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Habla a la velocidad de la luz. Se ríe a carcajadas. Todo en simultáneo. Ernestina Pais en estado puro. Acaba de concluir el ensayo de la pieza El divorcio del año y una de las tantas pruebas de vestuario con vistas al estreno del 2 de enero en el Multiteatro, bajo la producción de Tomás Rottemberg y Juan Manuel Caballé.
Confiesa cansancio, pero no se le nota un ápice de energía en baja. “Estoy feliz con el equipo de trabajo”, remarca la actriz, que no se subía a un escenario desde 2019 cuando fue parte del elenco de El show de la menopausia. Aunque, hasta 2023, fue parte de producciones de radio y televisión.
Ahora, la aventura teatral, escrita por José María Muscari y Mariela Asensio, y dirigida por el propio Muscari, la llevará a compartir marquesina con Fabián Vena, Guillermina Valdés, Juan Palomino y Rocío Igarzábal. Relaciones de pareja, vínculos familiares y la lupa mediática son algunos de los ejes del material.
Bajo la dirección de José María Muscari ya había hecho Familia de mujeres. Aquella experiencia fue decisiva a la hora de pensar en su regreso a la actividad, luego de dos años donde su salud le jugó serios contratiempos.
-¿Por qué dijiste que sí a El divorcio del año?
-Luego de la internación, que alguien me lleve de la mano, es lo que más necesitaba. José (María Muscari) es una persona muy responsable para trabajar, es muy claro en lo que pide.
Sin prejuicios ni pudores, la actriz, conductora y empresaria refiere al tema de entrada. No esquiva la cuestión y su testimonio se convierte en una catarsis que seguramente espeja y ayuda a tantísima gente en igual situación.
La pandemia del Covid arrasó con economías y emocionalidades. En ella, la situación de encierro, la imposibilidad de hacer teatro y las deudas por el cierre temporario de Milión, su precioso restó de Recoleta -que sigue siendo un clásico de la ciudad-, hizo estragos al punto tal que incentivó su adicción al alcohol. Luego de un episodio doméstico, su familia judicializó el caso, buscando la internación de la paciente.
El año pasado, Pais estuvo internada en un centro de salud mental durante seis meses y medio. Fue el comienzo de su sanación. “Después de la pandemia, todos descubrimos que somos muy vulnerables y que nuestra estabilidad depende de un poquito, nada más. Creo que, a partir de la pandemia, aquello que estábamos tapando y lo que pensamos que no nos iba a tocar, nos tocó”.
-Es valioso que ofrendes testimonio sobre tu propia experiencia...
-Es un milagro que hoy esté acá, hablando con vos. Hace dos años, no veía el camino de salida y hoy sí, es la redención, volver a creer en el día a día y en la vida que estás transitando. A mis amigos les digo “soy un bebé recién nacido”. Ya no soy la Ernestina que iba para adelante como un tractor.
-¿Quién sos ahora?
-Soy un bebé, porque volví a entender todo, otra vez. Una situación como la que viví te resetea a cero. Uno piensa que nunca le va a pasar y luego, que nunca va a poder salir. Mi testimonio es decir que te puede pasar, pero que también podés salir, es un trabajo diario, no es fácil. No quiero hablar sobre esto como un camino simple.
-Actualmente, ¿tenés miedos?
-Por supuesto, sin ningún lugar a duda, el miedo a la recaída está. Cada etapa que voy viviendo tiene un relato distinto. Cuando me internaron, dije una cosa. Y, cuando salí, decía otra. Ahora, que pasó un año y medio desde mi externación, no pienso en lo difícil de una internación, sino en lo difícil que es estar afuera. Son formas distintas de ver lo mismo. Cada paso que uno da, es un paso nuevo. Insisto, hoy es más difícil estar afuera que adentro.
-¿Por qué?
-Estar adentro es tener todo controlado, rodeado de médicos y especialistas, pero afuera estás solo y un tropezón es caída. Es muy difícil hacer afuera lo que se hacía en una internación de forma automática, con un montón de personas cuidando de vos.
-¿Le temés al afuera?
-En el afuera solo depende de uno. El adicto miente, así que estar afuera es una forma de probar tu verdad. No puedo mentir, sería peligroso para mí.

-Ante cualquier patología, en general, aparece cierta compasión. En el caso de las adicciones, suele haber una mirada enjuiciadora de parte de la sociedad. ¿Lo viviste, lo vivís así?
-Es muy complejo. Cuando decís lo que te pasa, la gente no lo comprende, porque el consumo está asociado a la diversión. Sin embargo, no hay nada más lejano al consumo que divertirte, es una trampa mortal. Parece diversión, pero es una cárcel. En la internación nos preguntaron qué era la libertad y todos respondimos -palabras más, palabras menos- que era hacer lo que se tenía ganas. Ante esas respuestas, el terapeuta nos dijo: “la libertad es decir que no”. Cuando uno puede decirle “no” a algo está siendo libre y no me refiero solo al consumo de sustancias, sino que se es libre con respecto a lo que se espera que digas. A mí me cambiaron los estereotipos.
-Entonces, ¿qué sucede con la mirada y la evaluación ajena?
-La gente es muy cruel con las enfermedades que tienen que ver con consumos problemáticos. Sucede, por ejemplo, con la “gordofobia”, donde uno escucha que una persona gorda come porque le gusta, sin entender la adicción que hay detrás; pasa lo mismo con la anorexia.
-El juego en los adolescentes es un tema para atender de cerca.
-Es un problemón.
La actriz plantea un opuesto entre el presente del acontecimiento teatral y el consumo: “El teatro es presente con vida y lo otro es un presente ausente”. Y señala aspectos comunes en las diversas formas de la adicción: “El denominador común es la mentira, la manipulación, esconder. Sin embargo, lo mío era muy evidente, la única que pensaba que el resto no se daba cuenta era yo”.
-¿Sos consciente de la valentía de tu testimonio?
-Mentir es seguir en la enfermedad, no miento más. Decir la verdad es liberador.
Escuchar el testimonio de Ernestina Pais es toparse con el pensamiento de una mujer lúcida, que no ha quedado fagocitada por lo vivido: “El tratamiento es fundamental. Las enfermedades crónicas, y me refiero a todas, puede ser diabetes, un tema de corazón o adicciones, no tienen cura, sino tratamiento. Es importante entender esto. En ese tratamiento, aparece gente que la tiene clarísima. No aprendí esto sola, me dejé guiar, fui obediente, hice caso. Hay que ser humilde ante la enfermedad”.
-¿Hubo gente inesperada que se acercó y personas que se alejaron?
-Es una enfermedad de vínculos rotos. Muchos tienen miedo que te pase algo, otros están cansados y muchos no te entienden, en todos esos casos, se produce el alejamiento. Me di cuenta que estaba bastante sola, así que comencé a hacer algo que me parece importante.
-¿A qué te referís?
-A la reparación. Hay que reparar lo que uno rompió, ahí empecé a pedir perdón.
-Todo un aprendizaje ejercer el perdón.
-Reparar es lindo. Cuando te das cuenta del daño que hiciste, entendés que la única posibilidad es reparar.
-Tu hijo, ¿estuvo cerca?
-Siempre. Cuando lo veo a él, siento que tan mal no hice todo. Es un pilar fundamental, aunque no lo quiero sobrecargar, porque yo soy su mamá, no soy su hija. Al principio, pensaba que era muy pesado para un adolescente cargar con lo que me pasó, pero ahora siento que también le estoy dejando una enseñanza, el mensaje que del fondo se sale. Sus valores, humanidad y empatía son admirables, ahí sí puedo decir que estuvimos con el papá presentes en la formación de ese ser con esas características.

-Habitualmente, el humor ha sido una herramienta en tu forma de comunicarte.
-Es sanador, pero ya no me río sobre lo mismo que antes.
-¿Por ejemplo?
-Me piden muchísimo que cuente qué cosas llegué a hacer en situación de consumo y mi respuesta es que anecdotizar no sirve. El “no sabés lo que hice” no va, es como competir hasta donde se llegó por consumo, ver quién la tiene más larga. Es triste y feo, no está bueno anecdotizar, porque pone la adicción en un lugar superficial y eso no está bueno. Una cosa es el humor y poder salir a flote desde ahí y otra cosa es banalizar y anecdotizar. El humor debe ser herramienta de comprensión y otra bien distinta es “reírse de”.
Su rol en los medios fue diverso. Fue cofundadora de la revista Los Inrockuptibles y una ladera fundamental de Jorge Guinzburg en el recordado espacio televisivo Mañanas informales.
Hizo radio en diversas señales y hasta concursó bailando en el programa de Marcelo Tinelli. Tampoco fue esquiva a la hora de referirse a la realidad, su paso por el panel del ciclo Intratables la llevó a transitar esa arista del periodismo.
Entre los hitos de su trayectoria se encuentra la conducción de CQC (Caiga quien caiga). Aquello fue en 2009, luego que Mario Pergolini decidiera dar un paso al costado de su histórico programa.

Cuando se le consulta sobre Otro día perdido (eltrece), el exitoso ciclo que marcó el regreso de Mario Pergolini a la televisión abierta, no duda en reconocer que “me parece genial, creo que, a lo largo del tiempo, está cada vez mejor; Mario me parece una persona necesaria en los medios; Diego Guebel fue productor mío en Caiga quien caiga, así que sé que siempre hay una decisión de hacer las cosas bien”.
-¿Ya te invitaron?
-Aún no, no sé si lo van a hacer.
-El late night show es un formato que te calzaría muy bien...
-Aprendí mucho del género de la entrevista cuando trabajé con Jorge Guinzburg. Pero vamos de a poco, ahora solo voy a hacer teatro, espacio que encuentro más humano que la televisión. Hoy, si pisás el palito en la tele, es terrible. Prefiero algo más íntimo y no hay nada más íntimo que el teatro, donde un espectador te está sintiendo la respiración. Hacer teatro es un plan, no fue azar. Es la forma más humana de volver a la exposición.
La actriz celebra que el elenco de El divorcio del año sea de características corales con los protagónicos bien distribuidos entre todos, pero, sobre todo, se ancla en la calidad de persona de sus compañeros: “Se trata de un grupo lleno de humanidad, en el que cada uno viene de transitar momentos fuertes de su vida. Es curioso, a todos nos está pasando algo de lo que cuenta la obra”.
En relación con lo que plantea el material, pletórico de contemporaneidad, la actriz se permite pensar en el mal uso de las redes sociales y los canales tecnologizados de la comunicación, poniendo en tensión el equilibrio entre lo público y lo privado: “La obra expone cómo, una persona que se divorcia, un hecho por demás traumático e importante, de pronto está en boca de todos. Hoy no podés mandar un mensaje de texto sin la posibilidad que la otra persona lo muestre, es un nivel de locura muy grande; cualquiera es un medio de comunicación y hasta hay gente que muestra chats privados entre dos personas; eso antes no pasaba, era impensado”.
-Pasaste por todo eso.
-Sí y mucho más también.
Y lanza esa carcajada que es su sello, su marca en el orillo. Aún cuando la vida le plantee batalla. Una forma de enfrentar la adversidad. Un escudo. Una herramienta de defensa, no para evadir sino para afrontar.
-¿Estás en pareja?
-Por primera vez, en muchos años, no. Es una elección, tengo que estar muy segura para reincidir. En primer lugar, me tengo que enamorar de mí, otra vez. Una vez que eso suceda, podré pensar en mirar a otros. Necesito volver a enamorarme de mí. Estuve casada con el consumo durante mucho tiempo.



