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Sebastián Battaglia y una decisión táctica en Boca que abre el debate: ¿Cuántos equipos juegan con enganche puro?
Más allá de las críticas, el entrenador xeneize cambió el esquema ofensivo
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No tiene un minuto de paz Sebastián Battaglia, el entrenador de Boca. Lo decía el domingo por la noche, luego de la errática tarea en la derrota por 1 a 0 contra Huracán, en una efervescente Bombonera. “Hace 12 partidos que no perdíamos y nadie dice eso. Acá son todas críticas. Hoy no encontramos los caminos y por eso el balance no fue bueno. Pero desde que perdimos 1 a 0 con Independiente, nunca más nos habían ganado. Nunca hay una buena para nosotros. Siempre te marcan las cosas malas. Y uno debe estar preparado para eso. Porque si bien la semana fue movida (por los serios problemas con Agustín Almendra y Alan Varela), yo estoy tranquilo”, decía.
Más allá de los conflictos internos y de que suele estar en el ojo de la tormenta por algunos resultados y varias actuaciones, el DT, de 41 años, el más ganador de la historia xeneize como jugador, tomó una llamativa decisión antes del triunfo por 4 a 1 sobre Central Córdoba, de Rosario, por la Copa Argentina. Cambiar el esquema: pasar del 4-3-3 por el clásico 4-3-1-2, una suerte de homenaje para Juan Román Riquelme, el vicepresidente, el mejor 10 de la historia xeneize. Y disponer, en esa determinación, por la inclusión de Oscar Romero, un enganche puro.
El paraguayo representa una función antigua, que casi no se utiliza en buena parte del mundo. Sobre todo, en las principales ligas de Europa, que le exigen a los talentosos otra dosis de compromiso táctico. No solo deben adueñarse del fútbol del equipo, inventar asistencias, cambios de frente y sutilezas del círculo central hacia adelante, con libertad casi total (como suele jugar Romero), sino que están obligados a incorporar otros atributos. Marca, búsqueda de espacios, disciplina táctica.
Un ejemplo “nuestro”: Rodrigo De Paul y Leandro Paredes abandonaron Racing y Boca como clásicos 10 y hoy, en Europa (en Atlético de Madrid y PSG), juegan a otro ritmo. De Paul es un volante completo (cumple casi todas las funciones, hasta recorre las bandas) y Paredes mejora la marca para ser un número 5 moderno (el que quita, distribuye y sabe con el balón). Un ejemplo ajeno: Manchester City, tal vez, el equipo que mejor juega en el mundo, se desempeña con varios 10. Ninguno está aferrado al pasado: Kevin De Bruyne, Riyad Mahrez y Jack Grealish (medias bajas, crack de estilo sudamericano) se reparten entre la magia y la búsqueda de espacios. La clase y el rigor.
Romero, contra Central Córdoba
De intermitente paso por San Lorenzo, más allá de las desventuras con Angel, su hermano, detrás de escena, Oscar tuvo una buena actuación en el triunfo por la Copa Argentina (dos asistencias y un par de pinceladas) y una fallida tarea ante Huracán, más allá de algunos chispazos durante la primera mitad. ¿Qué le pide Battaglia? “Más que nada que trate de juntarme con mis compañeros, con los delanteros, tratar de tener también esa sociedad con los mediocampistas y jugar un poco suelto, libre, así que lo intento hacer”, reflexiona. Suelto, libre, como en los viejos tiempos.
Romero, contra Huracán
En la era romántica de Juan Román Riquelme (”a mí me encanta cómo juega. A mí, que me gusta mucho el fútbol, cada partido que él juega me pongo a mirarlo”, lo elogió en su época en Racing), Marcelo Gallardo o Pipo Gorosito, dirigentes y entrenadores, hoy en otro lado del mostrador. El éxito o el fracaso de Boca (o de Battaglia, en realidad) no tiene una relación directa al número 10, pero es un mensaje. De hecho, tiene un suplente, de la casa, con la misma tónica: Aaron Molinas.
El fútbol argentino suele quedar atrapado en la nostalgia. Y sale adelante, como siempre, por el talento y la capacidad de reacción de sus protagonistas, más allá del puesto. Sin embargo, el 10, el viejo 10 sin obligación de marca ni otros compromisos tácticos, parece una pieza de museo. Lo decía días atrás Marcelo Gallardo, que suele dejar en el banco de suplentes a Juan Fernando Quintero, un enganche clásico.
“El futbolista tiene que hacer un poco de todo. Ese futbolista que siempre va a sacar ventaja por su calidad técnica y por creatividad, que me encanta, también tiene que estar disponible para encontrar los espacios. Y como los espacios nadie los encuentra estando parado… Vos no te podés quedar parado y diciendo ‘este es mi espacio y acá voy a jugar’ porque no te lo van a permitir, dentro de esa evolución o diferentes formas en la que el fútbol ha ido evolucionando, está también la parte física. Si hoy no estás en condiciones para encontrar esos espacios moviéndote permanentemente, el jugador creativo desaparece. No te podés quedar solamente con la creatividad y el talento sino le das todo el valor de las otras cosas”, explicó hace un par de semanas el DT de River.
Pipo Gorosito, otro de la misma estirpe, se inclina por Brahian Aleman, de un calibre parecido. “Es una posición que me gusta. Si bien me tocó jugar por derecha y respetaba el espacio a la hora de atacar, jugaba más libre, más suelto. Ahora quizás voy a estar un poco más arriba, jugando atrás del nueve. Sé que tanto yo como algunos compañeros somos piezas claves por el puesto que nos toca y por el rol que cumplimos dentro de la cancha. A mí me toca hacer jugar al equipo. Es un rol que se tiene que hacer de la mejor manera”, contó el... enganche, de 32 años, en una charla con CieloSports.
Bou, un 9 de enganche
Romero, entonces, en Boca. Aleman, en Gimnasia. ¿Cuántos enganches puros más juegan, son titulares, en el fútbol argentino? Pocos, verdaderamente. Emiliano Vecchio, en Rosario Central. Magia, más allá del tiempo. Walter Bou, en Defensa y Justicia. Un 9 que se transformó, en el contracultural Defensa y Justicia, que juega con tres delanteros por delante.
Sebastián Beccacece lo describe así: “Walter (Bou) es el jugador que organiza todo lo que tiene que ver con el ataque, junto con Hachen y Kevin Gutiérrez. Estoy feliz porque Walter viene haciendo un esfuerzo muy grande en esa transformación de futbolista; antes era un jugador acostumbrado a ir al espacio y finalizar, hoy es un jugador que organiza, elabora y finaliza los ataques. En ese proceso de reconstrucción y de cambio grande, que él se propuso realizar, estamos muy contentos con su presente”.
Lucas Pratto es otro 9 que se disfraza de organizador y, claro, más casos de centrodelanteros retrasados, que se alimentan de esa función. Pero como el Bou de hoy, que incluso arranca detrás de la mitad de la cancha, no hay...
¿Alguno más? Nicolás Castro, de Newell’s, algo más adelantado (juega con la camiseta número 10). Tomás Martínez, de Aldosivi, algo más retrasado (y juega con la 5). Podría sumarse a Diego Valeri, pero se atornilla como un 5 con más audacia.
¿Héctor Fértoli (Talleres), Cristaldo (Huracán), Carabajal (Argentinos), Tito Canteros (Platense)? Ocupan una posición parecida, pero no tienen una relación directa con la exclusiva función de Oscar Romero, por ejemplo. Son volantes mixtos (y con habilidad).
Una respuesta a la nueva versión xeneize la dan dos exjugadores de la Bombonera: Ricardo Centurión y Edwin Cardona. Todo un símbolo: Ricky suele jugar por la izquierda en San Lorenzo, rara vez se corre, se adueña del balón y se convierte en enlace, y el colombiano, más allá de las lesiones, en Racing actúa casi de wing izquierdo. Fernando Gago lo quiere allí: bien arriba. Dos 10 que ya no juegan de 10.
Tiempo atrás, Leandro Romagnoli le contaba a LA NACION: “Viene con la enseñanza desde las inferiores. Cuando yo era pibe se jugaba con enganche, nosotros y el rival. Desde 1995 hasta 2005 salieron muchísimos y después se cortó. Hoy se intenta retomarlo en juveniles, pero te acercabas a verlos un par de años atrás y todo era 4-4-2. Al que vos veías habilidoso y con condiciones, lo tiraban al costado a volantear. El enganche clásico era Riquelme, pero esa posición se murió”.
¿Ahora revivió? De los 28 equipos, sólo Boca (con la sorpresiva decisión de Battaglia que interpela al fútbol argentino), Central, Defensa y Justicia, Gimnasia y Newell’s arrancan con ese módulo. Que parece de otra era.
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