El duque de York publicó un escrito en la cuenta de Instagram de su ex mujer, pero lo firmó usando un Tratamiento Real que la reina Isabel II le quitó a principios de año
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Hubo un tiempo en que fue hermoso. El príncipe Andrés (62) tuvo sus años de gloria. Alcanzó su pico de popularidad en 1982, hace exactamente cuatro décadas, cuando se embarcó en el portaaviones HMS Invencible para prestar servicio en la guerra de Malvinas.
“Traigan al principito”. La frase, una bravuconada, fue atribuida al general Mario Benjamín Menéndez. El último gobernador argentino de Malvinas siempre lo negó, dijo que era un invento de la inteligencia militar para desprestigiarlo. Pero el tercer hijo de la reina Isabel (“el preferido”, repiten aún hoy los cronistas de palacio) estaba en camino.
“Andrew” tenía grado de subteniente y era piloto de helicópteros. A bordo de los Sea King participó en misiones de traslado y rescate, además de hacer tareas de inteligencia para confundir a los radares argentinos. Recién pisó tierra firme cuando terminó la guerra, tras 74 días de combate. Se fotografió en las islas y la imagen dio la vuelta al mundo. Fue la cara de la victoria. Y regresó a casa como “héroe de las Falklands”.
Ahora es un ángel caído. Perdió sus todos sus grados militares y el tratamiento de Alteza Real. A través de una carta abierta, veteranos de las fuerzas armadas británicas solicitaron a la reina que lo despojara de todo honor. Ya no representa, protocolarmente, a la Casa Real: fue separado de la función pública.
El ocaso de Andrés es definitivo. Durante las últimas cuatro décadas protagonizó todo tipo de escándalos. Los tabloides se hicieron un picnic con sus mil amoríos y su matrimonio de infidelidades cruzadas. Se hizo amigo de dictadores. Fue acusado de corrupción. Su mujer, Sarah Ferguson, fue grabada mientras cobraba más de medio millón de euros a un empresario indio por una entrevista con Andrés. Pero la estocada final, definitiva, la recibió en 2010, cuando fue acusado de participar en una red de corrupción de menores junto a su amigo, el execrable empresario Jeffrey Epstein. En febrero último llegó a un arreglo extrajudicial para frenar la causa de agresión sexual que le inició Virginia Giuffre en Estados Unidos (con el agravante de que la víctima era menor cuando sucedió el hecho). El príncipe pagó 16 millones de dólares para evitar los tribunales. Dicen que su madre y su hermano mayor, el príncipe Carlos, colaboraron con parte del dinero.
La semana pasada, el sábado 2 de abril, el príncipe Andrés salió del ostracismo para ubicarse nuevamente en el lugar donde se siente más cómodo: en el de héroe de guerra. Si bien no tiene redes sociales, aprovechó la cuenta de Instagram de su ex mujer (@sarahferguson15) para recordar aquellos años de gloria. Su escrito estuvo precedido por una breve introducción firmada por Sarah Ferguson: “Le pedí a Andrew, esta mañana, su reflexión a propósito del aniversario desde que se embarcó en Portsmouth rumbo a Falklands hace 40 años”. Y, a continuación, pegó el escrito del duque de York. Pero la publicación no lograría el efecto desaseado…
De puño y letra del príncipe Andrés: “Mientras me siento aquí, en mi escritorio, en esta fría y fresca mañana de primavera pensando en abril de 1982, trato de recordar lo que me venía a la mente en la cubierta de vuelo del HMS Invencible mientras zarpábamos de Portsmouth. Creo que nadie a bordo, en ese momento, pensaba que terminaríamos en una guerra de disparos. Creíamos que habría un poco de postura, que exhibiríamos nuestra fuerza (...) No fue hasta que pasamos isla Ascensión que las cosas se pusieron serias. Hicimos una breve parada fue para descargar armas de entrenamiento y embarcar más munición real. Entonces supimos que iba en serio. Resultó corta la navegación desde Ascensión hasta llegar al límite de la Zona de Exclusión. Llegamos listos para entrar en combate. Yo fui solo una pequeña pieza en un enorme esfuerzo por recuperar las Islas Falklands. Mi recuerdo perdurable es 99% de aburrimiento, entrenamiento y rutina, y ese horrendo 1% de puro terror, mientras se lanzaban misiles y bombas a nuestro alrededor.
Me dispararon, fue en el mismo momento en el que le dieron al Atlantic Conveyor (por el buque mercante que transportaba armamento británico y fue hundido el 25 de mayo de 1982 por dos Super Etendard de la 2ª Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina). Pero el misil no estaba dirigido a mí. Yo estaba en el aire, haciendo un trabajo de pantalla antisubmarina, cuando me dijeron que subiera a una altura en especial y arrojara paja para confundir al radar enemigo haciéndole creer que había muchos más objetivos de los que pensaban. Los misiles de paja confundía a los misiles enemigos logrando, muchas veces, que eligieran el objetivo equivocado.
Estaba volando cuando vi un proyectil disparado desde uno de nuestros barcos. Venía directo hacia nosotros pero a último momento giró hacia nuestra izquierda. Después, el Conveyor fue alcanzado y se desató el incendio. Tuvimos que dejar lo que estábamos haciendo para comenzar la misión de búsqueda y rescate de nuestros hombres en el agua.
Pero esta mañana, mientras recuerdo, lo que realmente me provoca llanto es el pensamiento por aquellos que enfrentan una amenaza mortal en Ucrania. Parece que no podemos aprender de nuestra historia. El ser humano sufre. Las familias están destrozadas por los bombardeos indiscriminados. Es la valentía y el coraje de unos pocos para defender a muchos lo que realmente me ha atrapado mientras reflexiono.
Mi guerra corta fue, Dios mío, hace 40 años (...) Igualmente, puedo empatizar con aquellos que luchan hoy recordando que nosotros también pensamos que íbamos a hacer lo correcto en 1982: expulsar a un invasor. Pero solo aquellos que experimentan la guerra pueden decirte que es una cosa espantosa. No importa lo que te digan los que están sentados en cálidos y acogedores estudios de televisión. Se debe hacer TODO esfuerzo para evitar la guerra.
Partí joven fue a la guerra, lleno de valentía, y regresé como un hombre cambiado. Dejé las cosas infantiles y la falsa bravuconería. Regresé como un hombre con pleno conocimiento de la fragilidad y el sufrimiento humanos”.
Al final del texto, como firma, decía: “Written by HRH The Duke of York”. En castellano, “Escrito por Su Alteza Real el Duque de York”. Y fue ese pie que indignó a los ingleses. El príncipe Andrés, su antiguo héroe de guerra, ya no puede usar el tratamiento de “HRH” (abreviatura de His Royal Highness”). Como se dijo, a principios de 2022, la reina despojó a su hijo de sus títulos militares honoríficos y de sus patrocinios reales, y también se le retiró el tratamiento de “alteza real”.
Los seguidores de Sarah Ferguson fueron los primeros en poner el grito en el cielo. De inmediato, los medios británicos se hicieron eco (no tanto del contenido la carta, pero sí del uso indebido del Tratamiento Real) y fueron a consultar a sus informantes. De acuerdo a sus crónicas, nadie en Buckingham sabía acerca del escrito del príncipe Andrés. Comenzaba a generarse un revuelo importante cuando Ferguson decidió terminar el asunto y borró el escrito de su cuenta. Así, de un plumazo, terminaron las primeras declaraciones públicas del duque de York tras su acuerdo extrajudicial con Virginia Giuffre.
Algo está claro: la vida pública del príncipe Andrés, del héroe de guerra, está terminada.
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