Una escena fundamental del film de Santiago Mitre fue filmada en el local de Corrientes y Talcahuano
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“La historia comienza en 1932, cuando mi bisabuelo Giovanni Banchero abre una panadería en La Boca. Había venido en barco desde Génova, Italia. Tenía dos hijos: mi abuelo Antonio Agustín y mi tío abuelo, Agustín Antonio. Esto es real, los llamó así. Cuenta la leyenda que ahí, en el horno de la panadería, se hicieron las primeras pizzas de Argentina. Fue después que tomó forma el restaurante”, relata Luciano Banchero (37), periodista y fundador Posta, la productora de podcasts.
Banchero icónica pizzería tomó vida con sus clientes, muchos inmigrantes, vecinos y artistas de la época. En Banchero se juntaban desde Benito Quinquela Martín (que hacía allí sus reuniones de su sociedad, El Club del Tornillo) y el actor Luis Sandrini, a Tita Merello y la misma Eva Duarte de Perón, Evita.
“La pizzería original sigue estando donde estaba, en Almirante Brown y Suárez en La Boca, mi familia nunca se movió. Ahí vivieron mi bisabuelo, mi abuelo, mi viejo sigue. También yo viví en el barrio los primeros años de mi vida. Y, como la zona es un centro de la inmigración italiana, la historia de ‘Banchero’ siempre estuvo muy ligada a la del club Boca Juniors. Surgieron con la misma ola, porque ‘xeneixe’ significa ‘genovés’, y todo lo del club y sus hinchas transcurre en esas manzanas”.
El lugar donde nació la fugazza con queso
La fundación de Banchero tiene fecha cierta: 28 de marzo de 1932. Prácticamente al mismo tiempo, nacieron otras pizzerías porteñas -hoy clásicas- como Güerrin (1932), Las Cuartertas (1932), y El Cuartito (1934). Sin embargo, Banchero ostenta con orgullo un título que nadie puede igualar: es, como dice en la pared de todos sus locales, “el creador de la fugazza con queso”
La historia es simple. Un día el pionero Giovanni (al que todos ya llamaban Juan) cortó al medio la pizza con cebolla. “Una fugassa, como los genoveses llaman a la focaccia”, detalla Luciano. Como notó que podía quedar seca, le agregó queso. “Y así logró una bomba maravillosa que te hace feliz”, insiste su bisnieto. Por su aporte a la gastronomía argentina, en 2022, durante la celebración de su 90° aniversario, Banchero fue declarada “sitio de interés cultural” por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
La pizzería de “Argentina, 1985″
Una escena clave de “Argentina, 1985″, que tiene a Ricardo Darín y Peter Lanzani como protagonistas, fue filmada en Banchero. La secuencia recrea un momento histórico: en una mesa del salón de Corrientes y Talcahuano, a dos cuadras de Tribunales, los jueces definieron la condena que darían a las Juntas Militares. Desde septiembre pasado, fecha de su estreno, el nombre de Banchero viaja por el mundo junto a la película.
-¿Cómo fue ver a Banchero en una película con tanta exposición internacional?
-No me enteré del rodaje y la verdad es que tampoco conocía la historia. Me puse a indagar, le pregunté a mi viejo -que es de pocas palabras y también estaba sorprendido- y, excepto algunos detalles, lo del chico y que este encuentro fue de día, efectivamente fue todo así. Está documentado. Fue muy emocionante. Le mandé un mensaje a Axel (por Kuschevatzky, productor de la película), le puse que me había conmovido ver mi apellido ahí. No me quiero adelantar a los resultados (”Argentina 1985″ es gran candidata a quedar seleccionada para los Oscars), pero estoy convencido de que le esperan puras cosas buenas, es una gran película.
-¿Habías nacido en 1985?
-Justamente, yo nací cuando “terminó” la película. Y, si el Juicio a las Juntas terminó el nueve de diciembre de 1985, yo nací el 12 de diciembre, tres días después. Además, si te fijás, cuando el director, con su cámara, muestra a los jueces entrando a la pizzería hace foco en el cartel. Es el neón de “Banchero”, como está hoy, que abajo dice “La verdadera pizza”. En pantalla, la palabra queda cortada, se ven los jueces y el cartel que dice “La verdad”. Creo que fue un accidente, pero si fue pensado, fueron muy astutos.
Si bien Luciano Banchero esquivó su destino y eligió hacer su camino lejos de la empresa familiar, lleva una pizza tatuada en su brazo. Es parte de su ADN.
-¿Qué hace tan especial a una pizza?
-Es que es nuestra pizza, al molde, tipo bizcochuelo, porteña... He probado pizzas por el mundo, pero no hay como la de acá. Digo ‘nuestra’ pero yo no formo parte del negocio familiar, es más mi herencia cultural, pero no estoy en el día a día. Mi vínculo es meramente de consumidor. Me gusta comer, amo la pizza y si fuera por mí, comería pizza todos los días. Es mi comida preferida y la llevo (literalmente) tatuada en mi muñeca derecha.
-¿Pasabas tus días en Banchero?
-Para mí, Banchero es sinónimo de los sábados en familia, siempre con pizza. Eso sí, como buenos italianos, los domingos comíamos pasta. Pero no es que yo me crié ahí o hacía mis deberes escolares en el restaurante. Para cuando yo nací, mi padre ya no estaba tanto en el local. Hoy mi tío y mis primos, la cuarta generación, están al mando. Yo, si preparé pizza fue tres veces en mi vida pero de forma particular y dicen que quedaron bien. Y, cuenta la leyenda que mi papá preparó pizzas alguna vez, pero eso yo nunca lo pude comprobar (ríe).
-¿Pesa el apellido?
-Nada. El ver mi nombre en las paredes y en la marquesina de “Banchero” es algo que tengo muy naturalizado. Mi apellido en los platos, en los individuales, me parece normal. Aunque ni de adolescente llegaba y me adueñaba con mis amigos del lugar. La regla siempre fue avisar y no pedir una mesa para 20 personas, tener decoro. Sí, los mozos me conocían y me gustaba esa familiaridad. Al tener éste apellido, la gente lo identifica. Hoy cuando me llegan el correo, en las entregas, lo leen y me dicen ‘Ah, como la pizzería”. Me da orgullo, pero de algo que no me puedo atribuir, cosa de varias generaciones para atrás.
-En sus 90 años vieron pasar distintas crisis, ¿nunca pensaron en bajar la persiana?
-Por suerte, no. “Banchero” va lidiando con los vaivenes de la economía. Te permite ir a comer pizza y repartir el gasto. Eso siempre me pareció sensacional. Que se haya logrado mantener un lugar funcionando en este país y por tantos años es admirable. Pensar que es un emprendimiento gastronómico familiar que el año pasado cumplió 90 años. Espero verlo cumplir 100 y que mi hijo Dino, que tiene un año y dos meses, lo pueda disfrutar como lo hago yo.
-¿Por qué no seguir con la tradición pizzera?
-Me di cuenta que no era lo mío, no tenía ése amor por la gastronomía y tampoco hubo imposiciones. Aunque se que a mi papá le hubiese gustado, también entiendo que está contento con las decisiones profesionales que tomé. Hoy, como productor, me dedico a que las cosas pasen. Igual, cada vez que me cruzo con alguna catástrofe en el laburo, me sale un ‘¡Me tendría que haber dedicado a la pizza!’. Desde mi formación periodística, intenté honrar a la familia con un podcast sobre la historia de la pizza en la Argentina. Pero luego me di cuenta que era como hacer un documental yo solo y no lo seguí.
-¿Cómo fue evolucionando con el tiempo?
-Si lo ves hoy, el restaurante de La Boca se ve gigante, a diferencia de las nuevas pizzerías donde los locales son chiquititos: es cinco veces más grande. Y es que fue creado como un lugar de reuniones y de comida familiar y no cambió. Pero por suerte, al estar cerca de Caminito, se llena de turistas y de gente que va a la cancha. Lo mismo pasa en el de avenida Corrientes, funciona con quienes trabajan por la zona de Tribunales o los que van al teatro de noche.
Hoy están el original, en la avenida Corrientes hay dos -el de Talcahuano, que es de 1967, y el de Montevideo, Don Tito-; hay uno en Pilar y, desde 2019 está el de Miami, en el polo argentino que se creó. Ahora tiene redes sociales, aunque aún no hay menú online. Ahí hay resistencia a la modernización, el cartón plastificado con la historia de la pizzería sigue ahí. Y a mí me gusta, no quiero saber nada con un QR, yo quiero el menú papel.
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