Comenzó como un hobby, pero su pasión por el yoga Iyengar lo llevó a formarse en India con quien fue el creador del método y uno de los maestros más importantes del mundo; hoy es profesor de instructores
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“Tienen que volar, salir de la tierra”, esa es la intención que dirige a sus alumnos Hugo Cárdenas, un ingeniero de 67 años que comenzó a practicar yoga a los 47 y hoy es un referente del método Iyengar, una de las técnicas más exigentes de esta disciplina.
Si bien él no se considera un referente, logró mucho en muy poco tiempo. Desde el año 2009 se dedica al estudio, la práctica regular, y la enseñanza de este tipo de yoga. Se formó en la escuela del maestro B.K.S. Iyengar, en Pune, India y en San Pablo, Brasil, con Faeq Biria, otra figura importante de esta práctica. Fue presidente y uno de los fundadores de la Asociación de Yoga Iyengar de la Argentina.
También, tradujo libros del inglés al español para contribuir con la difusión del método, y hoy es evaluador e instructor de profesores. Viaja todos los años a India para continuar su práctica con la familia Iyengar y, desde el 2015, se encarga de difundirla por el país. Quiere que el legado de su maestro continúe y que no sea desvirtuado. De los cinco niveles que tiene el Iyengar, Cárdenas alcanzó en 2016 el nivel III, la certificación más alta que se consigue hoy en la Argentina.
Al frente de una clase que duró cuatro horas mantiene una actitud parca, corrige sin sutilezas los errores y es capaz de palmear con énfasis el cuerpo de sus alumnos para mejorar una postura. Así se lo enseñaron en India: que el yoga duele, que lleva mucho trabajo y mucha determinación tanto física como mental.
“Es muy difícil corregir a un principiante si no lo tocás. Por todo lo que está pasando en esta sociedad, eso se está perdiendo y es lamentable”, cuestiona. Y recuerda, en diálogo con LA NACION: “A mi en India no me han corregido, me han gritado, me han tratado mal y yo decía ‘no es conmigo’”.
El profesor invita a los presentes a intentarlo. “Todo el mundo lo puede hacer, solo hay que ordenar su vida. Es simplemente tener disciplina y fuerza de voluntad”, sostiene. Y asegura: “No hay límite de edad para practicar esta técnica”. Él es un ejemplo de eso. Frente a estos alumnos demuestra que el cuerpo puede ser liviano, flexible y fuerte. “Al principio no es fácil”, dirá después.
Trabajo y disciplina
Nació en 1955 en Arequipa al pie del volcán Misti, en Perú. Sus padres eran pobres, trabajaban en el campo y construyeron su propia casa en aquella ciudad blanca. En aquel hogar no había libros, pero con su esfuerzo lograron que dos de sus hijos vayan a la universidad. “Nos mostraron un camino con esfuerzo, trabajo y disciplina”, rememora. Su madre era analfabeta, pero tenía una arraigada cultura incaica a través de la cual alimentó a sus hijos con quinoa, amaranto y maca. “Era sabia. Sin esa alimentación, no hubiésemos tenido la inteligencia para estudiar”, dice Cárdenas.
Después de graduarse como ingeniero en la Universidad Nacional de Perú lo asaltaron sentimientos encontrados. “Tenía miedo, la situación económica no era buena y temía no encontrar trabajo en medio de un país convulsionado en ese entonces”, cuenta.
Relata que en un principio le resultó muy difícil conseguir trabajo, por eso decidió venir a hacer un posgrado en 1980 al país, donde fue becado. Se especializó en la evaluación del riesgo radiológico y nuclear. Hace 42 años se desempeña como ingeniero metalúrgico y trabaja en la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Quería salir de esa situación de pobreza en la que vivíamos, es muy doloroso no tener para comer. Me propuse no repetir eso”, afirma.
Llegó al camino del yoga en 2002, luego de tener una lesión en su rodilla izquierda jugando al fútbol junto a sus compañeros de trabajo. Dos años antes, se había separado de su exmujer, con quien en ese entonces tenía una hija de diez años. Conoció a una chica en una clase de salsa que practicaba este método y un día se animó a probarlo. “El yoga me transformó y cambió mi vida”, asegura.
Reconoce una cierta rigurosidad y estructura asociada a su carrera que considera que lo ayudó mucho a la hora de llevar adelante la práctica de Iyengar. “Viste cómo son los ingenieros... El yoga vino a romper un poco con todo eso”, acota. Ahora, Cárdenas está próximo a jubilarse y espera tener más tiempo para perfeccionarse y disfrutar de sus nietos.
Hoy, relaciona el yoga con lo que le inculcaron sus padres y con aquella infancia en la que tuvo que trabajar para ayudar en su casa. “Me atrapó porque para practicarlo también se debe tener disciplina. No me quedé lamentando como muchas personas porque no empezaron de chicos. No tiene sentido. Las cosas llegan cuando tienen que llegar”, reflexiona.
El yoga mutó rápidamente de hobby a pasión. “Sentía que mi rodilla iba mejorando pero había algo más, no solamente la parte física. Dormía muy bien, en el trabajo me concentraba mejor, sabía bajar los decibeles, notaba cierto alivio, y eso me atrapó”, recuerda. Durante seis años se formó para alcanzar la primera certificación. “Dejé todo, me dediqué al yoga a full. Me levantaba a las cuatro de la mañana, practicaba tres horas, después iba al trabajo. Al principio quería mejorar mi práctica, luego quise la primera certificación, pero mi profesor me fue empujando a conseguir otras”, cuenta.
Para obtener una certificación en este método y convertirse en profesor, el primer requisito es haber sido estudiante de yoga Iyengar por un mínimo de tres años. Luego, se debe asistir a clase tres veces por semana y mantener una práctica diaria. Si se cumple con esto, un mentor determinará si el alumno es apto para continuar con la certificación. De ser así, su entrenamiento durará en principio dos años más en el que se presentará a los exámenes de nivelación. Estará cualificado para enseñar cuando haya aprobado el examen de nivel introductorio II. “Es como una carrera en la universidad”, asegura Cárdenas. Si desea continuar al próximo nivel, Intermedio Junior, el practicante deberá enseñar por 18 meses antes de tomar el siguiente examen.
En qué consiste el yoga Iyengar
El yoga Iyengar, puntualmente, se caracteriza por la intensidad debido al tiempo que se dedica a cada postura; requiere precisión y alineamiento; cuenta con una secuencia específica en cada práctica; y utiliza los elementos y soportes para buscar la alineación.
Este método sigue la enseñanza de B.K.S. Iyengar, considerado uno de los maestros de yoga más importantes del mundo, quien junto con sus hijos Geeta S. Iyengar y Prashant S. Iyengar dirigió hasta su muerte el Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute en Pune. Se trata de un estilo más técnico que lleva adelante una respiración consciente y se apoya de elementos como sillas, mantas, cinturones y bloques para adaptar cada postura a la posibilidad de cada alumno.
Paschimottanasana y Gomukhasana en Paschimottanasana en silla Namaskar💜🙏🏿💜 . . . . . . . . . . . . . . . #yoganuñez...
Posted by Centro de Yoga Iyengar Misti on Tuesday, October 22, 2019
Cárdenas visitó India por primera vez en 2011. En aquel viaje, llevó los papeles para iniciar la asociación sin fines de lucro en el país, basada en la Constitución de Pune, escrita por Iyengar. Cuando lo conoció quedó impactado. “Era más que un santo. Él te miraba y podía saber qué tipo de enfermedad te iba a llegar”, dice. Y asegura: “Se entregó a la vida con pasión, dedicación y disciplina”. De lo que observó durante aquel tiempo, vio que era muy exigente. “Enseñó de acuerdo con la tradición antigua. Le gustaba ver que las personas practicaban. Había que estar muy atento durante sus clases”, describe.
Desde el 2018 dirige Misti, su propio centro de Iyengar en Buenos Aires, y da también clases online. Cuestiona algunas instituciones y centros de enseñanza de yoga en Occidente que llevan adelante una práctica sin disciplina ni esfuerzos, en la que no corrigen a los alumnos sino que les ofrecen clases paliativas de relajación. Para él, allí no hay transformación posible. “Iyengar no hubiese sido quien fue si no hubiese sido tan drástico”, señala. En contraposición, dice que “en la Argentina está lleno de métodos comerciales”.
Según explica, en la práctica del yoga el alumno ejercita todo el cuerpo para lograr una comunión con la mente y el alma. “En ese camino tenés mejor salud, pero es un subproducto”, sostiene.
“Cuando termino de practicar tengo la sensación de que estoy flotando. Camino sobre una alfombra, me siento liviano y tengo una tranquilidad interna increíble”, dice Cárdenas. Para él, la sensación más profunda es cuando puede observar el cuerpo con la mente. “Te puedes quedar horas y horas. Me ha pasado que volé”.
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Posted by Centro de Yoga Iyengar Misti on Friday, March 22, 2019
Para el yoga, los seres humanos están constituidos por cinco elementos -tierra, agua, aire, fuego y éter- que, en la mayoría de los casos, se encuentran desequilibrados. A través de la práctica, de las posturas, llamadas “asanas”, estos elementos se equilibran. “Hacen que el cuerpo se una. Una persona ansiosa empieza a bajar los decibeles, la persona que es pesada comienza a ser más ágil con el cuerpo”, describe.
Al igual que las asanas exigen a los practicantes hacer muchas cosas complejas en simultáneo, como llevar adelante una respiración consciente, abrir el pecho y cuidar la alineación de los huesos, Cárdenas cree que el yoga enseña a hacer las cosas de manera correcta cuando uno se siente acorralado en la vida. “Si eso sucede, no vas a tener problema, vas a fluir”, plantea.
Cree que hay que estar preparado para aprovechar las oportunidades al máximo. Lo tiene muy presente al recordar sus últimos días en la universidad: está convencido de que una serie de eventos afortunados lo animó a no abandonar sus estudios cuando no tenía plata para comer. Les agradece, especialmente, a sus padres, que le enseñaron que los inconvenientes son también oportunidades que sirven para aprender. “Si yo me hubiese negado rotundamente a probar esa clase, hoy no estaría acá. Si no me hubiese separado, no hubiese encontrado el yoga”, reflexiona. Del mismo modo observa la pandemia, como un imponderable que hizo que Cárdenas pudiera practicar en su casa y profundizar su técnica. ”El Covid ha demostrado que todo puede cambiar y que uno tiene que estar preparado”, asegura.
El egoísmo, las acciones incorrectas y la falta de pasión son para Cárdenas cuestiones a corregir. “El ser humano es limpio, puro, su reacción es ayudar al otro, pero en la sociedad en la que vivimos el consumo es el motor de todo”, cuestiona. Afirma que en las grandes ciudades, el ser humano está solo y lleno de problemas: “El individuo siempre está pidiendo que haya un mundo mejor, pide enamorarse de otro, pero muchas veces no se ama”.
Y concluye: “Como profesor me entrego al enseñar desde el corazón, muestro mi pasión para que la gente se enganche con eso y vea que hay otra forma de vivir la vida”.
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