Espíritus en La Boca: relatos en primera persona de las víctimas de la “tragedia del caucho”
El museo Marco exhibe una muestra de Rember Yahuarcani, artista peruano que expuso junto a su padre en la última edición de la Bienal de Venecia; incluye una película sobre la historia de sus antepasados indígenas
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“Primero van a atender lo que les voy a contar”, les dice Santiago Yahuarcani a sus nietos, recostados con sus lápices frente a hojas de papel, dispuestos a inspirarse en el relato. “En La Chorrera, en el Putumayo, los patrones del tiempo del caucho mataban a los uitotos, cortaban sus orejas, los metían adentro de un hueco, quemaban a los niños. Hacían trabajar bastante a los antepasados, los esclavizaban. Niños, mujeres, se han quemado ahí adentro. Nadie los salvaba. El abuelo Goyo contaba que de ahí han salido miles de mariposas. De la gente que se ha muerto, de la gente quemada. Son sus espíritus. Ahora, imaginen cómo pueden dibujar una guerra”.
La escena fue registrada en la película El canto de las mariposas (2022), de Núria Frigola Torrent, y forma parte de la exposición de Rember Yahuarcani, hijo de Santiago, que aloja hasta fin de marzo el museo Marco y quedará registrada en un libro. Ambos participaron en la última edición de la Bienal de Venecia, donde el curador Adriano Pedrosa les dedicó en los Arsenales una sala de la muestra central, Extranjeros por todas partes.

Sus pinturas, de grandes dimensiones, eran narraciones visuales sobre la realidad más oscura del Amazonas: mientras que Santiago suele aludir de manera muy gráfica al “genocidio del Putumayo” -la masacre de las poblaciones amerindias ubicadas entre los ríos Putumayo y Caquetá que tuvo lugar desde 1879 hasta comienzos del siglo XX, en plena fiebre del caucho-, Rember apela a una estética más surrealista para evocar mitos y la sabiduría de sus antepasados.
Juma. Preservar la memoria. Imaginar el futuro se titula su muestra actual de este artista de origen uitoto, nacido en Perú en 1985, que incluye entre más de setenta pinturas y dibujos su primera instalación: la recreación simbólica de una “maloca”. “Es el lugar de reunión y de la transmisión de conocimientos y de las prácticas ancestrales, de rituales y de ceremonias, y sirve tanto para la vida familiar como para las actividades de la comunidad, sociales, curativas y festivas”, explica Sandra Juárez, curadora de la exposición. Y agrega que, tras su cierre, la estructura de madera se instalará de forma definitiva en el Museo Campo, en Cañuelas.

“Juma es el Hombre Garza, nuestro primer ancestro. De él descendemos los del Clan de la Garza Blanca”, explica a LA NACION Rember desde su taller, en Lima. Cuando no trabaja allí lo hace en su hogar natal, donde aún viven sus padres: en Pebas, distrito ubicado entre Iquitos y la frontera entre Perú, Colombia y Brasil. La película mencionada registra su viaje hasta La Chorrera para reencontrarse con los miembros de su clan. Guiado en sueños por su abuela Martha, comprende que su responsabilidad es que la palabra de ella no se olvide.

“Así trabajaron nuestros padres, así sacaron el caucho. Así nos sacaron la raíz. Mataron, nos echaron al fuego. Ya las curaciones orales de nuestros abuelos se perdieron. ¿Quién nos va a contar?”, se oye decir a Martha en la película, mientras se muestra cómo se extrae de los árboles el codiciado látex. Es decir, el líquido lechoso que, gracias al proceso químico de vulcanización, se transforma en un material resistente a las condiciones del ambiente. Al permitir hacer neumáticos, transformó la economía global a fines del siglo XIX. “La memoria está fresca –dice ahora Rember por WhatsApp a LA NACION, mientras se dispone a participar en la sección latinoamericana de la próxima edición de la feria madrileña ARCO-. Yo escuchaba a mi abuela cuando hablaba de la época del caucho, que contaba llorando. Se ponía muy, muy triste”.
Hacia el final de la película, cuando él llega a hasta La Chorrera, sus familiares le mostrarán Casa Arana, la antigua estación cauchera donde murieron decenas de miles de sus antepasados. “Este es el patio en el que hacían formar a los paisanos –le cuenta un tío suyo-, a pesar los kilos de caucho que traían. A los que traían poquito los fueteaban [azotaban]. Y a otros que no cumplían, los decapitaban. Este es el genocidio más grande que hubo entre los pueblos indígenas de esta zona”.
Mis abuelos se titula la pintura realizada por Rember el año pasado, especialmente para esta muestra. Representa a un conjunto de seres híbridos que recuerdan a los personajes de Leonora Carrington o Remedios Varo, y que sostienen antorchas sobre una serpiente que se transforma en garza. “En este cuadro manifiesto las formas que tuvimos en el principio –agrega-. Dicen los abuelos que nosotros fuimos plantas, flores, animales, lianas, peces, aves”.

Mucho ha cambiado, según él, en los últimos diez años. Y sobre todo desde la 60ª edición de la bienal veneciana curada por Pedrosa, el primer latinoamericano en ocupar ese puesto, y quien se propuso celebrar en 2024 “lo extranjero, lo lejano, lo outsider, lo queer y lo indígena”.

“En Perú, el arte es la única especialidad que nos ha brindado la oportunidad de poder hablar en primera persona –asegura Yahuarcani-. Se ha convertido en una herramienta importantísima -la única en este momento, diría-, para acercarnos a sociedades urbanas y visibilizar ciertas problemáticas. Eso no ha pasado, por ejemplo, en las ciencias sociales. Es más sencillo sentarse con un curador o una curadora y hablar horizontalmente, que sentarse con un antropólogo o una antropóloga. Porque nos ven como un objeto de estudio. La historia nos ha convertido en sociedades que se han quedado estancadas, muertas”.

Para agendar:
Juma. Preservar la memoria. Imaginar el futuro, muestra de Rember Yahuarcani curada por Sandra Juárez en el Museo Marco (Av. Almte. Brown 1031). Hasta el 30 de marzo, de miércoles a domingos de 11 a 19. Entrada general: $800; estudiantes, $400. La película El canto de las mariposas se proyecta los sábados a las 16, con entrada gratis e inscripción previa.
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