De las telenovelas a las series coreanas: las ficciones que le ganaron al algoritmo del streaming
Los contenidos con fuerte identidad local y tradición torcieron los planes de las plataformas, que ahora intentan hacerlas propias
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Los espectadores, críticos y académicos coinciden en que el streaming cambió la forma de hacer, ver y pensar la TV. Cada uno en su terreno menciona al algoritmo como si se tratara de una entidad entre misteriosa (lo es) y malvada (difícilmente) que dirige sus consumos con un propósito definido, más negocio que arte. Y, en parte, tienen razón.
Desde la noche de sus buenos tiempos, la televisión se construyó como una industria asociada a la manufactura de electrodomésticos que además promocionaba incesantemente entre un entretenimiento-siempre auspiciado- y otro. La llegada de la TV por cable primero y de las plataformas de streaming después, propuso un nuevo contrato en el que la suscripción marca la pauta y por ende es necesario producir contenido que atraiga a los clientes, que los convenza a pagar lo que antes recibían gratis de parte de los canales de aire.
Novelas y no tanto
Ese cambio de paradigma desterró conversaciones sobre el rating y las audiencias como conceptos masivos, y empezó a plantear la posibilidad de crear programas de nicho específicamente dirigidos a grupos definidos de espectadores ávidos de contenido que apuntaran a sus intereses más directamente que nunca. Pero claro, en principio el plan perfectamente trazado por los servicios de streaming originados en los Estados Unidos y asociados con la industria audiovisual tradicional no contaban con la importancia que llegaría a tener el público del resto del mundo para su crecimiento y subsistencia. Un hecho que en el último año se volvió evidente catalizado por la competencia entre diferentes plataformas.
Fue Netflix la pionera en más de un sentido, la que encabezó la globalización de sus producciones y detectó, como la academia comunicacional señala hace décadas, que más allá de sus propuestas destacadas, los espectadores construyen sus propios recorridos en el catálogo y que esos intereses se conectan con sus consumos culturales tradicionales, arraigados en una estructura y forma narrativa que va de lo regional a lo global.
Para ejemplo alcanza con revisar la lista local de los diez programas más vistos que divulga Netflix en su pantalla de inicio. Hace ya unas tres de semanas, desde que está disponible en la plataforma, la nueva versión de la telenovela colombiana Café con aroma de mujer ocupa los primeros puestos y entre las diez también aparecen ya hace meses las ficciones La reina del flow y Pasión de gavilanes. Como si fuera la franja vespertina de un canal de aire de los años 90, ahí están y se sostienen los culebrones peleando -y ganándole-, el espacio con series de Hollywood. Un golpe al algoritmo que Netflix ya empezó a capitalizar.
Con el slogan de N de Novela, la plataforma decidió renombrar y reclasificar a muchos de sus programas hechos en Latinoamérica como “novelas”, aunque muchos de ellos no lo sean ni por temática ni estructura del relato. Así, exitosas series como ¿Quién mató a Sara? y Control Z ahora llevan ese sello y también lo tendrán futuros estrenos como Dónde hubo fuego, protagonizado por el otrora galán Eduardo Capetillo (sí, el de Marimar), Ritmo salvaje, Pálpito y Triada. Lejos de las definiciones canónicas y cerca de las necesidades del marketing, lo cierto es que ante la evidencia del interés de su público por continuar sus tradiciones como espectadores en la plataforma, en 2022 Netflix les dará el gusto. Y no será el único servicio de streaming en hacerlo: se acaba de anunciar el acuerdo entre Amazon Prime Video y Dori Media para sumar las exitosas tiras de Polka Argentina, tierra de pasión y venganza, Guapas y Solamente vos, a su catálogo para Latinoamérica.
La nueva meca asiática
Y del otro lado del mundo, en Corea del Sur, la plataforma está aplicando la misma fórmula que en Latinoamérica. El mejor ejemplo reciente de ese mecanismo fue El juego del calamar y su inesperado suceso mundial. La ficción de pura estirpe coreana logró que en pocos meses cada nuevo ciclo realizado en aquel país oriental se espere y se promocione en Netflix con un vigor que antes estaba reservado solo a los programas de habla inglesa. Hay que decir, claro, que el enorme éxito de esa serie no fue exactamente una casualidad sino la primera evidencia de que la inversión de 500 millones de dólares que hizo la plataforma el año pasado en el país asiático iba a dar frutos.
Lo cierto es que el considerable presupuesto destinado a Corea del Sur no fue un salto al vacío sino un estudiado paso adelante sostenido por la vibrante, variada y exitosa producción audiovisual de ese país líder en el resto de Asia hace décadas. Ahora, manteniendo su esencia los K-dramas, como antes sucedió con el K-Pop, empiezan a ganar espacio y fanáticos en la cultura popular de occidente.
Como explicó hace unos días a LA NACION Don Kang, vicepresidente de contenidos de Netflix en Corea del Sur, el secreto del éxito de los contenidos realizados en su país reside en gran medida en que la intención de su equipo nunca es alcanzar al público global sino producir los mejores programas posibles para los espectadores coreanos, desarrollando historias con identidad local. Para el productor fue esa autenticidad la que les abrió la puerta del mundo. Eso sumado, por supuesto, a los guionistas, directores y actores extraordinarios que forman parte de una larga tradición audiovisual acostumbrada a trabajar con temáticas y géneros notablemente variados. Así fue que Corea del Sur se transformó en la nueva meca de la ficción de calidad para las plataformas de streaming.
Para confirmar su flamante estatus mientras Netflix planea estrenar en 2022 más de 25 títulos coreanos entre series, películas y reality shows -ya está disponible el ciclo de terror Estamos muertos y a mitad de febrero llegarán las comedias románticas Twenty Five, Twenty One y Forecasting Love and Weather-, sus competidores también se están subiendo al tren que sale de Seúl hacia el mundo.
El 9 de febrero en Star+ se estrenará el drama Snowdrop, una ficción ambientada en los años 80 que protagonizan Jung Hae-in y Jisoo, integrante del exitoso grupo de K-Pop Black Pink. Como gran primer estreno local cuando Disney+ y sus diferentes canales se lanzaron hace unos meses en Corea del Sur, el ciclo aprovechó su conexión con la música y sus populares estrellas para atraer el interés del mundo.
Para subrayar su objetivo, el 16 de febrero en Disney+ estará disponible el documental Black Pink The Movie. Y la tendencia incluye también a Apple TV+ que ya cuenta con la serie coreana Doctor Brain y el 25 de marzo estrenará Pachinko, un drama familiar coproducido entre Estados Unidos y Corea del Sur que sigue las desventuras de una familia coreana a través de las décadas y cuenta en su elenco con la ganadora del Oscar Youn Yuh Jung por su trabajo en el film Minari (disponible en Amazon Prime Video) y Lee Min-ho, uno de los actores más populares de la TV coreana actual.
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