Julián Cerati, su impactante recreación de Pipo Cipolatti, las cicatrices de su vida y el recuerdo de su tío Gustavo
El actor y músico, que protagoniza el film La dicha en movimiento, recuerda su vínculo con su tío, los dolores de su infancia y sus profundas experiencias espirituales
15 minutos de lectura'

Aclaremos de entrada, sí es el sobrino de Gustavo Cerati. Despejado el tema -aunque en algún tramo de la charla, inevitablemente, surgirá tal cuestión- hay que decir que Julián Cerati lleva una particular carrera artística, escindida de la estirpe familiar y bastante inusual para un actor de 27 años. Participó en unas cuantas producciones audiovisuales de rango internacional -Un león en el bosque, Freeks, Perfil falso, entre otras- y su vida se reparte entre su City Bell, cerca de La Plata, y Colombia, el país que lo acogió y donde filma ficción y participa en diversas campañas publicitarias.
A pesar de la demanda en el exterior, también elige sumarse a producciones locales. El jueves pasado se estrenó La dicha en movimiento, film dirigido por Maxi Gutiérrez, donde Julián personifica a Pipo Cipolatti, el líder de Los Twist.
Julián Cerati llega a la entrevista con LA NACION acompañado por Felicitas, su pareja, una psicóloga simpatiquísima, y Palta, una mascota preciosa a la que acunan como a una hija. “Va con nosotros a todos lados, incluso cuando nos vamos al exterior”, explica el actor, quien, durante la charla, también desandará aspectos íntimos de su historia de vida, se mostrará en carne viva ante los dolores de su infancia y purgará más de una cicatriz para hacerla visible. Y no ahorrará detalles de sus herramientas espirituales para encontrar su propio equilibrio. “Hago de todo”.
La dicha en movimiento no es un documental. Su narrativa es una ficción que gira en torno a Mario -personaje interpretado por el influencer Kevsho-, quien se enamora de Ana -la composición de Ornela D´Elía- una joven que forma parte del entorno de la banda Los Twist, esa que, con espíritu alegre y revivalista de las décadas del cincuenta y sesenta, pisó fuerte en la primavera democrática de nuestro país, a partir de 1983 (aunque su fundación real data de un año antes).
Esa historia de amor se teje en el contexto de la grabación de un disco esencial de la banda, La dicha en movimiento, que fue producido por Charly García y grabado en los estudios Panda, cuyas consolas han sido templo de notables y determinantes músicos.
Observar a Julián Cerati sin la composición de su personaje, hace que se revalorice mucho más su rol en el film a partir de una mutación bien impactante.
“Me obsesiono mucho con los personajes. En este caso, además, había una metamorfosis muy notoria. Como se trata de una persona que existe, le pude tomar hasta el último respiro, no se trató solo de documentación”.
-La recreación de un personaje históricamente lejano puede contemplar licencias, pero, tratándose de Pipo Cipolatti, su idiosincrasia está muy presente en el espectador, no se la puede falsear demasiado.
-Siempre que arranco con un personaje hay un vértigo natural, pero, esta vez, hubo un doble filo que me llenó de adrenalina para hacerlo al máximo. Incluso implicó que volviera al decir argentino, porque venía de hablar con acento colombiano para dos producciones de Netflix.
-¿Cómo fue el proceso?
-Soy un nerd. Fui a verlo a Pipo (Cipolatti) con mi cuadernito en mano. Generalmente, intento componer de adentro hacia afuera, y conectar con cuestiones mías, pero con él fue un flujo de adentro hacia afuera y al revés. El tiene una forma, una estructura exterior muy notoria y ese también puede ser el camino.
-¿Qué sucedió en el primer encuentro con el músico?
-Fui a verlo con un montón de preguntas que me parecían necesarias para armar una columna vertebral, pero no me contestó nada. Generalmente, arranco la composición pensando en la infancia de los personajes, qué herida y qué necesidades tiene, así que fui por ese lado.
-¿Heridas?
-Sí, son muy importantes para entender su sistema inconsciente y cuál es su modo de operar y sus miedos. A partir de eso, todo se abre como un pavo real de posibilidades.
-¿Qué te respondió?
-Absolutamente nada, fue casi imposible preguntarle. Fue una actitud de defensa, poder ver eso también me sirvió para actuar, se trataba de indagar qué ocultaba. Todos en la vida ocultamos mucho, pero hay personas o personajes que tienen defensas como el Muro de Berlín y eso desnuda la vulnerabilidad. La vulnerabilidad puede ser un arma o una herramienta de seducción, pero, en él, no fue así.
-¿Cómo fue en él?
-Defensa y humor.

-¿Cuántos encuentros mantuviste con Pipo Cipolatti?
-El primero fue con el director y los productores. Cuando tuve su número de teléfono, le mandaba consultas por ahí, pero tampoco me respondía demasiado. Así que me agarré de la no respuesta. En realidad, tuve más encuentros después del rodaje que antes. Es más, me hice medio amigo suyo y hasta pasamos Navidad juntos.
El actor reconoce que ya entiende “su lenguaje, humor y código, es un tipo muy inteligente con unas conexiones neuronales bastante distintas a la media, al común. Es sumamente rápido y lúdico cien por ciento, nunca habla en serio; o, mejor dicho, habla muy en serio, pero recubierto de chiste”.
Pipo Cipolatti le ha ofrendado mucho a la música nacional. Y, en concordancia con su personalidad, revestido de lo festivo aportó desde géneros como ska, rock, rockabilly, pop rock y power pop.
Fue el autor e intérprete, a través de Los Twist y de aquel disco emblema La dicha en movimiento, de temas como “Salsa”, “Pensé que se trataba de cieguitos”, “Jugando hulla hulla”, “Cleopatra, la reina del twist”, aún hoy coreados. Muchos de ellos con gran poética y simbología y enaltecidos en una banda donde también descollaban Fabiana Cantilo, Daniel Melingo, Gonzo Palacios, Polo Corbella y Eduardo Cano. Indudablemente, La dicha en movimiento se merecía un film que recreara aquella atmósfera desde la ficción de un amorío juvenil.
-No sos contemporáneo a aquella época dorada de la banda. ¿Conocías su acervo?
-Sí, pero hacer la película me permitió conocer desde adentro, sentir su poder.
-Revalidar el disco.
-Darle el valor a un material con mucho rock, hecho en poco tiempo y con otra tecnología muy diferente a la actual.
-¿Qué te sucedió cuando viste la película?
-Me gustó, pero soy de procesos tardíos, mi cerebro llega tarde a todo, por eso intento darle más pelota a mis emociones y esta película me emocionó. Seguramente, en dos semanas, podré intelectualizarla, así me pasa siempre, desde una mudanza hasta los vínculos.
Campana de largada para meternos en la interioridad de este artista cuya emocionalidad tiene muy trabajada, aunque no exenta de los atravesamientos del dolor. Un hombre en alerta a sus sentimientos.
Se le pregunta por el constructo de una carrera atípica y no duda en responder “visualizo bastante” y confiesa que “los viajes son cansadores, no tenemos casa fija”. Aunque no reniega de los logros. Se formó en la UNA y en los estudios de Agustín Alezzo y Rubén Viani.
Se supone que un actor entra y sale rápidamente de las criaturas de ficción que les toca interpretar. En Julián Cerati el procedimiento no resulta tan orgánico: “Termino los papeles y me cuesta reencontrarme, termino vaciado”.
-¿Vaciado?
-Finalizan los proyectos y me cuesta encontrarme.
-¿Un vacío?
-Sí, algo de eso. El rodaje es una fiesta, un éxtasis, y luego eso desaparece.
-Se trata de duelar al personaje que acompañó un tramo de tu vida.
-Y cuando eso sucede, me siento más desorientado e inseguro. En el personaje uno se refugia un montonazo, tenés un propósito, y no te da la posibilidad de pensar tanto en uno mismo. Cuando se comienza a pensar en uno mismo cae el inconsciente, la familia, los traumas. Mi novia es psicóloga, así que hablamos mucho sobre todos estos temas.
-¿Cuánto hace que están juntos?
-Dos años y medio.
“Casi tres”, remarca Felicitas, la joven que lo sigue en la vida nómade.
-¿Hiciste terapia?
-Tengo mucho psicoanálisis encima, pero, últimamente, estoy muy alternativo. En Colombia me acerqué a lo chamánico.
-¿Por ejemplo?
-Hice de todo, como “viajes de ayahuasca”, pero eso tiene que ir acompañado de una conciencia, el “viaje” es una apertura, después hay que transitarlo. Medito todos los días. Hoy medité en el auto, viniendo para la entrevista.
Buceador de espiritualidad, cuenta que comparte el astrólogo con su novia y se explaya en la descripción de la temática: “Me hago las cartas y revoluciones solares con él, quien tiene una meditación por cada arcano y cada arcano tiene una energía distinta. Al levantarme, veo qué necesita ese día. Si estoy con más miedo o, al contrario, muy eufórico y necesito bajar un poco. Tengo una cabeza muy turbulenta, así que necesito apaciguarla con las meditaciones. Está chequeado por la ciencia que la meditación es el ejercicio del cerebro, lo hago para estar presente, si no se me va la cabeza a cualquier lado, no la aguanto.
Su yo
-Hace un momento dijiste que para componer necesitabas ir en busca de las cicatrices del personaje. ¿Cuáles son las tuyas?
-Esa será mi búsqueda de toda la vida, intentar identificarlas y coserlas. Tienen que ver con mi niño interior, con cosas que me pasaron de chico a nivel familiar. El humor fue una manera de validarme mucho de chiquito, pero también, en mi familia, se me generó mucha presión, como tener que ser impecable. Hoy en día estoy intentando jugar a ser lo más errado posible, muchas veces a propósito, para ver qué hay también ahí. En la exigencia no encuentro nada, pero, a la vez, sigo siendo un autoexigente.
-En tu familia, ¿te impusieron un mandato de perfección?
-Eso es lo curioso, no hubo nada de eso de parte de mis padres.
Su padre, Luis Cañeque, fallecido en 2016, fue arquitecto, y Estela Cerati, su madre, de convicción hippie, es una de las hermanas de Gustavo Cerati, el recordado integrante de Soda Stereo, la gran celebridad de rock latinoamericano. “Soy muy exigente conmigo mismo, justamente para ir en contra de la no imposición”.
-¿Rebelde sin causa?
-En mi familia había figuras fuertes en el arte, eso también influyó.
-Diría que, sobre todo, hubo una figura muy fuerte.
-Exacto, pero la exigencia es autoimpuesta.
-Tu padre, ¿cómo era?
-También un poco hippie, como mi mamá.
De resistencias algo sabe. “Mi cerebro se olvida las fechas de aquello que me dolió tanto”, sostiene tratando de recordar el año en que falleció su padre, quien estaba separado de su madre desde hacía varios años. “No me acuerdo de su velorio”.
-Falleció joven tu padre.
-Mi viejo se hacía el hedonista, porque, en realidad, se hacía mierda a él mismo. Lo veía hacerse mierda, porque era un gran fumador. Él tenía también una forma de ser autodestructiva, menos visible, que yo no tengo; lo mío es la autoexigencia. A mí me gusta controlar y él era descontrolado. Cuando le dieron los triglicéridos mal, se fue a comer papas fritas.
Julián tenía 18 años cuando su padre falleció: “Estaba haciendo mi primera serie y mudándome a vivir solo”. A la hora de recordar qué fue lo último que conversó con su papá, el actor cuenta una situación por demás particular: “Entró al quirófano haciendo fuck you”.
Luego siguieron algunos días de agonía donde ya no le fue posible establecer un vínculo lúcido. “Le extirparon una parte del pulmón, pero murió por un virus intrahospitalario. Tuvo una vida de excesos, sufrimiento”.
Cuando Julián Cerati había cumplido los cinco años, sus padres se separaron: “Fue bastante traumático, porque fue enfrente mío. Ahí hay otra herida”.
-¿Cómo es que se separaron enfrente tuyo?
-Fue medio agresivo. Cuando dijeron “es hasta acá”, yo estaba ahí.
-¿Lo recordás?
-Lo constelé hace poquito. El niño no pudo controlar la agresividad entre ellos, por eso busco controlar todo o sobreprotegerme, porque aquella vez me sentía desprotegido. ¿Hiciste constelaciones?
-No, aún...
–Desde que constelé, comencé a escribirle a mi viejo, salieron cosas lindas. Tengo una canción donde lo reputeé y otra en la que le agradezco.
“Colombia me dio un gran lugar en el arte. Además, me ayudó a duelar a mi viejo y a ganar en seguridad”, cuenta Julián. Cuando su papá murió, el actor estaba en pleno rodaje de Once, un gran éxito de la plataforma Disney+. “La primera temporada no la puedo ver, porque me recuerda a mi padre y veo a un chico no presente, con la mirada perdida”.
El tío Gustavo
El cronista le cuenta que ha visitado en varias oportunidades la casa que habitara Gustavo Cerati, su tío por parte materna, en la calle Blanco Encalada, en el Bajo Belgrano, y él no duda en recordar: “Tenía una cúpula hermosa”.
Julián Cerati tenía 16 años cuando su famoso tío falleció, enlutando a la música del mundo. Aunque, una vez más, aparece esa barrera que le impide recordar fechas trágicas con precisión.
-¿Tenés recuerdos de él?
-Sí, pero muy pocos. Seguramente, hoy las charlas serían mucho más nutritivas.
-De artista a artista.
-Me hubiese ahorrado muchas cosas, pero también me hubiese perdido de experimentarlas.
-¿Cómo te atravesó el fallecimiento?
-Él es mi padrino.
-Hablás en presente.
-Sí. Tomé de él su parte espiritual, ese mundo medio místico que tiene, intento explorarlo.
Es inevitable trazar una línea entre el arte superlativo de Gustavo Cerati y la continuación en su sobrino: “Ahora estoy haciendo música y soy consciente que lo hago para poder contar mi vida, porque, en la actuación, uno se termina encubriendo. Siento mucho éxtasis escribiendo, porque aparecen cosas mías, mi novia, el amor, recuerdos que me duelen, temas de familia”.
-¿Está Gustavo Cerati en alguna canción?
-Sí.
-¿Cómo se llama ese tema?
-No tiene nombre, aún.
Pletórico de espiritualidad, muestra el tatuaje en el brazo de un búho que remite a su tío y padrino: “Mi prima me contó que él se le apareció con un búho y que, en vida, les contó a unos caseros de Punta del Este que, si volvía, iba a hacerlo como un búho. Cada tanto, yo también veo ´buhítos´ por ahí”.
-¿Sentís que ahí puede estar él?
-Sí.
-Más allá de la buena intención, entiendo que debe ser tedioso para vos que te refieran a él permanentemente.
-Un poco lo es. Incluso, por momentos, quiero ir en contra con mi música. La otra vez, en un tema, alguien me sugirió agregarle guitarras y dije que no, prefiero ir por lo electrónico.
-Creo que, con el tiempo, cada vez te vas a “pelear” menos con tu linaje.
-Me sucede menos, le estoy estrechando la mano. De hecho, estoy buscando hacer música, más allá que me duela. Sé que estará la comparación, aunque hago algo totalmente distinto a lo que hacía él. Me estoy midiendo y también consciente que tengo una historia propia para contar desde la música.
-¿Qué compartías con él?
-Para mí es impactante toda su vida. Me crie en City Bell, que era un pueblo, jugando descalzo en el parque, trepado en los árboles, así que ir a Capital y visitar las casas de Gustavo era un hito, hacía que soñase un poco con su vida. Su casa de la calle Blanco Encalada tenía una cúpula y, cada vez que iba, miraba eso e imaginaba tener una casa así cuando fuera grande. Incluso, tenía una planta carnívora. Todo lo excéntrico de él siempre me encantó, hoy busco eso.
-Se te percibe muy excéntrico y sos muy parecido físicamente a tu tío. ¿Lo notás?
-Me lo dicen.
-¿Qué te diferencia?
-Tengo discrepancias con cosas que veo de Gustavo, pero yo estoy en otra época, veo a los vínculos de una manera diferente y mi manera de habitar la música es otra; no me creo un rock star, no lo soy, no iría por ese lado. Mi música va por un carril espiritual y de sanación; en parte la de todos los músicos es así.
-¿Cómo es tu vínculo con Lilian, tu abuela y mamá de Gustavo?
-Tengo una relación muy cercana, la veo seguido. Tiene la mente abierta, es escritora. La amo mucho.
Recorrido
Entre sus logros artísticos recupera a su personaje de la serie Perfil falso, “un hombre muy siniestro, me metí mucho en él para entender ese mundo oscuro, además se trataba de una persona muy promiscua, se acostaba con todo el planeta”.
-¿Harías un desnudo?
-Sí, en Perfil falso me marcaron un semidesnudo, pero no frontal. Si llegase una propuesta justificada, no tendría pudor en hacer un desnudo total.
A la hora de pensar en su futuro sostiene que le gustaría “seguir filmando en Argentina, sobre temas nuestros”. El año que viene se lo podrá ver en Perfil falso 3 (Netflix), La primera vez 4 (Caracol Televisión para Netflix) y el film Susana y Elvira, basada en una serie web colombiana. Y, quizás pensando en la propia empatía que con sus trabajos busca desplegar, deja flotando una reflexión que desnuda el cariño y la admiración por su tío Gustavo Cerati: “Quedó impregnado en muchas almas”.
- 1
La alegría de Oona Chaplin, la hija de Geraldine y nieta de Charles, en la alfombra roja de Avatar junto a Sigourney Weaver
2De Jimena Barón y Matías Palleiro a María Becerra y J Rei, cinco historias de amor que empezaron en las redes
3Andy Summers: la vida en familia, por qué ya no tocaría con Sting y Stewart Copeland y su trío actual con canciones de The Police
4“MasterChef Celebrity”: quién subió al balcón y se salvó de la gala de eliminación de este miércoles 17 de diciembre



