MAR DEL PLATA. – Laura Fernández , Laurita ("sí, me empezaron a llamar así en el Bailando y quedó; cuando en mi familia los tíos empezaron a decirme así, en vez de Laura o Lau, reconocí que estaba instalado), mide un metro sesenta, es menuda y tiene voz adolescente. Para Sugar Kane, la rubia sexy naif en busca de millonario que convirtió en mito Marilyn Monroe en el film Una Eva y dos Adanes, su estilo calza justo, aun más que Susana Giménez, la primera que representó ese personaje en 1986. Y mucho más que Griselda Siciliani, la que reeditó aquel éxito en 2017 para abandonarlo un año después y ser reemplazada por la joven jurado del último "Bailando". Pero subirse a los tacones de Sugar no es solo cuestión de physique du rôle. Hay que actuar, cantar y, sobre todo, bailar, talento que Fernández despliega como si volara, como si fuera la mejor manera de contar.
"No había visto la película pero sí el musical, con Griselda. Siempre fui y voy a ver todos los que puedo. Fue un regalo del día del amigo y salí encantada. Al otro año, en marzo, me llamó Gustavo Yankelevich (el productor de Sugar). Supuse que era para preparar a la reemplazante de Griselda. Cuando me dijo, imaginate, tenía dos semanas para prepararme: me dio el DVD de la obra, el de Susana y la película. Ahí caí en la cuenta de lo que significaba este musical. Sabía las canciones, la letra, las coreografías, desde el primer ensayo", dice Laurita, la estrella de Sugar, en Mar del Plata donde la obra terminará este verano el recorrido que inició en Buenos Aires, en el Lola Membrives.
–¿En quién pensaste más a la hora de armar tu Sugar: en Marilyn, en Susana o en Siciliani?
–Gri me encanta como trabaja, siempre me hace reír mucho cuando la veo en la tele. Susana tiene mucho desparpajo; y Marilyn tiene eso entre delicada y un poco tonta, que me pareció el camino por donde ir, donde más me identifiqué, si bien tomé algo de todas.
–¿Te fue a ver Susana?
–Sí, vino al camarín antes, algo muy movilizante para mí que le mandaba cartitas con mi mamá al programa. Cuando terminó, se fue rápido como siempre pero me mandó un mensaje muy hermoso. Estuve más nerviosa esa noche que la del estreno.
–¿Cuál era tu mayor sueño?
–Desde el jardín de infantes, bailar. Empecé danzas en mi barrio, Mataderos, con un profesor exbailarín del Colón. y desde ahí continué con diferentes maestros y en distintas especialidades. Pero nunca quise ser bailarina clásica. Cuando vi con mi mamá Fiebre de sábado por la noche, a los diez años, en el teatro El Nacional, supe que eso, exactamente, era lo que quería.
–¿A qué maestros recordás?
–A Elizabeth de Chapeaurouge, de jazz; a Norberto Cairo, con el que empecé; Jonatan Robles, de tap y jazz, algo muy loco porque hoy es compañero mío en Sugar, está en el ensamble; Karina Logiovine, a varios. Al ver Sweet Charity con Flor Peña, no me quedó dudas de que también tenía que estudiar teatro y canto. Fui a la escuela de Pepe Cibrián y, a los 16 años, entré como reemplazo a El fantasma de Canterville. Cuando llegué, Pepe me dio un pantalón y una remera XL: "Tenés que mover la escenografía, ser utilera, no te vas a quedar sentada esperando el reemplazo". Y eso hice, así empecé a trabajar, después hice un personaje, salimos de gira, di libre cuarto y quinto años. Cuando cumplí 18, fui a otra audición, para un musical de Enriqui Pinti y no quedé. Sentí que el mundo se terminaba, que no servía. Ahí aparece lo del casting para el "Bailando".
–¿Por qué te interesó?
–Con otras compañeras de cursos nos anotamos. Para mí era una locura porque yo ni miraba el programa, tenía prejuicios: "todos desnudos". No me gustaba. Pero lo tomamos como una diversión, a ver qué pasaba. Me sorprendió al llegar que en la fila eran todas chicas muy altas y en lencería, en ropa interior. Yo fui en jogging y remera. Y quedé. Tuve que renunciar a una beca que me había ganado en la escuela de Julio Bocca, para estudiar seis meses en los Estados Unidos. Mi papá me aconsejó que eligiera el trabajo, porque después podía volver a presentarme o ganar el dinero para estudiar allá.
–¿Qué te dijeron tus profesores? ¿Tenían prejuicios con el "Bailando"?
–No, porque seguí estudiando, no sentí que "había llegado" -como pasaba con algunos alumnos- sino que continué con cursos, hice acrobacia, en fin, siempre buscando la manera de diferenciarme. Aprendí mucho: mi primer "soñador" fue Matías Alé, muy buen compañero. El segundo, un ex Gran Hermano, Cristián U, que era de madera: fue un verdadero desafío de tolerancia y paciencia; después, Aníbal Pachano, un maestro, un año hermoso, una gran experiencia. Me daba una visión global del espectáculo.
–¿Cuándo te convertiste en una figura conocida?
–Cuando ganamos el "Bailando..." con Federico Bal (2015), fue un antes y un después. Además, también había empezado en Combate, en El Nueve, y los chicos me ubicaban.
–En ShowMatch, ¿cómo te trataban los famosos cuando vos no lo eras?
–Algunos muy bien y otros con indiferencia, con un divismo total. María Vázquez fue una persona que charló conmigo en ese momento, el primer año, de la misma manera que si nos encontramos ahora. Una mujer divina, muy buena compañera.
–¿Te fuiste llorando alguna vez?
–Sí, sí... me sirvió para aprender. A lo mejor eran cosas irrelevantes que ahora no me preocuparían, pero aprendí y nunca perdí el foco de que lo importante era el trabajo.
–Pero tu relación con Federico Bal te puso en el ojo de la tormenta
–Sí, me sentí muy expuesta y no lo pasé bien, no es un lugar de comodidad. Repito, de todo aprendí hasta para saber que no quiero volver a pasar por lo mismo.
–Hiciste todo el escalafón en ese programa hasta jurado el año pasado.
–Es duro. Porque la devolución técnica importa menos que todo lo que pasa alrededor y no me sale jugar porque yo no me lo tomaba como un juego. Cada uno busca destacarse como puede y quiere pero si me ofendés, me enoja. Otros quizás sí, les sale de esa manera. No es el lugar donde más cómoda me sentí, supongo que era para otra etapa de mi vida o en otro formato donde no importe lo de alrededor. Prefiero estar en la pista bailando. No entendía que gente que ni conozco viniera a atacarme cuando se prendía la cámara y después, si me las cruzaba, agachaban la mirada. Si tengo un problema con alguien, voy y lo hablo. Por eso no hay que engancharse en ese juego.
–¿Con quiénes te llevaste bien en el jurado?
–Con Flor Peña me llevo una amiga. (Marcelo) Polino parece malísimo y cuando lo conocés es un dulce de leche. Ángel (de Brito) tiene su programa, es lógico. Estar en ShowMatch te da mucho pero también te saca la calma.
–Encima participaba tu mamá, Inés Stork
–Sí (se ríe), Siempre fue sorda para la música. Fue la primera vez que se animó a hacer algo distinto que trabajar en una oficina y ser ama de casa. Ni mamá ni mi papá tienen nada que ver con lo artístico, pero me apoyaron en todo.
–¿Te vas a Telefe?
–2018 fue un antes y un después, se me abrieron mucha puertas, pude mostrar para lo que me preparé toda mi vida. Hay lindas propuestas pero no firmé nada concreto. No quiero desmerecer porque el "Bailando..." me dio mucho, le estoy agradecida, pero quiero hacer otras cosas: teatro, musical, la conducción que probé en Combate y me gustó mucho. Creo que es el momento.
-¿Tu pareja, Nicolás Cabré, qué te dice al respecto?
-Que el "Bailando..." es una etapa cumplida. Charlamos mucho, nos escuchamos mutuamente y coincidimos bastante.
–¿Se arrepintió de haber dejado el papel de Jerry / Violeta en Sugar por la tira Mi hermano es un clon?
–Y, con el diario del lunes es fácil. Fue una apuesta y terminó antes de lo previsto, pero no se arrepiente porque si eso no pasaba no nos hubiéramos conocido. Nunca habíamos charlado hasta ese momento porque no queríamos dar pie a comentarios que opacaran el espectáculo. Fue cuando se fue que empezamos a charlar. Tal vez más adelante aparezca otro proyecto y volvamos a trabajar juntos, porque lo admiro mucho. Con Vico D'Alessandro (reemplazo de Cabré) nos llevamos muy bien, yo lo entendía porque sé lo que significa entrar a algo ya armado, pero todo se acomodó con tiempo.
–¿Cuál es tu postura con respecto a las reivindicaciones y luchas de las mujeres y actrices en este momento de cambio?
–Estoy recontra a favor de la mujer, de la igualdad, en contra de la violencia. A veces hay que ser extremista para lograr el equilibrio, es la única manera de cortar con el machismo. Tenemos que tener la posibilidad de elegir y que cada uno haga lo que quiera, nadie está obligado, eso es lo que creo y por eso apoyo la legalización del aborto. Quiero justicia si se cometen delitos como abusos y violaciones, porque no basta con la condena moral o social.
–¿Cómo viviste la denuncia de Barbie Velez contra Federico Bal, que era tu pareja entonces?
–Prefiero estar al margen de todo eso. Qué se yo, cuando confiás en alguien le creés lo que te cuenta, lo que dice que siente, sea hombre o mujer. Después fueron a la justicia y los demás solo acompañábamos desde afuera. Es ahí donde se tiene que resolver. Yo estoy en paz con todo eso.
Sugar, dirigida por Arturo Puig. En teatro Neptuno (Santa Fe 1751). Martes a domingo a las 21.
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