La intérprete californiana de 28 años tocará el domingo 13 de noviembre los temas de sus discos Stranger in the Alps y Punisher; en diálogo con LA NACION habla de entusiasmo por visitar la Argentina y de su relación ambivalente con la fama
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Las canciones de Phoebe Bridgers parecen haber sido escritas con una vulnerabilidad que solo se halla en quien encuentra en la palabra la única vía posible para atravesar el dolor y salir intacto del otro lado. Frágil, intimista, observadora, la cantatura oriunda de Pasadena, California se presentará por primera vez en la Argentina el 13 de noviembre en el marco del festival Primavera Sound y con dos discos que son el reflejo de esa forma prístina de observar el mundo: Stranger in the Alps (2017) y Punisher (2020), por el que recibió cuatro nominaciones a los premios Grammy; una obra de indie rock extraordinaria donde imagina un escenario en el que Elliott Smith, notoria influencia en sus composiciones, sigue vivo y cerca suyo.
“Cuando me enteré que yo vivía a unas cuadras de la que era su casa me impactó”, le cuenta Bridgers a LA NACION vía Zoom en una entrevista exclusiva. “Me empecé a preguntar qué le diría si estuviese acá”.
Por otro lado, Punisher también incorpora la visión convulsionada que tenía la escritora Joan Didion de California en “I Know the End”, donde asegura que uno nunca está solo porque siempre encuentra “un lugar de pertenencia”. A fuerza de canciones confesionales, la impronta indie marcada en el arte de sus discos y en la creación de sus videos, Bridgers se convirtió en una figura magnética de la escena californiana alternativa que logró romper la barrera y pasar, como ella misma grafica, “del otro lado de la puerta”, con el éxito y el aval crítico en perfecta armonía. “Todo lo que pasó desde que empecé tocando para cien personas hasta ahora lo tomo como una victoria, y llegar a la Argentina es una más dentro de mi carrera”, remarca.
-¿Cuán entusiasmada estás de tocar en Primavera Sound de Argentina? Nunca viniste a nuestro país...
-No, no conozco Argentina y estoy muy entusiasmada, siempre me gusta conocer lugares nuevos, pero también escuchar a artistas que no conozco, y sé que me voy a encontrar en el festival con muchísimos. No veo la hora de escucharlos, de incorporar nueva música.
-Creciste con dos padres muy melómanos, ¿cómo impactó eso en los primeros pasos en tu carrera? ¿Qué se escuchaba en la casa familiar?
-Mi papá ponía todo el tiempo canciones de Jackson Browne, Joni Mitchell, siempre apuntaba a artistas que fueran compositores y eso se quedó conmigo desde chica; me gustaba escucharlos. Después se produjo como una transición bastante armónica en mis gustos, como que se amplificaron. Cuando era una tween [“tweenager”] me volqué más hacia la música emo.
-¿Cómo entró tu admiración por Elliott Smith en ese contexto? Creciste a dos cuadras de la que fue su casa, ¿cuán significativo fue eso para vos y cómo trasladaste eso a tus canciones?
-Cuando me mudé de Pasadena a Silver Lake, en California, me di cuenta que estaba realmente muy, muy cerca de su casa, y al empezar a hacer mi propia música y luego al tener un salto profesional, empecé a conocer a mucha gente que o bien lo había conocido o había trabajado con él y había compartido experiencias en los tours. Y ahí fue cuando pensé que nos podríamos haber conocido con facilidad porque teníamos gente en común y había una proximidad, y ese sentimiento me impactó, fue muy loco. Al ser tan, tan fanática de Elliott, no podía dejar de preguntarme qué hubiese pasado si él estuviera vivo en la actualidad, y después pensé en si hubiese hecho un papelón de haberlo conocido y la respuesta es que probablemente sí (risas).
-En sintonía con eso, ¿cómo nace la canción “Punisher” para Elliott Smith, pero también el concepto que titula tu segundo disco? ¿Cómo surge la expresión?
-La primera vez que escuché la acepción que tiene la palabra “punisher” [además de “castigador” es un término para aludir a cierta clase de fanáticos posesivos] que luego tomé para el álbum, no recuerdo cuándo fue, pero sí que me gustaba cómo sonaba y que quería utilizar ese término eventualmente. Es una manera muy buena de capturar ese sentimiento, hasta que advertí que seguro yo tuve esa actitud como fan con otros músicos. Pero ese “punisher” tampoco es que alude a cada fanático con quien hablo, para nada, porque amo hablar con mis fans, solo que tengo mis límites.
-¿Qué es lo que menos te gusta que suceda con ellos?
-Algo que me sucede a veces y que no me agrada es cuando salgo a caminar un rato y recibo una llamada telefónica intensa, y siento que alguien me empieza a seguir. Por ejemplo, cuando me llama mi terapeuta y estoy llorando, y tras terminar la conversación, esa persona que caminó varias cuadras detrás mío se me acerca para saludarme. Creo que ese es mi límite: “No me sigas”. Pero además de eso, “punisher” también hace referencia a los fanáticos que te insultan al tiempo que te dicen que le gusta lo que hacés.
-¿Qué comentarios te hacen?
-Por ejemplo, los hombres que se me acercan para decirme: “Ey, a mi novia le gusta mucho tu música”. Y yo pienso: “Ey, shut the fuck up” [”Callate la boca”] (risas). Estamos hablando de personas que no saben que se están comportando como imbéciles, que quizá tienen buenas intenciones, pero intenciones equivocadas.
-Tus canciones parten de un lugar muy personal, como el caso de “Motion Sickness” [del disco Stranger in the Alps] ¿Cuán importante es para vos pasar el trauma por ese filtro de la composición?
-Para mí es muy importante escribir desde ese lado, y cuando escribo siempre tengo la esperanza de que sean cosas que logren perdurar conmigo en el tiempo, y hasta ahora eso viene sucediendo. Bueno, también hay algunos temas del primer disco con los que no me puedo vincular ya del mismo modo, pero “Motion Sickness” no es uno de ellos, y amo tocarlo en vivo. Creo que el desafío mayor al que me enfrento es hacer música que sea lo suficientemente interesante para mí, en cuanto a las letras pero también a la producción. El poder revisitar canciones que compuse hace tiempo y sentirme orgullosa.
-¿Y cuando las tocás podés disociarte del momento en que estabas viviendo cuando las compusiste o sigue habiendo una reacción emocional?
-Creo que es un momento emocional interpretar esas canciones, sí, pero no sucede con todas y depende mucho del contexto también. Si estoy enferma o en medio de un tour, entra en juego el cansancio y no puedo sentir esos temas como la mayoría de las veces. Ahí es cuando el tocar se siente como un trabajo, pero esos casos son la excepción. Si nada me distrae, siempre hay un factor emocional al interpretar, especialmente cuando voy a lugares nuevos, como cuando vaya a Argentina, porque es un público totalmente distinto.
-¿Cómo fue la decisión de tener tu propio sello discográfico [Saddest Factory Records, fundado en 2020] en este contexto en el que los artistas pelean por ser dueños de su trabajo?
-Es un negocio, pero que sale de la creencia de que es importante ser el dueño tu música. Con suerte, también empezás a trabajar con gente que comparte esa misma creencia, a la que le gusta ese proceso. Porque hay mucha gente que queda atrapada en relaciones con personas que meten presión para que saquen música nueva que no quieren hacer. Eso pasa mucho más con las mujeres, que quedan en el medio de contratos que no terminan nunca, con compañías que no quieren editar los discos que hacen. Por eso es que elegí compañías indies en el pasado, porque no piensan de ese modo, y por eso es que estoy muy emocionada de haber creado mi compañía, de estar con Dead Oceans que saca los discos y no hacen esas otras cosas, por eso quiero mucho a esa gente.
Soy una persona a la que no le gusta pedir cosas, soy muy autoconsciente y pienso mucho todo cuando estoy rodeada de amigos famosos y talentosos. Es como que quiero ser su amiga, no necesito trabajar con todos
-Los conceptos para las tapas de tus discos y para tus videos parecen surgir desde un lugar de espontaneidad indie también...
-Sí, es todo muy espontáneo siempre, el arte siempre se me presenta de esa manera, porque cuando pienso incesantemente en algo no surge nada, hasta que veo una cosa que me atrae y ahí me viene la idea. El [osie del] esqueleto que uso en la tapa de Punisher lo había comprado para una fiesta de Halloween, y pensé: “Esto es cool, voy a hacer esto para la portada”. Eso fue todo, eso fue lo que duró el proceso de pensamiento (risas). Y funcionó.
-¿Y en cuanto a los videos, como el de “Kyoto”, que es más artesanal?
-Con “Kyoto” se empezó trabajando en otro concepto. La idea era hacer un video con estética VHS de Japón, hermoso, con tomas amplias, en el que se me iba a ver caminando por la ciudad, porque hacia allá estaba por viajar. Luego llegó la pandemia así que quedé como a mitad de camino y tuvimos que readaptarlo. Me gustó cómo quedó, aunque terminé decepcionada de no poder volver a Japón.
-En el video de “Savior Complex” te dirigió Phoebe Waller-Bridge, ¿cómo se contactaron?
-Nos empezamos a mandar mails solo porque teníamos el mismo nombre (risas). Y después cuando llegó el Covid empecé a hablar por Internet con quien ahora es mi novio [el actor irlandés Paul Mescal] y me dijo: “Deberías decirle a Phoebe que haga tu video y yo voy a ser el protagonista”. Le respondí “¿Qué?”. Soy una persona a la que no le gusta pedir cosas, soy muy autoconsciente y pienso mucho todo cuando estoy rodeada de amigos famosos y talentosos. Es como que quiero ser su amiga, no necesito trabajar con todos. Pero le escribí a Phoebe, le pregunté si lo quería hacer y me respondió: “Absolutamente”.
-Volviendo un poco a los inicios... Tuviste acceso a instrumentos desde chica por el apoyo de tus padres, ¿por qué conectaste más con la guitarra que con el piano?
-Honestamente, tocar la guitarra siempre me resultó más fácil por alguna razón y a diferencia del piano, que quizá por su estructura no fue tan así. Con la guitarra no empecé con clases sino sola, con algunos acordes, y después las lecciones me parecían más divertidas, hasta que los profesores me hacían tocar canciones que no me gustaban, entonces después practicaba lo que quería. Pero la estructura que implica tocar el piano no me gusta.
-Tus letras también tienen influencias de Joan Didion, ¿en qué momento te acercaste a sus textos?
-Siempre estoy buscando la familiaridad en la escritura, y fue una sorpresa muy placentera leer a Joan Didion y reconocer calles de California, encontrarme con sentimientos que ella tenía respecto a la ciudad, como cuando habla de “la rebelión californiana”, porque básicamente es un lugar que siempre está prendido fuego. Además, mucha gente habla pestes de California.
-¿De dónde proviene ese rechazo?
-No lo sé, me parece que tiene que ver con una postura nihilista, seudofilosófica de tener que amar Nueva York y odiar Los Ángeles. Siempre escucho eso de “Oh, LA sucks” [”Los Ángeles apesta”], y a mí me gusta leer a gente inteligente que sabe que sí apesta en ciertos aspectos, pero que también genera un enamoramiento. Y eso resonó conmigo al leer a Joan.
-¿Cómo fue componer una canción especialmente para una serie, como el caso de “Sidelines” para Conversaciones entre amigos?
-Yo amé el libro de Sally Rooney. Había leído primero Normal People, pero no conecté tanto como con este y sus personajes, y sé que a mucha gente le pasó a la inversa. Y yo soy muy mala con hacer deberes, cuando me dan una tarea, por eso cuando me preguntaron si quería hacer la canción sentía que iba a ser horrible porque tenía que componer específicamente para algo y no soy buena en eso. Me pasa que digo: “Voy a escribir sobre tal persona” y no lo termino haciendo (risas). Pero la cosa cambia cuando hay una idea preexistente.
Mi baterista, Marshall [Vore], me mostró algo que habíamos trabajado, una cosa primigenia de “Sidelines” que hicimos al comienzo de la pandemia, y yo tenía el demo en mi teléfono y lo escuchaba todo el tiempo. Así que cuando me llamaron de la serie, Marshall estaba conmigo y me dijo: “¿Por qué no trabajás más con ‘Sidelines’?” y me pareció una idea genial. Estuvimos puliendo el tema por dos meses y sentí que conectaba muy bien con la serie, así que incluí en las letras más cosas sobre mi persona. Me parece que esa es la forma: elegir proyectos con los que te puedas relacionar, que no se sientan como trabajo.
-¿Sabías que iban usar el tema en el clímax de la serie?
-¡No! De hecho me mandaron para que la viera y me puso muy contenta.
-También te convocó Taylor Swift para el dueto “Nothing New” (que forma parte de Red [Taylor’s Version] [From the Vault]), una canción que habla sobre las presiones que sufren las artistas femeninas en la industria de la música y el miedo a ser desechadas cuando aparece una nueva estrella. ¿Cómo conectaste con eso?
-Pienso que también es una canción sobre la etapa madura de una mujer. Creo que todos conocemos a un hombre de 42 años que sigue haciendo cagadas y tomando drogas el fin de semana y que no sienta cabeza, y al que se lo percibe como atractivo, cool, e inteligente. Pero si una mujer hiciera eso, la percibirían como rara o triste. Pienso que a pesar de los pocos años de diferencia de edad que tenemos con Taylor [Bridgers tiene 28; Swift, 32], las cosas están cambiando. Ella era una estrella pop cuando era adolescente, entonces está esa longevidad. Yo saqué mi primer disco a los 22 y en el mundo indie, un ecosistema donde uno no se hace esas preguntas, si bien se está al tanto por la cultura pop, y yo no sentía que encajaba en esa escena más grande.
Fui muy afortunada de no haberme hecho esas preguntas [que resuenan en el tema] cuando era chica, de no sentir eso, pero sí me pasó de tener miedo a ser más grande antes de lanzar mi primer disco. Me aterraba. Como me lleva mucho tiempo escribir, pensaba que iba a tener 30 y que todavía iba a estar sin editar nada, pero después empecé a conocer mucha gente que sacó su primer disco a esa edad. Honestamente, al ahora tener una carrera, no pienso tanto en eso, siento que soy muy afortunada, que ya estoy dentro. No estoy tan preocupada. Pero pienso que esa presión sí existe para las mujeres, y que la “crisis de la mediana edad” es exclusiva de los hombres porque es el momento en que temen lucir viejos, mientras que a las mujeres nos preocupa eso y lidiamos con eso desde toda la vida.
-Me parece interesante tu visión de lo que lograste hasta el momento como una sucesión de “grandes oportunidades”, desde tocar con The National y The Violent Femmes hasta las nominaciones a los Grammy. ¿Así vas transitando tu carrera?
-Sí, todo se sintió como un éxito porque siempre quise hacerlo. Además, nunca supe hasta dónde iba a llegar. Tengo amigos que lograron su éxito al llenar un venue chico. En la escena en la que me movía todo era una victoria para mí, cada vez que era telonera de alguien por ejemplo, y ese sentimiento se mantiene hasta hoy. Cada día hay una razón para sentirme entusiasmada por mi trabajo y viajar a Sudamérica es una razón muy grande.
-¿Y cuándo sí sentís que tu carrera es un trabajo?
-Cuando me tengo que quedar respondiendo mails por cinco horas, pero soy pésima en eso así que ya nadie me lo pide (risas).
PRIMAVERA SOUND
*Primavera en la Ciudad. Del 7 al 11 de noviembre, con una serie de shows y actividades que pondrán el foco en el descubrimiento de nuevos talentos argentinos y de diversas partes del mundo. “Primavera en la Ciudad será la cuna de talentos emergentes, un espacio para conocer nuevos artistas y proyectos musicales”, señala la gacetilla de prensa que se difundió este miércoles.
*Primavera Sound: la bienvenida. El miércoles 9 de noviembre, en Costanera Sur, el festival presentará un mega espectáculo que le dará la bienvenida a este parque como locación principal (ya hubo una previa, Road to Primavera, con Jack White, Pixies, Cat Power y Las Ligas Menores). Se presentarán Björk, Julieta Venegas, Javiera Mena y Peces Raros, entre otros.
*Primavera Sound en Costanera Sur. Un fin de semana de cierre, el 12 y el 13 de noviembre, con los shows de Travis Scott, Arctic Monkeys, Lorde, Charli XCX, Interpol, Mitski, Phoebe Bridgers, Beach House, Arca, Father John Misty y una extensa lista de bandas locales.
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