La comedia romántica de Ron Howard dejó muchas anécdotas, pero también se convirtió en todo un clásico de los 80
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Splash fue el sueño cumplido de Daryl Hannah, la llegada triunfal a la escena hollywoodense de Tom Hanks y la osada apuesta de un novel Ron Howard que podría haber terminado en el tacho de basura de Disney pero que, en cambio, se convirtió en un clásico de los 80. La película que hizo reír y enamoró en partes iguales a toda una generación, fue un éxito rotundo -recaudó, solo en Estados Unidos, más de 69 millones de dólares en taquilla- y fue el resultado final de un increíble detrás de escena, lleno de pequeñas historias, momentos célebres, deseos cumplidos y datos tan increíbles como curiosos.
El film comienza en 1959, cuando el niño Allen Bauer (Tom Hanks) cae al agua desde un barco y es rescatado por una pequeña sirena. Veinticinco años después, cuando Madison (Daryl Hannah) sale a la superficie en busca de su amor y consigue reencontrarse con él, Allen se enamora sin saber quién es ella en realidad: por temor, la sirena esconde su secreto hasta que un científico obsesionado (Eugene Levy) la descubre. El film transcurre entre la tierna historia de amor, los desesperados intentos del investigador por capturar a la sirena, la nueva vida de Madison fuera del agua -sus piernas se transforman en cola de sirena al mojarse- y las hilarantes apariciones del hermano del protagonista, interpretado por el memorable John Candy.
¿Cuán probable es hacer realidad una fantasía?
Cada vez que a Daryl Hannah le ponían la cola de sirena y la soltaban en el agua, nadaba tan rápido que su equipo técnico no podía seguirle el ritmo. ¿Por qué una rubia veinteañera oriunda de Illinois sería capaz de moverse de esa manera? En la fascinación de Daryl Hannah por La Sirenita de Hans Christian Andersen está la respuesta: “Cuando era una niña fantaseaba con ser una sirena, incluso me ataba los pies para nadar como una en la pileta”, contó la actriz en Making a Splash, un documental que se editó en 2004 cuando el film cumplió 20 años. “Mi deseo de estar en el cine era vivir en un mundo de fantasía”, recordó años después, “y una de las cosas con las que soñaba era ser una sirena, por lo que Splash fue definitivamente un sueño hecho realidad”.
El sueño de convertirse en sirena no fue nada fácil, y el mayor sacrificio que hizo Hannah durante la grabación fue lucir su disfraz. El encargado de lograr la cola más realista dentro de las posibilidades de la industria en esa época fue Robert Short. En un comienzo, el diseñador de efectos especiales imaginó la cola gris, similar a la de un delfín, porque pensó que de esa forma tendría una lógica más biológica. Sin embargo. Howard rechazó la idea por poco estética e insistió en buscar un estilo más tropical para su protagonista. El tiempo le dio la razón: debajo del agua, la imagen perdía mucho color, y la cola roja terminó destacándose mucho más.
Sorteado el tema del color, Short se vio ante el desafío de probar distintos materiales. Luego varios intentos, dio con una fórmula que, si bien no era la más cómoda para colocar, se destacaba por su realismo: una serie de capas de látex, fibra de vidrio, pieles y branquias pintadas a mano. Para convertir a Daryl en una sirena eran necesarias más de tres horas por jornada. La actriz debía permanecer quieta y acostada hasta quedar lista. La misma cantidad de horas consumía quitarle la cola. “Fue un proceso de aprendizaje sobre cómo no solo hacer que se mantuviera puesta y se viera perfecta”, recordó en una charla con la revista Empire, “sino que pese lo suficiente como para meterme debajo de la superficie, pero no tanto como para hundirme hasta el fondo”.
Pero la dificultad no se limitó a mantenerse a flote. Una vez que el disfraz de sirena estaba puesto, quedaba puesto durante todo el día. “Si tenía que hacer pis, arruinaba la jornada de rodaje porque tomaba mucho tiempo poner y sacar la cola”, lamentó Hannah, y reveló que no comía ni tomaba casi nada para no tener que ir al baño. También contó que se le dormían las piernas, que al terminar el día le costaba caminar y que muchas veces incluso sentía dolor.
Durante el 2020, el actor Josh Gad reunió al elenco, al director y a los guionistas de Splash para su programa de YouTube Reunited Apart. De manera virtual, Howard, Brian Grazer, Hanks y Hannah recordaron el rodaje de la película. “Daryl tuvo que pasar horas pegada a esa cosa tan dolorosa”, contó Hanks cuando le tocó hablar de su coprotagonista. “Recuerdo haber visto tus dedos de los pies una vez, Daryl, tuvieron que apretarlos tan fuerte que estaban sangrando”, repasó el actor. “¡Todavía tengo la cicatriz!” respondió Hannah, levantando el pie para la cámara.
El sufrimiento de Hannah se hizo más llevadero con la presencia de sus compañeros. En el documental Making Splash, Hanks recordó entre risas cómo ayudaba a su inmovilizada coprotagonista durante las pausas para merendar, y ella luego confirmó la historia. “Venían y me tiraban papas fritas en la boca cuando estaba en el tanque”, recordó Hannah. “Preferiría que me dejen en el agua o en el tanque entre escena y escena. Cuando estaba fuera del agua era muy doloroso, estaba indefensa porque no podía moverme. Era como un delfín varado, tendido allí donde sea que la grúa me colocara: en el muelle o en una reposera. Estaba a merced de todos”.
Como Jacques Cousteau
Splash significó para Hanks el trampolín de su carrera hollywoodense: su interpretación de Allen Bauer lo puso en la vidriera de la industria como el candidato ideal para la comedia romántica, mucho antes incluso de descubrirse como un talento para el drama: diez años después, en 1993, alzó su primer Oscar tras ponerse en la piel de un abogado con VIH en Philadelphia. Ese mismo año se afianzó como el “novio de América” y formó un exitoso equipo de trabajo junto a la actriz Meg Ryan y la directora Nora Ephron por su trabajo en Sintonía de Amor.
Trabajar bajo el agua también configuró un desafío para Hanks. Por un lado, porque era fumador, y por el otro, porque -como el resto del equipo- tuvo que hacer un curso para aprender a bucear. “Bucear para mí era como escalar una montaña o practicar el aladelta, algo que ves en el canal de deportes una tarde aburrida de domingo”, reconoció en una entrevista para el Show de Merv Griffin el mismo año del estreno. “Jacques Cousteau bucea, yo nado en la piscina. Hay una gran diferencia”, dijo sin poder disimular la risa. Hoy, Hanks le agradece a Splash contar con el certificado oficial de buceo.
Interpretar las órdenes del Howard debajo del agua también se convirtió en verdadero reto, y el beso icónico acuático con Daryl Hannah no fue tan mágico como luego se vio en la pantalla grande: el desafío técnico fue enorme, y tanto Tom como Daryl coincidieron en señalar que fue muy difícil evitar que salieran burbujas de sus bocas, que no fue nada romántico y que se hizo casi imposible seguir las órdenes del director simplemente porque no tenían máscaras y no lo veían.
Un golpe certero
Si el cincuenta por ciento del éxito de Splash se puede encontrar en la historia de amor y en sus interpretaciones, el otro cincuenta por ciento se debe a los roles secundarios interpretados por Eugene Levy y John Candy. Una de las escenas más recordadas del film es la de la cancha de raquetball; Candy, en la piel del hermano de Allen, saca y la pelota, luego de pegar en la pared, golpea directamente su cabeza.
Además de lograrla en una sola toma, cuando esa escena se filmó Candy estaba totalmente borracho. Así lo recordó Ron Howard en el programa de Gad. “John era un tipo absolutamente profesional. Ese día llegó tarde. Cuando finalmente apareció, salió del auto y me dijo: ‘Ron, estoy tan pero tan avergonzado’. Yo le dije: ‘Está bien, no te preocupes’, y me respondió: ‘¡Estoy borracho! Esto es lo que pasó, te diré la verdad: estaba en el bar y allí estaba Jack Nicholson. Me llamó, ¡sabía mi nombre! Y me empezó a invitar tragos. Cuando le dije que tenía que ir a filmar me dijo ´Vas a estar bien, niño, no te preocupes´. Nunca me acosté, Ron’”. Todos en el programa coincidieron en señalar a Candy como un gran compañero y un increíble comediante.
De curiosidades y tendencias
Antes de Splash, a nadie se le hubiera ocurrido llamar como una calle o una ciudad a ninguna niña. Sin embargo, y debido al éxito del film, Madison se convirtió en un nombre común en Estados Unidos. “He conocido a cientos de niñas llamadas Madison y es realmente encantador”, expresó Hannah según el portal IMDB. Lo más llamativo para la actriz es que nadie entiende muy bien que el nombre de su personaje comenzó siendo un chiste: “El punto es que era una broma porque Madison es el nombre de una calle, así que fue un poco como llamarse a uno mismo ‘Pacific Coast Highway’. Pero es un nombre tan común ahora que la gente ni siquiera entiende la broma”, confesó. Otra de las tendencias que dejó la película fue el peinado playero de Hannah: la eterna melena rubia despeinada con ondas con nombre propio -crimped- es aún hoy, según la revista Vogue, el peinado playero más logrado e imitado.
Una verdadera apuesta
No fue fácil para Howard lograr que Disney le diera el visto bueno para producir su fantasiosa historia de amor, y el motivo tenía nombre y apellido: Warren Beatty. El actor estaba en aquel momento grabando en un estudio de la competencia una película protagonizada también por una sirena. Fue tal la insistencia de Howard que finalmente le dieron la oportunidad. Y el resultado no defraudó: Splash, con un presupuesto de 8 millones de dólares y una recaudación que superó los 70 millones, se convirtió en la revelación y en la décima película más rentable de ese año. Con los años, logró posicionarse como un verdadero clásico del cine de los años 80.
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