Un hombre fue condenado por crear deepfakes porno de más de 80 mujeres en un pueblo de Santa Fe
El hombre había generado imágenes con inteligencia artificial de las mujeres que viven en San Jerónimo Sud; seis de ellas continuaron con una demanda y lograron que pagara un resarcimiento económico
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Un precedente histórico en relación a la creación de deepfakes pornográficas ocurrió esta semana en Santa Fe. Un hombre fue condenado luego de generar y difundir imágenes sexuales creadas con inteligencia artificial de más de 80 mujeres residentes de San Jerónimo Sud, un pueblo de 3000 habitantes.
Tal como publicó LA NACION, el hecho ocurrió en 2023. Las imágenes habían sido difundidas en un grupo de la red de mensajería Telegram, integrado exclusivamente por hombres, y llamado “Chicas de Sanje y la Zona”, en referencia a la localidad. Los integrantes solicitaban imágenes de las mujeres del pueblo y un hombre, vecino de las víctimas, las generaba con IA y las enviaba.
De las más de 80 víctimas, solo 18 se animaron a denunciar en la Fiscalía de San Lorenzo. De aquellas, solo seis sobrevivieron a la larga lucha legal a la que fueron sometidas por la falta de legislación que existe para penalizar las deepfakes porno.

Dos años después, las víctimas lograron, a través de las abogadas Celina Ponti Marcuzzi y Juliana Tagliatti del Centro de Asistencia Judicial (CAJ) dependiente del Ministerio de Justicia y Seguridad santafesino, una audiencia de conciliación tras un juicio abreviado.
El hombre fue condenado por el delito de injurias, en el marco de violencia digital contra la mujer, y deberá pagar una multa de $20.000 -como establece el Código Penal- y una reparación económica y suma única de $800.000 para las seis víctimas querellantes.
La medida establece un precedente para futuras condenas sobre este tipo de deepfakes, que representan un gran vacío legal en la legislación penal actual. Y además, se trata de una problemática que no para de crecer: el equipo de Ley Olimpia en la Argentina, que lucha para que se legisle y se penalice a quienes crean estas imágenes falsas, contabilizó, al menos, 30.000 grupos en el país que propagan material íntimo, sexual, de explotación sexual de niñas, mujeres y adolescentes, en muchos casos creados con IA.
El hombre condenado en San Jerónimo Sud tenía 48.000 imágenes en sus dispositivos, que incluían enormes cantidades de deepfakes pornográficas de mujeres adultas y menores de edad. La evidencia se descubrió tras un allanamiento que realizaron en su hogar, no por la denuncia por las deepfakes, sino por un antecedente penal previo de distribución y circulación de material pornográfico a raíz de una presentación por la ONG Missing Children.

Actualmente las deepfakes porno no están penalizadas en el país, y hay una enorme lucha de víctimas, abogados y ONGs para que este accionar se incluya como un delito en el Código Penal. Esta causa funcionaría como un precedente.
Nilda, una de las víctimas y querellantes del caso de San Jerónimo, aseguró en diálogo con LA NACION que siente “un poco de paz” tras la condena. Las víctimas sufrieron depresión, ataques de pánico, separaciones de pareja y cambios en sus trabajos, entre otros conflictos, tras ser expuestas por este vecino.
“Fue un torbellino de emociones y escuchar el relato de lo ocurrido en la audiencia fue como transitar todo de nuevo. Fue un día muy duro y movilizante y, al mismo tiempo, llegamos a que sea condenado tras años de lucha”, señaló Nilda.
Y sumó: “Nosotras lo hicimos por nosotras y para que ningún hombre haga algo así y le arruine la vida a la gente. Porque realmente te arruina la vida. No lo hicimos por el dinero, sino por lo penal. Que él quede condenado con un antecedente”.
Sin embargo, para ella, la lucha recién empezó y busca continuar su reclamo para que se termine el vacío legal: “Ojalá los legisladores se pongan a trabajar y hagan proyectos que nos amparen y protejan. Porque ningún dinero reparará lo que hizo”.
Además, consideró fundamental que se capacite a los jóvenes en las escuelas sobre el riesgo de las deepfakes y su creación: “Hay que concientizar a los niños que el teléfono que tienen en sus manos es un arma que debe ser usada debidamente, porque sino pueden dañarse a ellos o a otros”.
“Esto que pasó, despertó algo en mí. Algo que decía: ‘No quiero que hagan lo que quieran conmigo y no lo voy a permitir’”, cerró Nilda.
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