Artlab, el enclave que fusiona platos japoneses, diseño y un sonido excepcional que conecta con los recuerdos
Se trata de un centro cultural en el límite entre Chacarita y Villa Crespo, que se dedica al arte digital y las nuevas expresiones; los viernes de escuchas de vinilo se volvieron furor
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“Tener un espacio de recreación para poder salir por un momento de este mundo es sagrado”, cuenta Gonzalo Solimano, artista, productor y fundador de Artlab, el primer centro cultural dedicado al arte digital y nuevas expresiones artísticas tecnológicas de vanguardia de la ciudad de Buenos Aires. Entre su nutrida agenda, una actividad ha ganado el interés: las escuchas de discos de vinilo con un sonido de ultima generación.
“Nadie toca su teléfono, se convirtió en un espacio sanador”, dice Solimano. Es referente en la música electrónica y artífice de ideas que tienen como fin sacarla del prejuicio que la acerca con la noche y bajarla a la comunidad con producciones con impacto social. “No sabíamos si la gente se iba a bancar escuchar un disco entero”, cuenta. Pero la reacción fue inmediata.
Como una máquina del tiempo en el límite entre Villa Crespo y Chacarita, las 300 personas que participan de las escuchan logran una conexión con sus recuerdos.

“Volvés a oír un disco que te cambió la vida y te lleva a ese momento de tu vida”, confiesa Solimano. El sonido no es menor, la experiencia es intima y soñadora. Eleva todos los sentidos. “El sonido es único”, afirma. El espacio donde se hacen las escuchas se llama “El Estudio” y tiene un equipo de sonido Altec A7, su alta fidelidad logra reproducir matices sonoros que consiguen alcanzar estándares de alta calidad inmersiva.
El público está sentado en tatamis o parados, el ambiente consigue sumar un encanto hipnótico con juegos de luces que estimulan y producen emociones. “Es un viaje”, anticipa Solimano. Con la sala cerrada, el mundo y todo lo que se conoce como realidad, desaparecen. Primero un especialista en música cuenta lo que sucedía el año en el que salió el disco que se está por oír, más anécdotas desconocidas de la banda o el artista y después, se inicia la escucha.
“Cerrás los ojos y la profundidad sonora te hace sentir que tenés a los artistas ahí al lado tuyo. Imaginás, y finalmente comenzás a conectarte con vos”, cuenta Solimano. La experiencia pronto se fue comunicando de boca en boca, como se trasladan los secretos importantes hasta que se volvió viral y todos los viernes, y algunos sábados (la agenda se puede ver en sus redes) el estudio se colma y se crea la magia de la unión entre lo analógico (el vinilo) dentro de un territorio digital, donde también convive la IA.
Los discos de vinilo producen un encanto especial y es intergeneracional. La fascinación por volver a oír un disco que tuvo relevancia mundial y también personal, con un sonido que consigue pellizcar la perfección son los pilares emocionales del éxito de la propuesta. “El sonido es vibración, el audio pasa por tu cuerpo, te atraviesa, lo que sucede en esa sala es hermoso”, confiesa Solimano.
Radiohead, The Cure, The Beatles, Beastie Boys, Virus, Joy Division, Plastikman o Tom Jobim y Joao Gilberto, cruzando ritmos como el hip hop, el house, el ambient y la música electrónica forman parte de grilla de las “Escuchas”. El ciclo se llama “Audiófilo”.
“Una sensación de no tener la necesidad de abrir mil pantallas y a la vez sentir que estás conectado con el mundo que se viene”, así define Artlab la periodista Gisela Busaniche, asidua participante de la agenda del centro cultural. Las escuchas son su plan favorito.
“Estar ahí, y sentarte a escuchar un disco como antes, sola y atenta a ese sonido sin interferencias”, dice. El plan es sencillo e inspirador. “La escucha de disco es una experiencia auditiva única por el sistema de sonido de alta fidelidad”, agrega Busaniche.
Sonido excepcional
El sistema de sonido Altec Lansing A7 (The Voice Of The Theatre), creados en 1945 por James Bullough Lansing y John Hilliard tienen una calidad sonora excepcional. Desde la década del 60 se usaron en miles de cines de todo el mundo. Sin embargo, el diseño sonoro de Artlab es único, y es el resultado de una búsqueda de piezas de coleccionistas ubicados en todo el mundo. Cada componente ha sido elegido específicamente para esta sala, como los amplificadores valvulares McIntosh.
Para Busaniche el plan perfecto, el que siguen también todos los que asisten y uno de los pilares por el cual la actividad se ha vuelta masiva y a la vez íntima, es llegar al lugar y probar algún plato del restaurante que oficia de acceso a este mundo de sonidos y formas digitales cromáticas que se proyectan en la galería de arte, paso previo a la entrada al estudio. Synthesis Modular se llama y su carta está inspirada en sabores asiáticos.

“Después vas a la escucha, y te sentás en la sala, en un almohadón, en el piso, en la oscuridad”, cuenta Busaniche. Para la reconocida periodista, existe una profunda conexión entre el disco, el sonido y las propias vivencias. “Te conecta con tu interior, con tu adolescencia, con la libertad y la emoción que genera una canción, un vinilo”, resume Busaniche. Una canción, muchas veces, nos ha cambiado nuestra vida.
“Te mueve capas en la cabeza, conectás con tu yo del pasado”, resume Solimano. Las escuchas no tienen costo pero sí hay que reservar lugar. El guion que se busca es la desconexión, disfrutar de un trago y volver a la mejor versión de nuestro pasado. Reflexivo, y creador de un espacio donde se promueve la cultura digital y electrónica, pero también experiencias analógicas, Artlab consiguió volverse un punto de encuentro.
“Es una cruza de gente que viene de la literatura, del mundo audiovisual, del arte contemporáneo, el digital, el rock y la música electrónica”, sostiene Solimano, quien hace diez años fundó Artlab.
Durante los primeros tres estuvo en el quinto piso del Palacio Libertad (ex CCK) y en 2021 abrió el centro cultural y su idea se canalizó en una agenda múltiple que tuvo un derrame en la sociedad.
Aromas japoneses
La cocina no es un factor menor. En un universo digital de estímulos, la gastronomía ancla a las personas a emociones indisimulables de goce y asombro. Aquí es el mundo de Mala Ludwig, la chef ejecutiva de 35 años que tiene una historia particular con la cocina y que cierra de una manera virtuosa en Artlab. Hasta 2018 trabajó en el diseño multimedial, editorial y gráfico. “Soy autodidacta, todo lo aprendí en libros y mirando videos”, afirma Ludwing.
“Trabajaba en una triste oficina sin ventanas”, recuerda así su anterior vida. Un día dijo basta y giró el timón de sus días oyendo las voces de su intuición. “Encontraba felicidad cuando llegaba a casa y cocinaba”, cuenta Ludwig. Llegó la oportunidad de estar el frente de las ollas de Synthesis modular.
“No es un restaurante tradicional”, anticipa Ludwig. Una barra omakase que tiene conexión directa con la calle sirve para que Mala haga realidad el significado del japonés de esa palabra. Omakase significa confiar. Y en gastronomía es cuando el comensal confía en el chef la elección de los platos. Como si la escena transcurriera en Tokio, la vereda de Artlab recrea el bullicio nipón, toda esa comunidad numerosa pasa por el mostrador y la cocina.
Sin embargo, Mala trabaja en sencilla calma. Ella es la que atiende y establece un vínculo entre sus platos y los comensales.
“Un plato tiene que lograr la sensación de estar viviendo un momento mágico”, sostiene Ludwig.
Como los discos que se oyen en la sala, agrega: “Que te lleve a un recuerdo, la cocina interpela todos los sentidos”. Con un viaje a Japón que la conectó con esa, su menú es una versión personal de la fusión de los aromas de aquella isla y los nuestros.
“Me cuesta ver la gastronomía como arte, para mí se acerca más al diseño”, proclama Ludwig. Sus platos son el epítome de sus principios. La elección de los productos, las texturas que juegan con colores, tramas, capas de sabores infusionados, una lírica de la experimentación gastronómica. “Las ideas las tengo en cualquier lugar, a veces cuando estoy en el colectivo voy diseñando un nuevo plato”, afirma.
Tres se destacan: el okonomiyaki de panceta, que es una tortilla japonesa de vegetales y panceta braseada, algas y katsuobushi. El usuzukuri de salmón: un sashimi fino de salmón con pepino, manzana verde, wasabi, lima e ikura; y un plato estelar: las mollejas con shiitake con salsa de naranja y castañas de cajú. “La cocina es mi refugio, donde se ordena mi cabeza: donde logro que todas las cosas funcionen”, confiesa.
Lo digital y la soledad
“Se asocia lo digital con la soledad: eso es lo que tenemos que combatir”, reflexiona Solimano. En un mundo en donde los dispositivos han enajenado a la población, los más afectados son las nuevas generaciones. “No se saben comunicar si no es a través del celular, y perdieron el mano a mano, el poder generar vínculos reales”, afirma.
La solución que halló es su centro cultural. “Acá conectamos el mundo digital con la vida física”.
Además de las escuchas, las actividades son incontables. “Tenemos la colección de arte digital más importante de la Argentina y de las mejores de América Latina”, dice Solimano.
Tienen un programa que se llama Art Pro, un laboratorio creativo de arte y tecnología, que es abierto a la comunidad, sin costo, donde invitan a los principales referentes de esta rama del arte, y con mucho foco en aquellos que trabajan con IA. En el espacio también funciona el “Art Lab IA Studio”
“Estamos viviendo un momento de explosión cultural comparable a los 90”, cuenta Solimano. Las señales son claras, y las ve. “Es impresionante el consumo de cultura en la ciudad de Buenos Aires”, afirma. Pop ups, lines ups, aperturas, galerías de arte, música, propuestas que fusionan diferentes disciplinas.
No desconoce la crisis económica, pero también no puede desconectarse de la vertiginosa y esperanzadora agenda porteña: “Es increíble todo lo que se está filmando, la música que está saliendo, los libros que se están publicando. Tanta presión social debe salir por algún lado: por la violencia o por la cultura”, confiesa y su intuición le dice que es por lo segundo que la sociedad se está expresando.
Lo que pasa en Artlab es un ejemplo. “Creamos una cápsula donde todos se acercan a compartir y eso es impresionante”, concluye.
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