Fútbol sin género: Benedetto hace los goles como Gómez Ares, ella anota como él
Camila Gómez Ares tenía seis años cuando la expulsaron de un torneo de fútbol. Jugaba con varones en Villa Pearson, un club de Vicente López, y la Liga que disputaba le impuso el no: una nena, no. Susana y Oscar, sus padres, iniciaron una juntada de firmas para que la incluyeran. Lo lograron, pero solo por un tiempo. Al año siguiente la Liga modificó su reglamento: sentó por escrito que al fútbol, ahí, sólo podían jugar varones.
Susana, la mamá, tiene una lista con las peleas que dio para que su hija pudiera hacer eso que amaba: además de las firmas, recorrió clubes para ver si alguno la aceptaba, fue al INADI e intentó que Camila se enamorara de otro deporte. "Era como tener una hija que tiene una discapacidad", dice. En las clases de gimnasia artística las demás madres se quejaban: la actual número 8 de Boca iba a las clases con botines y una pelota, sus objetos de deseo.
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Es 24 de febrero de 2019. La chica de 24 años, recuperada de dos roturas de ligamentos consecutivas en su rodilla izquierda, vuelve después de su segunda operación. El rival es la UBA: Camila recibe el pase de Noelia Espíndola, engancha y hace pasar a una rival, y le pega el derechazo desde afuera del área. Es un golazo. Y es, también, un duplicado del que hizo Darío Benedetto, otro que peleó contra las lesiones, uno que viste la misma camiseta. Uno que tuvo como modelo a una mujer: alguna vez, Benedetto contó que jugaba como su mamá.
El fútbol escribe parábolas sin género: Camu anota como el Pipa. Benedetto hace los goles como Gómez Ares.
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Camila tiene a la palabra "crack" como un término que la persigue: es el ruido que escuchó las dos veces que se rompió. La primera, en 2017, fue en un partido contra la UAI Urquiza. Boca ganaba 2 a 0: intentó girar, se le trabó la rodilla, escuchó el sonido. Crack. El partido terminó 2 a 2 y su equipo perdió el torneo. El campeón fue River. La segunda ocurrió en un entrenamiento. Había jugado un partido. En la práctica saltó, sintió que cuando cayó la rodilla se le fue. Otra vez el ruido. Otra vez al quirófano. Otro año afuera. Crack.
"Volver con ese gol fue increíble. En el momento no me di cuenta de que era igual al del Pipa. Fue una felicidad porque lesionarse así es muy feo. Si no me hubiera pasado quizá habría jugado la Copa América con la selección el repechaje, ahora el Mundial. Pensá que yo venía jugando...".
Camu cuenta que en su proceso de recuperación pensó en Fernando Gago: en el bullying que sufrió el volante. "Sólo alguien que se rompe así sabe lo que duele. Leía en las redes que le decían ‘nena’ o que cómo podía ser que le pagaran por no jugar. ¡Por favor! Lo que amamos es jugar al fútbol. Jamás dejaríamos de hacerlo si no fuera porque nuestro cuerpo nos lo impide. Yo ya tengo dos operaciones. En la segunda me deprimí. Pero seguí luchando y acá estoy. Por ahí me duele, sé que me tengo que acostumbrar al dolor, convivir con eso. Pero todo lo que hago es para jugar".
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También hay otro "crack". El que escucha cuando se refieren a sus dotes de futbolista. La 8 de Boca constituye una mixtura exótica: con una pelota en los pies combina habilidad y entrega como para pararse en el medio campo y oficiar de falsa 5 o falsa 8. En acción, Gómez Ares puede tirarse al piso y barrer, y en la jugada siguiente meter un quiebre de cintura para generar un pase gol. O marcar ella misma, llegar al gol como una delantera más.
Susana, la mamá que mira desde la tribuna todos y cada uno de los partidos desde que Camu es una niña, a veces sufre: se pregunta si hace falta hasta poner la cabeza delante de una patada. Dice también que su hija jugó así desde siempre. Camu asiente:
"Cuando me preguntan si soy lírica o rústica la verdad que no sé qué contestar. Quizá tengo un poco de mi mamá, que jugó con sus primos cuando era chica y todavía hoy hace jueguitos. A veces hago goles. Y otro poco como Ramiro, mi hermano, que está en el club Asturiano y compite en la B del Futsal de AFA. El tiene mucha entrega. Yo también. En el partido contra UAI del campeonato que terminó me expulsaron por primera vez en mi carrera. Y en Boca… En Boca quizá juego como Nandez".
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Gómez Ares aparece en uno de los murales que rodean la Bombonera. Está abrazada a sus compañeras, su pelo lacio rubio sobresale por ahí, en el centro de la imagen, como una señal inequívoca. Camila tiene 24 años, pero lleva diez temporadas en la Primera División: debutó a los 14, en River; tuvo un paso breve por UAI Urquiza, y llegó a Boca hace 5 años. Es hincha de este club.
Jugó además en la Selección Sub 17 y en la Sub 20 –participó del Mundial de Japón 2012–. En 2014, con la Mayor, logró la medalla de oro en los Juegos Odesur, disputó la Copa América 2014 y los Panamericanos de Canadá en 2015.
Es periodista deportiva y estudia, a distancia, la carrera de entrenadora. Ya trabajó el año pasado como DT de fútbol infantil, pero ahora, mientras vive con sus padres, se dedica al fútbol. A festejar, a veces, goles con la celebración de Nandez.
–¿Cómo surgió el Tascagol –media cara tapada en referencia a una marca de ropa deportiva–, en un festejo de las chicas?
–Admiro mucho a Nandez, me encanta cómo juega. Me gustan esos jugadores que dejan el alma en cada pelota. Prefiero eso a que tiren un caño. Además, eso de molestar, correr o trabar no te puede faltar en Boca. En el plantel soy muy amiga de Ceci Ghigo, así que lo pensamos cuando jugamos en la Bombonera (contra Lanús, ganó Boca 5 a 0). Lo hicimos contra Racing, repetimos contra Huracán y quedó. Además sirve para la difusión (se ríe).
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Un día de semana, en Palermo, Camila pensó que querían robarle en plena calle. Estaba en la puerta del edificio donde vive una amiga y dos hombres pasaban una y otra vez, observándola. Se asustó. Hasta que le hablaron: "Disculpá, ¿vos sos la 8 de Boca?".
Diez años después de su debut en Primera siente que el fútbol femenino está en plena transformación. "En estos últimos dos años el cambio fue drástico. Mirá que yo fui a jugar un millón de cosas con la selección y no había nada de difusión. Capaz había hecho un re golazo en algún partido y no quedó un rastro. Pero bueno, ahora nos están viendo", dice.
El próximo torneo de la AFA tendrá un nuevo condimento: será el primero que tendrá futbolistas profesionales. La entidad destinará 120 mil pesos para que cada club reparta entre un mínimo de 8 y un máximo de 11 futbolistas. Gómez Ares piensa que todavía falta: "No es una profesionalización. Es un avance grande, que no es lo mismo. Mi duda es qué va a pasar con las chicas que no tengan contrato porque salvo que los clubes aporten dinero, la plata de AFA no es para todas. Y creo que puede haber situaciones injustas".
–¿Cómo cuáles?
–¿Cómo nos van a tratar los clubes? ¿Nos exigirán cosas distintas a las profesionales que a las amateurs? La mayoría de las pibas se tienen que tomar dos o tres bondis; o un tren y dos colectivos para llegar a entrenar. Eso es un montón de plata. ¿Y las que trabajan? Con 15 mil pesos por mes no van a poder dejar su trabajo porque esa plata no te permite vivir. Además todavía no tenemos inferiores. Hay clubes que no tienen pelotas o no tienen canchas. A mí me encantaría vivir de esto, pero todavía falta. Este cambio debería haber venido acompañado de un proyecto a largo plazo. Para que a ninguna chica le pasara lo que me ocurrió a mí cuando tenía 6.
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