Colores intensos, arte en cada pared y espacios pensados para crear y vivir. Así es la casa-taller en Olivos de María Sivak, artista visual y creadora de Raw Murales, donde el diseño, el interiorismo y la emoción conviven en equilibrio
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Después de vivir tanto en plena ciudad como lejos de ella, María Sivak encontró en Olivos ese lugar intermedio que necesitaba: un barrio con vida propia, movimiento y cierta calma cotidiana. Allí se instaló con su familia en una casa que, tras un año de obra, se convirtió en mucho más que un hogar: es taller, refugio, escenario creativo y extensión directa de su universo artístico.

Artista plástica y fundadora de Raw Murales, la marca de empapelados que nació en paralelo a esta mudanza, María atravesaba un proceso emocional profundo cuando encontró la propiedad. “Buscaba una casa para transformar”, cuenta, y ese deseo de cambio terminó impregnando cada rincón.

El arte como forma de habitar
Definirse maximalista —con un guiño kitsch— le resulta natural. En su casa, la abundancia no es exceso sino lenguaje: capas de color, obras propias y ajenas, collages, fotos, objetos con historia y paredes que hablan. Su pintura mezcla técnicas y registros, y ese mismo espíritu atraviesa los ambientes, donde lo artístico es un hecho cotidiano.

En la entrada, su taller anticipa lo que vendrá después. Allí despliega sus diseños y pinceladas, rodeada de materiales, ideas y energía creativa. Uno de sus empapelados más representativos, Abundancia, resume la intención que guía tanto su obra como su casa: invocar prosperidad, vitalidad, vegetación y buena energía desde el color y la imagen.
Espacios conectados, vidas que fluyen
La reforma estuvo a cargo del Estudio Ferrari Arquitectura, que trabajó sobre una premisa clara: amplitud y conexión. La planta baja se organiza de manera fluida, con un pasillo recibidor que conduce al área social, al estudio de Giuliano —diseñador gráfico y músico, su compañero— y al taller de María, ubicado hacia el jardín y con mayor superficie, porque el arte necesita espacio para desplegarse.

Antes de la obra, donde hoy funciona el taller estaba la cocina. El cambio no es menor: allí donde antes se cocinaba, ahora se crea. Cada uno tiene su propio “búnker” de trabajo, una solución clave para una pareja que trabaja desde casa y maneja sus propios tiempos.
María y Giuliano se conocen desde chicos, fueron novios a los 12, se reencontraron años después y hoy son padres de Lupe, Celeste y Margarita, además de convivir con Shera y Brandon, los perros de la familia. La casa acompaña esa dinámica intensa y afectiva, abierta al encuentro y a la vida compartida.
El corazón social de la casa
La cocina integrada con barra, el comedor y el living dialogan entre sí y con el jardín, gracias a una distribución que privilegia la continuidad visual. Dos columnas estructurales que inicialmente resultaban un obstáculo terminaron convertidas en aliadas. María las integró colgándoles plantas, logrando un efecto envolvente y natural.

El living es punto de reunión y disfrute cotidiano. Allí conviven obras propias con piezas de artistas a los que admira profundamente, como Marcos López —su mentor—, Ornella Pocetti, Alejandro Pasquale y Maica González. Sumar otras miradas fue una decisión consciente: enriquecer el espacio desde el diálogo artístico.


Dormitorios con identidad
En la planta alta están los cuartos. El dormitorio principal tiene como protagonista una de las últimas obras de María, Vademecum, colgada sobre una pared azul intensa.

En el cuarto de Lupe, un empapelado personalizado de Raw Murales lleva su nombre y una frase elegida entre madre e hija. Celeste y Margarita comparten habitación, con un empapelado Rainbow y alfombra vinílica, ambos diseños de la marca.

Un toilette sin reglas
El toilette es, quizás, la expresión más libre de su mirada. Allí el concepto es claro: vale todo. Empapelado amarillo con animales y vegetación, cortina florida, alfombra con tigre. Un espacio cargado de información visual que, lejos de saturar, abraza.

Amante declarada de los animales, María los incorpora como símbolos recurrentes en su obra. Le atraen sus rasgos salvajes y honestos, y las metáforas que se tejen entre el mundo animal y lo femenino, la fuerza y el aprendizaje. El humor y lo lúdico también están presentes: colecciona figuras y juega con ese límite entre objeto y juguete, sorpresa y afecto.
Dar forma a lo que se siente
Entre su rol de artista y su faceta como diseñadora de murales, María se mueve con naturalidad. La pintura es, para ella, un territorio onírico y emocional, una forma de expresar lo inexplicable. Los empapelados, en cambio, le permiten llevar ese universo a otros hogares, crear escenografías accesibles que cuentan historias y cobran vida al instalarse.

Su paso por el trabajo junto a Marcos López dejó una huella profunda en su mirada: el uso del color, la estética pop, la literalidad sin concesiones. Sus obras actuales condensan capas de sentido y referencias.

Agradecemos a OHLALÁ! su colaboración en esta nota.










