Eleonora Ghioldi tiene grabadas en su memoria las imágenes de su madre, una mujer tenaz que marcó desde un comienzo su existencia. En ella develó un espíritu dispuesto a luchar por la independencia económica, a sacrificar y dejar otros aspectos de la vida de lado, convencida de que aquel esfuerzo equivalía a poseer entre sus manos la llave de la libertad: "Su energía me marcó en lo profundo", asegura la artista visual nacida en 1972. "Fue una batalla que tomó siempre muy en serio. Me hizo dar cuenta de lo que se esconde detrás de la dependencia, de las consecuencias de la opresión económica, y de lo valioso que es pelear por la autonomía".
Esta postal, sin embargo, no fue la única que influenció el crecimiento de Eleonora. Existieron otros lugares que también afectaron su visión acerca de la vulnerabilidad de la mujer, situaciones penosamente naturalizadas dentro del comportamiento social y que, tanto ella como sus amigas, sufrían a diario. El acoso callejero en la adolescencia era un flagelo corriente del que parecía imposible escapar: en el subte, colectivo, al ir a bailar, y en tantos espacios más. "Por entonces era constante y no se mencionaba el tema; los adultos no nos hablaban de eso, nadie lo hacía. Y allí estábamos nosotras, que debíamos enfrentarlo como algo que era así, de lo que no se podía huir y en donde había que aprender tácticas como para que no te pasen cosas, todo a una edad en pleno desarrollo, vulnerables, con la autoconfianza y la autoestima en construcción. Nadie confrontaba el tema de base y eso me impactó. Por ello, tal vez pueda decir que siempre me sentí feminista sin ponerme el título, creo que éramos muchas sin tener consciencia de serlo".
Un canal de expresión
Fue así que, inmersa en las emociones contradictorias de la adolescencia, Eleonora comenzó a buscar su camino en la expresión artística. En aquel recorrido, pronto descubrió que la fotografía le resultaba un canal mágico, una puerta hacia un encuentro con otros seres; a través de ella, sentía que era posible relatar vidas y emociones desde otro lugar.
Sin embargo, atraída por los diversos comportamientos de las sociedades, en un comienzo la joven estudió unos pocos años de la carrera de Sociología en la UBA antes de emigrar a California en 1994 y emprender su camino profesional, especializándose en fotografía en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA extension), el Art Center College of Design At Night y Pasadena City College. Su experiencia en el exterior no solo la llevó a trabajar para referentes legendarios de la profesión y a realizar sus propias muestras, sino a una nueva visión acerca de la igualdad de género, la inclusión de la diversidad, y del mundo. Los mecanismos abusivos, tan acostumbrados en su país de origen, también se perpetuaban en otros rincones del planeta, en donde se erigían fuertes luchas para combatirlos; la violencia de género, no por habitual debía ser naturalizada y, menos aún, callada. "Vivir afuera me dio la posibilidad de reconocer realidades diferentes y poner todo bajo una nueva perspectiva".
Un nuevo propósito
Eleonora inició su carrera laboral trabajando para fotógrafos como Helmut Newton, Donata Wenders, Graciela Iturbide, Lauren Greenfield, Andy Summers y Steve Schapiro. Impartió clases en sus casas de estudio, y colaboró con DreamWorks Records, Blue Note Records, Adams Media, EON Editions y Sunday London Times Magazine, entre otros.
Pero, por sobre todo, y con una fuerza creciente, aquellos años en el exterior la acercaron a historias de mujeres tan dolidas como valientes; testimonios impactantes que inspiraron a su entorno íntimo y la condujeron hacia otra revelación en relación a sus propósitos en el mundo de la fotografía: en el 2011, una confesión de una gran amiga - seguida por otras que también habían sufrido abuso sexual-, la llevó a pedirles que le permitieran fotografiarlas. Al escucharlas sintió una bronca extrema e indignación. Sabía que aquellos relatos aberrantes habían existido desde siempre en un sinfín de mujeres, pero de pronto supo que era tiempo de aportar su voz en aquella lucha por visualizar lo que permanecía ahogado.
Todavía recuerda la primera foto de su amiga Karen: el hermano del jefe de ella la había invitado a salir, la drogó y la violó. Luego de aquel retrato le siguieron numerosos más."A cada una le dije: ‘creemos un espacio seguro para que puedas contar tu historia, que sea tuya, sin ser juzgada por nadie. Dejame sacarte una foto y después le ponemos tu testimonio’", cuenta. "No tenía en mente ningún proyecto, pero después, cuando vi el resultado, tenía tanta fuerza que decidí seguir".
Eleonora continuó escuchando y fotografiando a amigas de amigas, desconocidas que en muchos casos se convirtieron en sus propias amigas, "porque cuando contás algo tan íntimo, se genera un vínculo de confianza. Sentí que estaba haciendo algo que iba más allá de las experiencias individuales. Su lucha está muy alejada de la venganza o el revanchismo, la misma existe para motivar un cambio profundo que evite que a otras mujeres les pase. En mi trabajo en Juárez, México, lo vi con claridad: en las entrevistas a madres de hijas desaparecidas y de víctimas de feminicidios pude comprender con fuerza que no alzaban su voz en beneficio propio - en muchos casos sus hijas ya estaban muertas y nada las iba a traer de regreso-, lo hacían por otras mujeres, por muchas familias; hay mucha nobleza en esa lucha que trasciende lo propio".
Las Guerreras
A su proyecto lo denominó "GUERRERAS", una muestra para elevar las voces desde la expresión artística. "Creo que estamos muy acostumbrados a hablar por los demás, con nuestros prejuicios e invenciones disparadas desde nuestras realidades. Me propuse crear un espacio para que las protagonistas puedan expresar en primera persona sus vivencias, porque todos y todas tenemos el derecho a contar nuestra historia, si así lo deseáramos".
Sus "GUERRERAS" - mujeres que fueron abusadas sexualmente, violadas por médicos al momento de buscar realizarse un aborto, víctimas de esterilización forzada, o madres cuyas hijas fueron víctimas de feminicidio, o tienen una hija desaparecida - recorren museos, colegios, universidades, cárceles y todo tipo de instituciones desde hace dos años: "Cada foto es un encuentro. Al lado de cada retrato hay un relato escrito por la mujer fotografiada; una historia contada en nuestro encuentro previo".
El aislamiento y la violencia
A pesar de que su muestra fotográfica se encuentra en pausa debido a la pandemia que azota hoy al mundo, Eleonora continúa trabajando cada día cercana a sus causas. Sin dudas, una de sus preocupaciones actuales está focalizada en las consecuencias de la cuarentena en entornos violentos. "La obligación de aislarse es angustiante para una mujer que lucha por liberarse de una situación de violencia. Justamente, lo que el violento desea es aislarnos a fin de debilitar nuestro espíritu y ejercer el control y, que ahora el encierro total esté legitimado, es preocupante en vista a que puede derivar en otras posibles muertes, más allá de la buena animosidad que conlleva la prohibición. Si antes las cifras de denuncias y feminicidios eran terribles, en este contexto se habla de un crecimiento, pero con más dificultades de ser denunciado", explica.
"También deberíamos cuestionarnos nuestra propia actitud en este contexto. Muchas personas se ponen en una posición de denunciantes ante cualquier circunstancia, como ser las salidas repetidas o estados de salud sospechosos de sus vecinos. En este papel de estar tan atentos y vigilar,¿cómo no podemos observar y denunciar cuando escuchamos un maltrato que puede derivar en muerte? Se oyen ruidos, gritos y golpes, me pregunto por qué no intervenimos en eso y sí decidimos hacerlo ante los movimientos en la calle, las toses y los estornudos por demás. Creo que como sociedad nos tenemos que hacer cargo, tomar responsabilidad, y preguntarnos cuál es nuestro rol frente a la violencia. Esta situación que estamos viviendo sin dudas lo pone en evidencia", continúa.
Nos pasa a todas
Tantos años en el campo de investigación y batalla contra la violencia de género han llevado a Eleonora Ghioldi a reflexionar, una y otra vez, acerca de las posibles soluciones para un flagelo que pareciera no encontrar una luz al final del túnel. Hoy, más que nunca, ella reafirma la importancia de la educación como base para generar un futuro con mejores presentes en materia de abusos: "Educarnos es primordial, la ESI es esencial, pero existe algo que también es muy importante y sobre lo que no estamos hablando lo suficiente: la escucha. Si bien es importante la denuncia, es igual de fundamental aprender a escuchar, porque puedo denunciar todo lo que quiero, pero si del otro lado nos ignoran, no sirve de nada. Creo que, en general, estamos acostumbrados a no escucharnos, aprender a hacerlo es crucial para lograr un cambio profundo", reflexiona.
"Nadie sale ileso de experiencias así", continúa la artista. "Descubrir en mí ese rol de oyente me modificó, me hizo reflexionar. Al escuchar a las mujeres violentadas, la distancia entre las vidas de las Guerreras y la mía se achicó. A través de ellas me veo reflejada y comprendo que en realidad estas experiencias las vivimos en conjunto, que no me haya pasado exactamente lo mismo no tiene demasiada relevancia, porque me podría haber pasado, por eso también se alza la bandera: nos pasa a todas. Sin dudas, al aprender a escuchar, aprendí acerca de la sororidad. Estas mujeres, a pesar de sus terribles padecimientos, son un ejemplo increíble de fortaleza. Mas allá de todo, pudieron levantar cabeza y seguir luchando. En ese camino nos develan la importancia de establecer lazos, no aislarnos, no callarnos, sabernos que no estamos solas, en especial en momentos como estos que vive el mundo, que nos pone en jaque, y donde debemos repensar la construcción de redes con otras herramientas para ayudarnos de otras maneras y así luchar contra otro tipo de pandemia que también roba espíritus y vidas", concluye.
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