
Violencia de género
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Celeste Belén Grippo Martínez tenía 27 años cuando apareció muerta en su departamento de Valentín Alsina, Lanús. Su pareja, Víctor Nosach, le dijo a la policía que se había suicidado con una vieja escopeta de caza. La Justicia le creyó y construyó la causa sobre una hipótesis cuanto menos curiosa: la chica había apretado el gatillo con el dedo gordo del pie. Dos años después, otro fiscal revisó el expediente, cambió la carátula de suicidio a femicidio e imputó al novio. "El caso de mi hija nunca estuvo en la primera página de los diarios, pero fue muy grave", se queja la madre de la víctima.
Durante la mañana del 29 de mayo de 2017, Norma Martínez intentó, sin suerte, hablar con su hija. Llamó reiteradas veces al teléfono fijo y al celular, pero nadie atendió. Desesperada, marcó el número de Nosach. "Me dijo que él estaba trabajando en Tigre con el hermano y que Celeste estaba como loca, que le mandaba audios de WhatsApp cada cinco minutos. Me reenvió algunos: ella lloraba, gritaba. Le dije que mi hija no me atendía, que llamara a la policía o a un médico, pero me contestó mal y me cortó", recuerda Norma.
La semana anterior. Celeste había viajado a la casa de sus padres, en Santa Teresita, y les había confesado su deseo de separarse. "Desde hacía un tiempo mi hija venía sufriendo una situación de violencia con la pareja, pero no podía irse porque él la tenía dominada. Con la ayuda de una psicóloga tomó la decisión de empezar una vida nueva. Estaba entusiasmada porque quería abrir un salón de belleza con una amiga. Le dije que ya se quedara, que no volviera a Buenos Aires, pero me dijo que tenía que buscar a su perra, Bruna", cuenta Martínez.
Nosach nunca volvió a atender el teléfono esa mañana. Recién a las tres de la tarde llamó a Norma para decirle que Celeste se había matado. "En ese momento me perdí -admite la mujer-. No sé ni cómo llegué a Buenos Aires. Lo único que me acuerdo es que al otro día estaba hablando con la fiscal Verónica Pérez. Ella me dijo que mi hija se había suicidado y yo le decía que era imposible porque estaba llena de proyectos. Además, yo la conocía: ella le tenía pánico a las armas".
Todo se volvió más inverosímil para Norma cuando escuchó los detalles: Celeste había muerto en el vestidor del departamento luego de dispararse un tiro en el abdomen con la escopeta de Nosach, una Brenta calibre 20. Como las dimensiones del arma volvían improbable la posibilidad de maniobrarla con los brazos, supuestamente había gatillado con un dedo del pie. "Todo lo que me decía la fiscal me parecía ridículo, inaceptable", dice Norma.
En el vestidor donde apareció el cuerpo de Celeste no había desorden ni rastros de sangre. En las fotos de los peritajes se ve que la víctima tenía dos valijas preparadas. Nosach admitió que la noche anterior habían discutido y que él la había dejado encerrada (algo habitual, porque Celeste no tenía llave) y se había ido a dormir al departamento de su hermano, en el piso de abajo.
"La hipótesis del suicidio la instalaron desde el primer momento Nosach y su hermano, que fueron los que supuestamente la encontraron muerta. Enseguida la policía y la fiscal avalaron esa versión. En la escena no había una gota de sangre fuera del cuerpo, lo que es sospechoso. Pero no se hizo ninguna prueba del luminol (para detectar sangre incluso en superficies que fueron limpiadas), tampoco análisis de restos de pólvora sobre la ropa de la víctima ni sobre las manos de Nosach y de su hermano. La persona que encontró el cadáver era la pareja de la cual se quería separar; habían tenido una discusión y por si fuera poco ya tenía una denuncia penal por violencia de género. Sin embargo, la Justicia no hizo lo mínimo, no trabajó la escena de ningún modo, nunca investigó otra hipótesis", se queja Luciana Sánchez, abogada de la familia Grippo.

Durante el primer año, la causa deambuló por varios escritorios hasta recaer en el Juzgado de Garantías N° 6 de Lomas de Zamora, a cargo de Laura Ninni.
Norma, en cambio, nunca dejó de perseguir la verdad. "Cada 15 días viajaba a Buenos Aires para aportar elementos a la investigación. Presentamos fotos donde Celeste estaba desfigurada, denuncias formales de violencia, declaraciones de amistades que reconocían que él la tenía dominada y que ella se quería ir. Fue muy duro, toda una lucha para buscar información para que después tuviésemos que esperar tres horas hasta que nos atendiera un fiscal. Pero no era un capricho: es algo que una lo tiene adentro, un sentimiento de madre que te mueve para que todo salga a la luz".
Además de los materiales y pruebas aportados por la madre de Celeste, resultó clave para el cambio de carátula un informe de la Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV), un grupo de antropólogas forenses que analizaron el expediente desde una perspectiva de género.
Finalmente, el 13 de mayo pasado, la jueza Ninni hizo lugar al pedido del nuevo fiscal del caso, Mariano Leguiza Capristo, e imputó a Nosach por el delito de femicidio en concurso con homicidio agravado por el vínculo.
"La causa todavía sigue sin moverse; por ejemplo, se pidieron exámenes complementarios de la autopsia y peritajes de la ropa que tenía puesta Celeste ese día, pero nunca nos dieron una respuesta", sostiene la abogada querellante.
"Si hubiera sabido todo lo que ella estaba sufriendo tal vez hubiese sido diferente. Pero por más que se trate de tu hija, no podés conocer todos los detalles de su vida íntima. Esa es la impotencia y la bronca que tengo", confiesa Norma.
La abogada Luciana Sánchez fue determinante en el cambio de carátula del expediente sobre la causa de muerte de Celeste Belén Grippo Martínez. Una de las primeras medidas de Sánchez, reconocida referente de agrupaciones lesbianas y feministas, al asumir la querella fue incorporar a su equipo técnico a las investigadoras de la Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV), que ya contaban con amplia experiencia en trabajo forense y como peritas de parte, tal como publicó LA NACION.
"Cuando recibimos la causa, nuestro primer objetivo fue analizar qué se había hecho y cómo, y a partir de ahí aportar una lectura con perspectiva de género e interdisciplinaria, teniendo en cuenta que provenimos de distintos campos, como la antropología, la comunicación social y las ciencias políticas", explica a este diario Andrea Gutiérrez, integrante de la CIAV.
Una vez que el grupo de investigación se enteró de la historia de violencia que sufría Celeste, se embarcaron en una serie de entrevistas a familiares y amigos de la víctima para explorar esa situación y elaborar un informe siguiendo los protocolos de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM) y las guías de acción aconsejadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
"Los antecedentes de violencia nos alertaron sobre la posibilidad de otras hipótesis, como la del femicidio íntimo (cometido en el ámbito de las relaciones de pareja y expareja, hubiese o no convivencia). También sabíamos que el suicidio es una forma habitual de ocultar el femicidio por parte del autor, así que con esas herramientas que aportamos a la causa, que no tenía ningún imputado y que se investigaba como un suicidio, cambió finalmente de carátula", destaca Gutiérrez.
"Las chicas de la CIAV -dice a LA NACION Norma Martínez- hicieron un informe impresionante, con cruces de llamadas telefónicas y análisis de un montón de elementos que nos ayudaron a entender el contexto de violencia de género en el que se produjo la muerte de mi hija. Ahí empezamos a abrir la cabeza, tanto la familia como la Justicia".
El caso de Grippo replicó la metodología general de trabajo de la CIAV, con la lectura "integral y exhaustiva" del expediente, la "auditoría" de la investigación y la propuesta de plan de acción.



