A los 29 y a punto de casarse, cambió una vida gris, afligida y estancada para seguir su deseo más profundo: “Me di piedra libre”
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Desde temprana edad supo que había algo en él que lo hacía diferente a la mayoría de los chicos con los que compartía su tiempo. Al principio, en la escuela, renegaba mucho de ese algo. “No quería ser diferente, quería encajar, quería ser como había que ser”. Le dolía profundamente cuando lo insultaban o le hacían notar que ellos, los otros, también percibían que algo en él no era igual al resto.
Hasta que, a los 17 años, hubo un clic en su cabeza. Al contrario de lo que suele pasar en películas o historias parecidas a las de él, en ese momento la represión interna se acentuó todavía mas. “Sufría muchísimo, no me permitía experimentar o sentir nada con respecto a la sexualidad más allá de lo conocido. Y claro, a medida que pasaba el tiempo todo era cada vez mas difícil. Pensaba entonces que la vida era sacrificio, y que eso en algún momento me iba a traer la victoria que tanto ansiaba”.

“Quería comprobar que todo era una fantasía”
Finalmente a los 24 años, agobiado y cansado de tanto malestar, decidió que era un buen momento para probar suerte en Tinder. “Pero no era una decisión para vivir libremente, sino simplemente para demostrarme a mí mismo que todo era una fantasía y que si lo probaba en la práctica, iba a dar por finalizada la confusión interna y las cosas iban a mejorar”.
Así lo hizo. Tuvo una cita con un chico y dio su primer beso. Eso fue suficiente para autoconvencerse de que su búsqueda no era por ese camino. “Por esas cosas del destino, al día siguiente un compañero de facultad que no veía hacía varios años, me mandó un mensaje preguntándome si salía con alguien. Hablamos y entendí que estaba tratando de presentarme a la hermana de su novia. Era mi momento. Ya había hecho lo más difícil, que era besar a un chico. Ahora me faltaba besar una chica y empezar mi novela perfecta”.

“Acorralados por la presión familiar, decidimos casarnos”
Cinco días después conoció a la que fue su novia por cinco años. Si bien al principio la relación fue buena y él estaba entusiasmado, la frustración, la angustia, el malestar y la ansiedad no tardaron en llegar. A los dos años y medio la relación estaba totalmente desgastada. “Acorralados por los años de pareja, el paso del tiempo, la presión familiar por formar una familia y llevar una vida heteronormativa, decidimos casarnos”.
Fue la etapa más deprimente de toda su vida. “Yo no quería casarme pero igualmente íbamos camino a eso. Pagué el salon, ella su vestido de novia. No era la novela que me había imaginado con final feliz, sino una película de terror. Mi límite fue un acuerdo prenupcial que pretendían hacerme firmar. Finalmente nos separamos. Creo que necesitaba ese sacudón para tomar las riendas de mi vida. Crecí pensando que todo era un sacrificio. Fue un momento triste. Sufrí mucho, pero estaba en paz. Una sensación desconocida para mí”.

“Cambié una vida gris y estancada por otra llena de colores”
Pasaron cinco años hasta que Alejandro se animó a descargar nuevamente Tinder. Era el momento de empezar a conocer a otros hombres. Fue una experiencia liberadora. “Lo que más rescato de ese período, es que ya no me interesaba saber si era gay o si era hetero. No me importaba, estaba haciendo lo que tenía ganas de hacer. Comencé a hablar el tema con mis amigos, las respuestas de amor y empatía fueron una verdadera sorpresa para mí. Recargado con las fuerzas de esas charlas, logré tomar valor para hablar con mi familia -somos 6 hermanos, todos casados y con hijos-. El amor y la comprensión inundaron las charlas. Antes de terminar ese año, conocí a Lucas, el amor de mi vida. Fue un camino difícil. Pero finalmente pude cambiar una vida gris, afligida y estancada por una llena de colores”.
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