El distinto Martínez: disciplina e inteligencia superior
Incluso desde antes de debutar en Primera, Lautaro Martínez ya llevaba el sello de los grandes futbolistas: para referirse a él se podía prescindir del apellido. Si alguien en la mitad celeste y blanca de Avellaneda dice Lautaro, ya se sabe que se está hablando de ese delantero que desde que pisó el Predio Tita en 2014 asombra por su potencia y su profesionalismo. "La prueba fue en Liniers, de Bahía Blanca. Él jugó con la selección de la ciudad. Mostró cosas diferentes al resto: manejaba muy bien los dos perfiles, con un juego aéreo tremendo. Veíamos un jugador clase A. Cuando uno viaja al Interior quiere traer al chico a Avellaneda a prueba para compararlo con los nuestros, pero cuando vimos las características de él decidimos ficharlo directamente", rememora Fabio Radaelli, ex coordinador de las inferiores de Racing.
Este 2017 es el año que Martínez tantas veces imaginó mientras dormía en la pensión del club. Enero lo tuvo como la figura y el goleador del Sudamericano Sub 20, en el que la Argentina terminó ganándose el pase al Mundial gracias a sus gritos agónicos. Al volver al club, en febrero, Lisandro López sufrió la rotura del ligamento lateral de su rodilla derecha. Y eso le abrió las puertas a la continuidad en Primera. Lautaro jugó siete partidos seguidos como titular en Racing, donde ya marcó cinco goles. Tan derecho viene el año para el goleador que su camiseta del Sub 20 fue la que usó Fernando Zampedri, héroe de Atlético Tucumán en la noche que consiguió el pase a la Libertadores con la ropa prestada por los juveniles argentinos.
El Toro, como lo llamaban, no está acostumbrado a ser suplente. Cuando llegó con edad de Sexta, se sumó a una categoría que ya tenía el tridente de ataque armado con Brian Mansilla, Fernando Valenzuela y Brian Guille. Pero Martínez esperó en el banco sólo un partido: a fuerza de goles se ganó un lugar. Su promedio de gol en inferiores lo describe: 53 en 63 partidos (26/26 en Sexta, 7/6 en Quinta y 20/31 en Reserva). "Tiene el gol entre ceja y ceja y eso no lo tienen todos. Eso se trae desde la cuna. Es una bestia, tiene un físico y una fuerza que impresiona", cuenta Facundo Sava, que cuando era entrenador de la Academia pidió que no se vaya a préstamo al Real Madrid de Castilla para que sumara minutos.
Sus goles en la Sub 20 -en 2016 ya había sido goleador y mejor jugador de torneo L'Alcaudia- llevaron su nombre al radar de los grandes de Europa: Real Madrid, Arsenal, Valencia. Este último tiene la prioridad por él, Mansilla y Valenzuela, en una cláusula que se firmó cuando la Academia vendió a Rodrigo De Paul a ese equipo, en 2014. Un técnico con experiencia en el mundo de inferiores, que nada tiene que ver con Racing, unos años atrás trazó el futuro del goleador bahiense: "Si a Lautaro se le da a continuidad, en tres o cuatro años, va a estar a la altura de Dybala". Uno de los defensores más experimentados del plantel actual, que lo sufre en las prácticas y que ya vio salir a varios cracks en su carrera, no duda: "Si desde chico hay un jugador que sobresale, por algo es. Estará en él convencerse; tiene todo para triunfar".
Mientras tanto, Martínez prefiere no quemar etapas. Educado, respetuoso y profesional son los tres adjetivos que más se repiten cuando alguien habla sobre él. Que un chico de 19 años le pida a su representante (Rolando Zárate) que le consiga un nutricionista personal no parece ser lo más habitual. Pero así es este delantero que debutó en la Academia nada menos que reemplazando a Diego Milito, en un partido de 2015 ante Crucero del Norte. Además de sus condiciones técnicas, la cabeza profesional también lo llevó a este presente: no toma gaseosas, no como dulces ni grasas, es un obsesivo del cuidado y de eso que los futbolistas llaman el entrenamiento invisible. "Es un chico que está muy pendiente de lo que uno le enseña y trata de aplicarlo en los partidos. Ha tenido una evolución muy grande desde lo físico y en la madurez", explica Mauro Gerk, el asistente de Diego Cocca que más pendiente está de los delanteros.
Su sueño, antes que jugar en Europa, es salir campeón de la Copa Libertadores con Racing, el club que se volvió su casa desde que lo cobijó al llegar de Bahía Blanca. Ahora ya no vive en la pensión, pero su departamento queda a metros del Cilindro. Quienes frecuentaban la Casa Tita cuentan que no era extraño ver a Lautaro con la escoba barriendo los pisos o probar al aro con la pelota de básquetbol como buen bahiense. De ahí, explica, viene su buen salto para el cabezazo. En eso también se parece al colombiano Radamel Falcao, uno de sus espejos para aprender movimientos en el área.
Más allá de su capacidad goleadora, su potencia física y el manejar bien los dos perfiles, la mayor virtud de Lautaro Martínez es lo mental. Marca la diferencia desde como presta atención. Cecilia Contarino, la psicóloga del club que se ocupa de los juveniles, hace ocho años que organiza unos test de concentración para los 200 chicos que tiene la Academia. También han participado deportistas de otras áreas. El test consiste en una cuadrícula de 10 por 10, con los números del 1 al 100 desordenados. En diez minutos, con una birome, hay que hacer la progresión numérica mientras se reciben estímulos de distracción. Con 97 sobre 100, Lautaro sacó el mejor número. Ese es su perfil. Los goles agónicos del Sudamericano o el gol tempranero ante Lanús en la primera fecha del año son una prueba: cuando la capacidad de atención de muchos jugadores disminuye, o cuando otros aun no se acomodaron al partido, él saca ventaja.
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