Arenas movedizas: una masacre estudiantil, en el centro de un policial poco original
Arenas movedizas (Quicksand; Suecia, 2019). Creada por: Pontus Edgren y Martina Håkansson. Guion: Camilla Ahlgren. Basada en: la novela Arenas movedizas, de Malin Persson Giolito. Elenco: Hanna Ardéhn, Felix Sandman, William Spetz, Ella Rappich. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
El plano de mayor contundencia de Arenas movedizas es el que abre la serie. Una joven entra al aula de su escuela, escucha a su pareja dándole la orden de disparar y, a los segundos, vemos imágenes de las irreversibles consecuencias de su accionar en ese ámbito cerrado. Cubierta de sangre y en estado de shock, Maja Norberg (Hanna Ardéhn) es llevada por los médicos al hospital, para luego ser arrestada por la masacre. Sin embargo, ella no recuerda los hechos que la condujeron a cometer semejante atrocidad, por lo cual el policial encuentra allí el argumento ideal para mantener cautiva a su audiencia. ¿Por qué una joven aparentemente estable quisiera acabar con la vida de sus compañeros? ¿Qué pasó realmente detrás de esa puerta?
Arenas movedizas, creada por Pontus Edgren y Martina Håkansson, está basada en la novela de Malin Persson Giolito, y la adaptación estuvo a cargo de Camilla Ahlgren (guionista de la muy superior El puente), quien aquí parece desencantada con el material de base. Por un lado, tenemos la clásica subtrama de investigación policial con su previsible mecanismo (el relevo de pruebas, la recreación del crimen, el juicio), que parece estirarse con el solo propósito de generar una catarata de cliffhangers extremadamente forzados. Por el otro, hay un abuso de los flashbacks que solo se sienten orgánicos cuando dialogan con el presente de la protagonista. En este sentido, Arenas movedizas enfoca la violencia de género respetando los tiempos del relato, sin presuras, mostrando cómo Maja entabla una relación tóxica con su pareja, Sebastian (Felix Sandman), el hombre que la somete y la manipula.
Más allá de las elipsis convenientes cuando se busca preservar la resolución de ciertos hechos, el dilema principal que enfrenta la serie es el de no poder decir nada nuevo sobre situaciones mil veces vistas. Un exponente de esto son las viñetas de la cotidianidad de Maja con sus amigos (y futuras víctimas de la masacre) en Djursholm, uno de los barrios más pudientes de Estocolmo, mediante las cuales Arenas movedizas alude al aburrimiento de los niños ricos con recursos trillados, como la sucesión de fiestas, y el exceso en el consumo de drogas, algo que ya hemos visto, por ejemplo, en Elite.
Cuando se llega a la metamorfosis de la joven, el resultado es directamente nocivo: se muestra su conciencia de clase a través de su preocupación por una mujer que está presa junto a ella, lo cual la impulsa a verbalizar un monólogo forzado sobre el lado B de la opulencia. Esa secuencia resume las falencias de la serie: apela a lo emotivo en disonancia con el tono general, aborda la evolución de la protagonista de manera caprichosa, y se maquilla la dilación del caso con momentos arbitrarios que no suman.
Por lo tanto, si bien Ardéhn brinda una interpretación cautivante, Arenas movedizas es tan anodina que la respuesta a lo que sucedió en el aula llega demasiado tarde, con el interés ya desvanecido.
Dónde verla.
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