En la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, funciona un departamento enteramente dedicado a la investigación científica sobre el fenómeno de los niños que reportan aparentes recuerdos de vidas pasadas: el relato de uno de los casos más asombrosos y quién es el doctor que lo documentó.
James nació el 10 de abril de 1998. Según cuentan sus padres, desde muy chiquito, a los 22 meses de edad, mostró un fuerte interés por los aviones. Su padre lo llevó al Cavanaugh Flight Museum en las afueras de Dallas y el chico quedó fascinado por las imponentes máquinas. Pero lo que más pareció atraerle fue James fue la exhibición de aviones de la Segunda Guerra Mundial. Cuando la visita terminó le compraron algunos aviones de juguete y un video llamado It’s a Kind of Magic about the Blue Angels, el equipo de exhibición de vuelo de la Marina, que eligieron al visitar la tienda de souvenirs del museo.
A James le encantó el video y, como hacen los chicos cuando se entusiasman con algo, lo vio muchísimas veces durante varias semanas. La excursión al museo y el video despuntaron -¿o desvelaron?- el amor de James por los aviones. A partir de ese día, el nene empezó a aprender muchísimo sobre aviones y a veces hablaba sobre procedimientos de vuelo, detalles tan técnicos y empezó a hablar de batallas, de japoneses y a decir que su avión se había estrellado en el mar. Sus padres quedaban sorprendidos.
¿Serían datos que aprendía del video? Lo dudaban, esa no podría haber sido la fuente de información sobre la Segunda Guerra Mundial, de la que James hablaba en sus sueños, ya que el grupo Blue Angels se fundó en 1946 después de que terminó la guerra.
James había empezado a decir en voz alta “accidente de avión en llamas” y cuando jugaba golpeaba con fuerza la trompa de sus aviones de juguete sobre la mesa del comedor familiar.
James y su padre volvieron a visitar el museo. Esa nueva excursión coincidió con el fin de semana del Día de los Caídos. James se mostró feliz y entusiasmado durante todo el recorrido pero al llegar al hangar que albergaba el avión de la Segunda Guerra Mundial, enmudeció. Se levantó mirando y señalando los aviones, como si estuviera particularmente asombrado.
El padre de James viajaba mucho y una de las veces en que la esposa y James lo fueron a despedir al aeropuerto, James gritó: “Papá, el avión se estrella en llamas”. Alrededor de este tiempo, James comenzó a tener pesadillas. Al principio gritaba desconsolado y agitaba los brazos y las piernas en el aire. Con el tiempo empezó a vociferar frases mientras tenía esos sueños que lo perturbaban: “¡Avión se estrella en llamas! El hombrecito no puede salir”, gritaba. Los padres ya no sabían qué hacer para calmarlo y habían comenzado a preocuparse por los terrores nocturnos y la obsesión del niño con los aviones ardientes. No había una explicación lógica y su hijo parecía estar sufriendo.
No había una explicación lógica
Durante la época de las pesadillas, los padres de James se pusieron en contacto con Carol Bowman, que había escrito un libro sobre recuerdos de vidas pasadas de los niños. La autora les recomendó que no trataran de convencer al niño de que solo se trataba de un mal sueño, sino que le dijeran que estaba bien que recordara cosas, que lo malo ya había pasado y que ahora estaba a salvo. El consejo funcionó: las pesadillas de James se volvieron menos violentas y menos frecuentes. Cuando el niño aprendió a dibujar, empezó a plasmar aviones que se estrellaban, en escenas que parecían ser batallas.
Pero los indicios que los padres empezaron a registrar en un cuaderno comenzaron mucho antes. El 27 de agosto de 2000, cuando James tenía 28 meses, les dijo a sus padres que había derribado su avión de un barco. Cuando su Los padres le preguntaron el nombre del barco, él dijo: “Natoma”.
Después de esa conversación, su padre buscó la palabra en Internet y finalmente descubrió una descripción del Natoma Bay, un porta aviones de escolta estadounidense que había estado atracado en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.
Los padres de James le preguntaron varias veces el nombre del hombrecito de sus sueños. Siempre respondía con solo “yo” o “James”. Unas semanas después de que James dio la palabra Natoma, sus padres le preguntaron si podía recordar a alguien. “A otro que estaba con el hombrecito”, respondió James y lo identificó con el nombre de Jack Larsen. Un día, cuando James tenía poco más de dos años y medio, su padre estaba hojeando un libro, que le iba a regalar a su propio padre por Navidad, llamado La batalla por Iwo Jima 1945. James, que solo tenía dos años y medio, señaló una imagen que mostraba uan vista aérea de la base de la isla, donde se encuentra el monte Suribachi, y afirma: “Ahí es donde estaba mi avión derribado.” Su padre le dijo: “¿Qué?” y James respondió, “Mi avión fue derribado allí, papá”.
Una semana después de eso, en junio de 2002, el padre de James habló con un veterano de Natoma Bay que recordaba a un piloto llamado Jack Larsen. Le contó que Larsen voló un día y nunca regresó, así que nadie sabía lo que le pasó.
Años más tarde James y sus padres, Bruce y Andrea, se reunieron n con amigos y familiares del fallecido piloto. Todos, después de conversar con el chico, lo reconocieron como James M. Huston Jr., incluso, su hermana Anne Houston, la más emocionada.
La ciencia investiga la posibilidad de reencarnación
‘Sobrevivir a la muerte’ de Netflix es una serie documental que muestra el amplio y variopinto universo de creencias en torno a la posibilidad de existencia después de morir. Con relatos en primera persona de gente que afirma haber recibido señales después de la muerte de sus seres queridos o que tuvieron experiencias cercanas a la muerte, la docuserie cubre todos los temas que desde siempre buscan respuesta al misterio de la vida y la muerte. El último capítulo está dedicado al tema específico de la rencarnación y es el único que cuenta con la voz de un científico: el doctor Jim B. Tucker, profesor asociado de psiquiatría en la División de Estudios de Percepción del Centro Médico de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos.
“Reconozco que la orientación de mi carrera es inusual”, declara Tucker en el episodio 6 de Sobrevivir a la muerte. “Y, por cierto, yo no crecí creyendo en la reencarnación”, continúa, “pero la pregunta de qué nos sucede después de morir es algo que intrigó a los humanos desde que tenemos existencia. La División de Estudios de Percepción, a la que llamamos DOPS, existe desde hace más de cincuenta años. Aquí vemos fenómenos que la gente percibe como fuera de lo normal”.
El psiquiatra reconoce que su campo de estudio levanta suspicacias o suele ser desacreditado entre sus pares, pero defiende el método científico de abordaje de cada uno de los casos que estudia. “La mayoría de la gente en nuestro campo de la psiquiatría o la medicina en general no saben nada de nuestro trabajo. Hay otros que creen que es una pérdida de tiempo pero no suelen decírnoslo de frente”, reconoce. “Este trabajo puede parecer extraño pero mantuvimos un enfoque muy serio al desarrollarlo. Y a cada caso procuramos estudiarlo tan objetiva y científicamente como haríamos con cualquier otro fenómeno”, asegura.
El DOPS fue fundado en 1967 por Ian Stevenson, quien estaba interesado en la parapsicología y, en particular, en los niños que decían tener recuerdos de vidas pasadas. El doctor Tucker comenzó a trabajar como voluntario en el departamento de Stevenson y después de unos años se convirtió en investigador permanente, asumiendo la función de supervisar la codificación de los casos de reencarnación de Stevenson. Informatizar todos los archivos de casos escritos a mano de Stevenson, que se remontaban a 1961, le tomó varios años, pero en el proceso Tucker advirtió que el trabajo arrojaba ideas intrigantes. En principio, le llamó la atención que aproximadamente el 70 por ciento de los niños que relatan recuerdos de vidas pasadas, narran que habían muerto de forma violenta o inesperada en su vida anterior. La tres cuartas partes de esas muertes corresponden a niños de sexo masculino, y esa cifra se corresponde casi exactamente con la misma proporción de hombres que mueren por causas no naturales en la población general.
También observó que se informan más casos en países donde la reencarnación forma parte de la cultura religiosa, pero Tucker vio que no existía una correlación fuerte entre la familia en que había surgido el caso y sus creencias previas en la reencarnación. Es decir, los relatos no necesariamente estaban condicionados por la cultura o la creencia familiar.
La mayor parte del trabajo de Stevenson se centró en la reencarnación en Asia, pero cuando Tucker se sumergió en la investigación de los recuerdos de vidas pasadas, se dio cuenta de que si quería que los estadounidenses consideraran seriamente su trabajo, necesitaba buscar casos entre los estadounidenses que no creyeran previamente en la rencarnación.
Uno de cada cinco niños que informan sobre una vida pasada dice que recuerda el intermedio, el tiempo entre la muerte y el nacimiento, aunque no hay una visión consistente de cómo es eso. Algunos alegan que estaban en “la casa de Dios”, mientras que otros afirman que esperaron cerca de donde murieron antes de “entrar” a su madre. En los casos en que la historia de un niño se remonta a otra persona, la media de tiempo transcurrido entre la muerte de esa persona y el nacimiento del niño es de unos 16 meses.
Investigaciones posteriores realizadas por Tucker y otros revelaron que los niños generalmente tienen un coeficiente intelectual superior al promedio y no poseen ningún trastorno mental o emocional más allá de los grupos promedio de niños.
Otra observación de Tucker registra que casi el 20 por ciento de los niños estudiados tienen marcas de nacimiento similares a cicatrices o incluso deformidades inusuales que se asemejan mucho a las marcas o lesiones que la persona cuya vida recuerda el niño recibió en el momento de su muerte o cerca de ella.
La mayoría de los episodios que se interpretan como recuerdos de vidas anteriores de los niños generalmente disminuyen alrededor de los 6 años, coincidiendo aproximadamente con lo que Tucker dice que es el momento en que los cerebros de los niños se preparan para una nueva etapa de desarrollo.
Tucker, lleva investigando estos relatos desde hace más de 20 años y tiene un archivo con más de 2500 casos de niños que reportaron recuerdos de vidas pasadas. El de James Leninger es el que mostró mayor cantidad de coincidencias entre los relatos del niño y los datos en la vida real, lo que para el equipo de la Universidad de Virginia, puede resultar suficiente evidencia, al menos en este caso.
¿Adonde está James Leninger ahora?
La historia de la reencarnación de James fue uno de los casos más publicitados en el mundo occidental. Antes de aparecer en la docuserie, sus padres escribieron un libro titulado Soul Survivor: The Reincarnation of a World War II Fighter, y tanto ellos como James aparecieron en varios programas de televisión relatando su curiosa vivencia. Sin embargo hoy, a los 23 años, la historia de la reencarnación es algo que quedó entre los recuerdos de la infancia. Al concluir el documental de Netflix el propio James dice que todavía, si lo desea, puede volver a esos recuerdos que lo atormentaban cuando era apenas un niño de jardín de infantes. Por eso procura no hacerlo y vivir una vida concentrada en el presente, en el aquí y ahora. Porque lo otro, todavía es uno de los misterios de la existencia que ninguna ciencia pudo develar.
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