Estaba a punto de escalar el Aconcagua, sufrió un ACV y su vida dio un giro abrupto
Sofía Bauzá logró una sorprendente recuperación; pese a que su habla y movilidad se vieron afectados, encontró la forma de ayudar con su experiencia
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El 8 de enero de 2017 la vida de Sofía Bauzá cambió para siempre. A sus 33 años se definía como una ‘trotamundos’, había cosechado miles de amigos en distintas latitudes y se refugiaba en el deporte. Sin embargo, todo cambió de un momento a otro: en la base del Aconcagua sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que paralizó la mitad de su cuerpo y le perjudicó el habla. Cuatro años después, tras una recuperación sorprendente, volvió a correr maratones y publicó un libro donde contó su experiencia. “Vivo contenta porque agradezco todos los días estar viva”, aseguró en diálogo con LA NACION.
“Estaba a punto de realizar el ascenso al Aconcagua (el cerro más alto de América Latina, ubicado en Mendoza) y comencé con un fuerte dolor de cabeza, así que fui a comprar una tableta de aspirinas en la terminal de micros”, recordó Sofía sobre los primeros signos de la tragedia que ocurriría dos días después.
En un bar de Las Cuevas, una localidad del departamento Las Heras, comenzó con parálisis en un brazo, por lo que llamaron de urgencia a la ambulancia. La moza, “una mujer mayor”, la vio y le dijo: “ACV”. “¡Y la pegó!”, señaló sorprendida Sofía.
La Licenciada en Ciencia Política y profesora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) fue trasladada al hospital de Uspallata. Su estado era tan grave que no podía recordar su número de DNI para decírselo al médico. Ante eso, la derivaron al Hospital Central de Mendoza capital. Allí, el 10 de enero tuvo el ACV y le practicaron una neurocirugía. Hay dos días de los que no recuerda nada.
“Me desperté y no entendía qué había pasado, usaba pañales, tenía sondas gástricas y la cabeza estaba ‘hundida’”, relató Sofía en su libro Y después del ACV, ¿qué? (Ediciones Ciccus), que publicó recientemente. También estaba imposibilitada para hablar y tenía paralizado el lado derecho de su cuerpo.
A poco más de cuatro años de aquel día, comprendió que “enfrentar no es lo mismo que recibir; y preocuparse, no es lo mismo que ocuparse”. Sofía enfrentó su realidad y se ocupó de ella, gracias a su fuerza de voluntad, sus ganas de vivir y, fundamentalmente, al sostén de sus seres queridos.
Empezar de cero
Dos semanas después fue trasladada en ambulancia a Buenos Aires, al centro FLENI Belgrano, donde le realizaron una batería de estudios clínicos. Luego, pasó otros dos meses en la Clínica de Internación Aguda en Rehabilitación y Cirugía (CIAREC).
Había iniciado su proceso de rehabilitación, en el que tuvo dos aliados inquebrantables: Silvia Faggiani, su mamá, una docente de primaria que usó todo su conocimiento pedagógico para ayudarla hablar y escribir de nuevo, apoyándose en el recurso de su música favorita, los temas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; y a Guillermo Velarde, su pareja, quien jamás le soltó la mano.
“El gran desafío era no permanecer deprimida, no rendirme jamás, activar la fuerza interna y el deseo de superación, desarrollar estrategias propias y optimizar la resiliencia”, resaltó.
El 22 de marzo volvió a FLENI Belgrano para someterse a una nueva cirugía en la cual le colocaron una placa protectora a su cerebro. Tras el éxito de la misma, tramitó el certificado de discapacidad y continuó sus tratamientos en el Hospital Dr. José María Jorge, en Almirante Brown. Además de hacer terapia ocupacional, hidroterapia, fisiatría, fonoaudiología, entre otras, probó con medicina alternativa como reiki y comenzó a tomar clases de yoga.
Cuatro años después del accidente, sus dos grandes desafíos por superar son la afasia y la parálisis en su mano derecha. “La única ‘porfiada’ es la mano derecha. Lo que no sabe la irrespetuosa es que yo soy mucho más porfiada que ella y le voy a ganar por insistente”, bromea en su libro, con su característico sentido del humor.
Sofía comprende todo lo que le dicen y su cabeza funciona perfectamente pero cuando quiere poner los pensamientos en palabras “se traba”. Eso es la afasia. La lesión que sufrió en el cerebro le provocó este déficit del lenguaje que, según consigna INECO en su página web, lleva a que las personas tengan dificultades para hablar, ya que utilizan muy pocas palabras y tienen inconvenientes para articularlas. Es decir, su habla no es fluida y sus oraciones a menudo no son gramaticalmente correctas.
“Un día Theo Raverta me invitó a leer el libro de Playmobil: los piratas. Cuando quise leerlo, no me salían las palabras. Theo, desde la inocencia y la frescura de un niño de cinco años, me preguntó: ¿sabés leer? Colapsé, me shockeó”, recordó Sofía.
“Sigo esperando un milagro”
Con esa frase Sofía se muestra esperanzada de que algún día su mano derecha vuelva a responder a sus órdenes, de la misma manera que lo hacía antes del 8 de enero de 2017. Sin embargo, en este tiempo reaprendió un montón de habilidades y, según sostuvo, la clave del éxito es “el ingenio”.
Tras el ACV tuvo que volver a aprender a escribir con la mano izquierda, ya que era diestra. Lo divertido, aseguró con picardía, es que ahora tiene “letra más prolija que antes”. También encontró la manera de atarse los cordones con una sola mano, manipular los cubiertos, cortar verdura en una tabla, prender botones y subir cierres, entre otras habilidades.
Su astucia la llevó a desarrollar estrategias para hacer su día a día más soportable. Por ejemplo, diluir el shampoo y el acondicionador o colocar el papel film en el freezer para después poder cortarlo más fácil.
Para intentar no perder la plasticidad que le queda en el brazo derecho, Sofía comenzó con un tratamiento en el que le inyectan bótox cada tres meses. A su vez, sigue haciendo diversos ejercicios para mejorar su movilidad.
“Algunos días me siento mal, discapacitada, sin un propósito. La embriaguez del ACV, energía negativa”, asumió, pero enfatizó: “Hay que insistir, ser tenaz, paliar todas las crisis”. Para ella, tal como resalta en su libro, no fue ni es fácil, pero rendirse no es una opción.
“La risa es mi terapia”, reveló a LA NACION. Su gran sentido del humor lo confirma: cuando a ella no le sale articular una respuesta, sonríe y vuelve a intentar. “Siempre me acompaña afable, me ayuda, me río y lloro, pero es así la autoayuda, la sonrisa siempre está, pero hay que afrontar el dolor, la rabia”, agregó.
El día en que se cumplían dos años del ACV, Sofía escribió un conmovedor mensaje en sus redes sociales. “Hoy cumplo dos años de recuperación y conquistas, que no es poca cosa. Nunca los hubiese logrado sin el apoyo incondicional de profesionales, terapistas, medicina alternativa, las instituciones (FECOFE, Mutual Federada, FAMSA) y, obviamente, mis seres queridos. Aprovechando la ocasión cito a Heráclito: ‘Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río´ o, como leí por ahí, ‘lo único constante es el cambio’. ¡Con esto quiero decir que la recuperación continúa… y sigo trabajando en ella con la alegría de estar VIVA!”.
Maratones y su primer viaje sola
La velocidad en que Sofía se iba recuperando sorprendió hasta a los propios médicos. “Esto no es lo que está escrito en los libros”, le dijo una vez una doctora al verla parada caminando. Pero no se quedó solo con eso: insistió hasta que pudo correr.
En 2018 -sí, un año después de haber tenido el ACV- Sofía participó de tres maratones: en febrero corrió cuatro kilómetros en Rosario, en 45 minutos; en mayo hizo 27 en Pinamar, en cinco horas; y en diciembre, otros 10 en FLENI Escobar, en una hora y 13 minutos.
“Llegué última”, contó sobre su primera carrera, pero no le importó porque su objetivo ya estaba cumplido: se superó a sí misma y volvió a practicar el deporte que “la llena de dopamina”.
El 19 de junio de 2019, logró un nuevo hito en su recuperación: viajar sola. Emprendió la aventura y se tomó un vuelo en Aeroparque con destino a Jujuy, donde la esperaban dos amigas, Victoria Flexer y Viviana Fernández. Organizaron un trekking en el circuito de la Virgen de Punta Corral, en la Quebrada de Humahuaca. “Volví a sentir esas sensaciones de libertad, soledad y encuentro de primera mano con la madre naturaleza”, resaltó. Visitó Volcán, Magallón, Palpalá, y recordó aquellos días en que esta provincia del norte argentino la acogió mientras impulsaba proyectos de cooperativas.
Coaching del ACV: charlas, un blog y el libro
En agosto de 2017, a Sofía se le ocurrió un proyecto y se lo comentó a su psicóloga: quería escribir un libro de coaching del ACV en el que relatara su experiencia con el fin de ayudar a otros. “Tuve un ‘deseo ardiente’ de contar mi historia de vida. Me propuse grandes objetivos, entre ellos, que a través de mi vivencia pueda ayudar, no hablo solamente de quien padece la enfermedad sino también de su grupo familiar”, detalló.
El primer paso fue abrir un blog en Instagram (@coachingdelacv) donde publica sus desafíos, avances y aprendizajes. “Más allá de la tormenta está el arcoíris”, escribió en el primer posteo que realizó el 19 de marzo de 2018.
El 29 de octubre de 2019, en el Día Mundial de la Lucha contra el ACV, Sofía se enfrentó a uno de sus mayores temores: hablar en público. Dio su primera charla de “Coaching del ACV” en el Hospital Dr. Jorge, de Burzaco, en el conurbano bonaerense. Ella, que estaba acostumbrada a dar clases de Historia Latinoamericana en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la UNR, afirmó: “Se me enrojecían los cachetes porque expresar un pensamiento es fuerte, pero expresar y decir, en este caso, era una batalla pírrica”.
Dos semanas más tarde, exponía en una jornada destinada a médicos y enfermeros, y luego, hizo lo mismo en el Physical-Sanatorio de Rosario. Pero el 12 de marzo de 2020, justo antes de que decretaran el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) en todo el país, dio una de las conferencias más emotivas de su vida, en el Teatro Julio Gutiérrez, de Teodelina, localidad de Santa Fe en la que creció.
Entre el público estaban sus docentes, amigos de la escuela, gente que la vio crecer y que rezó por ella cuando estaba internada. En ese contexto, el presidente comunal de esa localidad recordó a Sofía de la siguiente manera: “Era rebelde, intrépida, desafiante. A los 14 años se escapó a Villa María (Córdoba) para presenciar un recital de Los Redondos. Así se la conoce en el pueblo”.
La mujer detrás del proyecto Coaching del ACV subrayó que lo que más la conmovió fue la presencia de una amiga de la secundaria cuyo padre murió de un ACV. “Emocionadas y con el dolor de la pérdida a flor de piel, me saludaron y nos fundimos en un fuerte abrazo”, recordó.
“Mientras Horacio Rodríguez Larreta y el Gobierno se peleaban por ‘los runners’”, bromeó Sofía, ella se dio cuenta de que el encierro obligado por la cuarentena podía ser una buena excusa para concretar su gran proyecto: el libro.
Era su segunda obra literaria, ya que en 2013 había publicado sus poemas en Cúpula de Cobre (Ediciones DelRevés), y lo resolvió en un año y medio. En el proceso la ayudó su mamá, su amiga Natalia Farroni y Adriana Kreiman.
Lo que más se destaca de Y después del ACV, ¿qué? es la posibilidad que le brinda de ayudar a otros. “Estoy contenta porque es una realidad que se concretó. Espero que mis avances puedan ser una fuente de inspiración para poner en marcha cualquier trabajo, con el fin de superarse”, admitió.
Pero como explicó Sofía, ponerse objetivos es una de las claves de su rápida recuperación, por eso ahora su próxima meta es poder dar una charla TED, y participar del ciclo Aprendemos juntos de BBVA, para continuar compartiendo su vivencia y lograr empoderar a otras personas con su historia de superación personal.
“Ser feliz no es tener una vida perfecta, es reconocer que la vida vale la pena a pesar de las dificultades”, concluyó Sofía a LA NACION. Ella lo sabe, porque decidió darle batalla.
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