Paul Verhoeven aseguró que ya no se están haciendo películas como Bajos instintos en la meca del cine
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Fred MacMurray se obsesiona con la forma en la que una pulsera se clava en la pierna de Barbara Stanwyck en la película Pacto de Sangre. Viggo Mortensen y Maria Bello pasan de una pelea marital a un encuentro sexual lujurioso y agresivo en una escalera en Una historia de violencia. Kim Basinger y Mickey Rourke se involucran en un cortejo en el piso de la cocina en 9 semanas y media.
Son solo tres ejemplos de deseo candente en la pantalla grande, entre muchos otros a lo largo de toda la historia del cine.
Ya sean miradas lujuriosas o caricias intensas cuidadosamente enmarcadas en las sábanas, la sexualidad es una parte inherente de la experiencia cinematográfica, porque el sexo es una parte inherente de nuestras vidas.
Negar el sexo y la sexualidad en el cine es negar nuestra propia humanidad como un todo. Pero, ¿están evitando los cineastas cada vez más lo erótico?
Este verano, antes del estreno de su película Benedetta en el Festival de Cine de Cannes, el veterano cineasta Paul Verhoeven concedió una entrevista a Variety.
Cuando se le preguntó por qué películas como su thriller erótico de 1992 Bajos instintos ya no se estaban haciendo en Hollywood, dijo: “Ha habido un cambio general hacia el puritanismo. Creo que hay un malentendido sobre la sexualidad en Estados Unidos”.
“La sexualidad es el elemento más esencial de naturaleza. Siempre me sorprende que la gente se sorprenda por el sexo en las películas”.
Para algunos críticos de cine, que durante algún tiempo han estado lamentando lo que perciben como el nuevo puritanismo en Hollywood, escuchar esto de Verhoeven les pareció una reivindicación.
Después de todo, Verhoeven ayudó a definir el thriller erótico de los noventa y ha sido un cineasta interesado en la sexualidad extravagante desde el principio.
Aunque comenzó a hacer películas en su Holanda natal a fines de la década de 1970, en su paso al cine convencional de Hollywood mantuvo el mismo gusto de empujar los límites, desde la notoria escena del interrogatorio de Bajos instintos o la vulgaridad de las difamadas Showgirls (1995), hasta su reciente drama sobre el consentimiento sexual Elle (2017).
Verhoeven tampoco ha perdido su toque transgresor: en el Festival de Cine de Nueva York de este año, un grupo católico acudió a protestar por su representación de unas monjas lesbianas del siglo XVII en Benedetta.
Basta decir que este hombre sabe algo sobre cómo representar el sexo en las películas.
Qué muestran las estadísticas
Entonces, ¿Verhoeven tiene razón? ¿Hollywood realmente está dando un giro hacia la ausencia de sexo? Según una investigación realizada en 2019 por la escritora Kate Hagen, la respuesta es sí.
Utilizando datos de la plataforma IMDB, descubrió que, estadísticamente, hay menos escenas de sexo en las películas en la actualidad que en cualquier momento de los últimos 50 años.
Como escribe Hagen: “Solo el 1,21% de los 148.012 largometrajes lanzados desde 2010 [según la base de datos de IMDB] contienen representaciones de sexo”.
“Ese porcentaje es el más bajo [de cualquier década] desde 1960. El sexo en el cine alcanzó su punto máximo en 1990, el apogeo del thriller erótico, con un 1,79% de todas las películas con escenas de sexo”.
“Ese descenso de medio punto es enorme en términos relativos, considerando que se han estrenado casi cuatro veces más películas en la década de 2010 que en la de 1990″.
Sin duda, siempre habrá películas como la reciente Annette, el primer filme en inglés del autor francés Leos Carax, en la que sus protagonistas Adam Driver y Marion Cotillard cantan mientras realizan sexo oral.
O Titane, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes de este año, cuyas travesuras sexuales de género fluido la han convertido en una sensación del cine alternativo.
Pero podría decirse que ese es el meollo del problema: si bien las representaciones del sexo pueden estar floreciendo dentro del cine de arte de influencia europea, las industrias cinematográficas estadounidenses y británicas convencionales presentan cada vez menos sexo.
¿Qué pasó con el softcore, el porno-chic o los thrillers eróticos? Incluso fuera de cualquiera de esos géneros, ¿qué pasó con las comedias románticas, los relatos sobre la mayoría de edad y las películas de acción que tenían, aunque fuera una pizca, de una genuina corriente sexual?
Hay varias tendencias sociales y cinematográficas que podrían ser responsables de este alejamiento del sexo en la pantalla grande.
La razón más citada es que desde el apogeo del thriller erótico en la década de 1990, la pornografía en línea se volvió tan ampliamente disponible que el público estaba disfrutando del sexo en otros lugares, por así decirlo.
Sin embargo, Paul Verhoeven no está de acuerdo con esta lectura y le dijo a Variety: “Había pornografía por todas partes cuando yo era joven, si la querías”.
“Si hay un cambio en la forma en que vemos la sexualidad en las películas, pero no creo que tenga que ver con la pornografía en internet”.
La escritora y comentarista cultural Helen Lewis, autora de Difficult Women: A History of Feminism in 11 Fights (Mujeres Difíciles: Una historia del feminismo en 11 peleas), cree que el florecimiento de la televisión como una forma de arte que destaca por su franqueza sexual ha tenido un efecto en la forma en que el público ve el sexo en la pantalla grande.
“Estamos comparando películas con programas hechos para servicios de streaming y, tal vez, las encontramos un poco suaves”.
“En televisión, HBO fue el pionero de un modelo que decía: compraste una suscripción, así que asumiremos que eres un adulto. Eso permitió mostrar programas como, por ejemplo, Sex and The City”, dice.
Netflix también parece ansioso por adentrarse en este territorio sexualizado, en el que los estudios de cine no se atreven a entrar.
Uno de sus mayores éxitos ha sido el romance de época Bridgerton, cuyo atractivo para la audiencia masiva no parece residir únicamente en sus frívolas juergas románticas, sino en su tentador desarrollo durante varios episodios de ardientes escenas de sexo.
Siguieron ese ejemplo con la serie softcore Sex/Life, de bajo costo de producción pero increíblemente exitosa, centrada en las fantasías sexuales de una mujer casada.
Sin embargo, dejando de lado lo que ha estado sucediendo en la pantalla chica, muchos han sugerido que en Hollywood hay un verdadero espíritu de asexualidad.
En su artículo “Everyone is Beautiful and No One is Horny” (”Todos son hermosos y nadie está cachondo”), la escritora Raquel Benedict ofrece una teoría particular sobre por qué esto es así, que tiene que ver con los cuerpos de Hollywood musculosos y perfeccionados en el gimnasio que vemos en las películas de superhéroes y de acción, particularmente en las de los universos Marvel y DC, que ahora dominan los multicines.
Benedict dice que estos personajes hiperesculpidos encarnan una nueva moralidad física y sexual. Su mensaje implícito es que “divertirse es volverse débil, decepcionar a tu equipo y darle una oportunidad al enemigo para ganar, como hizo Thor cuando engordó en Avengers: Endgame“.
Compara y contrasta los Thors y Batmans de hoy en día con la sexualidad aceitada de un joven Sylvester Stallone o Jean-Claude Van Damme, por ejemplo, que eran ultramusculosos pero se divertían con ello, guiñando un ojo a los espectadores en escenas abiertamente picantes.
Cómo han cambiado las expectativas
Benedict señala que esta estética asexual ha ido de la mano de un cambio radical en torno a cuánto sexo esperan las audiencias en el cine convencional.
En los años 80 y 90, argumenta, incluso las películas que podemos recordar como aptas para las familias, tenían más sexo, ya fuera literal o inferido, que la mayoría de las producciones actuales.
“Los espectadores jóvenes a menudo se sorprenden al encontrar contenido sexual en películas de hace décadas: la concepción de John Connor en Terminator, el topless de Jamie Lee Curtis en De mendigo a millonario o el sexo oral espectral en Cazafantasmas”, escribe.
“Estas escenas no nos sorprendieron cuando las vimos por primera vez. Pensamos: ‘por supuesto que hay sexo en una película. ¿No es así siempre?’”
A medida que las corporaciones enfocadas en la familia, como Disney, se vuelven cada vez más dominantes dentro del panorama cultural, el sexo parece estar desapareciendo.
El director ejecutivo de la Asociación de Cines de Reino Unido, Phil Clapp, dijo recientemente que el número de películas con clasificación solo para mayores de 18 y 15 años se habían reducido en la última década con los estudios “dirigidos cada vez más al público familiar para maximizar los ingresos de taquilla”.
Es más, cuando las películas de gran éxito están diseñadas para ser lo suficientemente predecibles e inofensivas como para atraer a una gran audiencia, tienden a centrarse en la acción y las escenas violentas con imágenes generadas por computadora.
En otras palabras: eficiencia. Las escenas de acción violentas pueden hacer avanzar la trama de manera más obvia.
Pero el sexo no es eficaz. No es, estrictamente hablando, necesario. Es desordenado y arriesgado y, posiblemente, no hay nada que los conglomerados de entretenimiento de hoy quieran menos que arriesgarse a alienar a los consumidores.
“Aquí, quizás, hay una especie de autocensura que no permite a los guionistas escribir otro tipo de historias”, ha dicho el maestro del cine de autor Pedro Almodóvar sobre la supremacía actual del cine de superhéroes.
“Hay muchas, muchas películas sobre superhéroes. Y la sexualidad no existe para los superhéroes. Están castrados”.
Es cierto que la última película de Marvel, Eternals, finalmente presenta la primera escena de sexo de la franquicia; sin embargo, dada su aparente brevedad y el alboroto que se ha generado al respecto, uno se pregunta si esto no es más que un ejercicio para silenciar las críticas anteriores sobre la falta de sexo en el universo de Marvel.
Sin embargo, a pesar de todas estas quejas, existe, a la inversa, un creciente sentimiento de que, de hecho, hay demasiado sexo en nuestras pantallas.
A pesar de los datos probados de que hay menos escenas de sexo en el cine que en décadas anteriores, el argumento de que las escenas de sexo al por mayor son “innecesarias” y, por lo tanto, debe prescindirse de ellas, se ha vuelto cada vez más frecuente en Twitter y otros foros en línea.
“Es fascinante y agotador ver el discurso persistente en torno a las escenas de sexo”, dice Hagen. “Simplemente no puedo entender qué es lo que la gente posiblemente esté viendo que tenga ‘demasiado sexo’ en 2021″.
La conclusión lógica es simplemente que algunos espectadores (muchos de ellos son más jóvenes) no están dispuestos a ver escenas de sexo, incluso las pocas que están apareciendo en estos días.
Esta falta de interés por el contenido sexual bien puede haber captado la atención de los que toman las decisiones en los estudios.
Esta nueva incomodidad con las representaciones sexuales también probablemente esté relacionada con las revelaciones del movimiento #MeToo.
Las denuncias de los abusos en la industria cinematográfica han marcado el comienzo de un enorme cambio positivo, alentado a los cineastas a rechazar la objetivación femenina y conduciendo a la introducción de coordinadores de intimidad para ayudar a los actores a sentirse seguros.
Sus esfuerzos garantizan que los problemas de límites y consentimiento se naveguen correctamente mientras se filman escenas de sexo.
Pero incluso entonces, se puede pensar que la representación del sexo sobra.
Últimamente, el sexo es un tema muy serio; uno sobre el que nadie quiere bromear o “equivocarse”.
Los cineastas pueden estar respondiendo a esta ansiedad con su propia timidez en torno al tema: nadie quiere crear una tormenta en las redes sociales.
En un artículo de 2019, Ann Hornaday, crítica de cine del Washington Post, destacó la necesidad de un cierto equilibrio cuando se trata del enfoque de la industria cinematográfica sobre el sexo en la pantalla.
“Sin duda, hay muy poco que lamentar por la muerte de las fantasías lujuriosas que los directores masculinos les impusieron a los espectadores durante casi un siglo. Pero, ¿la abstinencia es realmente nuestra única opción?”, escribió.
“Con los jóvenes cineastas que están siendo incorporados al complejo Disney-Marvel, y con los millennials y la Generación Z que al parecer tienen menos sexo que sus predecesores, la nueva castidad en la pantalla parece una nueva normalidad prudente pero no del todo bienvenida”.
Sin embargo, como señala Helen Lewis, la televisión parece haber descubierto lo que todavía necesita el cine: cómo manejar un asunto difícil.
“En la BBC, la serie I May Destroy You mostró recientemente escenas de sexo gráficas, pero no eran excitantes si no desafiantes e incómodas”, dice.
“Creo que el cine empieza a enfrentar esa conversación: ‘¿Qué hace aquí esta escena de sexo? ¿Para quién es?’”.
Ese cuestionamiento indudablemente también ha llevado a cambios positivos en torno a la representación del deseo femenino en la pantalla.
Frances Rayner, fundadora del sitio web The Clit Test, que examina el cine y la televisión para ver si las escenas sexuales representan el placer y la sexualidad femeninos con honestidad, dice: “Si bien la mayoría de las escenas de sexo siguen siendo muy heteronormativas, ha habido un aumento notable en actos sexuales que privilegian el placer sexual femenino, como el sexo oral”.
“Y hemos visto un repunte en las escenas de mujeres masturbándose, algo que anteriormente era notable por su ausencia”.
El cine de Hollywood se encuentra en una encrucijada. Armados con el conocimiento de los errores pasados, como el sexismo y la homofobia, la mejor esperanza es que los artistas puedan responder a la representación del sexo y la sexualidad con más conciencia y sensibilidad que antes.
Y aunque algunos pueden estar preguntándose si una escena de sexo es innecesaria, algunos también deben responder: ¿no son innecesarias la mayoría de las cosas buenas?
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