Se trata de “Top of the World”, la canción incluida en esa caja de bombones que simulaba el arte de tapa de A Song for You, uno de sus discos más exitosos
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La tapa del quinto álbum de Carpenters (así, sin el “The” con el que nos acostumbramos a llamarlos) era elocuente. No hay aquí criaturas mitológicas (Roger Dean para Yes) ni alegorías románticas o imágenes secretas que develar (Led Zeppelin), ni el glamour provocativo del glam rock que empezaba a imponerse con T-Rex. Un corazón blanco impreso sobre un fondo rojo plasma y la palabra “Carpenters” en una tipografía de caja de bombones. En el borde superior el nombre del álbum, que como objeto parecía exactamente eso: un regalo amoroso. A Song for You se llamaba y ese “you” al que se dirigían no era íntimo sino un señalamiento masivo de Carpenters a los 150 millones de fans anónimos que terminarían comprando sus discos. La pareja (de hermanos) más exitosa de la historia de la música pop y los artistas que más discos vendieron en los Estados Unidos en toda la década de los 70.
Cuando A Song For You, descripto por Richard Carpenter como un disco “conceptual”, salió al mercado el 22 de junio de 1972, Carpenters ya estaban en la cima del mundo pop. Sin embargo tardarían un año más en concretarlo cuando en septiembre del 73 se decidieron a editar la segunda canción del lado 1 como simple. Se llamaba, justamente, “Top of the World” y, aunque no lo era, parecía una reflexión sobre el lugar al que el dúo había llegado con su esmerada orfebrería de soft-rock sostenida sobre todo en Karen, la cantante-baterista de aspecto lánguido y un registro de contralto irresistible: la sirena que brillaba con los destellos de un sol de otoño.
“Top of the World” es una tautología plena. Como su nombre lo indica se convirtió en la canción más exitosa de la discografía del dúo y resultó el segundo de tres singles que entraron en el número1 del Billboard Hot 100. Lo curioso es que antes de decidirse a remezclarlo como simple, Carpenters prefirieron cortar otras canciones del álbum: “Hurting Each Other”, “It’s Going to Take Some Time” y “Goodbye to Love”. Fue la versión de Lynn Anderson, una cantante country con mucha exposición en los musicales de TV, la que volvió la mirada del dúo sobre una canción que no habían pensado como hit antes. La rubia Anderson no solo la grabó sino que llamó Top of the World a su álbum de 1973 y metió el original de Richard Carpenter y John Bettis en el número 2 del chart country. Sin embargo, fuera de ese nicho de la música popular norteamericana, su versión ha sido casi olvidada. Es en cambio el original de Carpenters, editado con “Heather” en el lado B, el que permanece en el oído y el inconsciente pop. Anderson captó la cadencia country de la canción pero la intimidad a la que llega la voz de Karen es insuperable. Es como si Una Habitación Propia, el ensayo de Virginia Woolf de 1929 cupiera en estos dos minutos con cincuenta y nueve segundos diáfanos. Aunque no fuera una feminista, la voz de Karen y “Top of the World” son antes que un hit un registro de esa sensibilidad femenina emancipada a la vez que parte del aire para cualquier preadolescente de los 70.
Aunque Carpenters tuviera su target en un oyente adulto que escapaba a las estridencias de la década, a Karen se la escuchaba como una especie de hada y es, sobre todo, en “Top of the World” donde pareciera estar mandando un S.O.S a la inocencia. Solo pensar el contraste de la violencia cotidiana en la Argentina de la época y el halo de este hit que se dejaba oír por todas partes provoca un sentimiento de extrañeza. Karen le habla a un amante pero cuando se le escucha cantar: “Estoy en la cima del mundo observando la creación/ Y la única explicación que puedo encontrar/ es el amor que pude encontrar desde que estás alrededor/ tu amor me puso en la cima del mundo”, su mensaje se expande. No hay otro secreto que el de su voz que convierte lo que pudiera ser cursi en un destello de magia. Tiene el definitivo registro del asombro, como si la sensación de echar a andar en bicicleta o un beso furtivo de 12 pudieran haber sido momificadas.
Sin estadísticas, el éxito de Carpenters y “Top of the World” en Argentina se mide solo por observación. Fue editado por AM (parte de EMI) como simple como “La Cúspide del Mundo”, con “Erica” en lado B y sin el arte de la edición original, un juego cromo-tipográfico entre el nombre del grupo y la geometría de la bandera estadounidense. Sin embargo, su mayor alcance llegó con la edición en 1974 de The Singles: 1969-1974, ese compilado donde el logo art nouveau del grupo se confundía con la tonalidad ocre de toda la tapa (como un álbum blanco de los Beatles invertido) volviéndolo casi ilegible. La cantidad de copias de este álbum que circuló a partir de los 90 en las bateas de discos usados da cuenta de su penetración en las discografías de clase media urbana de todo el país. A esa altura Carpenters solo podía ser un consumo irónico, como pasó con la mayoría del soft-rock de los 70, ABBA a la cabeza. Sin embargo, la escena independiente les haría justicia con If I A Were a Carpenter, el álbum tributo de 1994. Ahí les tocó a las japonesas Shonen Knife hacer un cover punk de “Top Of The World” que no pasa de simpático (aunque es coherente dado que Japón fue uno de los países donde los hermanos tuvieron más éxito). Sin embargo estuvo en Sonic Youth, en el extremo opuesto de Carpenters, dar con la esencia que hizo de los hits de Richard y Karen algo indeleble. Tanto la versión grabada como el video de “Superstar” dan cuenta de que esa caja de bombones que parecían los discos de Carpenters traía contraindicaciones. Las imágenes de Karen montadas como en un sueño por sobre los Sonic Youth travestidos en banda lounge, conmueven como una Pietá del Renacimiento.
Ya se la veía en la foto de aquel álbum que estaba en muchas casas: los pantalones que le colgaban como si fueran de circo, la chaqueta holgada como poncho, la sonrisa empujando los maxilares contra las mejillas.
El amor al que Karen le cantaba en “Top Of The World” era, efectivamente, el de su público. Su matrimonio en 1980 con el empresario Tom Burris fracasó a los pocos meses tanto como su carrera solista. Tras encarar una terapia contra la anorexia nerviosa que padecía, Karen volvió a la casa de sus padres en Los Ángeles. El 4 de febrero de 1983 murió en su habitación después de prepararse un café: el corazón latía mal y poco. Se había puesto blanco como el de la tapa de A Song For You, a casi diez años de estar en la cúspide del mundo y cantarlo.
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