Camuflado en el bosque, el complejo cuenta con un gran invernadero que busca fomentar la produccción y el consumo de alimentos orgánicos.
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“Compramos estas dos hectáreas a orillas del Río Maullín sin saber a ciencia cierta qué íbamos a hacer con ellas; la única finalidad en ese momento fue que su conservación no quedara en otras manos”, confiesan Gabriel Granda (45) y Ángelo Novoa (43), creadores de Cabañas Foráneo. El impulso por preservar esta fracción en un área recientemente catalogada por el gobierno nacional como santuario natural surgió de Gabriel, peruano, que vivía desde hace años al lado de este terreno a escasos kilómetros de Puerto Varas, pequeña localidad famosa por sus vistas a los volcanes Calbuco y Osorno, su arquitectura colonial alemana y su excelente gastronomía.
Fue solo en un segundo momento que, pensando en una riqueza que se difunde menos, la de sus humedales repletos de fauna y flora nativa, los amigos se aventuraron a construir cuatro cabañas destinadas al ecoturismo. “El proyecto se mimetiza con este entorno que tanto valoramos, de un modo que transmite ese sentimiento a nuestros huéspedes. Por ahora, podemos decir que la gente que nos visita no se quiere ir; se ha generado una comunidad de amigos de Foráneo que siempre vuelve en busca de unos días de desconexión”, comparten, con el regocijo de ver cumplido su objetivo.
"Decidimos entrar al sitio despacio y con conciencia: ubicamos cada cabaña en un espacio libre del bosque y evitamos una arquitectura demasiado moderna, porque sabíamos que el lugar la iba a rechazar."
Gabriel Granda y Ángelo Novoa, dueños de Cabañas Foráneo
La fachada de las cabañas está hecha de tejuelas de alerce recicladas. Gabriel y Ángelo las recuperaron de un galpón de 1930 que compraron especialmente para desarmar y aprovechar sus materiales.
Mirador en altura
Enfocados en materializar la mejor propuesta posible en este enclave protegido, los dueños de las cabañas, además de contratar al estudio AVON Arquitectos, armaron un equipo de ingenieros, interioristas y paisajistas para abarcar todos los frentes de la obra.
"Propusimos una radical presencia de la naturaleza en los interiores. Se abrieron ventanales de piso a techo para mirar el río y el bosque desde la altura, aprovechando esa posibilidad única que da la arquitectura: llevarte a puntos de vista que no se consiguen caminando."
Arq. Andrea Von Chrismar, de AVON Arquitectos, encargada del proyecto
“Las llamamos Cabañas Foráneo porque nos sentimos extranjeros en una tierra única y esperamos que nuestros huéspedes se acerquen a ella con el mismo respeto que sentimos. Hicimos las casas con terraza, parrilla y cocina de inducción para invitarlos a pasar mucho tiempo allí, contemplándola”, dicen los socios sobre uno de sus principales objetivos al encargar el proyecto.
Combinados, el zócalo de la isla lleva la misma melamina oscura que el cuerpo de la cocina.
Arriba, más madera
“Revestimos con entablonado de pino aludiendo al antiguo modo de construir, cuando tenía un rol estructural y sobre él se colocaba, por ejemplo, empapelado. Con una capa final de imprimación que evita su oscurecimiento futuro, logramos un producto resistente, contemporáneo, austero y sureño”, detalla la arquitecta Von Chrismar.
“Acá conviven gestos tradicionales con tecnologías actuales. La tejuela del exterior, por ejemplo, se apareja con un muro cortina, en el que el vidrio cubre toda la fachada y la estructura queda por detrás. Por eso, desde el dormitorio no se ven ningún marco inferior de ventana contra el piso: solo el cristal sobrepasando al ras del perímetro”, explica la fundadora de AVON Arquitectos.
Tanto para la escalera como para la puerta del baño en suite se optó por herrería negra –a tono con las columnas y las vigas metálicas–, de modo de no sumar más información a la paleta de colores que guía el interiorismo.
La mayor parte del equipamiento se resolvió con muebles de madera reciclada, partiendo de la que recuperaron del mismo galpón del cual salieron las tejuelas de alerce de la fachada.
Anexo sostenible
“Hicimos esta huerta con la intención revertir ese prejuicio y demostrar que no es imposible ni descabellado producir frutas y verduras para el consumo personal”.
En este galpón anexo también se celebran reuniones y eventos de hasta 30 personas. Una de las iniciativas más destacadas es “Experiencia Foránea”, en la que los socios convocan a un chef regional para preparar una comida con los productos que allí se cultivan.
“Al igual que las cabañas, los senderos se montaron en los blancos del terreno, zigzagueando en medio de los árboles preexistentes. Los mantenemos libres de maleza colocando a los costados mulch o chips de viruta, que también conserva la humedad del suelo y lo nutre”, dicen Gabriel y Ángelo.
“Para recomponer la biodiversidad del corredor biológico donde estamos (del que buena parte se había talado para el pastoreo de ganado) hicimos un trabajo profundo de reforestación. Sumamos alrededor de 6.000 plantas y arbustos, y el plan es llegar a 20.000”.