Llegar hasta el Cirque du Soleil , un mediodía de sol furioso que vaporiza las pocas gotas que cayeron más temprano, parece tarea difícil. Hay que pasar de la selva de bocinazos y atascos de tránsito a un desierto de asfalto resquebrajado en avenidas solitarias cuyo final es un container abandonado o el oasis de un camionero que disfruta de un choripán, cerquita del carrito atendido por una chica de ceño fruncido. Ya dentro del predio de la fallida ciudad deportiva de Boca Juniors hay que explorar, hasta que uno se da cuenta que es más fácil mirar al horizonte, por encima de los árboles, para encontrar la carpa gigante donde LA NACION podrá ver los ensayos de Amaluna, el nuevo show que se está presentando en la ciudad hasta el 14 de abril. .
Y sí, ahí está. Con el cielo azul como paño de fondo: frente a las construcciones de ladrillo naranja de los hogares de quienes viven en la Villa Rodrigo Bueno, brillan los picos de la magia amarilla itinerante. Pasando una confitería tapiada que indica "peligro" y "no ingresar", por detrás de un enrejado infinito, la carpa se impone ya desde sus tentáculos. Mangueras de goma, caños de plástico y cables, salen de ella. Hay que sortearlos, pisarlos, saltarlos para entrar. Además, hay que evitar los vehículos de obra que van y vienen sin césar. Los tentáculos y todo un universo de trabajadores que pululan a su alrededor la mantienen viva.
Se corre una lona, y ya adentro de un recinto bien iluminado, que no es el principal, una torre de Babel de voces se despliega. Si bien lo que prima es el inglés, los acentos dan cuenta de diferentes orígenes: rusos, norteamericanos, ingleses, australianos, españoles, japoneses, coreanos. Sí, ahí, los artistas. Sin maquillaje ni trajes brillantes son tan solo chicas y chicos de entre 20 y 30 años que practican piruetas, hacen comentarios sobre alguna que otra técnica, sonríen, tararean la canción que suena amable desde los parlantes, se concentran y vuelven a saltar, a dar vueltas sobre un caballete, a girar dentro de un aro hasta desaparecer en un garabato de piernas y brazos.
Uno de los jóvenes, Sebastian Zaniesienko, se ríe, hace bromas. Se ve que está contento y disfruta lo que hace. Inspira sonrisas en su grupo de cinco chicos. Incluso cuando mudan ellos mismos al escenario principal la parafernalia de aparatos sobre los que volarán. Allí, detrás de otras lonas y estructuras es en donde ocurrirá Amaluna. Sólo una luz ilumina el centro del escenario rodeado de butacas en sombras. El grupo de jóvenes está listo. Alto y más delgado que el resto, Seb, como lo llaman, se para en el extremo de un balancín (o sube y baja). Espera que su compañero, de contextura más robusta y abdominales bien marcados, salte sobre el extremo opuesto. Y ¡Bam! El robusto salta y lo eleva hacia la oscuridad del cielo interno de la carpa. Después de su trayectoria vertical, perfecta, cae parado sobre un colchón con la ayuda de unos compañeros que lo apuntalan desde la espalda. El sonríe, un coach les hace unos comentarios y la rutina la practican hasta que las luces se encienden y el cielo oscuro se transforma en estructuras de metal habitadas por personas con consolas, cámaras, y herramientas que ajustan mecanismos. La pequeña función de ilusión termina y Seb se presta para hablar con LA NACION en unas gradas, afuera de la carpa principal.
De doble al Cirque
"Explorar" es la palabra y el concepto que más repite. Tiene 22 años y habla de su vida trashumante. Habla un inglés engolado y rápido. Y no sólo habla de piruetas y de ensayos y rutinas. Habla de paisajes, de buscar un mejor futuro económico, y también de divertirse, de conocer gente y costumbres diferentes. Y a todo eso lo dibuja con los gestos que hace con las manos y con su mirada de 22 años que resulta más adulta ante cada anécdota como una que llama la atención porque cuenta que trabajó como doble de riesgo de Gal Gadot en la Mujer Maravilla. Por lo menos así lo fue unos arduos meses en los que se vistió como ella y practicó sus movimientos en luchas con la espada y en saltos intrépidos. Después la charla sigue por el vínculo con su madre, su paso por Amaluna y su destino de explorador.
Trying something new ?? #tothewindoooowtothebox #amaluna #cirquedusoleil
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La vida viajera de Seb no empezó con el Cirque du Soleil, sino desde ya muy chico cuando se mudó de su Polonia natal a Inglaterra. Ese país es el principal destino de quienes salen de Polonia para mejorar su calidad de vida. Tan así que, según las estadísticas, la polaca es la segunda comunidad nacida en el extranjero que reside en el Reino Unido y su lengua es la segunda más hablada en Inglaterra.
"Cuando tenía 14 años me fui a vivir a Inglaterra con mi mamá para que yo pudiera tener la oportunidad de hacer gimnasia artística y también para buscar una mejor situación financiera. Estábamos solos con mi madre, no teníamos mucho dinero y estábamos en problemas. Pusimos todas nuestras cosas en una valija cada uno y nos fuimos de Polonia", explica Seb.
En Inglaterra siguió su entrenamiento y fue parte del circuito de competencias, hasta que a los 17 años decidió comenzar un curso para ser doble de riesgo. Eso significaba una salida laboral y seguir con su pasión de atleta. Así fue como formó parte del universo de DC Comics y se cargó en la espalda el ser por un rato la Mujer Maravilla, para el film de la heroína amazona .
"Fue muy buena la experiencia, pero muy muy larga. Cuando hacés una película tenés como un mes de pre tomas, de preparar las escenas, las escenas de peleas de dobles. Pero en la Mujer Maravilla fueron cuatro meses, de lunes a sábados, de 8 a 6 de la tarde, preparando las escenas, probándolas con y sin los trajes, y como yo era el doble de riesgo de Gal Gadot, tenía que aprender a pelear con la espada, un poco difícil para mí porque soy gimnasta. Entrenar con Gal fue muy divertido, pero después de cierto tiempo me di cuenta de que yo no encajaba ahí. Además, se dieron cuenta de que no era corporalmente parecido a ella. Así que en las tomas quedaba muy gracioso, y mi estado físico no coincidía con ella. En las tomas en cámara lenta se notaba que el doble era hombre, así que contrataron a Caitlin Dechelle, que es una chica de los Estados Unidos de mucho talento. A pesar de todo eso, fue uno de mis trabajos preferidos", Seb se ríe.
El circo, como pasaje al mundo
Sebastian se unió al circo hace dos años, cuando a alguien se le ocurrió hurgar en su cuenta de Instagram y Facebook mientras buscaba nuevos artistas. Sí, algo usual en la mecánica de reclutamiento del Cirque. "Como por varios años fui doble de riesgo pasaba mucho tiempo en el estudio. No tenía mucho tiempo para mí. Era joven, quería viajar. La propuesta de unirme al circo fue en la mitad del rodaje de la Mujer Maravilla, en un mensaje me preguntaban si quería unirme a ellos. Fue muy duro decidir porque tenía mucho trabajo programado, iba a hacer la Liga de la Justicia y otros films de ese universo de superhéroes. Pero me dije ´soy joven, quiero ver el mundo´, así que acepté y no me arrepiento", comenta.
Minutos antes de la entrevista con Seb, Larry , el encargado del vestuario del Cirque decía: "¿Quién no sueña en largar todo y unirse al circo para viajar por el mundo?". Hay quienes sueñan y quienes concretan.
"Lo más importante para ser parte del circo, más allá de las habilidades atléticas, es tener curiosidad por saber qué hay en el mundo y tratar de disfrutar eso. A muchas personas les gusta estar en su casa, con su familia, sentarse a ver la tele, tomando una taza de té. Pero yo soy una persona a la que le gusta viajar, lo hago desde que soy joven, nunca nos quedamos en un solo lugar con mi mamá. Se aprende mucho al viajar, al conocer a otras personas, cómo viven en otros países, es increíble. Además de viajar una vez al año para ver a mi familia y mis amigos, trato de explorar cada país al que viajamos con el Cirque", explica.
Con esa consigna, aprovechó la semana libre que tuvo entre el show de Rosario y el de Buenos Aires para visitar la Patagonia junto a su novia. "Fue mi lugar preferido de todo el mundo, he ido a muchos lugares, pero en la Patagonia hay mucho por explorar, es increíble. No me sorprende que lo llamen la tierra de los gigantes porque todo es inmenso, es todo muy hermoso. Me encantaron los pingüinos y hay mucho viento ¡eso sí!", dice Seb e imita el caminar de los pingüinos con el cuerpo y la fuerza del viento resistiendo con las manos.
Esfuerzo, rutinas y magia de amazonas
Pero claro, no todo es ensueño. El Cirque du Soleil es como cualquier trabajo donde es clave el compromiso, más cuando los cuerpos corren riesgos en cada función y ensayo. La carpa y sus tentáculos de seguridad internos no bastan para protegerlos. Los ensayos, la concentración y la camaradería hacen el resto. Así, los 110 artistas que integran el elenco, entre los que salen a escena y los suplentes, siguen una rutina diaria. "Nos solemos levantar bastante tarde, porque terminamos tarde de entrenar. El desayuno es más un gran almuerzo, alrededor de las 12 o las 13. En el día tenemos los entrenamientos que pueden durar entre una y dos horas, además del entrenamiento diario. Cenamos, tenemos una cocina ¡con comida muy buena que además es gratis! Después maquillaje, que lo hacemos nosotros mismos, y el show. Cuando tenemos más tiempo podemos salir a explorar. Ahora paramos en la zona de Recoleta, cerca del cementerio, y es una zona muy buena para explorar. Yo salgo y ceno en distintos lugares junto a mi novia que también es parte del Cirque", explica.
Los seres de la carpa siguen en movimiento. Una joven con un estuche de violín en mano pasa y entra a la carpa principal. Un grupo de chicas ya está en cuclillas esperando el acorde que las haga saltar. A los minutos suena una música de cuerdas y voces femeninas. Son los indicios del show que homenajea a las mujeres, y del rompecabezas del que Seb es parte. El interpreta a uno de los marines de Romeo, quien encalla con su grupo de amigos en la isla Amaluna, una tierra de amazonas.
"Son mujeres fuertes y nosotros somos unos niños que llegamos de la nada. Ellas se nos acercan, nos muestran sus habilidades, nosotros las nuestras, al final nos enamoramos todos y vivimos acá para siempre, en Amaluna", resume así la historia que es una metáfora del amor en el que no hay príncipes salvadores o princesas en apuros , sólo personas únicas y diferentes entre sí que irremediablemente se unen.
La llegada de Amaluna al país coincide con un momento en el que varios colectivos sociales, como Ni Una Menos, bregan por el empoderamiento de la mujer frente a la violencia de género y a las desigualdades laborales . Y, justamente, la carpa se instaló el 8 de marzo en el predio de la Costanera Sur. En este show las mujeres son mayoría, por primera vez en los 33 años de vida del Cirque. De 48 artistas, 30 son mujeres.
"Yo coincido en un 100 por ciento con todos los reclamos de las mujeres. Somos todos humanos y todos tenemos que tener los mismos derechos, no es una cuestión de hombres y mujeres sino que somos todos personas. Creo que Amaluna encaja en este momento en especial porque las mujeres son mayoría en el show, incluso desde la banda, que son todas chicas, se nota esa fuerza", dice Seb quien fue una Mujer Maravilla y no sólo por eso sabe de amazonas.
"Mi madre es de alguna manera una guerrera y ha atravesado diferentes cosas en la vida y es mi guerrera, siempre está conmigo y de hecho me manda mensajes todos los días. Ahora ella también empezó a viajar como yo por el mundo con su novio que conoció en Inglaterra. Ahora se viene a América del Sur y espero que me venga a visitar", se ríe el gimnasta explorador que tras un gran ´gracias´ se interna nuevamente en la carpa gigante que brilla cálida, azul y amarilla.
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