"Vanesa ya no vive bajo el ala del amo, porque el amo no está, pero se encuentra buscando su lugar con la misma ambición de siempre". Andrea Rincón se refiere a su personaje de ficción que, bajo la dirección de Bruno Stagnaro, se convirtió en un antes y un después en su carrera. Bisagra esperanzada fue –es– para ella su participación protagónica en la serie Un gallo para Esculapio. Quizás, seguramente, Vanesa, junto con su personaje en La Leona que le valió el Martín Fierro en la categoría revelación 2017, sea el punto de partida de la actriz que siempre soñó ser y no le habían permitido mostrar hasta ahora. Vida personal compleja, prejuicios del medio y elecciones laborales que la llevaron a ser conocida, pero sin acarrear prestigio, le impidieron desarrollarse en el área del arte de la actuación que más le interesa.
Movediza, de hablar rápido y mucho, la actriz se dispone a conversar con LA NACION, mientras le pide muy sonriente al joven mozo que le caliente el café doble que se le enfrió. Aunque no se lo proponga, es seductora. Lo sabe. Se la nota ansiosa. Ilusionada. Esa agitación tiene un norte: el estreno de la segunda temporada de Un gallo para Esculapio. Junto a Peter Lanzani, Luis Luque, Julieta Ortega, Ariel Staltari y Juan Leyrado; Rincón emergerá, nuevamente, como una de las voces de ese mundo periférico, delictivo y anárquico que radiografía esta historia de ficción con aires de brutal realidad.
Camino al andar
Cuando el martes ya sea miércoles, apenas pasada la medianoche, una vez más, Rincón se confirmará que esa vida de flagelantes espinas que le tocó desandar desde niña, valió la pena para poder alcanzar una primera y largamente soñada meta. Y así como Sócrates vociferó antes de morir esa deuda al Dios de la Medicina Esculapio, en un último gesto de sapiencia, hoy la actriz apela su propia filosofía para adentrarse en sus recónditas oscuridades pasadas y disfrutar de la luz que pareciera haberse ganado su presente. Su gallo ofrendado en pos de la sanación obró el milagro, confirmarían griegos y romanos más de dos milenios después.
Un conductor de televisión la menospreció al aire. En 2012, Moria Casán se trenzó fuerte con ella en una gala de "Bailando por un sueño", donde se reprocharon todo y se dijeron aún peor, en torno a amistades rotas y supuestas comisiones que la chica en ascenso debía abonar a la diva en retribución de una suerte de representación artística, hecho que negó la estrella. Tiempos en los que la chica de Saavedra hacía actos de presencia aquí y allá y hasta se daba el lujo de contonearse frente al exvicepresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, en un reducto nocturno. Ese era el universo Andrea Rincón. Mediático. Escandaloso. Sostenido en un cuerpo de curvas imponentes y en rencillas por doquier. No transcurrió tanto tiempo. Sin embargo, hoy, la chica sexy que lloró mucho ante cámaras, y aún más en su intimidad, parece ser otra. Una bien distinta. La consecuencia de sus propios sueños. La construcción que ella hizo de sí misma amparada en los anhelos que la acompañaban desde chica. "Casi me desmayo cuando recibí el Martín Fierro. Fue muy importante para mí, tan conmovedor. Me pasaba algo similar cuando volvía a mi casa después de grabar esta serie. Me acostaba a dormir y se me caían las lágrimas", dirá al mismo tiempo que se preocupa porque su acético outfit blanco no se vea arrugado ante el lente del fotógrafo. "Cuando decidí cambiar el rumbo y jugarme por lo que quería, fue poner mucho en juego. Estaba bien arriba como vedette y decidirme a ser actriz me costó mucho en todo sentido", dirá abstraída del murmullo generalizado en la sala del remodelado Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, donde se realizó la charla.
Tiene la edad en la que murió Cristo y tantas cruces sobre sus espaldas que no sería impertinente decir que nació una y otra vez de varios calvarios. Peregrinó un propio Vía Crucis por un mundo que no siempre comprendió. Como un personaje de Roberto Arlt, como ese Jorobadito desclasado, así transcurrió, con buena dosis de deriva, la vida de esta mujer que hoy se planta frágil como siempre, pero atenta a lo que quiere sin permitirse distracciones ni dejarse llevar por adicciones y estímulos dañinos, y mentirosos, que flagelaron su cuerpo y le sumaron mayor incomprensión a ese cosmos en el que más de una vez sintió no encajar.
-Hay una máxima que dice: "Cuidado con lo que soñás porque se te puede cumplir". Algo de eso sucedió con tu carrera.
-Me emociono con todo ésto, es el sueño de mi vida. Hice una apuesta muy grande para lograrlo.
-Una apuesta que se sostiene en una vida rebelde, lo cual no estaría nada mal; pero también con complejidades en tu modo de establecer vínculos.
-Todo me costó mucho. Mi historia es especial. Yo venía de dormir en una plaza.
-¿Por qué tuviste que recurrir a eso? ¿Fue por estrictas razones económicas?
-No. Éramos de clase media baja, pero con mi papá pensábamos muy distinto en muchas cosas y la verdad es que nunca llegábamos a ningún acuerdo. Antes de bajar la cabeza, me fui a vivir a la plaza.
-¿Eras muy chica?
-Aún no había terminado la secundaria.
-Rebeldía en estado puro. Retroceder nunca, rendirse jamás.
-Me bañaba en una estación de servicio y después me cruzaba a la escuela. Hice esa vida durante unos meses. Luego, conseguí casas de amigos para dormir. También paré en una pieza de pensión y en lo de una pareja hasta que entré en Gran Hermano.
-Y luego llegó la vedette...
-Hice teatro y me desnudaba para las tapas de las revistas, llegué a hacer nueve tapas.
-Y te sometías a una mirada que te cosificó.
-Fue tremendo aguantar frases ofensivas de conductores de programas.
-Aquella frase "para lo único que servís es para mostrar..." fue realmente grosero y violento en torno al género.
-Este señor tiene una responsabilidad muy grande al estar al frente de un programa. Cuando me lo dijo, sentí que me faltaba el aire. Todo el mundo se reía y yo sentía que me moría. No digo quién fue porque, en realidad, me pasó muchas veces.
-Para alguien que le costó siempre sostener una autoestima alta, imagino el doble dolor. ¿Cómo comienza el cambio?
-Quería hacer otra cosa. Estaba muy arriba como vedette, así que tuve que empezar a rechazar trabajos. Perdí mucho dinero, lo pasé muy mal porque estaba invirtiendo un dineral en las terapias, así que tuve que vender cosas. Perdí mucho, pero me dije: "Voy a aguantar, aguantar, aguantar". Así que ese Martín Fierro fue como la recompensa de haber aguantado tanto.
-¿En qué o quiénes te sujetaste para superar adicciones, las complejidades en torno a la estima y el poder tomar un nuevo rumbo laboral?
-Me aferré mucho a los tratamientos que hice y a mis terapeutas. Por supuesto, mi familia y mis amigos me apoyaron en todo y empecé a conocer gente distinta, un nuevo mundo.
-Vincularse mejor es todo un síntoma de preservación.
-Soy una persona que da todo. Conozco a alguien y le doy todo porque me entrego.
-¿Eso es malo?
-Antes se abusaban mucho de eso. Hoy, las personas que me rodean me dan tanto como doy yo. Conocí algo distinto de la vida.
-Fue clave entenderlo para mutar.
-Me rodeé muy mal y también, en algún momento, sentí que no quería vivir más.
-¿A qué edad atravesaste el primer intento de suicidio?
-A los 16 años.
-Muy chica.
-Con el tiempo, hicimos como una especie de acuerdo con mi familia: dije que me quedaría en este mundo, pero que iba a tratar de cambiarlo porque así como estaba, no me gustaba. Siempre fui intensa. Creo que tiene que ver con el trastorno que tengo. En realidad con el trastorno que dicen que tengo, porque lo que tengo es una sensibilidad muy grande.
-¿Qué argumenta tu diagnóstico?
-Trastorno límite de personalidad.
-¿Entonces?
-Tiene que ver con que todo en mi vida era mucho. Era muy dramática. Si tenía que llorar, me ponía a hacerlo debajo de la mesa. Cuando mi viejo tocaba con sus amigos músicos, me subían arriba de la mesa, me daban una guitarra y animaba a los borrachos. Me encantaba, necesitaba llamar la atención de alguna manera. Todo era mucho para mí.
-A partir de visibilizar ese trastorno, mucha gente se puede espejar en vos. Se te ve muy bien. ¿Cómo es tu presente?
-Me interesa hablar de lo que hoy me mantiene viva. Hasta hice un corto para concientizar sobre bullying. Me ayudaron un montón de actrices para realizarlo. Si sabía que iba a ser así, no me hubiese querido sacar la vida. Hay un montón de gente que está en esa lucha.
-Sos otra mujer.
-Sí, y descubrí que hay un montón de gente que piensa como yo y que ayuda al otro. Estoy en varios proyectos para ayudar.
Conciencia social
-Hablabas de un pacto con tu familia sostenido en el querer cambiar el mundo, ¿a qué te referías con eso?
-De chica, a los cinco años, no podía entender que uno tenía que tener suerte para progresar. Yo siempre observé a los que no tenían nada. ¿Cómo se hace para progresar cuando te faltó comida, educación, salud? Algunos se quejan porque hay gente resentida. Pero cuando salís de muy abajo, no te dan herramientas, no te dan un plato de comida, querés hacer cosas y no podés, y ves cómo otros sí pueden; ¿cómo no vas a llenarte de bronca y resentimiento? Es muy fácil hablar desde afuera.
-¿Cómo ves el país hoy?
-El sistema está corrompido desde hace muchos años. No se entiende que haya tanta gente invisibilizada y que nadie trabaje para ellos. El Estado tiene que proveer a la gente que no tiene. Es muy fácil decir: "Jamás robaría". Pero si viene tu hijo, con lágrimas en los ojos, a decirte que tiene hambre, ¿estás seguro que no saldrías a robar? ¿Estás seguro? Hay que empezar a empatizar. Vivimos en un mundo individualista donde nadie mira al costado.
-Según tu criterio, ¿por dónde empezar?
-Hay que dejar de amontonar. Basta de acumular, si nadie se la va a llevar a la tumba.
-Lo no equitativo en la distribución de la riqueza es una de las claves para entender las desproporciones mundiales...
-Por eso digo que empecemos a mirar a un costado, a pensar en el prójimo, en esos pibes que no tiene un plato de comida. ¿Cómo no se van a llenar de odio?
-¿Cómo se articula la conciencia social y el, quizás banal, deseo de fama?
-No desee eso. Fama nunca. Soñaba con ser actriz. Hice teatro desde muy chica, y siempre actuaba en la escuela.
Sobre el amor
-¿Pensás en la maternidad? ¿Te ves ejerciendo ese rol?
-Hoy no. No estoy preparada. Seguramente sea madre con el mejor padre del mundo. Sé lo que me merezco, sé lo que tengo para dar. Construyo mucho para eso. Nunca fui madre porque jamás quise que mi hijo me venga a salvar. Soy de las que creen que una tiene que salvar al hijo, no el hijo a la madre y para eso tengo que evolucionar un poco más. Y también espero que haya un hombre que se lo merezca, porque la verdad es que, hasta ahora, ninguno de los hombres que tuve a mi lado fue digno.
-Es un buen rasgo de madurez pensar en esos tópicos.
-¿Sabés cuántas veces, cuando estuve mal, pensaba que si tenía un hijo me salvaba? Pero jamás en la vida le pondría ese peso a una criatura y mucho menos a mi hijo.
-No es nuevo, pero hoy está en la agenda de la opinión pública, ¿cómo te situás frente al llamado poliamor?
-Creo que en la fidelidad. Soy de las que alimentan el amor y el fuego todo el tiempo. Creo en la virtud de la monogamia.
-Vas a contrapelo de muchas corrientes que hoy se manifiestan en desacuerdo con esa postura.
-Me parece que cuando estás todo el tiempo con una misma persona, en el plano de la sexualidad, hay algo que se alimenta, que se arma. No es lo mismo cuando estás con distinta gente. En la monogamia, el vínculo crece, se profundiza. La otra persona te reconoce, te toca y se prende el fuego. Mi imaginación es infinita y no hay modo que, con una pareja estable durante mucho tiempo, pierda la sexualidad, así el otro se quede pelado o gordo, o pase lo que pase.
-En algunas oportunidades te has manifestado en torno a una posible atracción por tu mismo género, ¿te has enamorado de alguna mujer?
-Todavía no.
-¿Podría pasar?
-Seguramente podría pasar.
-En caso de concretar una pareja con una mujer, ¿serías madre?
–Sí. Y también podría adoptar un hijo estando en pareja con un hombre. Si me enamoro cuando ya no pueda ser madre biológica, adoptaría a una hija. Se llamará Libertad. Por amor hago todo. En el mundo, lo más importante es el amor. Si estoy acá viva, es por amor. De lo único que me alimento es de amor.
-Cumpliste metas hasta hace unos pocos años, impensadas, ¿cómo ves tu futuro?
-Soy un ser muy evolutivo y me pienso mucho. Estoy sola en casa y hago mea culpa. Me pregunto qué hago mal, qué es lo que no me gusta de mí, qué quiero cambiar. Hoy soy esta Andrea y me pregunto, mañana quién quiero ser.
-¿Qué te gustaría modificar de ésta Andrea?
-Los modos que tengo para comunicarme con la gente. Feos modos. A veces tengo la razón, pero como tengo malos modos, pierdo la conversación con el otro. Tiene que ver con el de dónde vengo, dónde me crié, qué fue lo que aprendí. Todo eso, trato de evolucionarlo. Trabajo para estar mañana mucho mejor que hoy, como actriz y como persona.
¿Cuándo y dónde verla? Un gallo para Esculapio, segunda temporada, se puede ver todos los martes, a las 23, por TNT, y desde hoy estarán los seis episodios disponibles en Flow.
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