Tabata Amaral, contra la amnistía a Bolsonaro: “Dejar impune no es pacificar el país, significa contratar un segundo intento de golpe”
En una entrevista con LA NACION, la joven diputada criticó la iniciativa para perdonar al expresidente tras su condena y aseguró que acompañaría a Lula para la reelección porque es “el único que puede enfrentar a la extrema derecha”
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Tabata Amaral regresó a su Brasil natal después de haberse graduado de la prestigiosa universidad de Harvard con un único objetivo: dedicarse a la política. Y meses después lo logró. En 2018, con 25 años, entró en el parlamento como diputada de San Pablo, ciudad en la que se crio, en las mismas elecciones que consagraron a Jair Bolsonaro presidente.
Desde entonces, la activista por la educación se ha convertido en una de las voces jóvenes más reconocidas del panorama político brasileño, buscando no encasillarse en dicotomías antiguas y forjando una identidad propia desde su Partido Socialista Brasileño (PSB).
En una visita fugaz a la Argentina por menos con motivo de una reunión de la Alianza Progresista, una organización global que reúne a partidos progresistas democráticos como el suyo, la diputada que hoy tiene 31 años conversó con LA NACION sobre la reciente condena al expresidente brasileño Jair Bolsonaro por intento de golpe de Estado y de la posible candidatura a la reelección del actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien apoya como “el único que puede enfrentar a la extrema derecha”, aunque con divergencias. Además, rechazó el proyecto de amnistía que podría beneficiar al exmandatario y, en ese sentido, cuestionó la reciente alianza legislativa entre el bolsonarismo y el Centrão, un bloque de partidos brasileños de centro y centroderecha.
-Para empezar, usted dice que no pertenece a ese “centro tibio” que busca ubicarse a medio camino entre la izquierda y la derecha. ¿Cómo se definiría entonces?
-Para presentarme tal vez debería hablar un poco de mi origen, porque dice mucho de mi trayectoria política. Soy hija de inmigrantes del noreste de Brasil, nací y crecí en la periferia de San Pablo. Soy hija de la escuela pública, alguien cuya vida se transformó mucho por las oportunidades que llegaron temprano. Pero, al mismo tiempo, vi muy pronto muchos de los males que existen en nuestras periferias. Así fue que llegué al Congreso Nacional, con esas experiencias acumuladas. Hoy me queda claro que ese malestar con la desigualdad es la razón por la que mi principal misión en la vida y ahora en la política es luchar por más oportunidades, garantizar que otros jóvenes tengan acceso a una escuela pública de calidad, luchar por la salud mental, por los derechos de las mujeres y por los emprendedores de la periferia y entender que, para generar más oportunidades, no me puedo limitar a esos temas. Otras batallas son necesarias. Batallas para que tengamos un Estado eficiente, para combatir los privilegios, para tener una agenda ambiental, entre otras.
-Bolsonaro fue condenado recientemente por intento de golpe de Estado. ¿Cómo recuerda el asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia aquel 8 de enero y cómo evalúa el juicio al expresidente?
-Para entender el 8 de enero de 2023, necesitamos mirar lo que ocurrió antes y lo que ocurrió después. No se puede analizar como un caso aislado, porque fue mucho más que manifestantes invadiendo la sede de los Tres Poderes para vandalizar el patrimonio público, lo cual ya sería grave por sí mismo. Antes de ese día, hubo una serie de eventos e incluso actos públicos que dejaron claro que Bolsonaro hizo todo lo posible para desacreditar y entorpecer el sistema electoral brasileño, que es uno de los más seguros del mundo. Hoy tenemos documentos y testimonios que muestran que Bolsonaro orquestó un intento de golpe de Estado, y que no lo llevó a cabo solo porque un general de cuatro estrellas amenazó con arrestarlo cuando quiso convencerlo de participar. No lo digo yo, lo dijo un general del Ejército brasileño. Todo lo que sabemos hoy indica también que hubo un intento de asesinato contra [Geraldo] Alckmin, Lula y Alexandre de Moraes, existiendo incluso un borrador del discurso que Bolsonaro habría dado después de consumado el golpe. Ante estos hechos y la concreción de las evidencias, es imposible decir que no hubo un intento de golpe de Estado. En la historia de Brasil, lamentablemente, ha habido muchos intentos de golpe. Cuando los golpistas no tuvieron éxito en el primer intento, muchos lo lograron en el siguiente. Dejar impune o perdonar no significa pacificar el país, significa contratar un segundo intento de golpe para el futuro. Me parece que el mundo entero, de izquierda a derecha, independientemente de matices ideológicos, al menos el mundo democrático comprometido con la democracia, está observando lo que ocurre en Brasil y entendiendo que nuestra democracia, con altibajos y muchas dificultades, ha sido resiliente.
-¿Ve posible la amnistía a Bolsonaro, como busca la oposición en el Congreso?
-El PSB votó de forma enfática en contra de la amnistía [la semana pasada], al entender que un golpe no es materia de opinión. No se trata de que seas de izquierda o de derecha. Se trata de estar en contra de la Constitución del país, de la democracia. De nuestro derecho, como país soberano, de elegir nuestro futuro en la próxima elección. Esa votación [para la moción de urgencia sobre el proyecto de amnistía] fue completamente absurda. Estamos hablando de un proyecto de ley inconstitucional. Y esa votación solo fue posible por un matrimonio que es pésimo para nuestro país: los sectores más transaccionales del Congreso brasileño uniéndose con el bolsonarismo. Para que la gente entienda lo que ocurrió: la urgencia del proyecto de amnistía, del perdón a Bolsonaro y a los golpistas, solo fue posible porque la noche anterior [a la votación] el bolsonarismo apoyó a los sectores más transaccionales del Congreso en la aprobación de una Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) de blindaje que hace que ninguna acción penal pueda ser iniciada contra un parlamentario sin autorización del Congreso mediante voto secreto. Se unieron para avanzar en dos agendas que son muy impopulares y muy perjudiciales para nuestro país.

-El presidente norteamericano, Donald Trump, impuso tarifas del 50 % argumentando que en Brasil hay una “caza de brujas”. ¿Cómo interpreta esa declaración?
-Para ayudar a responder esta pregunta, creo que podemos hablar de Eduardo Bolsonaro [hijo del expresidente], porque deja más claro lo que está pasando. Eduardo Bolsonaro abandonó su mandato y su país para ir a Estados Unidos a conspirar contra los brasileños, en un intento de “vale todo”, de salvar a su padre de la condena. ¿Por qué entró Trump en esto? Porque le conviene, porque los Bolsonaro sirven a su proyecto. ¿Y cuál es el proyecto de Trump? Es un proyecto, obviamente, de mantenimiento del poder. Entonces, claro, él mira a la extrema derecha en América Latina. Pero también creo que Trump hace lo que hace porque sabe que un eventual gobierno [brasileño] ligado a Bolsonaro sería un gobierno que sirva a los intereses de Estados Unidos. Por eso, me parece que este apoyo de Trump a la familia Bolsonaro, más allá de la cuestión ideológica, es una cuestión de soberanía. Y lo que corresponde a los brasileños, de izquierda a derecha, espero yo, es entender que nuestra soberanía está por encima de las diferencias ideológicas. Creo que hasta aquí Brasil lo ha estado haciendo, con la población mostrando un alto rechazo a la actitud de Eduardo Bolsonaro, un alto rechazo a las tarifas de Trump, y reafirmando que nuestra soberanía no será atacada.
-Lula tiene 79 años y Bolsonaro, 70. Como dirigente joven, ¿qué papel cree que tienen las nuevas generaciones en la política brasileña?
-Lo primero: hoy el presidente Lula es la única figura política que reúne las condiciones para enfrentar a la extrema derecha. Y yo tengo un compromiso con la democracia y un compromiso con mi país. Entonces, por más que tenga divergencias con algunas agendas del PT [el oficialista Partido de los Trabajadores], todo eso pasa a segundo plano frente a lo que está sucediendo con nuestro país. Esa es la posición de mi partido. En las próximas elecciones, estaremos junto a Lula para enfrentar a la extrema derecha, porque creo que el presidente todavía tiene una misión por cumplir con nuestro país. Pero después de eso, necesitamos asumir la responsabilidad nosotros mismos. Y aquí estoy hablando del PSB. A nuestro Brasil le hace falta un partido progresista, preocupado por la desigualdad social brutal que tenemos, que tenga un compromiso real con la educación pública y que pueda entregar, por ejemplo, una agenda de seguridad pública. Tampoco tener prejuicio con el empresariado ni con el emprendimiento. Y trayendo una agenda que responda a los problemas de la población y se aleje un poco de los manuales que hoy ya están obsoletos. El PSB hoy es el partido que más crece en nuestro campo, justamente porque apuesta a nuevos liderazgos.

-Durante su campaña a la alcaldía de San Pablo, usted recibió críticas y ataques personales por ser mujer, joven y sin hijos. En un contexto global de resurgimiento conservador, ¿cree que esa tendencia se consolidará en Brasil?
-A lo largo de la campaña sufrí una serie de ataques relacionados con mi edad, mi relación de pareja, el hecho de ser mujer. Incluso tuve que lidiar con videos deep fake pornográficos hechos con mi imagen, sin poder lograr que las plataformas retiraran ese contenido. Digo esto para afirmar que la política brasileña es extremadamente violenta contra las mujeres. He perdido la cuenta de las amenazas que recibí y de los momentos en que necesité apoyo policial por estas amenazas. Pero también creo que es importante decir que en la elección del año pasado fui la mujer más votada del país. Y que, aunque no resulté ganadora, tuve 600.000 votos, de gente que decía que sí, que la hija de un cobrador de colectivo y de una trabajadora doméstica podía ser alcaldesa de San Pablo. Quiero decir que estar en política como mujer, joven, de origen humilde, y de forma independiente, honesta y defendiendo tus ideas, tiene un costo personal muy alto. Pero a pesar de eso, se puede avanzar. Creo que es imposible revertir un proceso que ya comenzó, en el que decimos que la política es de todos nosotros, hombres y mujeres, aunque algunos se resientan de ello.
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