Abril de 2015. Una tarde cualquiera. Suena el teléfono.
–Rigoberto, mañana tenemos que viajar a Múnich. Hay unos alemanes con una información importante.
Era Mar, su jefa en España. Rigoberto sabía que cuando ella decía que era importante quería decir exactamente eso. Importante.
Unas horas después ambos estaban sentados frente a los periodistas Bastian Obermayer y Frederik Obermaier en una luminosa oficina del periódico Süddeutsche Zeitung. Una fuente, cuya identidad no quisieron revelar, les había estado transfiriendo durante días y días millones de documentos confidenciales de Mossack Fonseca, uno de los estudios jurídicos más importantes de Panamá, especializado en la creación de sociedades y todo tipo de artilugios financieros para sortear controles y regulaciones fiscales. La información comprometía a personajes influyentes, desde líderes políticos hasta dirigentes de la FIFA. Pero, claro, tenían un problema. ¿Por dónde arrancar? Necesitaban que alguien los ayudara a procesar y asegurar los datos.
Rigoberto tenía tan solo un par de horas para copiar los discos rígidos y garantizar que llegaran a Washington sin que nadie los descubriera.
El fuego de Prometeo
–Definitivamente no arranques por las primeras. Una buena alternativa puede ser empezar con Enterprise –Rigoberto se encoje detrás de una pesada Dell negra. Pequeño, de tez morena y dientes definitivamente blancos, habla pausado y con modales caribeños. Hace un día que llegó desde su Costa Rica natal para participar de una nueva edición del Media Party, ese eufemismo cool con el que ahora se bautizan los encuentros entre profesionales. Rigoberto es uno de los invitados especiales en esta fiesta. Ha venido a hablar de lo que sabe. Y mucho.
Ingeniero, especialista en base de datos, Rigoberto Carvajal es el cerebro técnico de los Panama Papers. Básicamente se encargó de estructurar la base de datos, convertirla en algo comprensible y diseñar una plataforma segurapara que el grupo de periodistas convocados en la investigación pudieran explorar y visualizar la información. Dicha intervención le valió un premio Pulitzer, aunque no es la primera vez que participa en un trabajo de este tipo. Como parte del equipo técnico del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación –la organización convocada por los periodistas alemanes para trabajar con la filtración– había intervenido en el proyecto que en 2015 expuso enormes operaciones de evasión fiscal realizadas con el presunto consentimiento de la multinacional británica HSBC a través de su subsidiaria en Suiza, el HSBC Private Bank, y también trabajó en lo que constituye el antecedente de los Panama, conocido como el Offshore Leaks: dos millones de archivos digitales que expusieron el funcionamiento de 120.000 empresas y fideicomisos extraterritoriales, con todo tipo de dueños, desde multimillonarios de Europa del Este e Indonesia hasta ejecutivos de empresas rusas, médicos estadounidenses y traficantes de armas.
"Como este había sido el leak más grande de la historia y teníamos un informante, me pareció interesante la metáfora de Prometeo, aquel que toma el fuego de los dioses y lo entrega a la humanidad. Nosotros teníamos ahí eso… Todas esas empresas y personas adineradas que encima tienen los medios para esconder su dinero…"
Pero Rigoberto prefiere hablar de Star Trek. Es más, fanático declarado de la serie creada por Gene Roddenberry, bautizó al proyecto con el nombre de una de las famosas naves. Los Panama Papers no siempre fueron eso. Primero se llamaron Prometheus.
–Como este había sido el leak más grande de la historia y teníamos un informante, me pareció interesante la metáfora de "Prometeo", aquel que toma el fuego de los dioses y lo entrega a la humanidad. Nosotros teníamos ahí eso… Todas esas empresas y personas adineradas que encima tienen los medios para esconder su dinero…
–¿Y cómo se sentía viajar con ese fuego en tu valija?
Rigoberto se ríe.
–Normalmente soy una persona serena, pero… Igualmente no estaba haciendo nada malo. O, en todo caso, estábamos con algo malo, pero para los malos.
Los malos de la historia
Todos aseguran que eran como el día y la noche. Uno, parco y de bajo perfil. El otro, un ejecutivo exitoso con aspiraciones de escritor. Juntos crearon un imperio en la Panamá del general Noriega.
Jürgen Mossack había llegado al país centroamericano con su familia en los 70.
Según archivos proporcionados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, su padre había sido miembro de las Waffen-SS de Hitler. Ramón Fonseca, en cambio, provenía de una familia burguesa de Panamá, había realizado sus estudios universitarios en Inglaterra. En 1986, ambos fusionaron sus pequeños despachos de abogados y crearon Mossack Fonseca & Co. La firma llegaría a tener en pocos años más de 500 empleados, filiales en Hong Kong, Miami, Zúrich, y unos 14.000 clientes con todo tipo de currícula.
Durante un encuentro en 2001 con el escritor Christian Kupchik, Fonseca le reveló que su principal deseo era ser García Márquez. "No es que quiero ser él: quiero ser Premio Nobel. Todo el resto ya lo tengo. Me falta la trascendencia", se explicó. La confesión tal vez sirva para entender la poesía con la que 15 años más tarde respondió una de las denuncias más grandes de la historia global: "Al final de esta tormenta, el cielo será azul y la gente sabrá que el único crimen es hackear".
En total, los alemanes recibieron casi 12 millones de documentos. Rigoberto sacó la cuenta. Para eso tomó como ejemplo la biblia. Si una biblia contiene 2.370 páginas, la información recibida equivaldría a unas 279.000 biblias, algo así como 661 millones de páginas.
–Lo primero que hicimos entonces fue ver qué teníamos. Y había todo tipo de archivos. Imágenes, PDF, audios.
–¿Conversaciones?
–Sí…
–¿Cuánto tiempo demanda procesar esa información?
– Un año con una computadora. Por eso, usamos 35 computadoras virtuales trabajando al mismo tiempo.
–¿Y cuánto les llevó?
–Dos semanas.
Pero entonces apareció otra cuestión: que la filtración no se filtrara. Para ello, Rigoberto y su equipo crearon una plataforma que trabajaba con un código de seis dígitos que cambiaba cada 30 segundos, lo que torna muy difíciles las probabilidades de que sea hackeada. También se elaboró una suerte de manual de buenas prácticas para todos los periodistas que intervenían en la investigación. Entre las recomendaciones, por ejemplo, se explicaba que, si necesitaban traducir el fragmento de algún texto, no utilizaran Google. Caso contrario, era muy fácil que alguien rastreara lo que estaban haciendo.
Para junio de 2015, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación tenía lista una aplicación segura, donde los periodistas de todo el mundo podrían compartir sus descubrimientos y comunicarse de manera efectiva. Mientras tanto, Marina Walker Guevara, subdirectora de la organización, armó un equipo con profesionales de diversos países. En total participaron 370 periodistas. Rigoberto recuerda la primera vez que tuvo a la mayoría enfrente de él. Fue durante una reunión secreta, nuevamente en Múnich. El clima era un poco tenso. Había trascendido que los colegas rusos tenían sus teléfonos intervenidos. La seguridad del proyecto corría riesgo.
Rigoberto, sin embargo, la recuerda como una experiencia única, por el número de gente trabajando y el nivel de consenso. Por ejemplo, una de las cuestiones que se puso en debate fue la fecha. Cada periodista estaba trabajando sobre aquella información que resultaba pertinente para su país, pero todos debían publicarla el mismo día. "Los alemanes querían publicar lo más pronto posible. Pero, claro, entonces se planteó que si era Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, o que justo estaban por entrar en vacaciones en Europa. Los argentinos querían publicarla antes de las elecciones…".
Finalmente se fijó. La fecha sería el 3 de abril de 2016.
Un mes más tarde apareció la versión online.
"Nosotros habíamos pensado la arquitectura de la página para aguantar bastante tráfico o por si alguien nos quería hacer caer la página. Pero entonces vimos que los widgets, con el gráfico de las compañías y las conexiones que tenía la persona denunciada no estaban cargándose. Estábamos desesperados. Finalmente, después de unas horas viendo la configuración encontré que la función no estaba seleccionada, era solo eso".
El día después
Hasta ahora, los Panama Papers han identificado unos 14.000 clientes de Mossack Fonseca & Co., aunque la mayoría son solo intermediarios que, en realidad, representan a otras miles de personas. Según las publicaciones en la prensa, quedaron involucrados 12 presidentes y ex mandatarios, entre ellos Mauricio Macri.
Por su parte, el Consorcio realizó un relevamiento para tener un mapa de los efectos colaterales de la investigación. Uno de ellos es aquel que expone la complicidad del sistema financiero. Según publicó la organización, más de 500 bancos, sus subsidiarias y sucursales han trabajado con Mossack Fonseca desde inicios de los 90 para ayudar a sus clientes a crear unas 15.779 empresas offshore.
"Si me preguntas por mi opinión, compartiría la información con las autoridades, los gobiernos, con la Justicia para recuperar y repatriar el dinero. Porque al final se trata de eso, de que cada país está perdiendo mucha plata. Aunque muchas veces no se piensa así"
Sin embargo, más allá de los escándalos iniciales, como la renuncia del primer ministro de Islandia, o las movilizaciones que exigieron al entonces primer ministro británico David Cameron mostrar su declaración de impuestos, lo cierto es que si se compara el volumen y tipo de información con la respuesta de los tribunales y las consecuencias concretas que se han conocido, podría concluirse que los efectos han sido bastante nulos.
–Una de las principales críticas cuestiona la decisión de no dar a conocer toda la información. Julian Assange consideró que la publicación se hizo con una "selectividad extrema", poniendo en duda el interés que enmarcó las investigaciones…
–Creo que hay que ser responsables con la información que se recibe, sobre todo en estos tiempos. Por ejemplo, en nuestro caso, había información que involucraba a menores de edad que actuaban como beneficiarios de las cuentas offshore. Entonces, cuando subimos la base decidimos no publicar sus datos… Si me preguntas por mi opinión, compartiría la información con las autoridades, los gobiernos, con la Justicia para recuperar y repatriar el dinero. Porque al final se trata de eso, de que cada país está perdiendo mucha plata. Aunque muchas veces no se piensa así.
Foto de apertura: Jose Nicolini
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