Los secretos de la banda del Gitano, jefe de una sofisticada red de mecheros y descuidistas
El juez nacional en lo criminal y correccional Martín Yadarola procesó a 11 sospechosos que habían sido detenidos por la Policía de la Ciudad
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Simulaban ser clientes interesados en los productos y mercaderías que ofrecían los comercios en los que ingresaban. Pero todo era una puesta en escena. En realidad eran punguistas, mecheros y descuidistas, es decir ladrones que roban sin mostrar armas y, casi sin siempre, sin violencia. Operaban en los barrios porteños de Villa Urquiza, Villa Devoto, Villa Santa Rita y Villa Pueyrredón; en los partidos bonaerenses de La Plata, San Martín, Tres de Febrero, Almirante Brown y Moreno, y en la ciudad de Rosario. Durante más de dos años no tuvieron contratiempos, pero a partir de la detención de tres de sus integrantes, tras apoderarse de un teléfono celular, la banda del Gitano, comenzó a ser investigada y ahora quedó desbaratada.
Así surge de una reciente resolución del juez nacional en lo criminal y correccional Martín Yadarola que procesó a 11 sospechosos por los delitos de hurto y asociación ilícita.
Entre los procesados con prisión preventiva se encuentra Héctor Dávila, de 71 años y conocido por el apodo de Gitano, según se desprende del expediente judicial al que tuvo acceso LA NACION.

“Cabe destacar que, según pudo vislumbrarse, los integrantes del grupo contaban con equipos de comunicación y líneas telefónicas para dialogar entre sí a lo largo de todas las etapas que conforman al delito (es decir: antes, durante y después de la ejecución de las maniobras investigadas). A su vez, mediante transportes públicos y/o privados arribaban a las zonas donde perpetraban los atracos y, luego, huían a fin de evitar ser descubiertos o ver frustrado el éxito de las maniobras”, explicó el juez Yadarola en la citada resolución.
El magistrado indicó “los delitos cometidos en el marco asociativo aludido se vinculaban, principalmente, con el desapoderamiento ilegítimo de diversas clases de bienes de terceros (siendo en gran mayoría equipos de telefonía móvil, que incluso utilizaban para gestionar movimientos económicos fraudulentos) y que las conductas asumían la siguiente modalidad: una indeterminada cantidad de integrantes del grupo -pero que generalmente rondaría entre tres y seis de sus miembros-, acordarían de forma presencial o por canales digitales un encuentro en determinadas circunstancias de tiempo y espacio. Una parte de la agrupación asumía el rol de clientes para que, mientras unos distraen a los vendedores, los otros materializaban el acto de disposición y sacarían el bien de la esfera de custodia de su dueño sin que este se percate de lo acontecido”, se detalló en la citada resolución judicial.
Y se agregó: “Ya con el bien en su poder, inmediatamente se contactaban con otra parte de la organización a fin de ponerlos en conocimiento de las características del objeto obtenido. De esta forma, quienes actuarían en este último tramo, arbitrarían los medios necesarios en pos de conocer el precio de mercado de los elementos (acción que en ocasiones llevaban a cabo los mismos que efectuaron activamente la maniobra ilícita) para, con ello, realizar ofertas a posibles interesados en hacerse de los bienes a través de una transacción dineraria (los reducidores), las que suelen concretarse, permitiendo a toda la organización obtener un rédito económico líquido de las maniobras ejecutadas”.

El caso fue dado a conocer por el Ministerio de Seguridad porteño tras los operativos hechos por detectives de la División Robos y Hurtos Sur de la Policía de la Ciudad donde fueron detenidos los sospechosos.
“Durante los procedimientos, el personal policial secuestró teléfonos celulares, prendas nuevas con etiquetas, computadoras y diversos elementos vinculados a la actividad delictiva de la organización, que facturaba más de 25.000.000 de pesos mensuales reduciendo y vendiendo lo robado”, informó el Ministerio de Seguridad porteño en un comunicado de prensa.
El primero de los hechos que se le pudo adjudicar a la banda ocurrió el 7 de noviembre de 2023, cuando los delincuentes se apoderaron de un teléfono celular que pertenecía a una vendedora de un local de venta de ropa situado en el partido bonaerense de Moreno.
La banda operó sin contratiempos hasta el 11 de junio de 2024, cuando personal de la Policía de la Ciudad detuvo a tres de sus integrantes en el barrio porteño de Villa Urquiza. Acababan de robar un teléfono celular.
Ese día, a las 15.30, las tres punguistas caminaban por la avenida Monroe y Pacheco cuando se cruzaron con un oficial de la Policía de la Ciudad. Quizá pensaron que estaba tras sus pasos por el robo del teléfono celular y comenzaron a caminar más rápido de lo normal. No pudieron ir muy lejos, el uniformado pidió colaboración y poco después las sospechosas fueron atrapadas. En su poder fueron secuestrados nueve teléfonos celulares.
Las sospechosas fueron trasladadas a una comisaría. En la dependencia policial, según el expediente judicial, uno de los teléfonos celulares comenzó a sonar. La que llamaba era una mujer que dijo ser la dueña del móvil y contó que le había sido sustraído un rato antes cuando atendía en su local de venta de ropa situado en Villa Ballester, en San Martín.
La víctima de la banda contó que a las 13.30 había atendido a una mujer que compró dos pares de medias de niño, un gorro polar de bebé y un babero. Después que se fue la clienta, su teléfono celular no estaba. En poder de una de las sospechosas se secuestró una bolsa con la indumentaria a la que hizo referencia la mujer.
A otra de las víctimas a la que ese día le robaron el teléfono celular le transfirieron dinero que tenía depositado en una billetera virtual, según el expediente judicial.
El juez Yadarola explicó que tras la detención de las sospechosas se intentó reconstruir el origen de los teléfonos móviles secuestrados. El objetivo pudo ser cumplido: se logró identificar a las víctimas, quienes relataron detalles de los hurtos sufridos.
La investigación tuvo un importante avance cuando se logró intervenir las líneas telefónicas con las que se comunicaban las sospechosas detenidas en Villa Urquiza la tarde del 11 de junio de 2024, “lo que posibilitó, por un lado, registrar diversos diálogos que versaban sobre la concreción de conductas emparentadas con episodios delictivos actuales, de comisión semejante a los comprobados a lo largo de la pesquisa”, se sostuvo en el auto de procesamiento de los 11 sospechosos.

Según el juez Yadarola, “la información reunida fundamentalmente por ese medio [captación de comunicaciones] permitió delinear que nos hallábamos en presencia de una organización criminal conformada por una pluralidad de personas [las que serán mencionadas a lo largo de este resolutorio, en el orden cronológico en que fueron apareciendo, conforme las comunicaciones captadas], emparentadas a un continuo raid delictivo, en distintos ámbitos territoriales (fundamentalmente en esta ciudad y la provincia de Buenos Aires, pero también en la provincia de Santa Fe, lo que queda en evidencia con las antenas en que fueran replicando las líneas telefónicas asociadas a distintos miembros de la banda). Y si bien por la forma solapada en la que entablaran las conversaciones, no resultaría posible en la mayoría de los casos obtener datos puntuales para identificar a víctimas concretas (y con ello establecer nuevos hechos ilícitos determinables), sin dudas la interpretación armónica e integral de los respectivos audios, a la luz de las características de los hechos comprobados, permitió sin dudas emparentarlos con constantes maniobras de tinte delictivo contra el patrimonio ajeno”.
A partir de los análisis de las escuchas telefónicas, el juez Yadarola y su equipo de colaboradores pudieron detemrinar que la banda no solo robaba teléfonos celulares, también cascos para andar en moto, bombas de agua y ropa, entre otras mercaderías.
“Para ese entonces, el avance de la investigación ya permitía afirmar que los investigados utilizaban las palabras “laburar” o ‘trabajar’ para hacer clara referencia, en realidad, al despliegue de los eventos ilícitos, ‘caminar’ para narrar el momento en que se encuentran recorriendo o merodeando la zona hasta la que se traslada parte del grupo de forma coordinada en búsqueda de un local con mercadería posible de sustraer, y ‘colocar’ para liquidar los respectivos bienes de origen espurio obtenidos en ese contexto, de manera de hacerse inmediatamente de dinero de manera de no correr mayores riesgos", afirmó el juez en la resolución donde procesó a los sospechosos detenidos.
Al fundamentar su decisión, el magistrado sostuvo: “De esta forma, quedó evidenciado que, por medio del accionar desplegado, los imputados se apoderaron en forma ilegítima de bienes muebles fungibles perteneciente a terceros, particularmente, variando sus características dependiendo del evento que se trate, sin haber requerido del uso de la fuerza en las cosas o violencia sobre las personas para su concreción”.
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