que provoca la denuncia de Thelma Fardin. Los jueces de Justicia Legítima liberan a Boudou. El célebre "burlador de Puerto Madero" gana la libertad, mientras que para los herederos de los "estúpidos" que Perón echó de la Plaza, sigue siendo un aguerrido guerrero nacional y popular, y un colérico payador perseguido.
El "garantismo" marca Zaffaroni ahora aplicado a los corruptos políticos. La "puerta giratoria" que funcionó para delincuentes comunes ahora "gira" para liberar al malandrinaje kirchnerista y sus empresarios cómplices.
La libertad de Amado Boudou es una afrenta a la conciencia moral de los argentinos y una estocada profunda contra la Justicia.
Se dice que esta libertad confirma que la división de poderes existe. Puede ser, pero no comparto. La división de poderes no es luz verde a los malandras.
Los devotos del poder tienen derecho a reprocharle al presidente Mauricio Macri su incapacidad absoluta para manejar el poder.
Sin ir más lejos, en esta semana los jueces no solo liberaron a Boudou, sino que se dieron el lujo de citar a indagatoria a Franco y a Gianfranco, mientras el primo Calcaterra espera en el pasillo. Con Cristina o con Carlos Saúl Menem estos atrevimientos jamás habrían tenido lugar.
"Con la democracia se educa, se come y se cura", dijo Raúl Alfonsín . ¿Error? Tal vez. No obstante, observo de la mano de Norberto Bobbio un detalle: que en los lugares donde no se educa, no se come y no se cura no hay democracia. Salvo que se crea que la democracia se reduce a votar.
Ser sincero. En 1983, como tantos, creía que la democracia duraría menos que un suspiro; que los militares regresarían más temprano que tarde.
Décadas de militarismo avalaban esa presunción. Digo esto para reivindicar la clarividencia de Raúl Alfonsín, su certeza de que se iniciaba un nuevo ciclo histórico.
"El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo", escribió Roberto Arlt. Ricardo Piglia dijo que la ceguera de Borges fue una tragedia, pero nunca se quejó porque la gente de derecha no se queja.
En esas dos referencias literarias aparentemente contradictorias es posible indagar sobre nuestras posibles identidades nacionales.
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