La actriz habló con LA NACION sobre el abuso que sufrió cuando tenía 14 años y contó cómo le cambió la vida; además repasó su historia de amor con el autor y director Leonardo Bechini
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Luego de espiar una grabación de Clave de sol y con apenas 12 años, Ximena Fassi decidió que quería ser actriz. La primera oportunidad le llegó con el ciclo De fulanas y menganas y siguió trabajando en decenas de ficciones, entre ellas Como vos y yo, Como pan caliente; Yago, pasión morena; De corazón, Padre Coraje y tantas más. Mamá de Matías, quien acaba de recibirse de arquitecto, Fassi está en pareja con el autor y director Leonardo Bechini, con quien se casó hace dos años, luego de 16 de estar juntos. En diálogo con LA NACION, la actriz hace un repaso de su historia y cuenta un momento muy doloroso que atravesó y de qué manera logró sanar.
-Hiciste muchas ficciones y luego tu trabajo empezó a pausarse, ¿fue tu decisión?
-Cuando me separé, mi hijo era chico y decidí frenar un poco porque me necesitaba. Por otra parte, tuve una mala experiencia en una novela y así fue pasando el tiempo.
-¿Qué pasó?
-Fue en Collar de esmeraldas, una novela que se vio en Canal 13 con producción de Raúl Lecouna y Marcelo Tinelli, y que escribía Leo (Bechini). Primero me llamaron a mí, que ya estaba en pareja con Leo, y me preguntaron: ‘¿No la querrá escribir?’. Los puse en contacto y se sumó, pero hubo mucho roce con compañeros: yo tenía tres escenas por capítulo y decían que el autor me “escribía mucho” porque era mi pareja. No la pasé bien, me lastimaron mucho. Llegó un momento en que no quise trabajar y mi hijo me necesitaba, se dio de esa manera. Y después me parece que los productores creyeron que ya no quería trabajar más... ¡y lo mío era solo por un tiempito! Pero pasaban los años y no me llamaba nadie. Al tiempo hice participaciones en películas y series.
-Al final no te convino estar con Bechini...
-No (risas), para nada.
-¿Te deprimió que no te llamaran?
-Tengo mucha vida interior y la paso bien en mi casa. No necesito actuar para no deprimirme. Claro que quiero volver a hacer ficción, me encantaría y me gusta mucho hacer televisión porque en ese medio desarrollé casi toda mi carrera. Ya volveré. Protagonicé Operación México que dirigió Leo, pero no me impuso sino que mostró mi material y me eligieron. Los nervios que me comí porque quería hacer ese papel, pero no poner a Leo en una situación incómoda. Fue uno de los trabajos más lindos que hice en 2016.
-Tu último trabajo en televisión fue una participación en Simona...
-Sí y lo quise hacer porque Ángela (Torres) es mi ahijada y no es mi ahijada. Es que cuando nació era mi ahijada y después hubo un tiempo en el que me distancié bastante de Gloria (Carrá) y la gordita decía: ‘¿Y mi madrina?’. Así que es mi ahijada en el corazón, entonces quería tener la experiencia de trabajar con ella, que descubrió su talento en la escuela de comedia musical que tuve durante tres años con Mariana Stoessel, la mamá de Tini. Ángela vino a mi escuela, yo la iba a buscar los viernes para llevarla a clases y se quedaba a dormir en casa. Ahí fue cuando Gloria y Marcelo (Torres) vieron que su hija tenía talento. Yo les decía que Ángela nos pasaba el trapo a todos. De la escuela también salió Tini, pero después la cerramos, justo antes de que ella empezaraa trabajar en Violetta.
Una historia de sanación
-Decís que tenés una vida interior muy rica, ¿qué hiciste en estos años?
-Soy muy creyente, ayudo un montón en la iglesia Rey de Reyes. Me acercó Majo, una amiga de mi cuñada, que hoy es mi amiga. La conocí de casualidad y al otro día me llamó y me dijo que Dios le había hablado de mí y empezó a decirme cosas muy íntimas, que no había manera de que supiera. Ella tiene un don, que es el de la revelación y la verdad es que me quedé de una pieza. Yo ya estaba en una búsqueda espiritual, hice yoga, medité, me acerqué a la iglesia católica también porque mi raíz era esa. Pero nada llenaba el vacío que tenía y cuando conocí a Majo y me acerqué a la iglesia evangélica, se me calmó esa búsqueda y de alguna manera, llené ese vacío. Me gustaba orar con Majo y un día fui a la iglesia y sentí que tenía que ir todos los domingos, era una necesidad. De a poco empecé a colaborar con la iglesia sobre todo con las obras de teatro, y con eso soy refeliz. Hace cuatro años que estoy presente.
-¿Cuál era ese vacío que te impulsó a esa búsqueda?
-A los 14 años sufrí una violación y es algo que nunca había podido sanar. Esa era mi búsqueda, pude perdonar y eso te libera. Pero no perdonás por el otro sino por vos. Majo una vez me dijo que el perdón no es un sentimiento sino una decisión que después se convierte en sentimiento. Fue terrible. Hoy estoy bien, pero de todas maneras no es algo que deja de doler. Pude perdonar, me liberé aunque es un feo recuerdo que me cambió la vida en todo sentido: antes era súper extrovertida, por ejemplo y ahora soy todo lo contrario. Recuerdo que no bailaba por miedo a provocar.
-Pero pudiste ser actriz...
-Cuando actúo me siento libre porque es un libreto. Varias veces hice personajes a quienes violaban y fue súperduro. Me cuesta la exposición del cuerpo, pero voy venciendo esas cosas.
-¿Cuándo decidiste que podías ser feliz sobre un escenario?
-Antes de esa horrible experiencia ya había decidido ser actriz y a los 14 años empecé a trabajar: lo primero que hice fue De fulanas y menganas en Canal 7. Mi profesor de teatro, Alberto Rinaldi, que era el director del programa, me preguntó si me animaba y pensé que eran dos escenas, pero fue un protagónico. Y después hice bolos, como corresponde, y fui creciendo. Cuando estaba en séptimo grado, una compañera me pidió que la acompañara a ver a los chicos de Clave de sol, le dije que sí pero sin pedir autógrafos y no sé cómo terminé hablando con Pablo Rago, que me contó cómo era y nos hizo entrar y vimos un poco de la grabación. Ahí dije: ‘Quiero hacer esto’. Cuando le conté a mi familia, me apoyaron porque mi mamá había querido ser actriz, estudió teatro y fue modelo. Y mi abuelo fue el jefe de locutores de Canal 9, Alberto Aldo Fassi.
-¿Cuál es el recuerdo laboral más lindo?
-Un lindo recuerdo es Yago pasión Morena. Me gustó mucho hacerla porque era un personaje divertido el mío y porque grabamos unos capítulos en Misiones, en las Cataratas y fue una experiencia alucinante. Justo era el cumpleaños de mi hijito, creo que 4 cumplió allá, e hicimos una fiestita en el hotel, no me lo olvido más. Esa novela quedó siempre en mi memoria y otro recuerdo precioso es la película Operación México, mi primer protagónico en cine y fue súper importante para mí.
-¿Tenés proyectos?
-Estoy trabajando con dos amigas que tienen una marca de mallas, Tierra de pecados, y llevo la parte administrativa, me encantan los números. Amo las matemáticas.
Una mágica historia de amor
Fassi y Leonardo Bechini se conocieron cuando ella estaba recién separada del padre de su hijo y se estaba mudando a la casa materna. Desde ese momento, pasaron casi 18 años. Se casaron en 2019. “Dios me dijo que me tenía que casar”, asegura la actriz.
-¿Y Leo te creyó?
-Le costó (risas). Estábamos un poco de trabados los dos, no nos salía nada de trabajo y Dios me puso el matrimonio adelante, como una forma de ordenarnos. Entonces le dije a Leo: “¿Te da el amor para casarnos, hace 16 años que estamos juntos? Nos casamos o chau”. Me pidió que esperara y un par de meses después nos casamos. A los dos días le salió trabajo y está escribiendo para Televisa México.
-¿Cómo se conocieron?
-Nos conocíamos del medio, pero la primera vez que hablamos él estaba haciendo Un cortado, en Canal 7 y participé de un capítulo. Empezamos a estar juntos de una forma mágica porque, por un lado, mi hermana me dijo que había conocido a un tipo que era ideal para mí, pero no sabía ni cómo se llamaba. Al mismo tiempo, yo había grabado un capítulo de De la cama al living, que lo dirigió Leo, y cuando me marcó una escena, me abrazó para explicarle al actor, y de pronto me miró y me dijo: “Me enamoré, me voy a casar con vos”. Yo estaba en otra, separándome y mudándome a lo de mi mamá, pero fuimos a una fiesta con mi hermana y cuando vio a Leo me dijo que era ese el tipo que había pensado para mí. Leo estaba con (Juan Alberto) Mateyko y Tito Urovich, nos invitaron a su mesa y después terminamos cenando todos juntos. Ese día me dejó en mi casa, empezamos a hablar todos los días, volvimos a salir y nunca más nos separamos. Fue muy mágico y mi hermana, claro, fue la testigo de casamiento. Al año y pico nos fuimos a vivir juntos y ensamblamos familias. Ahora los chicos están grandes y ya no viven con nosotros.
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