Llegó el VAR a la Copa de la Liga: un desafío para la cultura argentina de la intolerancia
Desde esta fecha se empieza a aplicar una tecnología que busca más justicia, pero no elimina las polémicas
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La primera división ingresa desde la próxima fecha de la Copa de la Liga en una nueva dimensión. Fútbol con VAR deriva en un deporte que no es exactamente el mismo que veníamos viendo, ni en la cancha ni en las tribunas. Hay goles que se empezarán a gritar recién cuando el rival reanude el juego desde el punto central. La disociación temporal entre gol y festejo es tan anómala como la necesidad de explicar un chiste para que cause gracia. Sin instantaneidad, las emociones son menos genuinas.
El último salto de la tecnología se apodera y fiscaliza los centenarios rudimentos del juego. Por lo visto en torneos continentales y mundiales, ya sabemos que el VAR fue concebido para evitar injusticias. Y también fuimos comprobando que no las elimina del todo porque el subjetivo criterio de la interpretación sigue estando, aun ante un monitor que repite imágenes en la velocidad y desde los ángulos necesarios. Boca no se sintió precisamente amparado por el VAR en su eliminación ante Atlético Mineiro por la Copa Libertadores.
En aras de aportar la mayor equidad posible, el VAR le resta continuidad y ritmo a un fútbol que, en el caso de la Argentina, ya de por sí es bastante interrumpido. El beneficio trae aparejado un costo. “Buscamos que la intervención del VAR sea la menor posible”, dijo este miércoles Federico Beligoy, director de Formación Arbitral. Un loable objetivo, porque si no un partido será un producto residual, aquello que quedó después del tiempo que se llevaron el VAR y los cinco cambios por equipo.
Como en la cultura futbolística argentina se protesta desaforadamente hasta un lateral en el centro del campo, conviene recordar que el VAR solo intercede en cuatro casos puntuales: determinar si un gol fue lícito o no -aquí su gran influencia está relacionada con el off-side-, penales (omitidos o sancionados incorrectamente por el árbitro de campo), foules que pueden ser castigados con tarjeta roja directa y confusión de identidad en un fallo.
El VAR es una herramienta filosa hasta cuando se la verbaliza. Hoy, los árbitros admiten que no les hizo un favor aquella simplificación de que el VAR “llegaba para detectar elefantes, no hormigas”. Un off-side por la punta de un botín es “una hormiga”. Y a eso se dedica esta tecnología aplicada. Con estas trascendentes nimiedades deberá aprender a convivir un fútbol argentino siempre más proclive al trazo grueso de la intolerancia.
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