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NUEVA YORK.– Por algo los jugadores son jugadores y los jueces, jueces. Habría que ver qué tal son el umpire y sus colaboradores practicando este deporte, pero la evidencia es clara sobre lo opuesto: los tenistas no son buenos para discernir dónde picó una pelota dudosa.
Estados Unidos, el reino de la innovación, fue el primero que les dio la chance de reclamar en un torneo de Grand Slam, cuando hace diez años estrenó el Ojo de Halcón en este nivel de torneos. Y también Estados Unidos, el imperio de las estadísticas, es el que más expone a los principales protagonistas de este juego, con un número contundente: los tenistas han acertado apenas 29,9% de sus desafíos desde 2006, el año de la instrumentación del sistema en Flushing Meadows .
Ahora, en la tierra de los patrocinios, lo llaman “Chase Review”, pero el antecedente más recordado de su origen está más vinculado con un episodio casi de aficionado, gracioso, que con el profesionalismo supertecnologizado. Un cuarto de siglo antes, en Wimbledon 1981, el irascible John McEnroe inmortalizó su inconfundible “you cannot be serious!” en protesta por un pique poco claro. “¡No podés estar hablando en serio! Esa pelota picó en la línea. Levantó la tiza”, le espetó al juez. Ahora ese tipo de situaciones se resuelve con un índice en alto, las palmas del público, la evidencia con la animación en las pantallas gigantes y el veredicto del hombre de la silla elevada.
El suspenso que genera es uno de los momentos más entretenidos de cada partido. ¿Quién tendrá razón? ¿Break-point o ventaja saque? Dio la impresión de que entró; ¿será así?

Con las pulsaciones a pleno galope, la objetividad escasa y mucho en juego, los tenistas fallan 7 de cada 10 veces en Nueva York. De hecho, ya empezaron mal: el 28 de agosto de 2006, en un encuentro con el alemán Simon Greul, el local Mardy Fish se convirtió en el primer usuario del recurso, y... estaba equivocado.
Con los años, el derecho a reclamo se amplió. En 2008, de un máximo de dos desafíos perdidos por set se pasó a tres, y de estar disponible inicialmente en los estadios Arthur Ashe y Louis Armstrong se extendió al Grandstand (2009), a la cancha 17 (2011) y a la 5 (2014). Y los pedidos de revisiones aumentan cada año, pero lo que no crece es la eficacia de los solicitantes, históricamente cercana al 30%. De hecho, la peor temporada fue la 2015, la última transcurrida completa, con un escaso 26,9% de fallos revertidos.
En cifras totales, se trata de 1477 correcciones sobre 4935 verificaciones al cabo de la década. Apenas mayor es la efectividad de los tenistas si se agrega las competencias de dobles: sobre 6999 consultas, los jueces tuvieron que rectificarse en 2134 ocasiones, o sea, 30,4% de los casos.
¿Quién es el jugador más cuestionador? Uno bien importante: Andy Murray. Pero ser el número 2 del planeta en pegarle a la pelota amarilla no implica ser un lince: el escocés tiene razón en una de cada cuatro objeciones (25,4%). Lo bien que hizo en dedicarse a estar sobre la cancha y no en una silla con la función de gritar “out!”...
cc

