Rolando Suárez Russel tiene 52 años y vive en Adrogué; por sus problemas de salud no le dan trabajo; un medio local contó su historia y se inició una campaña para ayudarlo a conseguir más estudiantes para sus clases particulares
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Rolando Suárez Russell vive con el miedo de que no le alcance el dinero como para comprar comida para él, su mujer y sus tres hijos. Le preocupa, además, que la plata que gana con la venta del cartón que junta entre los residuos de las calles de Adrogué no sea suficiente como para comprar la medicación que necesita para tratar su epilepsia. La economía familiar es de subsistencia.
Sin embargo, hace unas semanas, Rolando, que tiene 52 años, tuvo una idea que empezó a cambiar esa realidad: comenzó a dar clases particulares de inglés. Como vivió varios años en Estados Unidos, se le ocurrió armar un aviso y se ofreció para dar clases de apoyo. Su número de WhatsApp empezó a circular y llegó a manos de un medio local, que contó su historia. En pocos días, sumó 12 estudiantes.
“Sueño con levantarme un día y que mi único trabajo sea dar clases de inglés, y no tener que hurgar más entre la basura hasta 15 horas al día”, se ilusiona ante LA NACIÓN y pide que quien quiera contactarlo para que le de clases simplemente lo llame a su celular. Rolando calcula que si suma 30 alumnos más, podría dejar de salir a juntar residuos para revender.
Rolando empezó a quedarse sin oportunidades de empleo y a sufrir necesidades cuando regresó a la Argentina, en 2016, y como consecuencia de una sucesión de hechos que lo dejaron prácticamente en la calle y sin nada. A Estados Unidos se había ido de chico, a los ocho años, con sus padres y hermanos. Trabajaba como técnico reparador de celulares y otros dispositivos electrónicos.
Finalmente, decidió volver al país porque sus padres habían muerto. Se fue a vivir a San Isidro junto a su hermano menor, que falleció de un ACV a los meses de su regreso. Para esa fecha, Rolando, que tiene diagnosticada epilepsia desde los 12 años, tuvo un ataque grave mientras trabajaba como sereno en una garita y perdió el empleo. Estuvo internado y cuando le dieron el alta ya no pudo mantener la casa donde vivía con su hermano. Pese a que golpeó puertas y buscó trabajo, no logró conseguir nada. “Con mi condición médica es difícil que me den trabajo. Así que la única manera que encontré de ganar algo de dinero fue salir a cartonear”, asegura.
Son muchas las personas en Argentina que, como Rolando, viven de la recuperación de residuos. La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) estima que en los primeros cinco meses del año se sumaron por lo menos 35 mil cartoneros: ya hablan de 205 mil en todo el país, un 20% más que en diciembre de 2022.
Mientras que según el informe “Incidencia de la Pobreza y de la Indigencia” del INDEC, en el segundo semestre de 2022 se registró que el 45% de las personas en los partidos del Gran Buenos Aires vivían en situación de pobreza, casi un 3% más respecto al año anterior. Es decir, 147 mil personas pasaron a vivir en la pobreza.
Rolando, que había conocido por Facebook a quien ahora es su esposa, decidió irse a vivir con ella y los tres hijos de ella a Adrogué, localidad del partido de Almirante Brown. Dice que un día promedio, se despierta a las seis de la mañana y vuelve a su casa a las nueve de la noche.
Marina lo espera para ayudarlo a separar los cartones, metales y latas que juntó y poder intercambiarlo por dinero: en un mes junta poco más de $20 mil. Con ese dinero y lo que gana el hijo mayor de ellos, que trabaja en un vivero, apenas sobreviven. Por eso, algunos meses Rolando no puede comprarse los medicamentos que necesita para tratar la epilepsia.
“Cuando no llegamos a juntar los $5 mil para pagar sus medicamentos, escribo en grupos de Facebook para ver si alguien nos puede donar la medicación que les haya sobrado”, cuenta Marina. A veces funciona, pero otras tantas, no.
Hace unas semanas, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Ministerio de Economía de la Nación reveló que la mayoría de los hogares que se endeudan, lo hacen para comprar comida o remedios.
Antes de la pandemia, ella se dedicaba a vender panes y pastafrola que preparaba en su casa pero que tuvo que dejar de hacer cuando tuvo Covid: “Estuvimos graves. Rolando también enfermó y eso empeoró su epilepsia. Yo tuve que vender todo lo que usaba para cocinar y ahora me gustaría retomar eso”.
El “Yanky”, como lo llaman por su acento, es conocido en el barrio porque justamente desde 2017 junta cartones, plástico y metales por las calles de Adrogué. Hace unos días tuvo la idea de ofrecerse como profe de inglés. Su historia llegó a El Diario Sur, que la contó en un video que publicó en redes sociales y ahí comenzó a emerger el compromiso ciudadano para ayudarlo. En dos semanas sumó 12 alumnos de entre 9 y 56 años.
Actualmente, la rutina de Rolando consiste en alternar su trabajo como recuperador urbano con las clases de inglés. Marina desea volver a la pastelería para que su marido “no tenga que cartonear en la calle”. “Mi sueño es dedicarme a enseñar. Me encantaría tener mi propio espacio en el patiecito que tenemos en casa para que vengan mis alumnos”, afirma Rolando.
Cómo ayudar
- Rolando da clases de inglés de manera virtual o presencial en su casa de Adrogué. Para contactarlo, podés comunicarte al 1136589417 o 1136922380.
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