Cómo edificó Flamengo su poderío continental sin ser una SAD y cómo podría emularlo el fútbol argentino
Una administración transparente, lucidez dirigencial y premios económicos más atractivos, las claves del éxito brasileño
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Dieciocho de noviembre de 2012. Fecha 36 del Brasileirão. Flamengo termina 1 a 1 como local contra Palmeiras y decreta el segundo descenso del club paulista. El carioca finaliza en el puesto 11 con 50 puntos, a 27 del campeón, Fluminense, su clásico rival. Su presente futbolístico no está ajeno al institucional. Las cosas están complicadas para el gigante de Río de Janeiro. Las deudas asfixian, hay una ausencia total de control presupuestario, dependencia crónica de la venta de futbolistas para pagar salarios y un mapa político interno fragmentado e improductivo.
Veintinueve de noviembre de 2025. Final de la Copa Libertadores. Flamengo derrota por 1 a 0 a Palmeiras en Perú y se proclama campeón de Sudamérica por tercera vez en siete años. El plantel es estelar, las cuentas están en orden, los ingresos totales proyectados para el año rondan los 370.000.000 millones de dólares (récord para un club brasileño) y con su coronación de este miércoles en el Brasileirão es, al mismo tiempo, el campeón de todas las competencias posibles a las que puede aspirar un club brasileño (Copa de Brasil, Supercopa de Brasil, Taça Guanabara, Campeonato Carioca, Copa Libertadores y el torneo local). El Mengão es el club más poderoso y ganador de Sudamérica, y en 2025 embolsó sólo en premios económicos 75,4 millones de dólares.
En un contexto en donde el poder del dinero es clave para que las estructuras crezcan, y en el cual en la Argentina se debate con cierta frecuencia si las Asociaciones Civiles sigue siendo el mejor modelo o si las SAD (Sociedades Anónimas Deportivas) pueden mejorar la ecuación de los clubes, el flamante campeón de América es un ejemplo de éxito sin dependencia de capitales privados, dentro de un país que sí le dio luz verde a que cada institución elija qué tipo de administración prefiere.
Pero más allá de Flamengo, hay otros aspectos a ser tenidos en cuenta cuando se compara ese escenario con el argentino. Por lo pronto, la AFA elige no reinvertir en el fútbol local y los premios económicos son casi marginales en relación a los ingresos que recibe. El modelo “AFA rica, clubes pobres” parece asfixiar a las instituciones, o al menos crear una dependencia monetaria.
Según el último Informe de Finanzas de Conmebol 2024, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), conducida por Claudio “Chiqui” Tapia, percibió alrededor de 74 millones de dólares anuales provenientes del máximo organismo del fútbol sudamericano.
Ese monto engloba distintos conceptos: ingresos derivados de la Copa Libertadores, la Copa Sudamericana, la Copa América, los programas de desarrollo del fútbol sudamericano y otros rubros menores.
Sin embargo, el dato que expone con mayor claridad la lógica de reparto es otro: apenas el 2.5% de ese total se destina a premiar a los campeones de las competencias locales organizadas por la propia AFA, como las de Primera División o la Copa Argentina.

En términos concretos, ese porcentaje representa en total poco menos de dos millones de dólares, una cifra ínfima si se la compara con los recursos totales que ingresan desde Conmebol.
El contraste deja al descubierto una realidad incómoda: mientras el fútbol argentino se nutre de importantes transferencias internacionales, el incentivo económico para los campeones locales sigue siendo acotado, muy lejos de representar un estímulo real para la competencia interna.
Existe una diferencia abismal entre los premios que otorga la Confederación Brasileña de Fútbol en comparación con la AFA. Por ganar hace un año la Copa de Brasil, Flamengo recibió 73,5 millones de reales, es decir unos 12 millones de dólares. En cambio, como campeón de la Copa Argentina, a las arcas de Independiente Rivadavia ingresaron a comienzos de noviembre 151 millones de pesos o, lo que es lo mismo, poco más de 100.000 dólares. Eso significa que el campeón de la Copa de Brasil gana 120 veces más lo que recibe el ganador de la Copa Argentina. Es la comparación más desigual de todas.
En tanto, el Brasileirao ofrece el premio económico más alto del fútbol sudamericano: el campeón (20 equipos, 38 fechas, ida y vuelta) recibe 10 millones de dólares, un incentivo clave para el crecimiento y el refuerzo de los clubes, lo que deriva en una paridad real y a una vara de calidad alta.

En contraste, el fútbol argentino otorga un premio muy inferior: 500.000 dólares, subsidiados por la Conmebol. Platense cobró esa cifra al ganar el Torneo Apertura 2025. La diferencia es contundente: el campeón argentino percibe una veinteava parte del brasileño.
Los otros premios también son bajos y contradictorios. Mientras Vélez recibió apenas 100.000 dólares por ganar la Supercopa Argentina, a las arcas de Talleres, como campeón de la Supercopa Internacional, ingresaron 500.000 dólares.
La comparación con Brasil suele ser frecuente, pero es una foto que no siempre se ve completa. La actualidad económica de ambos países es muy diferente a otras épocas. De hecho, solo el Estado de San Pablo tiene un PBI superior al de toda la Argentina.
Con los sponsors, un factor fundamental para las finanzas de los clubes, pasa algo similar. Con el consumo interno frenado, las marcas no encuentran el retorno esperado. Esa falta de impacto comercial se traduce directamente en menos ingresos para los clubes, que terminan sumando varios aportes de poca monta que derivan en camisetas y shorts con parches varios.
Por el contrario, en Brasil los sponsors acceden a beneficios impositivos concretos para invertir en el deporte. Exenciones, deducciones fiscales y programas estatales incentivan el patrocinio privado. En la Argentina, en cambio, sponsorear a un club no ofrece ningún beneficio fiscal. Y esa ausencia de estímulos marca una brecha enorme a la hora de atraer inversiones.
La revolución Flamengo
Volviendo al Flamengo dominante, para entender este gran presente hay que navegar por el pasado reciente y conocer cómo hizo Fla para llegar a esta actualidad tan fructífera, tanto en lo deportivo como en lo económico. También puede servir, claro, para comprender de qué manera el fútbol argentino podría clonar esa receta, para la cual precisa más voluntad y capacidad que dinero.
Hasta 2012 el club más popular de Brasil vivía atrapado en su propio desorden. Flamengo era, por entonces, un gigante sin dirección. Multitudes en las tribunas y caos en los escritorios. Una estructura futbolística antigua, sin noción de autosustentabilidad, acostumbrada a los atrasos salariales y un clima de incertidumbre constante.
Leo Lepri, periodista de Globo TV, le explica a LA NACION: “Hace 13 el club estaba roto. Flamengo no competía, no peleaba nada. El club era un desastre total en lo administrativo. Y empieza a cambiar la historia con la victoria de la agrupación Flamengo da Gente, encabezada por Eduardo Bandeira de Mello. Él gana las elecciones a fines de 2012 y empezó a recortar los gastos y a pagar las deudas”.
Lepri agrega: “Esto es lo que no hicieron los presidentes anteriores que trataban de anticipar las cuotas de televisión para poder pagar el día a día. O sea, Flamengo, por ser el equipo más popular del país, el club con más hinchas, con más socios, el que pelea para tener el mejor pago en los derechos de televisión, tenía que anticipar las cuotas de lo que recibía de la TV para poder pagar sus compromisos y seguir existiendo. Se gastaba mucho en jugadores, en sueldos, en transacciones y no tenía resultado deportivo”.
Ahí empezó la era más impopular y más necesaria de la historia de Flamengo. La consigna fue clara y hasta incómoda para una hinchada acostumbrada a exigir títulos inmediatos: primero ordenar el club y después volver a competir de verdad.
Desde 2013, Flamengo adoptó un plan de reestructuración financiera inédito en su historia. Fuertes recortes, eliminación de gastos improductivos, renegociación de deudas con bancos y organismos estatales, presupuestos realistas y una estricta política de responsabilidad fiscal. Entre 2013 y 2015, el club atravesó una etapa de austeridad. El objetivo era claro: la prioridad absoluta era sanear su economía.
La estabilidad financiera abrió una nueva etapa entre 2016 y 2018. Con la casa ordenada, Flamengo empezó a invertir con criterio: refuerzos de selección, futbolistas extranjeros consolidados y una apuesta clara por sus divisiones juveniles. El crecimiento de la masa societaria, la mejora en la recaudación del Maracaná, patrocinios más fuertes y contratos de TV cada vez más valiosos permitieron ese salto.

La venta de talentos formados en casa —con Vinícius Júnior como emblema— se convirtió en un activo estratégico, pero ya no en una urgencia desesperada. Flamengo ya no vendía para sobrevivir, sino para ser cada vez más grande.
En 2019, con las finanzas saneadas y una estructura moderna, el club se animó a pensar en grande. Giorgian De Arrascaeta arribó tras una operación multimillonaria; y llegaron Bruno Henrique, Gerson, Pablo Marí, Rafinha, Filipe Luís y Gabigol.
El delantero, inicialmente cedido, fue adquirido definitivamente y terminó de convertirse en uno de los grandes ídolos de la institución, sobre todo después de esos dos goles en tres minutos que le arrebataron sobre la hora a River una Libertadores que ya saboreaba.
Al mando de esa constelación se ubicó Jorge Jesus, una figura disruptiva que redefinió el rol del entrenador extranjero en Brasil. Intensidad europea, presión alta y fútbol ofensivo.
El resultado fue inmediato: Copa Libertadores y Campeonato Brasileiro 2019. El Flamengo organizado se transformó en un Flamengo dominante. Volvió a conquistar América en 2022 y ahora, en 2025. Tres títulos de siete.
Los números no suelen mentir. Flamengo cerrará 2025 con ingresos superiores a los 370 millones de dólares, una cifra inédita para el fútbol sudamericano y suficiente para ubicar al club carioca en el Top 30 económico del mundo.
¿Cómo lo hizo? Construyendo una estructura de ingresos diversificada, constante y creciente, que combina títulos, marca global, gestión austera y un modelo que redujo la deuda a cero. El dato impresiona aún más cuando se lo compara: Flamengo ya genera más dinero que River, Boca y Corinthians juntos.
El punto de partida está en el patrocinio. En 2025, Flamengo consolidó el acuerdo máster más caro de Brasil y uno de los más importantes del planeta. Betano paga 250 millones de reales anuales (unos 45,5 millones de dólares), a los que se sumaron bonos por títulos conseguidos cercanos a los 10 millones de dólares. El contrato no solo lidera Sudamérica: se ubica entre los veinte más costosos del mundo.

La conquista invicta de la Copa Libertadores 2025 reforzó esa lógica. Flamengo embolsó 36,15 millones de dólares, récord histórico para CONMEBOL: 24 millones por el título y 12,15 por fases superadas.
A ese ingreso se sumó el Mundial de Clubes, donde llegar a octavos garantizó 27,7 millones de dólares por parte de FIFA, más otros 5 millones en ventas de merchandising global post torneo. La Supercopa de Brasil y sus activaciones comerciales completaron otro bloque cercano a los 5 millones.
El segundo gran pilar es el paquete de patrocinadores secundarios. El uniforme del Flamengo funciona como una vidriera global: además de Betano aparecen Hapvida, BRB, Shopee, Assist Card, Texaco, Zé Delivery y otros que aportan en conjunto 50 millones de dólares fijos por año, el paquete comercial más caro de Sudamérica.
Pero quizá el dato más revelador esté fuera del campo de juego. En el mercado de pases, Flamengo logró en 2025 el mayor superávit de transferencias de Brasil. Vendió por el equivalente a 511 millones de reales, gastó apenas 100, y cerró un saldo positivo cercano a los 93 millones de dólares. Un caso prácticamente único entre clubes competitivos.

Los ingresos estructurales también alcanzaron cifras récord: 70 millones de dólares en derechos de TV (el Mengao negocia por su cuenta y no en bloque, como ocurre en la Argentina), 40 millones en ticketing, con un Maracaná que promedió 60 mil personas, y 25 millones estables por socios, con más de 100 mil abonados activos en el programa Nação Rubro-Negra.
El resultado es contundente: 370 millones de dólares confirmados hasta noviembre, con una proyección final que oscila entre 400 y 420 millones al cierre de la temporada. Palmeiras, su competidor más cercano, ronda los 315 millones. En tanto, River y Boca no superan los 120 y 110 millones, respectivamente.
El diferencial profundo, sin embargo, no está solo en lo que ingresa, sino en cómo se administra. El gasto salarial representa apenas el 18% de los ingresos, el índice más bajo de Brasil. Flamengo proyecta un superávit anual de 33 millones de dólares y no arrastra deuda financiera: pasó de deber 800 millones de reales en 2013 a un balance saneado.
Flamengo no es una SAD. Y, en rigor, es el dato menos relevante. La receta parece simple, siempre y cuando haya voluntad y aptitud a la hora de conformar una estructura sólida y profesional.

En diálogo con LA NACION, el periodista Daniel Ottoni, de flashscore.com.br, resume: “Después de muchos años, Flamengo supo aprovechar la mayor ventaja que tiene sobre los demás equipos brasileños: el mayor número de hinchas. Creo que si las administraciones actuales y futuras son inteligentes, esta realidad debe mantenerse. Con Flamengo en un nivel superior al de sus adversarios en Brasil y en el continente. Faltará la condición real de enfrentarse a los equipos europeos, una situación que no dudo que pueda ocurrir, sobre todo en enfrentamientos a un solo partido, como una posible final contra PSG en la Copa Intercontinental, para terminar de medir fuerzas con una gran potencia”.
Ahora bien, ¿puede implementarse esto en los clubes argentinos manteniendo su estructura de asociaciones civiles, sin que dependan de la inyección económica de capitales privados, batallando contra las SAD y, al mismo tiempo, tener éxitos deportivos que deriven en una retroalimentación económica que les permita seguir creciendo?
No hay una única respuesta, porque todo depende de cada estructura. Y ahí también aparece sobre el tablero un actor fundamental que hasta aquí no fue mencionado: la actualidad económica de ambos países.
Mientras Brasil tiene la economía más poderosa de la región, la Argentina atraviesa sus primeros dos años de cierta estabilidad en lo referido a la inflación, pero con una fuerte recesión detrás que deriva en un bajo consumo interno.
Al mismo tiempo, la extensión y la densidad de población es muy diferente entre los países vecinos, y eso también impacta en los clubes de fútbol.
“Alrededor de 45 millones de brasileños son hinchas del Flamengo, que es lo mismo que decir que Flamengo tiene ´una Argentina’ de hinchas”, grafica Lepri. Y amplía: “Eso repercute en la economía del club, aun cuando no todos sean socios”.
Ottoni aporta: “Cuando Flamengo superó sus dificultades financieras y puso sus cuentas en orden, ya no hubo vuelta atrás gracias a valores muy altos de patrocinadores y una realidad que casi todos los demás clubes no tienen, logrando fichar a jugadores de Europa, que incluso eligen jugar en Brasil si las propuestas que reciben desde el Viejo Continente no son tan atractivas en cuanto a lo monetario y a la calidad de la competencia”.
Con estructuras sólidas, premios atractivos, una Primera división fuerte y de solo 20 equipos, beneficios fiscales para las empresas que quieran invertir en el deporte y una economía fuerte a nivel país, Brasil supo establecerse como una potencia continental futbolística a nivel clubes, se queda con la Copa Libertadores desde 2019 y la diferencia con la Argentina y el resto de los países Conmebol es cada vez más grande.
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