Cerca de 42 millones de personas que viven en EE.UU. hablan español en sus casas; la gran mayoría son segunda o tercera generación de inmigrantes; Pero ¿cómo lo conservan? En las abuelas está la clave
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Amber Nuño tiene 28 años y se crió en el este de Los Ángeles, California (EE.UU.). Ella se siente más cómoda hablando en inglés pero entiende perfecto el español y lo habla con su abuela Gloria. “La razón principal por la que hablo español es por mi abuela”, afirma.
Gloria López, de 72 años, llegó hace casi 60 a Estados Unidos. Nunca fue a la escuela ni en México ni en EE.UU. y dice que aprendió a leer un poco y que escribe muy mal. Pero su español oral es muy bonito y variado. Y eso se lo transmitió a sus nietos.
“Siempre les hablé en español a mis nietos porque no hablo inglés. El español se conservó porque les hablo desde que ellos nacieron”, le dice a BBC Mundo en una conversación telefónica. Del mismo modo, Valeria Alvarado, de 24 años, que se crió en el sureste de Houston, Texas, dice que gracias a su abuela mexicana Ema puede hablar español con fluidez. “Yo no tendría mi trabajo si no hablara español como lo hablo con la abuela”, asegura. Ella es asistente legal para una organización que ayuda a menores de edad migrantes que llegan a Estados Unidos sin sus padres.
Se estima que en Estados Unidos hay unos 42 millones de personas que hablan español en sus casas y que en 2060, el país será el segundo con más hispanohablantes del mundo, después de México, según datos de 2021 del Instituto Cervantes. Tanto Amber como Valeria publican contenido bilingüe en la red social TikTok con el hashtag #abuelamexicana.
Sus abuelas fueron clave para mantener el idioma español vivo y activo en la familia porque en la escuela solo aprendieron las asignaturas en inglés.
Factor abuela
Este fenómeno, de la conservación del idioma español entre primera y tercera generación de migrantes en Estados Unidos fue denominado por Kim Potowski, lingüista de la Universidad de Chicago, Illinois, como “factor abuela”. “Yo llamo factor abuela al hecho de que si los abuelos que emigraron de adultos de México, o de donde sea, están cerca de la casa o hay un contacto frecuente con ellos, es más probable que el niño desarrolle un español fuerte”, afirma Potowski a BBC Mundo.
“Y digo abuela porque se suele hablar de abuelas, pero no tiene porqué ser de género femenino. Aunque todos sabemos que las mujeres bregamos con una proporción descomunal del cuidado de los niños”, añade. Y esa descripción encaja perfecto con los ejemplos de Amber y Valeria.
“Vivimos en un dúplex”, dice la joven de Los Ángeles. “Mi abuela vive en la casa de atrás. Yo me crié con ella, solía limpiar casas con ella después de la escuela. Todo lo hacíamos juntas cuando era niña”, cuenta. Por su parte, Valeria detalla que su abuela Ema, de 71 años, viajó en el año 2000 de México a Houston para cuidar de ella y de sus dos hermanos más pequeños.
“Mientras mis papás trabajaban, porque los dos tenían que trabajar para poder sobrevivir, nos dejaban con mi abuela”, afirma. Y la abuela Ema, que no habla inglés, se quedó en Estados Unidos. “Yo no vine aquí siguiendo el sueño americano, yo vine aquí siguiendo a mis nietos”, asegura. “Siempre les hablé en español. Ellos no hablaban español, pero yo batallé”, dice orgullosa.
¿Quiénes conservan mejor el español en Estados Unidos?
Según la profesora Kim Potowski, el “factor abuela” puede suceder en cualquiera de las comunidades donde se concentran migrantes en Estados Unidos, ya sean mexicanas, puertorriqueñas y cubanas, por nombrar algunas. “La abuela que sea monolingüe en español te va a ayudar con tu español”, afirma. Sin embargo, cuando se trata de qué grupo migrante a Estados Unidos habla español con más “proficiencia” -un americanismo para referirse al aprovechamiento, la aptitud y el conocimiento-, la población de origen mexicano lleva algunas ventajas.
“Lo que vimos es que la proficiencia en español suele ser un poquito más alta entre los mexicanos de la segunda y la tercera generación comparado con sus análogos puertorriqueños”, dice Potowski en un estudio basado en la ciudad de Chicago y que pronto se publicará en el libro Spanish in Chicago (El español en Chicago).
Además del “factor abuela” existen algunos otros elementos que pueden explicar este fenómeno, como los patrones de residencia. “Los puertorriqueños -y esto está documentado en Chicago y Nueva York- llegan a vivir a barrios donde ya hay un primo o un familiar y donde generalmente hay muchos afroamericanos. Entonces ellos están conviviendo con mucho idioma inglés”, describe la profesora.
“Mientras que los mexicanos llegan a barrios donde la población es un 99,99% mexicana. Entonces hay una concentración más fuerte de hablantes del español alrededor”, añade. Al ser consultada por el español entre los inmigrantes cubanos, Potowski analiza que hay una cuestión racial y socioeconómica.
“Aquellos que emigraron en la década de 1960 eran de clases socioeconómicas más altas y de piel más clara. Ellos suelen evaluar de manera más positiva su español que el de aquellos que llegaron más cerca en el tiempo y que suelen ser más pobres, con más influencia negra”, opina.
“Se critica el español afro-latino porque lo habla una persona de esa comunidad”, enfatiza. También hay un factor educativo que afecta a la conservación del idioma español en la comunidad cubana. “Me consta que en Miami las actitudes hacia la educación bilingüe no son muy favorables”, asegura la especialista.
“Parece que la gente no tiene interés en que los niños en la escuela aprendan en español. Eso tiene fuertes implicaciones en la retención del idioma entre los cubanos. Entonces se pierde para la tercera generación con la misma rapidez que en el resto del país”, afirma.
¿El factor abuela va a desaparecer?
Las terceras generaciones de aquellos migrantes de habla hispana que llegaron a Estados Unidos no suelen hablar español con la misma competencia que sus abuelos. “El español se está perdiendo en las familias. Se lo digo a mis estudiantes: ‘Cuando tú seas la abuela ¿qué vas a hacer? No vas a tener la capacidad que tenía tu abuela’”, reflexiona Potowski. Pero la profesora es optimista.
“Se pierde, pero se refresca con las nuevas olas (migratorias) que llegan y con las escuelas de inmersión dual (donde se enseñan la mayoría de las asignaturas en español o en otro idioma además del inglés). No son una varita mágica, pero ayudan mucho a que los estudiantes desarrollen capacidades”, afirma Potowski.
La abuela Gloria destaca el valor de que los jóvenes hablen español. “Yo entiendo que no es fácil hablar español. Yo estoy contenta con que hablen un poco y traten de mejorarlo, si pueden, para que ayuden a otros, porque saber más idiomas es un valor, mija”, dice. Ema destaca su rol de abuela más allá del idioma: “Espero que esto llegue a muchas personas, porque las abuelas tenemos mucha historia, historia en español”.
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