Franco Tirri, “El Chiqui” de Okupas: los secretos del rodaje y una conexión inesperada con Pity Álvarez
El actor recuerda el detrás de escena de la serie de culto que cambió su vida para siempre y que el próximo 20 de julio llega a Netflix
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Franco Tirri aún no vio la nueva versión de Okupas que llegará a Netflix el 20 de julio, pero está satisfecho con el hecho de que nuevas generaciones, que solo llegaron a ver la ficción pirateada en YouTube, ahora podrán conocer el trabajo de Bruno Stagnaro y equipo en buena calidad. “Fue un laburo colectivo al que se le puso mucho y que terminó en una obra excelente, merece ser vista con buenas condiciones técnicas”, resume a LA NACIÓN el actor que interpretó a “El Chiqui” en la tira.
Después de convertirse en un fenómeno que sacudió la televisión argentina, Okupas, originalmente estrenada en octubre de 2000, parecía haber quedado depositada en el cajón de las series de culto. A Franco no lo conmueve sostener esa mística de banda de garage: “Hay programas argentinos como El otro lado de [Fabián] Polosecki que fueron increíbles, pero nadie habla de eso. No me interesa que sea un inconseguible, prefiero que más gente pueda verla”.
Como hijo del prestigioso crítico Néstor Tirri, su formación en cine (como director, actor y guionista) de alguna forma empezó cuando era muy chico. “Me acuerdo que teníamos siete años y papá nos mostraba cosas de Fellini, Tarkovski y Kurosawa”, cuenta Franco. Su casa era también la de Rómulo Tirri -más conocido como Nino Dolce-, el hermano mediático que se hizo popular como “el cocinero hot de Venus” y que hoy está fuera del radar de la televisión.
Durante su adolescencia, Franco también conoció los circuitos del teatro y la música del under porteño. “Omar Chabán fue alumno del Conservatorio de Arte Dramático de papá, así que íbamos a Cemento, nos llevaba a El Parakultural, veíamos todo tipo de performances”, recuerda. Cuando terminó el colegio, Tirri empezó a cursar la licenciatura en guión de la Universidad del Cine FUC, la etapa en la que finalmente se convirtió en “El Chiqui”.
-¿Cómo llega la propuesta de hacer Okupas?
Viene a través del hermano de Bruno, que era mi mejor amigo en la facultad. Yo estaba medio inseguro, tenía un poco de miedo de pasar del anonimato a ser una persona pública, pero la primera vez que leí el libreto dije: “¿Cuánto hay que pagar para hacer este papel?”.
- ¿Y cómo fue dejar de ser anónimo?
Raro, pero bien. “El Chiqui” era un personaje muy querido y todavía lo es. Pero me pasaron cosas insólitas, como cuando me encontré al baterista de Viejas Locas y me dijo que Pity Álvarez me quería conocer.
-¿Por tu papel en la serie?
Si. Había visto la serie y le había encantado. Yo trabaja en un emprendimiento cultural de la Feria de Mataderos y el baterista iba a la parrilla de la feria. Un día me lo cruzo y me dice: “Cristian te quiere conocer”. La primera vez que nos vimos, nos dimos cuenta de que habíamos estado en los mismo lugares, como en la presentación de After Chabón de Sumo en Obras. Su vida era increíble, tenía la casa llena de aparatos porque es fanático de las cuestiones técnicas, pero tenía una vida muy desordenada, las fechas de la banda las tenía anotadas en un papelito pegado a la pared con un chicle y tenía una boa que alimentaba con ratones vivos. Todo era alucinante.
-¿Participaste en la composición de “El Chiqui”?
Creo que Bruno vio algo del personaje en mí, que luego terminamos de construir entre todos. Toda la serie fue así, una construcción colectiva. Yo estuve en la preproducción y fue una etapa que incluyó actividades muy distintas, no era solo trabajar en los diálogos. En los meses previos nos dedicamos a empezar a pedir monedas, fue un entrenamiento de curtir la calle porque casi todo se iba a filmar ahí, excepto lo que se grabó en la casa. Pero, además, en el día a día, Bruno propiciaba que agregáramos cosas nuestras, había diálogos que funcionaban como base pero después se podía mandar fruta, como en la escena en la que explico a Ricardo [Rodrigo de la Serna] cómo jugar al Flipper.
-¿El equipo técnico también improvisaba?
Sí, todo el tiempo. Incluso comentarios de ellos se terminaban volviendo gags frente a la cámara. Me acuerdo que en el capítulo que nos vamos a Quilmes y filmamos esa escena tomando cocaína en el baño, nos daban una sustancia que se llama glucolin. Me acuerdo que en un momento se trabó la escena y el director de fotografía nos dijo: “Qué mal que pega el glucolin, pibe”. Después se convirtió en un comentario de otra escena, que grabamos en el Centro Cultural San Martín, en la que un músico le dice a Rodrigo: “Qué mal que te pega el faso, pibe”.
Como una de las novedades de la llegada de la serie a Netflix, además de su trabajo sobre la imagen, está la cuestión de la música. Tirri, que aún no pudo escuchar el nuevo soundtrack completo, reconoce que este cambio de la serie -que tuvo que ver con cuestiones de derechos de autor- será una apuesta grande y riesgosa. “La música de Okupas era increíble y el guiño rockero más explícito”, dice sobre la banda sonora que incluía compositores de la escena nacional como Sumo, Almendra y Pescado Rabioso, pero también otros de afuera, como The Kinks, Rolling Stones y The Doors.
En la versión que llegará a Netflix, la música que se escuche serán los 50 temas compuestos por el músico platense Santiago Barrionuevo (Él mató a un policía motorizado). “Estoy muy expectante de ver cuál es el resultado de la música, pero no me preocupa porque confío en el criterio estético de Bruno, que siempre ha demostrado tomar las mejores decisiones, trascendiendo todo lo que hizo como director o guionista”, dice Franco. Para el actor, la principal de esas buenas decisiones fue decirle que no a Marcelo Tinelli cuando sugirió hacer la segunda parte de Okupas, una tentación demasiado grande que podría haber cambiado el lugar en el que la serie quedó en la historia de la televisión argentina.
-¿Te hubiera gustado que haya una segunda parte?
No. Está todo concentrado ahí. Hacer nuevas versiones hubiese sido una dilatación, de alguna forma, Okupas ya es la segunda parte de Pizza, birra y faso [película dirigida por Stagnaro en 1998], que vislumbraba algo de la sociedad con determinados cambios en su cultura, la delincuencia… Creo que esa película sí te dejaba la sensación de algo inconcluso que se terminó de contar en la serie. Es una instancia satisfecha en cuanto a su imaginario creativo y para mí es casi imposible que se vuelva repetir algo tan bien logrado.
-¿A tu papá qué le pareció Okupas?
Nunca se lo pregunté. Ahora que lo pienso, sé que la vio, pero nunca lo hablamos. Mamá sí me dio una devolución: le causaba muchísima gracia que “El Negro Pablo” diga “mascapito”.
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