Inteligencia emocional: ¿Qué es y cómo podemos desarrollarla para mejorar nuestra calidad de vida?
Si uno cuenta con habilidades técnicas pero no afectivas, probablemente experimentará dificultades
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La inteligencia emocional básicamente consiste en la suma de otras dos inteligencias: la intrapersonal (conocerse a uno mismo en cuanto a las propias fortalezas y debilidades) y la interpersonal (la capacidad de llevarse bien con los demás).
Sabemos que en cualquier empleo nos contratan por nuestra capacidad y nos despiden por nuestro carácter. Una persona puede poseer cierta habilidad técnica (saber hacer algo muy bien), pero si no cuenta paralelamente con habilidades afectivas, probablemente experimentará dificultades.
Y, si uno cuenta con habilidades afectivas, pero carece de habilidades técnicas, tal vez no logre avanzar y crecer en esa materia. Necesitamos de ambas. Por ejemplo, un buen fotógrafo necesita entrenarse y poseer la mejor cámara; pero, además, saber relacionarse con quienes requerirán sus servicios.
Aunque el tema es muy amplio, en estas líneas quisiera compartir dos ideas con respecto a cómo desarrollar la inteligencia emocional. En el siguiente gráfico, podemos observar diferentes rasgos y maneras de actuar que todos los seres humanos tenemos:
¿Es normal tener miedo? Depende. Si estoy tomando un café, no debería por qué sentir miedo; en cambio, si estoy en medio de un asalto, será normal que me sienta atemorizado.
¿Es normal ser histriónico? Depende. Si estoy jugando con mis hijos pequeños, necesito captar su atención; pero si estoy cursando una materia en la facultad, debo prestar atención a las palabras del profesor.
¿Es normal ser indiferente? Depende. Si estoy mirando un programa periodístico, en un momento, tendré que tomar distancia de las noticias para no preocuparme más de la cuenta; pero, si un ser querido o un amigo se enferma, no puedo mostrarme indiferente.
Entonces, definimos inteligencia emocional como la habilidad de saber cómo reaccionar en el momento adecuado. Esta nos permite preguntarnos: “¿Qué me conviene hacer en esta situación?”. Si, por ejemplo, estás conduciendo tu automóvil y otra persona tiene la intención de pasarte, adelantándose indebidamente, no deberías detenerte a discutir, sino simplemente seguir tu camino.
Ahora bien, observemos este segundo gráfico:
Todos venimos al mundo equipados con distintos rasgos como vimos en el primer gráfico, pero algunas de ellas predominan y tenemos algo así como un rasgo aumentado. En este segundo gráfico, están anotadas las obsesiones.
¿Es bueno ser obsesivo? Depende. Si me preguntaran cuántos libros tengo en mi biblioteca, no daría un número aproximado, sino que haría uso de mi rasgo obsesivo y contaría uno por uno. Pero, si estoy jugando con mi hijo, no lo presionaría para que ordenara todos sus autitos en hilera.
Cuando una persona posee un estilo predominante, debemos saber que esa será siempre su primera reacción. Es decir, si yo tengo el miedo aumentado, mi primera reacción, lectura o interpretación de las circunstancias será de miedo.
¿Para qué me sirve saber todo esto?, te preguntarás. Para reconocer mi estilo predominante y ser capaz de mejorar. (Si bien yo soy consciente de cuál es mi debilidad, voy a esperar porque también puedo leer las situaciones desde otro lugar).
Para concluir, inteligencia emocional es: ¿Qué me conviene hacer en esta situación en particular? ¿Me conviene irme, callar, hablar, poner un freno? También es: ¿Qué rasgos predominantes existen en mí? Esto me brinda la posibilidad de no apresurarme por creer que esa es la única manera de leer la realidad. Probablemente, si dejo pasar unas horas, podré utilizar otro rasgo para ver las cosas desde otro ángulo.
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