Coronavirus. La pareja de médicos de emergencias que decidió aislarse dos meses para no contagiar a sus hijos
Luján Arrieta y Pablo Marchetto son una pareja de médicos clínicos que trabajan en el servicio gratuito de asistencias médicas, SAME, en donde enfrentan de manera calma situaciones que desde afuera parecen puro caos: un mundo de llamadas de socorro y de sirenas de ambulancias, autobombas y móviles policiales. Sin embargo, para estos profesionales, el desafío que más les costó enfrentar fue el silencio que envolvió a su hogar al principio de la cuarentena por la pandemia de Covid-19. Es que por esos días de marzo habían decidido separarse por un tiempo de sus hijos, Santino, de dos años y Benjamín, de siete, para protegerlos por su trabajo diario.
"Lo que iba a ser por unos días se transformó en un lapso de dos meses (desde mediados de marzo hasta mediados de mayo) y lloré todas y cada una de las noches. Fue muy duro para ellos y para nosotros", cuenta a LA NACION Luján y aún no puede evitar emocionarse al recordar el momento en el que llevó a sus hijos a vivir con sus padres.
Por ese tiempo, cuentan ambos, habían comenzado a aumentar los casos de coronavirus en la Ciudad de Buenos Aires y no querían exponerlos a la enfermedad que ya era una pandemia hacía dos meses.
"El año pasado Santino había estado internado con broncoespasmos y pensamos que lo mejor era cuidarlo, aunque el virus en los chicos es más leve. Trabajar en salud ya es un factor de riesgo y no se sabía mucho sobre la enfermedad. Ante ese panorama lo mejor era que los chicos estuvieran con mis papás", explica Luján sobre las razones de la decisión.
Además, la carga de trabajo en el SAME había aumentado por las evacuaciones en los geriátricos. Y si bien marzo es el mes en el que muchos vuelven de sus vacaciones, quienes habían estado en el exterior, a su vuelta, debían hacer obligatoriamente una cuarentena preventiva antes de volver a sus deberes. Luego, el aislamiento se transformó en otra cosa.
Aprendimos sobre la marcha, estudiamos protocolos de seguridad y los rearmarmanos para que los radio operadores los comprendieran. Recién empezaba la pandemia acá y no podíamos no trabajar
"Muchos terminamos trabajando los siete días de la semana con horarios extendidos hasta las 11 de la noche. El trabajo se triplicó y se redefinió. Uno veía llegar esta situación al país por lo que pasaba en Europa, pero nadie sabía bien cómo iba a ser. Aprendimos sobre la marcha, estudiamos protocolos de seguridad y los rearmarmanos para que los radio operadores los comprendieran y todo fuera más fácil. Recién empezaba la pandemia acá y no podíamos no trabajar, nos necesitaban", cuenta Pablo, quien, junto a su pareja, se especializan en el área de comunicaciones del SAME.
Desde ese departamento, donde trabajan hace cerca de seis años, ambos coordinan la logística de las emergencias, asisten personalmente a los accidentes con víctimas múltiples, hacen estadísticas y le pasan informes sobre el estado de los traslados de los pacientes al director del SAME, Alberto Crescenti.
Cómo explicar la distancia
Benjamín este año empezó segundo grado y como el resto de los niños del país, solo llegó a ir a la escuela una o dos semanas antes de que se decretara la cuarentena. Y como muchos niños también, retomó las clases por video llamadas a través de Zoom y allí empezó a recibir información sobre el coronavirus y cómo prevenirlo.
"Benja es muy curioso. Como los dos somos médicos, siempre nos pregunta algo sobre alguna patología. Y cuando le tuvimos que explicar por qué no podíamos estar juntos por un tiempo lo entendió porque ya sabía todo lo que tenía que saber sobre el Covid-19. Le dijimos que nos teníamos que organizar para enfrentar mejor al virus. Entendió que los queríamos cuidar, pero no le fue fácil", cuenta Luján.
"Santino, con sus dos años, no entendía, todavía no habla mucho y solo pedía por nosotros. Yo digo que va a ser rugbier porque lo ves y parece más grande, es una mole maciza de amor, pero todavía es chiquito", agrega Pablo.
Los abuelos de los chicos viven cerca de la casa de Luján y Pablo, en Ciudad Evita, así que cuando la pareja podía, pasaba por la vereda para ver a los niños. "Benja nos saludaba desde la ventana y nos hablaba, pero Santino se ponía triste y quería venirse con nosotros", explica Luján.
Así que en tiempos de hiperconectividad, ella y Pablo trataron de mantenerse lo más cerca de sus chicos vía Zoom, WhatsApp y videos.
"Somos de esas familias pegote que hacemos todo juntos. Separarnos fue una experiencia horrible. Benja me preguntaba todo el tiempo cuándo iban a volver a casa. Me decía que extrañaba. El más chiquito solo miraba la pantalla", relata Luján.
Cuando volvíamos a casa la tranquilidad y el silencio era lo peor. Fue horrible estar lejos de nuestros hijos
"Te amo para siempre, mami, aunque ... este coronavirus me deja con la boca cerrada y una sonrisa al revés", decía Benjamín desde uno de los tantos videos que intercambiaba con sus padres.
Para que los chicos no sintieran tanto la ausencia, no solo los contactaban durante el día. Luján y Pablo grababan videos en los que leían un cuento para que se pudieran ir a dormir con una de las historias que siempre compartían en los tiempos de la llamada "vieja normalidad".
"Tenemos un libro que se llama 101 cuentos para dormir y todas las noches los abuelos les mostraban nuestros videos. Para nosotros, era importante que nos vieran, que supieran que no los habíamos abandonado", cuenta Pablo.
"Les decía que cuando nos volviéramos a ver nos íbamos a dar muchos besos, íbamos a ver muchas películas y a comer cosas ricas juntos. Como hacemos siempre", cuenta Luján aún conmovida.
Los padres de la médica hicieron de todo para que los chicos pudieran distraerse. En la casa había juegos de mesa, estaban sus juguetes, y hasta les compraron una cama elástica. Pero ni eso, ni los Zoom con la escuela, se los hacía más llevadero.
Te amo para siempre, mami, aunque ... este coronavirus me deja con la boca cerrada y una sonrisa al revés
Luján y Pablo tampoco llegaron a distraerse, ni siquiera los primeros días en los que quizás podían disfrutar de algunas libertades al estar solos. "Volver a casa y que no hubiera gritos y risas...ese silencio y tranquilidad era lo peor", cuenta Pablo.
"Nuestro trabajo nos apasiona. Le tenemos un gran cariño al SAME porque acá nos conocimos. Nos gusta mucho ayudar, como cuando salimos a terreno. Pero al volver a casa uno necesita cortar, mis hijos son mi refugio y que esté todo oscuro y callado era una pesadilla. Nos faltaban los chicos para hacer ese cable a tierra", suma Luján.
"La sensación fue la de tener el corazón dividido -resume Pablo- y se nos acomodó recién cuando, a mediados de mayo, los chicos volvieron. Estar sin ellos fue un vacío muy grande. Como médico lo racionalizás, sabés que es lo más seguro, pero igual te desagarrás por dentro".
El trabajo en el SAME y la prevención
La pareja tomó la decisión de volver con sus hijos cuando ya el dolor de estar lejos les pesaba demasiado. Además, durante su ausencia, aprovecharon para acondicionar la casa de manera que el reencuentro fuera seguro.
"Armamos toda una logística para tener una "zona sucia" en el garage donde nos pudiéramos limpiar y cambiar. Así, el resto de la casa comenzó a ser la "zona limpia" para poder estar con los chicos sin riesgos", explica Luján.
"En el SAME hay muchos controles para prevenir los contagios. En la entrada hay una cámara que nos toma la fiebre y nos realizan exámenes periódicamente - cuenta Luján. Así que sentimos que estábamos listos para volver a convivir".
Muchos terminamos trabajando los siete días de la semana con horarios extendidos hasta las 11 de la noche. El trabajo se triplicó y se redefinió en el SAME
Pero la carga laboral de su día a día se mantenía igual.
"Si nos tomamos tres días libres o cuatro es mucho, porque además tenemos otro trabajo. En este país ser médico es ingrato en algunos aspectos. Lo que otro gana con 8 horas de trabajo, uno lo gana con 12 o 14 horas para hacer diferencia. Aún así, con dos ocupaciones, la casa que tenemos la alquilamos", comenta Pablo, quien junto a su pareja trabajan también en la planta de internación de una clínica privada de San Isidro.
Es por eso que la nueva vida en cuarentena, con los chicos incluidos, exigió también volver a tener una ayuda. La pareja pudo contratar nuevamente a la niñera de los chicos, cuya actividad se encuentra entre las esenciales según el inciso 5 del artículo 6 del decreto 297. Esa ayuda era clave porque ya no podrían volver a pedirle una mano a los padres de Luján. Al retomar la convivencia con los niños, quienes deberían ser cuidados y alejados de los riesgos de contagio eran ahora los abuelos.
El reencuentro
El día que fueron a buscar a los chicos todo fue pura algarabía. "La alegría que tenían no se podía creer. La nuestra tampoco. Fue hermoso. Benjamín se la pasó cantándome lo contento que estaba. El chiquito no se nos despegaba", cuenta Luján. Y claro, fue momento de cumplir con las promesas.
"Llegamos a casa y vimos Sing, que es una película que nos encanta. Jugamos con el karaoke que tenemos, cantamos, bailamos y comimos pizza que hizo Pablo", relata Luján.
Pero además, cuenta un detalle de lo que le ocasionó la distancia al más pequeño. "A la noche Santino estaba cansadísimo, pero no se quería dormir. Tenía miedo de que nos fuéramos. Así que les contamos cuentos como siempre y nos quedamos bastante tiempo hasta que se durmió. Estuvo así unos días, sin dormir bien, queriendo estar seguro de que la vuelta era para siempre", recuerdan Luján y Pablo.
Ahora, a quienes Luján, Pablo, Santino y Benja visitan y saludan solo desde la vereda es a los abuelos maternos. "Santi ve a mi mamá y no le da mucha gracia. Me abraza fuerte y después se relaja", dice entre risas la madre y médica.
Y si bien el día a día laboral de la pareja es cada vez más intenso, ahora se sienten más fuertes con sus hijos cerca.
"Nosotros estamos acostumbrados a ver desgracias. Salimos con las ambulancias a los incendios, a accidentes de tránsito...pero lo que nos duele de lo que pasa hoy es, por ejemplo, cuando vamos a los geriátricos y ves cómo les gritan desde las veredas de enfrente los hijos o nietos a sus padres o abuelos y abuelas. «Te veo después» o «Ya vas a estar mejor» o «Te quiero, papá». Y te parte el corazón. Son escenas trágicas", explica Pablo.
Entiendo el cansancio de esta cuarentena tan larga, pero cuando sé que hay gente que no cumple con las medidas de seguridad y se junta con familiares o amigos en lugares cerrados, me indigno un poco
Ambos también saben que el virus causa tristezas entre quienes no son población de riesgo pues quien se enferma debe transcurrir la enfermedad lejos de su familia.
"Yo estuve meses sin ver a mis hijos y ahora no puedo ver a mis padres, trabajo horas y horas como muchos... Entiendo el cansancio de esta cuarentena tan larga, pero cuando sé que hay gente que no cumple con las medidas de seguridad y se junta con familiares o amigos en lugares cerrados, me indigno un poco", dice Luján ante una pregunta que es obligada en momentos en los que algunos deciden desafiar los límites.
"Una emergencia médica tiene un principio y un final -cuenta Pablo desde la experiencia diaria-, pero esta pandemia aún no tiene final. Esto es una incertidumbre y una angustia constante. Por eso, lo que todos podemos hacer ahora es cuidarnos, que es lo mismo que cuidar al prójimo y a los que más queremos".
Otras noticias de Coronavirus en la Argentina
Más leídas de Sociedad
Vuelta al mundo. Ya se puede visitar el buque más antiguo en servicio de la Marina Militar italiana
Por el despido de 40 empleados. Trabajadores tercerizados protestaban en Aeroparque y fueron desalojados por la Infantería
“Guiño del destino”. Buscan exportar el reactor argentino Carem, el más avanzado de su tipo en Occidente: cómo será
El precio de 1990. Por una promoción, vendían sándwiches de milanesa a $1,50, pero se desató el caos y un joven terminó apuñalado