En un edificio de 1820, así se creó un espacio que combina historia y modernidad a través de una curaduría de piezas de autor, mobiliario vintage y detalles de diseño
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En pleno Palermo, tras una fachada discreta que conserva el espíritu del siglo XIX, se esconde una vivienda que sorprende por su carácter y su singularidad estética. Allí, Lula Gallo -modelo, creadora de contenido y amante del diseño- encontró el escenario ideal para desplegar su creatividad.

El antiguo PH, construido en 1820 y reciclado en distintas etapas, fue durante un tiempo una productora audiovisual. Al llegar, Lula se encontró con un interior completamente blanco y sin identidad. Con la colaboración de su hermano arquitecto, decidió intervenirlo para convertirlo en un espacio funcional, acogedor y con fuerte impronta personal.

El resultado es un loft moderno y ecléctico, donde los elementos estructurales originales conviven con materiales industriales, mobiliario contemporáneo y piezas con historia. Cada ambiente refleja una búsqueda estética precisa: equilibrio entre lo nuevo y lo antiguo, y entre la sobriedad y el confort cotidiano.
El punto de encuentro
El núcleo de la casa es la cocina, concebida como el gran espacio social. De familia numerosa y habituada a recibir amigos, Lula quiso que este ambiente se transformara en el centro de reuniones y charlas informales.

La primera decisión de obra fue incorporar una mesada de hierro con anafe central y banquetas altas, generando un lugar donde cocinar y compartir se integran naturalmente. Con el tiempo, agregó un mesón de madera maciza para ampliar la superficie de apoyo y aportar calidez visual.

Fanática del color negro, eligió contrastarlo con materiales naturales y terminaciones suaves. Las piezas de madera, los tejidos neutros y los detalles en hierro dialogan con un gran ventanal de doble altura que abre el comedor hacia un pequeño patio verde, conformando un espacio luminoso y equilibrado, rodeado por una biblioteca que ocupa toda la pared.
Un área privada de espíritu sereno
A través de una escalera de hierro negro, se accede a la planta alta, donde se ubica la zona más íntima de la casa. El dormitorio, semicubierto y delimitado por paneles corredizos, puede abrirse o cerrarse por completo, permitiendo jugar con la luz y la privacidad.

Fiel a su estilo depurado, Lula concibió este ambiente como un verdadero espacio de descanso: sin televisión ni estímulos visuales, con pocos muebles y una paleta en tonos blancos y grises. En la cama adoptó el “estilo europeo”, sin sábanas tradicionales, lo que le permite tenderla con facilidad y mantener el orden visual.
Su vestidor contiguo responde a la misma lógica: orden, funcionalidad y estética. Allí organiza su semana de trabajo y selecciona los conjuntos para shootings o eventos, manteniendo todo a la vista sobre un perchero auxiliar.

Juego de contrastes
El estilo decorativo del loft se apoya en el contraste entre opuestos: el negro y el blanco como base, texturas que alternan rigidez y suavidad, y objetos que cruzan épocas. Lula combina arte contemporáneo, muebles de autor y hallazgos vintage con naturalidad, generando una atmósfera dinámica y coherente.

Entre los materiales predominan la pana, el cuero y la lana, que aportan calidez a la estructura metálica del PH. Los cuadros de artistas contemporáneos, las lámparas escultóricas y los objetos adquiridos en ferias o viajes suman capas de interés visual.

Agradecemos a OHLALÁ! su colaboración en esta nota.
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